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Inspiración por chibiichigo

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Notas del fanfic:

¡Alerta! Últimamente ha habido gente confundida, pero no, pese a lo que puedan hacerles creer vía telefónica: Yo no soy Masashi Kishimoto y no me beneficio económicamente por escribir fanfics. Así que no se dejen extorsionar. 

 

Notas del capitulo:

No, personas, nadie ha robado mi cuenta: Escribí un lemon. 

Inspiración

Por: chibiichigo

 

 

Gaara aventó la pluma sobre el escritorio y comenzó a girarla distraídamente con la yema de sus dedos sobre la madera. No quería pensar en nada, ni en su actual estado de acentuada apatía ni en todas las obligaciones que lo estaban saturando…pero, más que nada, procuraba mantener su mente alejada de ese mal habido pedazo de papel que le miraba desde abajo, sonriendo ante su impotencia, mostrándose insolentemente blanco.

De pura molestia, arrugó la hoja y la tiró hacia atrás, con la esperanza de que cayera en el cesto y acompañase a sus compañeras celulosas hasta el depósito de la basura orgánica. Aunque, claro, tampoco le resultaba muy importante si caía ahí o en el suelo, de cualquier manera la terminaría recogiendo cuando fuese a tirar otra cajetilla.

Tosió un par de veces e hizo el amago de limpiar su rasposa garganta, sin mucho éxito. Ya había ocurrido antes, cuando estaba estresado o restringido de sus pasiones más asesinas, que se ponía a fumar sin control ni medida aparente. Para él, era la única manera posible de tranquilizarse y reencontrar los fragmentos de musa que se escondían en los cigarrillos… ¡Ah, y cómo lo disfrutaba! Bueno, sólo hasta que comenzaba un vaivén de desvaríos y quedaba sometido de nueva cuenta a las tonterías que se le pasaban por la cabeza sin ton ni son.

Y, de esa manera era como se encontraba de nuevo en ese espiral malsano en donde el alcohol, el sexo y el tabaco se convertían en los sustitutos perfectos de la inspiración y la necesidad imperiosa de plasmar sobre el papel algo que pareciese importante y que no necesariamente lo fuese. Necesitaba un descanso, antes de desarrollar enfisema pulmonar o ataques de agresividad por carencia de sueño… Y también, ya puesto, necesitaba un buen polvo.

Decidido a que no podría trabajar hasta que no diera salida a sus necesidades, abandonó su estudio y se encaminó a la terraza. Sabía que él estaría en la terraza, era su espacio preferido para trabajar, meditar y relajarse. Y, aunque odiaba admitirlo, en ese momento lo necesitaba más que nunca, por lo menos si quería terminar su maldito trabajo a tiempo.

—Sasuke— llamó desde el umbral de la puerta corrediza de cristal que daba a la pequeña terraza. El espacio no era superior a los dos metros, con una pequeña mesa de cristal y dos sillas al centro, una computadora portátil y un cenicero al lado. Nada más.

Un farfullo fue toda la respuesta que obtuvo, pero le bastó para dar un paso adelante y adentrarse en esos dominios que, pese a ser parte de su casa, le parecían odiosamente ajenos. Ése era el espacio de inspiración de su pareja, donde dejaba manar lo más profundo y patológico de su ser… Lo mismo que él su estudio, donde no permitía que nadie entrara sin su autorización, mucho menos cuando estaba en pleno trabajo.

—¿Quieres algo de cenar? Voy a salir…

—Hay imanes en el refrigerador, pide algo de ahí.

—No, necesito despejarme. Ya no tengo cigarrillos— eso pareció tocar el punto álgido que, elegantemente, ambos procuraban esquivar. El moreno levantó la vista del monitor  clavó su atención en las turquesas del contrario.

—¿De nuevo? — Por supuesto esa pregunta no iba encaminada a su cajetilla, sino al problema de vacío emocional que lo sacudía y le impedía escribir algo decente en el papel.

El pelirrojo simplemente se dio la media vuelta sin decir nada. No le iba a dar el gusto al azabache de echarle en cara, mediante su consternación silenciosa, que su estúpida musa se había ido de vacaciones en un momento crucial para su obra. De verdad, no necesitaba que nadie le restregara en la cara la impotencia de no poder escribir, que era casi igual a la de tener un gatillazo. Ni siquiera Sasuke Uchiha. Especialmente él.

No hubo más intercambio de palabras en ese momento, ni siquiera una sonrisa soberbia que le ayudara a sentirse extrañamente reconfortado por saber que alguien más lo consideraba el escritor inútil y patético que se consideraba en ese punto de la vida. Sencillamente, los dos retornaron a sus mundos individuales y se dejaron llevar por la cadencia de unos pensamientos que no podían decirse en voz alta sin que se esfumaran. Mejor así… Como siempre, sin sobresaltos ni escenitas cursis e innecesarias que sólo lograrían añadirle más leña al fuego de su inestabilidad.

Tomó las llaves del apartamento y salió, a sabiendas de que el Uchiha no vería nada de extraño en ese comportamiento irracional y poco propio de él. Algunas veces, ser parte de la masa lo ayudaba a olvidarse de su individualidad, distendía la presión que él mismo se ejercía y, en cierto grado, lo ayudaban a aterrizar de nuevo las cosas que quería hacer. No, evidentemente, porque se sintiera parte de ellos, sino porque se sabía diferente y superior. Eso siempre le subía la moral, en un patológico sentido de la palabra.

Bajó por ascensor los diez pisos que lo separaban del resto del mundo y atravesó el recibidor del edificio en dirección a la avenida. El aire otoñal le dio de frente, tan pronto se vio con ambos pies en la acera, y empezó a caminar junto con el grupo de gente que se acercaba. Se vio tan abrumado por la cantidad de personas y todas las charlas separadas que hacían una cacofonía que podía ser considerada contaminación acústica, que no avanzó más de treinta pasos antes de regresar y refundirse de nuevo en su domicilio y de vuelta en el estudio. Dentro de todas las cosas que no necesitaba en ese momento, se encontraba saturar sus oídos de ruidos desagradables y pláticas insulsas.

 

 

Ya entrada la noche, escuchó la puerta de cristal correrse y los pasos de su pareja inundar el apartamento, seguramente ya pasaban las doce. Salió del estudio, como quien no quiere la cosa y caminó hasta la cocina, donde agarró la taza que había dejado horas antes en la mesa y empezó a beber el líquido opaco del que tanto gustaba.

—Si bebes café antes de acostarte, no podrás dormir— comentó el moreno con un tono  desinteresado atrás de él, mientras ponía su portátil en la barra de la cocina.

El taheño le dedicó una mirada burlona, aunque no evidenció la ironía de ese consejo con una sonrisa. Sasuke era tan vicioso y compulsivo como él. El Uchiha incluso despertaba por las noches para poner la cafetera y beber un poco de ese líquido obscuro antes de volver a la cama, mientras él, Gaara, que desde siempre había padecido trastornos del sueño, lo miraba con un pitillo entre los labios. Era una cotidianeidad extraña la que tenía con su concubino, eso le quedaba claro, pero también entendía que no podría encontrar jamás otro maniaco megalómano y ácido como él… El propio Dios habría pecado de idiota si hubiera cometido el mismo error tres veces.

—Me iré a dormir— anunció el de mechones rubí. Sin embargo, una de las manos de Sasuke lo detuvo por el hombro mientras que la otra lo tomó por la cintura, sin darle tiempo de reaccionar.

—No, espera— susurró, con una voz ronca que siempre lograba excitarlo—Quiero que tú y yo nos divirtamos esta noche…

—¿Cómo?— Gaara siguió sutil el juego. Todavía sostenía la taza con café, pero ya buscaba un sitio para dejarla. Ansiaba el cuerpo de Sasuke más que el de ningún otro ser, era el único capaz de sacarlo de su ensimismamiento y ayudarle a recobrar la inspiración perdida. Era la medicina a su enfermedad, a la que no podía negarse por cabreado que estuviera consigo mismo.

—Así— comenzó sugestivamente, mientras acercaba la entrepierna a las nalgas de Gaara y rozaba su pantalón con el suyo. Al tiempo, comenzó a recorrerle el torso y a desabotonar su camisa para rozar sus tetillas.

El de mechas carmesíes sentía cómo comenzaba a subir la incomodidad dentro de su bragueta, pero quería prestarse más a ese juego antes de sucumbir. Finalmente, pasados unos minutos, ya cuando el moreno se había casi deshecho de su camisa, volteó para acariciar el cuerpo que se le estaba ofreciendo tan flagrantemente.

Tomó a Sasuke por la cintura en un agarre feroz, posesivo y desmedido y aminoró la distancia que los separaba. Podía sentir su fragancia a avellanas, sudor, cafeína y nicotina, que lo enloquecía por completo, que lo hacía perder el control de sus acciones. Empezó a besarle el cuello, en un amago de guardar ese olor para él, para siempre, tomándose el tiempo para dejar sutiles marcas que declaraban esa piel pálida como su pertenencia.  Metió las manos en el pantalón del moreno, en busca de la piel tersa que escondía en la retaguardia y poco a poco fue recorriendo la distancia hasta llegar a sentir su miembro viril que se erguía indiscreto por debajo del pantalón. Restregó un poco su mano en él, acariciando y percibiendo cada pliegue de ese pene, mientras presionaba ligeramente para aumentar el placer y la excitación.

Apresó la boca del de mechones oscuros, y comenzó, así, uno de esos besos dominantes que exigían que el otro sucumbiera y se dejara ser. Besos avorazados y electrizantes que despedían tal ímpetu con cada movimiento que no permitían que nadie se coronara como ganador absoluto. Era casi un ritual, una coreografía que sus lenguas improvisaban cada vez, a manera de distractor para que el contrario no sintiera el momento en que los pantalones y calzoncillos caían al suelo, dejando al descubierto una hombría ansiosa y los fuertes deseos que los mimetizaban en el contrario…

Gaara tomó entre las manos el miembro, ahora libre de su pareja, y comenzó a recorrerlo con vehemencia, mientras tomaba el control absoluto del ósculo y se dejaba llevar por la excitación y el apremio del momento. En esa ocasión había ganado el dominio absoluto, Sasuke había cedido y él lo comprendía de manera plena, pese a que no hubiese palabras de por medio. Él fungiría de activo en esa ocasión, tendría el poder de controlar inclusive las sensaciones del otro, cuando se volviesen uno.

 Acercó al moreno a la mesa, en un fingido forcejeo que no lograba más que aumentar la tensión previa al momento y lo depositó con fiereza mientras lo besaba en la boca y el cuello. Sasuke, al sentir la madera contra sus glúteos, arqueó la cadera y se agarró con fuerza de la cintura del taheño, utilizando simplemente sus piernas. Empezó, entonces, un vaivén de caderas que conseguía rozar el miembro duro del otro con un gesto provocativo.

Gaara dejó de besar a Sasuke y se concentró en recuperar el aire, la posición que había adoptado al estar con  su pareja se le antojaba algo incómoda como para entregarse de lleno al acto. En cambio, ofreció tres dedos al moreno, para que empezara a lubricarlos. Éste los lamió con lascivia, disfrutando cada segundo e impregnando cada centímetro con su esencia, sabiendo que dentro de nada estarían dentro de él, como preludio del placer intenso.

En tanto, el rubí empezó a pellizcarle las tetillas, endureciéndolas cada vez más mientras las retorcía y las mordisqueaba con suavidad. No interrumpió esa actividad cuando alejó la otra mano de la boca de Sasuke y abrió sus glúteos, sólo para empezar a lubricar la entrada. Sasuke procuraba reprimir los gemidos mientras Gaara pasaba la lengua por sus pezones y poco a poco bajaba por la mitad de su torso, hasta el ombligo y luego más abajo, al pene. Contuvo un poco el aire al sentir a su pareja jugueteando con la punta de su miembro, antes de introducírselo  la boca. El placer empezaba a mostrarse desde la punta de los dedos y se concentraba en su falo, que era recorrido por una lengua experta en maximizar sus sensaciones. Con un movimiento de caderas procuró ayudar a introducirse con mayor fuerza en la cavidad bucal del otro, que ya comenzaba a acelerar el vaivén. Había dejado de pensar, sólo quería entregarse de lleno a ese momento.

El pelirrojo suspendió de pronto, justo antes de llegar al cenit del placer del moreno. Él mismo estaba prácticamente estallando de ganas de meterse en el hombre que más se parecía a él en todo el universo, volverse uno con él y reencontrarse a sí mismo y a su inspiración dentro del orgasmo. Ansiaba entregarse al momento, escapar de su mente y volverse presa de sus sensaciones irreverentes y pervertidas. Sacó los dedos de la entrada del moreno y colocó la punta de su miembro, antes de introducirlo de golpe.

El azabache se mordió el labio inferior y contuvo el aliento unos segundos, antes de acompasar el ir y venir del cuerpo de su pareja con la cadera. Quería lograr la mayor profundidad posible, el mayor placer que se pudiese obtener nunca. Poco a poco el ritmo fue cambiando, de suave a uno acelerado y ajeno a cualquiera de los dos. Ya no tenían control sobre sus propios cuerpos, que exigían estocadas cada vez más fuertes y furiosas, insospechadamente deleitables…

No sabrían decir si ambos llegaron al orgasmo al mismo momento, o si tuvieron segundos, minutos y horas de diferencia. No sabían cuánto tiempo habían estado ahí, tendidos en la mesa de la cocina, con los dedos de los pies acalambrados y la respiración agitada…pero ahí yacían, intentando poner su mente en sintonía con su piel, recapitulando cada momento y necesitados de un pitillo.

Gaara, como todo artista, buscaba su conexión con lo místico en ese encuentro, con la trascendencia que parecía no llegar y que, de hecho, por momentos se escondía entre las sombras. Sabía que estaba ahí, pero no podía señalar el momento exacto en que dejó de sentir para entregarse a un placer ulterior… Simplemente sabía que había ocurrido. Que era culpa de Sasuke, que era gracias a él.

—Rojo, ¿crees que la inspiración te regrese pronto?— preguntó finalmente el moreno, mientras se ponía de pie y estiraba un poco la espalda. No había una gran cuota de expresividad en su voz, como nunca la había, sin embargo, el retintín de condescendencia y preocupación permanecían latentes en su discurso.

—No lo sé— confesó el otro, entremetiéndose los dedos en el cabello—, de momento no quiero pensar en ello.

Sasuke masculló un suave “hmpf”, mientras recogía sus prendas y las colocaba en una silla. Gaara sabía que su amante estaba preocupado por cómo reaccionaría si no podía escribir en mucho tiempo, y casi se lo agradecía en silencio, pero no era su estilo. Se rascó un poco la barbilla y recorrió el cuarto con la mirada; estiró la mano hasta la cajetilla que estaba en el mostrador.

—¿Quieres? — le ofreció, mientras prendía su cigarrillo.

El de mechas oscuras sonrió con soberbia, de medio lado, y prendió su correspondiente pitillo. En el particular idioma de ambos, aquel ofrecimiento había sido símbolo de amor y solidaridad. Gaara apreciaba el interés de Sasuke, ese dejarse hacer para ayudarlo a recobrar a la musa que había escapado. El otro, por su parte, no tenía otra manera de demostrarle a su pareja  lo importante que era para él…

Y, así, sin palabras ni inspiración, fumaron y prendieron de nuevo la cafetera.

 

 

Notas finales:

Espero que no lo hayan encontrado tan malo, parco y miserable como yo. Sufro terriblemente cada vez que escribo lemon. 

En fin, tengan un bello día. Gracias por leer. 

c. 

 

Enlaces varios para el ocioso de turno: 

De orgasmos y antiorgasmos: Mi blog personal.

Desde mi ficción: El espacio "detrás de cámaras" de mis historias. Impresiones y una visión más personal sobre las cosas que escribo. 

SoloHumo: Un nuevo espacio de fanfics donde estoy subiendo mis historias más recientes y en el cual, espero, pondré las reediciones de mis fics viejos. También tiene una revista, en la cual colaboro habitualmente. 

Friction-Awards: Un bonito almacén de malos fics donde se premia lo peor del fandom. El intento más desesperado por hacer que la gente escriba con decencia. 

 


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