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Excarcelación por Eruka Frog

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Notas del capitulo:

Hola. Lamento la tardanza, he estado bastante seca respecto a escribir cosas, pero me complace decirles que me siento de regreso xDD Este capítulo es muy, muy corto, y lo siento por ello, pero es que si incluía la escena que sigue, y que es algo larga, podría ser que quedará alargada de una manera vulgar y forzada.

 

Gracias por sus comentarios, leerlos me llena de alegría. Especialmente gracias a Shiu-san, que me  ha estado dando muchos útiles consejos en cuanto a ortografía y estructura. Eres grandiosa. Contesto los comentarios en unos instantes.

 

Amor y deseo son dos cosas diferentes; que no todo lo que se ama se desea, ni todo lo que se desea se ama.

Miguel de Cervantes Saavedra

 

 

 

Capítulo VI: Alguien

 

Siempre que pensaba en sus clientes, lo hacía desde una perspectiva meramente comercial. Eran sus clientes, le pagaban y punto. No consideraba sus sentimientos, su vida personal ni lo mucho que podía influir en sus vidas. Gaara ni siquiera podría imaginar que él, una persona en cuyo mundo no influía nadie, podría ser el epicentro de muchas mentes solitarias y necesitadas de un símbolo brillante que les brindara consuelo.  No podría entenderlo porque nunca había admirado a nadie. No reconocía en los inverosímiles actores, cantantes y demás figuras públicas la imagen de lo que a él le gustaría ser o la persona con la que le gustaría estar. Por eso no era capaz, ni de lejos, de entender cómo era que un montón de depravados estaban tan obsesionados con él.

 

Todos eran entes pasajeros, efímeros e insignificantes que transitaban por su vida plana y lineal, sin transformarla ni inmutarla.

 

Claro, había un par que de tanto insistir y acosarlo, terminaba recordando, pero al final no eran más que gotas resbalosas y fluyentes en un vidrio lleno de un millón de ellas. Él se masturbaba delante de ellos, gemía delante de ellos, susurraba palabras grotescas y fingía un deseo obsceno con el que se conformaban, pero no llegarían, ni de lejos, a tener  intimidad verdadera.

 

Recordaba a un solo chico, Sora, al que de no ser por la personalidad miserable que se cargaba, habría podido considerar significativo. Un hikikomori, como muchos otros de sus clientes, que comenzó a acosarlo haría cosa de unos dos años (imposible que llevara tres en el negocio).  Había llegado a infiltrarse en su sistema, hasta que por fin, logrando su atención, se había confesado de la manera más patética posible.  Había sido una escena tan deprimente, que lo único que había sentido era una lastimera incomodidad. Lo había rechazado, primero cortésmente y luego de la forma más ruda posible.

 

Sin embargo, había terminado acostumbrándose al acoso y, posteriormente, a las pláticas que mantenían. Era un tipo no muy mayor, quizás tendría veinte y pocos, delgado y demacrado, como muchos otros. Sin embargo, parecía que en su otra vida (la de antes de ser un hiki) había sido atractivo, guapo incluso. Seguramente, de ganar un par de kilos y tomar baños de sol, recuperaría ese atractivo. El chico siempre tenía la misma cantaleta depresiva de siempre. Si el mundo era malo y horrible, que si las personas como ellos eran criaturas ineludiblemente destinadas a la infelicidad, de lo solo que se sentía y esas cosas que casi le divertía escuchar. 

 

Desde luego, no lo divirtió aquella noche de hacía once meses, cuando había tocado a su puerta. Parecía tan asustado, pero al mismo tiempo tan decidido, que le había permitido el paso. Sabía desde hace mucho que él había averiguado su dirección, pero jamás creyó que dejaría la tranquilidad de su apartamento en Tokio simplemente para verlo. El chico se cercó, hoscamente. Y le rogó con una sarta de tontas palabras que lo aceptara.

 

No se sentiría culpable por rechazarlo.

 

Desde entonces, no había sabido nada en lo absoluto de él, pero había lo atribuido desde  entonces simplemente al orgullo herido, y no le había prestado nunca más su atención. Sora no importaba, era un sujeto deprimentemente patético,  un bichejo repulsivo que se creía entenderlo, nada más que otra gota de agua sucia más.

 

Pero era justamente la persona predestinada a quitarle todo lo que se había negado a darle.

 

**

 

Cuando Gaara lo besaba, salivaba de más. No hasta el grado de resultar grotesco, sino más bien encantador, porque entonces, cuando el pelirrojo repartía besitos en su cuello, había un gracioso sonido “húmedo” en la habitación. Ahora, estaba totalmente condicionado a él, y sólo escucharlo era suficiente para encenderlo.

 

—Deberías pagarme por las lecciones —dejó caer de pronto. Su amplia práctica en asuntos sexuales, aunado a su carácter inalterablemente tranquilo, le permitía hacer comentarios del todo inadecuados sin alterarse, aún cuando tenía a un taheño trabajando arduamente en su cuello—desde que haces esto conmigo, tus ganancias han aumentado el triple.

 

—Ajá —concedió. Gaara, que recién aceptado amante de la belleza, adoraba sorber, chupar y besar el largo y casi delicado cuerpo de Sai. La piel blanca cetrina, con un aroma inidentificable, lo enloquecía. El moreno era simplemente hermoso, la persona más maravillosa que había conocido jamás, por eso lo enloquecía. Por eso deseaba acariciarlo, besarlo con dulzura y fingir por largos instantes que tenía unos sentimientos que alimentar.

 

Sai lo esclavizaba, calentaba su piel y hacia latir dolorosamente su corazón, pero también lo tranquilizaba, lo acurrucaba y compartía con él su vida.

 

Sai no era patético como esos chicos que lo adoraban a través de una pantalla, no era repugnante y no era brusco, no estaba ensimismado en sí mismo. Sai era Sai. Sai era Sai y punto, porque agregarle un misterioso adjetivo sería como gastar palabras en un asunto inexplicable. Por eso lo llamaba una y otra vez mientras los labios delgados y blanquecinos se tragaban entero su miembro,  porque ninguna otra palabra venía a su mente.

 

—¿Cuántas citas tienes hoy? —interrogó mientras se colocaba los calcetines. A veces sentía que Sai era su padrote, porque no faltaba semana en que no le preguntara aquello. No fue hasta que hubo recompuesto su apariencia cuando respondió con voz sibilante:

 

—Cinco.

 

—¿Cinco? Joder, Gaara, tendrás que tomar algún afrodisiaco y al final vas a terminar jodido –se quejó—con tres bastarían para cumplir la “cuota”, ¿no?

 

—No…  —negó ligeramente molesto—¿podrías ayudarme con la cámara hoy? Quisiera probar algo más fluido— Le hacia gracia que Gaara preguntara, cuando al final hablaba siempre con un tono que no dejaba espacio a réplicas.

 

 

Él sí que preguntaba, porque su vida ya giraba entorno al pelirrojo, en cambió la vida del taheño giraba sobre su propio eje.  Porque mientras Sai era un barco en medio de una tormenta, luchando y perdiendo a cada segundo, Gaara era un velerito triste en medio de un lago calmo, que no necesitaba ganar nada ni tenía absolutamente algo por perder.

 

—No puedo —repuso sin embargo, recordando la cita que tenía ese día. Si no se tratara de algo importante, no le habría importado cancelar, pero no era el caso. Gaara lo observo extrañado, pero luego de unos segundos simplemente se encogió de hombros y susurró un “vale”.

 

—El domingo vendrá mi hermana —comentó Gaara, no supo si le hablaba a él o estaba tan acostumbrado a estar solo que se lo decía como recordatorio—no ha venido en unos seis meses, no entiendo qué mosco la picó ahora.

 

“En realidad, hace ocho” pensó  Sai “porque Temari tenía un mes cuando vino por última vez, y su hijo fue prematuro”. La rubia se había sentido realmente deprimida cuando descubrió que estaba embarazada de su primer hijo, y que aquella visita en la que se conocieron, tendría que ser la última si no quería que Gaara supiera de su estado.  Había bastado con decirle al bermejo que tenía un trabajo absorbente para que éste no se preguntara absolutamente nada. Ahora, un mes después de parir, la rubia estaba lo suficientemente presentable como para encarar de nuevo a su hermano. La idea era contarle de la situación de forma calmada, para que no  resultara un descubrimiento del todo extraordinario.

 

A veces realmente sentía lástima de Temari, que todavía creía que algo podría llegar  a afectar a su hermano.

 

**

—¿Cómo está? —interrogó apenas abrió la puerta. Sai le entregó las galletitas que llevaba como presente y se adelantó hasta acomodarse  alegremente en el sillón más grande de la sala. Shikamaru lo saludó brevemente antes de tomar su crucigrama y salir de la estancia. Era un sujeto extraño en muchos sentidos, pero quizás lo más era que tenía el don de no parecer grosero pese a todo lo que hacia para evitar las molestias de la vida social.

 

—Está bien —respondió por fin, sonriéndole a la joven madre, que se sentó en el sillón más próximo. Temari también evitaba la vida social, pero de una manera mucho más saludable—¿cómo estuvo el viaje?

 

—Perfecto —respondió cortante—¿no está más delgado o algo? He estado viendo esas páginas y me lo pareció.

 

Cuando le había contado a la rubia las actividades poco comunes de su hermano para ganar dinero, ella, en vez de perder tiempo en asimilarlo y resignarse a la idea, lo había aceptado en instantes, y casi agradecido, puesto que las numerosas páginas dedicas a rendirle tributo a Gaara, le permitían ver por sí misma si su hermano estaba, al menos físicamente, sano.

 

—Ligeramente, pero creo que porque ha trabajado de más. No debe haber perdido tanto peso realmente, incluso creo que la sensación se debe a el último estirón que va a dar.  Desde que lo conocí, debe haber crecido unos cinco centímetros –eso no lo traía tan contento, porque el pelirrojo había pasado de llegarle cerca de los hombros, a casi alcanzar su barbilla.

 

—¿Eso crees? –preguntó ansiosa. Una empleada doméstica abrió la puerta de la salita con cautela, llevando un bultito bien cubierto entre los brazos, la rubia lo recibió con ternura y a Sai le pareció imposible que aquella criaturita tan pura pudiese ser pariente del pequeño demonio que tenía por pareja.

 

“Calmate”, pensó con cautela, cayeno en la cuenta de lo que acababa de pensar y sintiéndose como un verdadero asno por creer que él y el pelirrojo eran pareja. No eran nada, más que lo que su vecino quisiera.

 

Porque desde que se habían conocido, resultaba evidente que él mismo no era otra cosa que lo que Gaara deseara. Amante, amigo, compañero o molestia. Ligeramente sorprendido, comprendió que a esas alturas, no le importaba en lo absoluto designarse a sí mismo con un nombre genérico, porque lo único que anhelaba era existir en la vida de su cerecita.

 

Y convertirse en las calmadas aguas que contenían al triste velero.

 

 

 

 

 

 


 

 

Notas finales:

Espero que las haya dejado satisfecha. Supongo que ahora notaran que los tiempos de calma se han terminado, el próximo capítulo se viene con una sorpresa que, sin embargo, es probable que algunos ya se están imaginando.

 

Comenten, recuerden que aunque no es obligatorio ni nada parecido, disminuye las estadísticas de los escritores que abandonan. Por favor, comenten a todos los fics que lean (no sólo a este), dejar reviews solamente a los fanfics con lemon o con una historia simple, es como gritarnos a los que de verdad nos esforzamos, que ese esfuerzo no sirve para nada. Perdonen que me ponga pesada, pero me jode ver un montón de fanfics geniales con dos comentarios lo más u-u

 

Si hay tiempo, pásense por aquí--> http://www.fanfic.es/viewstory.php?sid=28442

 

 

Kissus ^x^


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