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Excarcelación por Eruka Frog

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Notas del capitulo:

¡Gao para todos!

 

Vaya, estoy respetando mis plazos ¿se dieron cuenta? jojo. Esta historia, si bien tiene una acogida un tanto menos calurosa que el resto, me está encantando. Claro, es SaiGaa y tiene un público más estrecho, pero bueno, igual es divertido publibarla y le agradezco mucho a los que se han tomado las molestias de comentar =) ya he respondido a sus comentarios.

 

Ojalá que les guste:

Muchos hombres se enamoran de un hoyuelo y cometen el error de casarse con la chica entera.

Stephen Leacock (1869-1944)

 

Capítulo III: Pelirrojo

 

 

A Sai le llevó dos días reflexionar, uno planear y otros dos en decidirse, por lo que era viernes el día que se miraba en el espejo por enésima vez, más vanidoso que nunca, antes de tomar su cazadora, sus llaves y su maletín de fotógrafo, para luego salir de casa, rezarle al cielo que todo estuviera muy bien y encaminarse al piso de arriba. No es que él fuera una persona particularmente remilgosa ni nada por el estilo, pero es que lo que su mente había maquinado necesitaba de cierta preparación mental, quebrarse los escrúpulos, la moral y sacar la valentía del cajón para hacer lo que estaba apunto de hacer.

 

-Hola-saludó sencillamente cuando Gaara, luego de quince minutos de quejumbrosas llamadas a su apartamento, se decidió a asomar su bonita cabeza pelirroja por la puerta. Al verlo, no sonrió pero tampoco se negó a que pasara.

 

-¿Qué ocurre?-el taheño llevaba en aquella ocasión unos irresistibles pantalones de mezclilla muy sencillos, pero que  le quedaban geniales, y una camiseta de manga largas negra. Bien, Gaara le gustaba lo suficiente como para encontrarlo atractivo siempre.

 

-He venido a ofrecer mis servicios-informó, levantando su maletín como si con ello todo quedara aclarado y no tuviera que detallar nada más.

 

-¿Qué servicios?-para el pelirrojo no bastaba-No tengo ninguna otra tubería rota-Ofendido porque el menor confundiera su maletín de fotógrafo profesional con uno de vulgar fontanero, Sai se apresuró a replicar:

 

-Tus fotografías necesitan ayuda urgente-

 

-¿Mis  fotografías?-repitió Gaara como quien pregunta qué son las mentadas fotografías-son tuyas, sino te gustan no tienes más que tirarlas-musitó irritado. Sin darse cuenta, había abierto una verja muy grande por la que Sai se apresuró a pasar:

 

-Curioso, la mayoría diría que se las devolviera o las quemara, qué sé yo, pero supongo que a ti no te preocupa que tu cara ande circulando por ahí dado que estás más que acostumbrado-

 

A Gaara, a diferencia de Sai, no le llevó más de cinco segundos como mucho reflexionar, planear, decidir y llevar a la acción lo que debía hacer. Tomando al moreno imbécil del brazo, se apresuró a jalarlo hacía afuera, sin decir nada ni aplicar innecesaria violencia en el arrastre. Sencillamente, lo condujo hasta la puerta hasta lograr sacarlo, ante la inercia del otro.

 

-Como quieras, pero la calidad de tus fotografías da asco-aseguró el bruno una vez estuvo afuera y el dueño del piso hizo amago de cerrarle la puerta en la cara-necesitas ayuda profesional-y vaya que la necesitaba, pero más del tipo psicológico, pensó interiormente.

 

-¿Qué ganarías?-no, Gaara no había mantenido la puerta abierta, sino que ahora hablaba desde el otro lado de la madera.

 

-Necesito trabajo-mintió, dando así la razonable explicación que había encontrado en esos cinco días.

 

-Pensé que eras un fotógrafo profesional-¿el pelirrojo huraño se estaba burlando de él?

 

-Un fotógrafo profesional desempleado-apuntó-por eso he venido a Kioto, a ver si aquí no estaba tan saturado como en Tokio.

 

-¿Qué haces viviendo como rico?-inquirió con el mismo tono desconfiado, aunque sonaba un tanto menos molesto.

 

-El departamento me lo presta un familiar-mintió de nueva cuenta. Por suerte, siempre había tenido un don natural para la mentira.

 

-¿Cómo lo sabes?-ahí fijo que se refería a su secretito.

 

-Internet-repuso simplemente, desesperándose porque el pelirrojo no abriera simplemente la puerta y saltara a su brazos. O aceptara, al menos.

 

-¿Cuánto?-interrogó, su voz seguía siendo escéptica pero al menos estaba cediendo de apoco. Con cautela, lanzó una suma lo bastante alta para no resultar sospechosa y lo bastante baja para no resultar arriesgada-Tienes que prometer que no las divulgarás-

-Puedo firmar una acuerdo legal-ofreció ¿para que querría él divulgarlas?

 

-Está bien con tu palabra-pese a eso, el granate continuaba encerrado a cal y canto-¿qué esperas para irte?

 

-Pensé que habías aceptado-respondió desconcertado, volviendo a levantar su maletín, esta vez como explicándole a su vecino que no podía tomarle fotos eróticas a una puerta.

 

-Mañana. A las dos-

 

Y luego, pese a sus quejas y gritos, no escuchó más del pelirrojo.

 

Pero la guerra se gana batalla a batalla.

 

 

 

 

 

Había aceptado por dos razones, la segunda se dividía en dos pero venía siendo lo mismo. La primera es que si Sai seguía gritando de la manera en que lo hacía, hasta sus vecinos del primer piso se enterarían de su lucrativo negocio y de verdad, de verdad que no quería babosos en su puerta preguntándoles estupideces.  La segunda, que se dividía en dos, consistía en que sí, lo admitía, su galería estaba repleta de fotografías de bajo nivel y temía que eso mermara su valor, tanto monetario como creativo. Si perdía la parte monetaria por algo tan tonto como que no disponía de conocimientos de fotografía y que no podía tomar las fotografías manualmente, su plan de “libre cuando esté menos bonito” se iría al garete. Y si perdía su valor creativo… bueno, se acabaría una de las pocas pseudo satisfacciones que tenía en la vida. No iba a decir que el montar todo ese teatro le provocaba felicidad, porque ni siquiera la satisfacción de ser increíblemente bueno haciendo algo, lograba que le nacieran los sentimientos; no estaría encerrado de otro modo, pero sí podía decir que emulaban algo muy parecido al orgullo y finalmente, lo más importante, lograban que sus días ahí encerrado no se volvieran del todo aburridos. Por eso había aceptado la propuesta de Sai, no por  otra cursilería ni nada. Bueno… pero sí tenía que admitir que no hubiese aceptado, ni por las otras dos razones, de no ser Sai quien le haría la sesión.

 

El timbrazo del molestísimo teléfono lo distrajo de su actual ocupación (pensar en Sai, es decir en las sesiones, mientras pintaba un nuevo portarretratos), se puso en pie para contestar en el único aparato telefónico de su piso (su móvil), en la sala. No se molestó en mirar la pantalla de su pequeño teléfono color negro, porque estaba seguro de quién era.

 

-Buenas-saludó, intentando sonar todo lo cortes para que la persona al otro lado de la línea no lo molestara con tonterías.

 

-La frase que buscas es “buenas tardes, hermana”-replicó de todos modos la voz femenina que, semana a semana, lo llamaba para ver si seguía respirando-Mañana te visitaré-informó sin dar pauta a quejas-y te va a gustar-

 

-No puede ser mañana-dijo de cualquier forma-debo… terminar un trabajo-la excusa creíble o no que le había dado a su hermana acerca de su nula necesidad económica, era que se dedicaba a la programación de sitios web.

 

-¿Te llevará todo el día?-interrogó escéptica. Su hermana era de decisiones firmes, como ella misma; jamás le hubiera permitido ser un hikikomori de no ser porque por aquel entonces su opinión en la vida familiar valía más bien poco. Ahora vivía sola en una casita a las afueras de Kioto y su opinión valía para ella misma.

 

-Sí, voy retrasado porque he dado un plazo corto-explicó-ganaré un bono-agregó para sonar más convincente.

 

-Vale, vale… pero iré el domingo-advirtió. Entonces pasó lo que venía pasando desde diciembre del año pasado; su hermana titubeo-tengo algo que decirte.

Cuando terminó la llamada, el pelirrojo se quedó viendo un momento el teléfono, antes de decidir que no era su problema y dirigirse al estudio I, a terminar lo que sí era su asunto.

 

La guapa rubia que colgó el teléfono en una bonita sala de estar, en cambio, suspiró hondamente, cansada como casi nunca. Ella era una mujer muy fuerte, valiente y tenaz, abogada y ahora esposa del campeón nacional de Shôgi, genio célebre y esposo ideal.  Ideal no en el sentido de lo atractivo y rico que era (aunque no era particularmente feo y tenía mucho dinero), sino ideal en el sentido de que a pesar de su carácter perezoso y anodino, siempre estaba ahí para apoyar a su mujer.

 

-¿Cómo está?-interrogó. Era ideal también en el sentido de que se preocupaba por el hermano de su mujer, incluso cuando nunca habían estado en la misma habitación siquiera.

 

-Vivo-respondió, apoyando su cabeza en el hombro del sujeto que dormitaba al lado, hundiendo la cabeza en el respaldar del sillón.

 

-Eso es siempre bueno-apuntó.

 

Su hermano siempre había representado un problema en su vida. No es como que lo odiara por ello o lo quisiera menos, pero no podía evitar pensarlo, más que nada porque era una verdad grande como una casa y que estaba siempre presente en su vida.  Primero porque un año después de que Gaara se había ido de casa, ella también lo había hecho, harta de escuchar como sus tíos decidían renegar del que durante mucho tiempo había sido como un hijo. Se había enfrentado al mundo sola, aceptando que su hermano decidiera vivir en soledad aún cuando aquello le rompía el corazón, pero asimilándolo cuando se dio cuenta de que la única manera de mantenerse junto a él (aún si era de forma puramente moral) era aceptar aquella excentricidad. Y ahora, que se había casado con Shikamaru, no se sentía capaz de decírselo a su hermano, porque estaba segura de que ésa era la excusa que el otro necesitaba para apartarla de su vida para siempre. Alegaría que ella tendría ya una familia de la cual cuidar, que él no tenía nada que ver…

 

No podría soportar ser parte del mundo que tan poco entendía lo que quedaba de su familia.

 

 

 

 

 

 

 

Se despertó a las siete en punto. Había quedado con Sai a las dos y realmente quería preparar un par de escenarios antes de que el moreno llegara, para así no perder tiempo y que éste se fuese lo más pronto posible. Decidió que por ese día, las fotos más urgentes eran las que tenían mayor acogida: la colegiala que será castigada después de clases, la hermanita pequeña drogada y la chica que es pillada desnuda en el baño. Pensándolo bien, quizás había escogido esas porque los escenarios podía prepararlos por separado, y así no se empalmaría ninguno.

 

Todo con tal de que Sai terminara rápido.

 

Comenzó con la escena del baño, acomodando la cortina de la ducha de manera que dejara ver sólo la mitad de la ducha. Cambió sus lociones para baño por botellas vacías y de color rosado, para darle cierto realismo al asunto. Colgó un albornoz blanco con florecitas y amontonó la supuesta ropa recién sacada junta cerca de la cortina, esperando que Sai pudiera abarcar todos los detalles. El baño no necesito mucha más preparación, así que fue a preparar el estudio II para la escena de la colegiala. Realmente no entendía el mundo de los pervertidos; ¿por qué iba a ser excitante castigar a quien sea?  Y menos aún a una niñata poco desarrollada, y sin embargo era uno de los favoritos, sino el que más, seguido de cerca por la niña a quien cuyo padre enseñará modales.

 

De verdad, el mundo estaba lleno de idiotas con ganas de gastar su dinero.

 

 

Era su escena más costosa, tanto para él como para el cliente. Para él porque había invertido muchísimo en ella, y también porque era una de las más difíciles de armar. Movió el escritorio hacia la pared contraria a su curiosa pared de libros, alineando las ahora seis sillas frente a él. Pegó los carteles en la pared y luego fue hasta su baúl de los juguetes para tomar una regleta, y al armario para tomar los dos uniformes, esperando que Sai sirviera para algo y le dijera cuál era el más apropiado. Al terminar de acomodar todo, se dio cuenta de que pasaban de las doces y tenía tanta hambre que no entendía cómo se le había podido pasar el desayuno.

 

Se preparó cualquier cosa (y eso era cuando menos inusual) y siguió con la escena que le faltaba, otra de las favoritas. Esa sesión la haría en el estudio principal, más que nada porque ahí la hacía siempre y porque para ese escenario una cama venía bien. Escogió el sencillo edredón blanco y las almohadas amarillas, emulando lo que suponía era una típica habitación de adolescente. Quitó los doseles de la cama y las elegantes y ornamentadas columnas que los sostenían, quedando de ese modo una cama bastante sencilla, pero mucho más realista. Reemplazó las lámparas de ambos lados de la cama por unas más sencillas, en forma de gatito, y arrojó con ordenado descuido algunos muñecos de felpa.

 

Cuando terminaba de poner sobre la cama una batita para dormir color lila, Sai llamó a la puerta. Era curioso, pero aún y cuando ahora había dos personas (no contaba el niño de los víveres) que lo visitaban con cierta habitualidad, sabía cuando no era su hermana. Quizás porque ella tocaba una vez y luego esperaba lo que hiciera falta, y en cambio Sai, aunque tampoco era tan irritante, llamaba varias veces.  Se dirigió sin prisas hacia la puerta, y al abrir se encontró con un animado Sai, que esta vez siquiera esperó a que él mismo lo invitara, antes de entrar confianzudamente.

 

-¿Estás listo?-por el estudio visual al que lo sometió, Gaara adivinó que se esperaba encontrarlo en traje de puta, como seguramente debía pensar que era.

 

-Debo cambiarme primero-respondió-ya me he duchado, sólo falta escoger cuál escenario te apetece primero-

 

-Habrá que escuchar el menú-respondió con lo que el pelirrojo, de nuevo en el campo de las suposiciones, creyó era picardía.  Le informó de los tres escenarios que tenía previstos, y el moreno pareció pensárselo un poco antes de contestarle que probablemente era mejor iniciar con la de la hermana pequeña y terminar con el de ducha, así ya no habría que preocuparse por el cabello. Conforme, el pelirrojo lo guió  a su estudio principal, un poco aturdido porque esa sería la primera vez que alguien ajeno a él entraría ahí. A favor de Sai, podía decir que se había mantenido lo bastante neutral  al entrar, dirigiendo apenas un par de vistazos alrededor.

 

-¿Cuál?-interrogó, mostrándole tres pelucas diferentes que pensaba que quedarían para ese día. No sería la misma en los tres escenarios, pero estaba pensando que las tres quedaban bien para cualquiera.

 

-La castaña por ahora-respondió, viendo apenas sus opciones, o eso pensó. La realidad es que Sai estaba experimentando ciertos problemas para no empujar al bonito pelirrojo contra aquella cama poco realista y quitarle lo que seguramente sus clientes estaban deseando. Tenía que controlarse un poco, estaba seguro de que Gaara caería tarde o temprano; con sesiones fotográficas como las que tenía en mente, le resultaba imposible imaginar al chico negándose.

 

Más nervioso de lo que estaba dispuesto a admitir, Gaara fue hacia el probador, sacándose la ropa que llevaba para sustituirla por aquella que era mucho más atrevida. Claro, que si se hubiera recordado que su cambiador era de traslúcido papel de arroz, probablemente se lo habría pensado dos veces antes de considerar innecesario ir al baño. El espectáculo que le estaba dando a Sai era el mismo que le daba a sus clientes más precarios, aquellas que no podían pagar por verlo desnudo ni masturbándose, pero que podían pagar por ver su silueta sacándose una a una  las prendas que cubrían su deseado cuerpo.

 

Cuando Sai alzó la vista y se encontró con la oscura silueta del taheño en un cambiador de papel de arroz, no perdió tiempo en sorprenderse y se dispuso a disfrutar. La fina silueta de Gaara, a contra luz, le pareció lo más irresistible, y comenzó a sentir el primer latigazo de precoz excitación. Gaara tomó tranquilamente lo que supuso (y segundos después confirmó) era la delicada ropa interior que utilizaba para caracterizarse.  Ver deslizándose las manos del taheño por sus delgadas piernas mientras las pantaletas ascendían por su cuerpo, fue casi más de lo que podía soportar, pero al ver cómo intentaba acomodarlos apresuradamente sobre sus caderas delicadas, estirándolos suavemente y luego bajándolos hasta que cubrieran lo que en primer término quería cubrir, fueron lo que casi estallaron su cabeza. Lo siguiente, la pequeña batita, fue colocada con la misma minuciosidad que todo lo demás, y supuso que Gaara disponía de un espejo en el vestidor, puesto que se dio la vuelta hasta quedar de perfil, alisándose la batita y estirando los listoncitos hasta formar dos moñitos.  La peluca no fue tan novedosa, pero mientras el menor estaba ahí adentro, acomodándola sobre su cabecita pelirroja, él podía estudiar su figura de una manera más analítica que sin el papel de arroz.

 

Era delgado, mucho, dudaba que pesara más de 60 kilos, bastante poco para un chico de su edad, aunque su altura compensara. ¿Que los adolescentes no son monstruos cuasi deformes llenos de acné? ¿Que no los varones tienen kilos y kilos de grasa en el abdomen y son todo menos delicados? Francamente, él mismo tampoco había sido un “adolescente cuasi deforme con acné”, pero definitivamente no podría considerarse bonito más allá de los 12 años, cuando comenzó a alargarse, encuadrarse y su voz adquirió ese matiz profundo que, aunque madurado, todavía lo acompañaba.

 

Gaara no había seguido ese mismo patrón en lo absoluto. Para empezar, era demasiado bajito. Claro, había un montón de personas de estatura baja, más aún entre los nipones, pero incluso para esos estándares Gaara era bajito. Después  estaba el asunto de su lozana y lechosa piel, suave a simple vista y que podría jurar era más dulce que la de cualquier chica. Todo en Gaara era bello, desde su rostro hasta las cortas hebras de rojo cabello, en las que deseaba hundir su sensible nariz, seguro de que olería a cerezas.

 

-¿Seguro que esta?-interrogó Gaara saliendo sin mucha ceremonia. Francamente, resultada un tanto decepcionante que el granate pareciera inmune al pudor. La peluca castaña clara le caía hasta los hombros, lisa y de aspecto bastante natural. Había visto las fotografías del chico en distintos personajes, pero verlo así, en vivo, fue toda una experiencia. Las largas piernas eran suavemente rozadas a cada paso por la batita, de un cursi color lila, de forma tan erótica que Sai, pese a saberse un genio de la cámara, dudaba ser capaz de capturar esa aura que rodeaba al caracterizado pelirrojo en una imagen inerte… el pelirrojo no parecía ni incómodo por su anhelante mirada ni por lo que llevaba encima, así que de verdad debía tener su “trabajo” bien asimilado.

 

-Seguro-respondió cuando se dio cuenta de que el menor lo miraba interrogante, esperando una respuesta-¿La idea es que la hermana ha sido drogada y está apunto de ser abusada por su hermano?-preguntó, intentando retomar el hilo de la conversación mientras Gaara se sentaba en el borde de la cama, esperando las famosas indicaciones de su  fotógrafo.

 

-Algo así, supongo que hay dos perspectivas; puede ser que ella sólo se desinhiba, con lo cual no sería tanto como abusar de ella… y la otra es que sí, la haya drogado hasta dejarla sin voluntad, con lo cual se utilizaría una visión muy diferente-respondió, sacándose de encima el mechoncito de cabello que se le pasaba por la cara-¿cuál suena mejor?-interrogó. Siempre había pensado que le hacía falta la opinión de alguien a quien sí le excitaran esas cosas, pues sus conocimientos venían puramente de las películas y animes pornográficos que se había bajado cuando decidió que aquel era el método más eficaz para hacerse de dinero.

 

-Depende…-respondió-no es que yo sea un violador ni nada, así que a mí me atrae la idea de la chica que simplemente se desinhibe un poco, pero no sé cuál sea tu público.

 

Por eso necesitaba ayuda. A veces olvidaba que no todos allá afuera estaban cortados con la misma tijera. Claro que sabía que cada uno de sus clientes tenía sus preferencias, pero en general creía que todos eran una panda de pervertidos y ya. ¿Qué les atraería más, la violencia sexual o la entrega libre?

 

-Tienen más demanda las fotografías que implican cuartar la libertad de la protagonista-respondió al fin.

 

-Bien, empecemos por ahí entonces-asintió. Se sentía tan ansioso que le extrañaba que su voz no temblara-iniciemos con una par de tomas desde aquí.   Quédate sentado, pero apoya ambas manos en la cama y abre un poco las piernas… algo así-el pelirrojo había obedecido literalmente todas sus indicaciones, menos la de abrir las piernas, pues había exagerado un poco-no, así luce muy vulgar, ciérralas un poco… hasta ahí. Ahora echa atrás la cabeza un poco… sí, así… mira a la cámara… ¿tienes lágrimas falsas?-preguntó, pensando en que una chica drogada y excitada tenía que soltar un par de lágrimas al menos. No es que fuera un experto en el tema del erotismo o la pornografía, pero si se ponía a pensar en los estereotipos habituales, pues todo se volvía relativamente obvio.

 

-¿Quieres que llore o sólo lagrimeo?-preguntó Gaara, cerrando sus bonitos ojos en lo que creyó que era actitud pensativa.

 

-Lagrimeo-“para empezar” se dijo. Ante su sorpresa, Gaara abrió los ojos con las cuencas repletas de saladas gotitas.

 

-Es fácil-respondió el taheño despreocupado-la mayoría disfruta de las lágrimas-agregó al ver que Sai no se recuperaba del pasmo. No es que creyera que aquello de llorar a voluntad fuese imposible, había conocido a un par de actores que también podían hacerlo, es sólo que de pronto imaginaba al chico como alguien sin lagrimales.

 

-Así está bien-aceptó por fin, resignándose a la idea de que el de cabello rojo lo sorprendiera a cada minuto.  Tomó la primera fotografía con aire distraído, que por suerte el perfeccionista pelirrojo no notó, antes de tomar un par más con atención. Cambió de ángulo y se fue acercando y alejando, esperando encontrar un punto en el que pudiera abarcar todo el escenario-Ahora haremos algunas en la cama… primero boca arriba, luego pasaremos a las de boca abajo-informó. Gaara comenzó a ascender por la cama, dejando caer la cabecita en las amarillas y mullidas almohadas.

 

-Siempre que estoy en esta cama, siento un poco de sueño-admitió, bostezando largamente, mientras se estiraba-es demasiado blanda…

 

-Me imagino-los comentarios poco reflexivos de Gaara lo confundían ¿cómo podía actuar con tanta naturalidad ante una situación como esa?-ambas manos abrazando tu pecho con fuerza, y las piernas bien cerradas pero ligeramente levantadas… como si intentaras protegerte. Cierra los ojos y hunde la cabeza en la almohada-Cuando hubo obedecido, comenzó a disparar. Gaara entendía bien las indicaciones, y supuso que estaba acostumbrado a obedecerlas de sus clientes sin rechistar-ahora echa la mano izquierda sobre la almohada y con la derecha cubre tu rostro, abre la piernas un poco y jadea con fuerza repetidamente-ordenó.

 

Los jadeos pesados y quejicosos inundaron la habitación tan rápidamente que apenas le sobró tiempo para comenzar a fotografiar. Entendía que el sonido no saldría en las imágenes, pero sabía que necesitaba de la mayor naturalidad en los gestos para dar una idea de lo que pasaba. Después de un minuto, los jadeos parecían más lloriqueos, y aunque sabía que todo era parte de la labor de Gaara, no pudo menos que sentirse conmovido.

 

Le creía por completo el rol de la niña abusada por su hermano.

 

-Voy a subirte un poco la bata-informó mientras llevaba una de sus gélidas manos de artista al borde la misma y comenzaba a alzarse. Esta vez sí que hubo una reacción: el menor se quitó la mano de la cara con expresión de sorpresa y se movió dos centímetros.

 

-Me has sorprendido-dijo a modo de disculpa, y a Sai le llevó unos segundos entender que la ero-lolita estaba acostumbrada a mostrar su cuerpo y vender su imagen, pero no a que la tocaran-no te cortes… supongo que es así como trabajan- Volvió a taparse los ojos con la mano, relajándose de nuevo. El bruno alzó la faldita y sintiendo todo su cuerpo temblar de antelación, bajó sólo un poco las bonitas pantaletas rosadas de algodón. La cerecita que adornaba el frente fue casi más de lo que pudo soportar-si te vas a poner así con sólo un poco de piel, deberías plantearte qué es lo que harás cuando me lo quite todo.

 

¿De verdad Gaara no se daba cuenta de lo terriblemente sucio que sonaba? Hijo de puta…

 

-Mira quién lo dice-se quejó, haciendo alusión al anterior “sustito” de su modelo. Sin embargo, una vez que Gaara quedó en condiciones, Sai se dispuso a atacarlo a base de flashazos.  Una hora después, terminaron con la hermanita drogada y dejaron pasar la comida para comenzar con la colegiala. Esta vez Gaara se cambió en su propia habitación, alegando que tenía había dejado ahí la colada, en donde se encontraba las medias que utilizaría. Si era cierto aquello o no,  fue algo que francamente pasó por alto.

 

-Vamos-Lo miraba una adorable rubita vestida con uniforme de marinerita en tonos rosáceos. Las medias dichosas le llegaban antes de las rodillas y las llevaba con botines, un verdadero acto de valentía, pues tenían un pequeño tacón.

 

-¿Sabes llevarlos?-inquirió asombrado, señalando los tacones que, aunque diminutos, a él le parecían una tortura para un chico.

 

-Los he llevado más altos-repuso despreocupadamente.

 

-Interesante-admitió muy a su pesar. Esta vez lo condujo a una habitación diferente, completamente ambientada previamente. Era claro quería acabar rápido, pero así le fuera la vida en ello, él alargaría la sesión hasta bien entrada la noche.

 

Su primer impulso, una vez vio el escritorio y la disposición del menor, fue gritar “¡contra la mesa!” pero se contuvo y en cambio le pidió que le explicara detalladamente de qué trataba ese escenario. Gaara, ocupado en fijar a la pared uno de los carteles (que simulaba maravillosamente una ventana) tardó un par de minutos en responderle, y cuando lo hizo usó un tonillo aburrido.

 

-La estudiante se portó mal, el profesor le ha pedido que se quedé después de clases para castigarla… no es nada muy complicado-Gaara se recargó en la pizarra, rascándose los ojos con molestia. De verdad debía ser uno de los roles que más le molestaban-lo complicado es decidir qué tipo de alumna es… eso es jodidamente desagradable-así que era esa la fuente de frustración del menor.

 

-Ya que hemos hecho a la hermanita una víctima, quizás deberíamos darle a nuestra colegiala carácter-decidió. Aparte de la variedad de roles, imaginaba que también se requería de una variedad de personalidades. Por lo que había leído en internet, el éxito de Gaara se debía precisamente a que no parecía una sola, sino muchas lindas muchachitas. Como un harén.

 

-Supongo-aceptó.

 

-Esto da menos oportunidades-reconoció Sai, pensando en una pose lo bastante excitante que no requiriera que el chico se quitara simplemente la ropa. Se trataba del erotismo, no de vulgar pornografía.

 

-La favorita es en la que se reclina sobre el escritorio-informó con cierto aire servicial que le supo a burla irónica.

 

-Es lo más fácil… supongo que después puedo hacer que te desnudes y escribas una plana en la pizarra-había sonado tan infantilmente rencoroso que Gaara casi sonríe. O lo que el pelirrojo hiciera cuando algo le hacía gracia.

 

-Es una opción-dejó caer.

 

De verdad, Gaara lo iba a matar como siguiera siendo tan… él.

 

De todos modos, Gaara recargó todo el pecho sobre la mesa del escritorio del profesor, regalándole una excelente vista de las pantaletas azul cielo con dibujitos de ratones con… ¿una cerecita en la boca?  Bastardo asqueroso.

 

-Cierra las manos hasta formar un puño, que se note la molestia… cierra un poco las piernas y aprieta el trasero-Ya, hablarle de apretar el trasero lo ayudaría a bajarse el calentón-debe parecer que te estás negando-riñó, al ver demasiado flojito al modelo. El otro giró la cabeza lo suficiente para dedicarle juna mirada envenenada-eso es, déjame tomarla-

 

Siguió tomando fotografías en la misma posición, variando apenas, hasta que se dio cuenta de que había llegado la hora de que el profesor le diera una buena azotaina a su estudiante. Sin interiores, se entiende. Se preguntó cómo debía planteárselo, no queriendo parecer tan bestia como con la batita, pero luego recordó la burla y decidió que se comportaría todo lo animal que se sentía.

 

-Me has rasguñado-gruñó Gaara, cuando de forma poco amable tomó la tira de las pantaletas y las bajó hasta medio muslo. La vista del blanco y redondo trasero del chico casi lo hace irse de espaldas, pero se sobrepuso lo bastante rápido, temiendo una nueva réplica.

 

-Ya, ya-dijo sin prestarle atención, antes de fijar su oscuro y libidinoso mirar entre las nalgas, que aún apretadas le permitían una apetecible vista-¿Te parece realista un castigo sin marcas?-preguntó intentando sonar despreocupado.

 

-Sí, Sai, puedes tomar la regleta y pegarme con ella… no existe maquillaje, después de todo-¿otra vez estaba siendo irónico?

 

-No tenemos tiempo-negó, aventurándose a darle un ligero azote con la regleta.

 

-Imbécil-bufoóGaara cuando se recuperó del “ligero azote”, que le había dejado una marca roja bastante visible. El clic de la cámara se escuchó repetidas veces, antes de sentir un par de manos tomándolo de las caderas-por el bien de tu hombría, espero que “eso” sea la cámara.

 

¿Quién ganaba esa batalla?

 

Notas finales:

¿Qué tal?  a mí me gustó todo, desde el principio hasta el final, creo que nunca he estado tan feliz con un capítulo xDD ya, que el  corte ha sido un tantísimo cliché y obvio, ¿pero no es uno de esos clichés que caen bien? me refiero al de "espero que eso sea tu cámara" xDDD 

 

Mah, este ha sido el cierre de una semana agridulce. Ayer mi hermana cumplió años, eso es genialoso (yo la adoro), pero también me robaron en donde trabajo D=, casi incendio mi casa y me enteré de que entro casi un mes antes a clases O= así que hoy me ahogaré en alcohol y shots de gelatina *¬*

 

Comenten mucho si eso...

 

 

Kissus ^x^


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