El verano ha llegado más rápido de lo que esperaba y mientras las hojas de mi libro de texto se pasan poco a poco gracias al viento suave típico de las noches de verano, doy gracias a Dios de que te irás lejos, aunque en el fondo me gustaría que pudieses quedarte aquí junto a mi.
Te escucho reír en la habitación de al lado, se que eres tú, tengo memorizada tu risa; al igual que tu cara, tus ojos, tu pelo y tu olor.
Se que eres tú el que abrirá la puerta de mi cuarto y con esa enorme sonrisa que posees te despedirás de mi sin saber cuanto deseo que me abraces; cuanto lo he deseado desde siempre; se que serás tú el que se acerque hasta la venta en la que estoy apoyado mirando a las estrellas y revolverás mi pelo, sé que fingirás de nuevo que no sabes lo que siento, por que es imposible que no te hayas dado cuenta.
Harás tu actuación de hermano mayor, porque es como un hermano pequeño como me tratas, me desearás un buen verano, leerás por encima mi tarea y me recomendarás algo con lo que a ti te fue bien.
Te veré marchar de nuevo y no me inmutaré, te diré adiós con la mano y no me giraré, te esconderás tras la puerta y reirás, si, se que lo harás porque siempre lo haces; porque se absolutamente todo de ti, de tu manera de ser, de tus torpezas, de tu cualidades más escondidas me las he aprendido de memoria.
Porque soy yo quien está ahí cuando nadie más está, quien te consuela en las noches que él te deja, quien sonríe tus tonterías, quien te toma de la mano cuando te caes, quien siempre cuida de ti aunque no te des cuenta.
Podría decirte cuanto te amo, cuanto deseo que me mires de otra manera, que dejes de observarme de manera vacía, que sean para mi esas miradas llenas de luz que le dedicas, esas palabras cargadas de sentimiento, podría decirte que te amo y hacerte mío toda y cada una de las noches en las que temiendo a la oscuridad te escondes bajo la manta., podría agarrarte con fuerza y no dejarte marchar esta noche, sentir tu cuerpo chocar contra el mío, escuchar el latido de tu corazón y sumergirme en esos ojos que tanto anhelo; pero no lo haré; quizás por que soy un cobarde, o porque en el fondo no serviría de nada; porque tú, tú no me amas, y es mejor así, es mejor de esta manera; porque yo no soy para ti, no es cierto? Y tú, tú no eres para mi…
Entras en mi cuatro sin ni siquiera llamar a la puerta, no me volteo a verte, se que eres tú, caminas silencioso hasta mi y poyando tus brazos en la venta miras al cielo con ternura y yo, en un descuido, te miro a ti, cierras los ojos y suspiras, yo… continuo mirándote; bajas la vista y por un momento, un pequeño y milésimo segundo siento como nuestras miradas se cruzan y quisiera parar el tiempo, pero no lo hago, desvío la mirada y por el rabillo del ojo te continuo observándome, sonriente, sonriendo como siempre.
-Minho-murmuras a media voz y siento como cada vello de mi cuerpo se eriza ante ello, pero no respondo, no te miro.-Me voy-continuas, y tu voz no suena ni triste ni alegre, no es una súplica de que no te deje marchar, no es tampoco una alegría el irte de mi lado, tan solo lo dices, como sino significase nada, aunque para mi, signifique todo-JongHyun me está esperando, saldremos esta noche hacia su casa, ah! Será un buen verano, es una pena que tú no puedas venir-te veo dirigir una mirada a mi libro de texto, te acercas a él y lo tomas- Mucha tarea no?-sonriendo de nuevo, sonriendo hacia mi, pero no hay vida, es una sonrisa, una sonrisa más, porque yo soy uno más, uno más como el resto- Sabes tengo unos libros en mi cuarto que te vendrán bien, puedes cogerlos si quieres.- lo sabía, sabía que lo harías, ah! Jinki, mi dulce Jinki tan predecible y tierno, tan protector y amable, como desearía que fueran otras tus palabras, algo más duras, más bruscas entonces no tendría que odiar tanto el hecho de tu partida.
Golpeas mi espalda con unas palmaditas, dejas el libro sobre la mesa con cuidado y regresas a la puerta; la medio cierras y sacas la cara por el espacio libre, sonriendo, sonriendo como el tonto que eres; me dices adiós de nuevo y ríes; y después cierras la puerta.
Bajas la escalera y sales por la entrada, estoy solo en casa, y ahora más que nunca me parece inmensa y silenciosa, miro de nuevo al cielo estrellado, algo se atora en mi garganta, como un nudo que no me deja tragar, le doy unos golpecitos pero no mejora la cosa; continuo mirando las estrellas; es mejor así, me digo, es mejor que no sepas nada, porque en el fondo no hay nada, nada que valga la pena; nada que decir, nada que sentir.
-Parece que de nuevo-me digo a mi mismo en voz alta- comienza a llover.