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Ladrón De Almas por Vampire White Du Schiffer

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Notas del capitulo:

Pelea entre Ginji y Ban

 

-¡Es que tú me gustas!

-¡Yo también te quiero Ban-chan! ¡Eres mi mejor amigo! ¡Pero aún así…! –El rubio siguió exigiendo explicaciones, mientras que en la cabeza del moreno las últimas palabras de Ginji estaban talando su pecho; cierto, Gin era tan ingenuo muchas veces ¿Qué le hizo pensar que ahora sería diferente? Apretó sus manos en frustrados puños. Deseaba desaparecer su amor, a esa cárcel de sufrimientos a la que le condenaba el no ser correspondido. Talves nunca debió haber aceptado esta misión, se había dado cuenta de la verdad: su amor no estaba destinado a florecer.

-Me iré, tú puedes hacer lo que quieras. –Dijo Ban bajando la mirada para que nadie pudiera verle a los ojos que relampagueaban en dolor. Y salió cerrando la puerta tras él.

Ginji respiró hondamente.

-Perdona. –El rubio se dejó caer en un sofá y la chica se puso a su lado.

-Creo que debería decir “No es culpa tuya” ¿verdad?

-Pero sí es mi culpa. –Contestó Ophelia enarcando una ceja. –Así, anda, échame la culpa.

-Tienes la culpa de que Ban discuta conmigo… -Murmuró levemente.

-Ya lo sé, pero si que es cabezota. –Ophelia se sentó al borde de la ventana. -¿Está bien dejarlo ir así?

-Ban sabe cuidarse solo.

-Espero que nosotros también… -Murmuró Ophelia retirándose de la ventana. –Tenemos visitas, Gin.

*Al día siguiente*

-¿Entonces, debo suponer… debo creer… debo pensar que afortunadamente nos salvamos de ser casi violados, abusados, violados de nuevo, por aquella masa de tipos enormes que allanaron mi casa como bestias y la destruyeron con una linda llamarada de cohetes y luces magnificas sólo porque no pudiste rostizarlos antes de que te tocaran?

-¡Buuuaaaahhhh! –Ginji estaba en su forma chibi. -¡Lo siento, Ophe-chan! ¡No sé por qué pasó eso! ¡Debí poderlos derrotar y dejar, por lo menos, tu casa de pie! ¡Pero! ¡Pero! –La abrazaba mirándole con ojitos de cachorro. Estaban recibiendo los primeros rayos del astro rey. Estaban a mitad del campo.

-Ah, contigo jamás podré usar el sarcasmo con sabor, como hacía con Ban-chan. –Ginji le mordió la muñeca por pronunciar aquel nombre. -¡Auch!

-¿Dónde estamos? –Se bajó y miró a ambos lados y levantaba su mano en todas direcciones en cómica forma. -¿Eh? ¿Eh? –Le jalaba del pantalón. La morena suspiró.

-Cerca de un rió. –La chica dio un brinco para terminar sobre una enorme piedra. –Si vamos en esta dirección encontraremos un par de cascadas. –La naturaleza era verdemente pesada. El aire totalmente fresco.

-¡Quiero ir!

-Ya lo sé. –Sonrió.

Pasaron un par de minutos perdiéndose entre los espesos caminos. Y lograron llegar. Ginji no dejó de asombrase con las maravillas vueltas paisajes. No hallaba por dónde empezar. El agua corría libre cerca de sus pies. Las aves silvestres cantaban con preciosura. Legítimamente hermoso.

-¿Sabes? –le comenzó a hablar la chica. –Dentro de unas horas comienza la fiesta de mi pueblo. Deberíamos ir…

Había melancolía en la mirada de Gin.

-¿Ban? –Preguntó la morena.

-Ban… -Confirmó el rubio. –Ophe-chan… yo…

-Vayamos a buscar a ese papanatas. ¿De acuerdo?

-¡Sip!

-Al carnaval entonces.

*Horas después*

La gran fiesta. La noche se había engalanado de luces y colores. Los niños corrían de lado a otro, jalando a sus padres de sus muñecas para subir al próximo juego. Los puestos de artesanías quedaron abiertos, se vendían algodones de azúcar y cacahuates garapiñados. Se escuchaban los gritos de los juegos altos y la música de un baile tradicional.

-¿Por qué venimos al carnaval? –Ginji preguntaba pero andaba realmente perdido en el enorme algodón de azúcar en color rosa que había comprado.

-Ban vendrá… -Aseguró la chica quitándole un pedazo del dulce.

-¡Grrr! ¡Es mío!

-Ya, ya. –Se empezó a reír.

-Pero, ¿No corremos más peligro estando aquí? Recuerda que no puedo pelear con normalidad desde que… -Prefirió morder al algodón que volverse a frustrar.

-Es un riesgo que se debe correr. –Estaban sentados en una de las altas bardas de la iglesia que daba frente a la explanada principal del pueblo. Ginji veía la alegría en la gente sencilla.

-¿Por qué el cuadro? –Preguntó.

-Mi hermano mayor piensa que la amplitud de la pintura y el amor que se tatuó en él, es lo que lo hace el contenedor perfecto para nosotros. La mayoría de las personas que componen mi nación son campesinos, y aunque vivimos en una sociedad donde los ricos se hacen más ricos y los pobres más pobres, tenemos algo que utópicamente llamarían: El tesoro de la verdadera nación.

-¿Qué es?

-La tierra. A muchos les parece una masa de polvo y tierras pero, míralos Gin, son felices. Hay muchas cosas que talves contradigan lo que digo, pero yo no he encontrado más paz en otro lugar. –Dijo sinceramente. Se levantó y se sacudió el pantalón. –Ya es hora…

Fueron al ayuntamiento. Y en una esquina se encontraba Ban, recargado y sin mirar a nadie. Ginji sintió un leve remordimiento, pero se acercó al moreno.

-Ban-chan… -Susurró con algo de inseguridad, pero fue empujado por Ophelia. –Quiero… hablar… contigo… -Le encaró, pero lo que vio no le gustó. -¿Qu-Quién eres? –Dijo comenzando a alejarse, y poniendo a la morena tras de sí.

-¿Qué sucede? –Preguntó Ophelia sin entender. -¿Por qué te alejas de Ban-chan? –le miró de reojo, y después miró a Ban. –Oye, profesor, deja de asustar a Gini.

-No, Ophe-chan, ese no es Ban. –Murmuró muy enojado. Entonces, la silueta se comenzó a carcajear, tenía ambas manos en los bolcillos y sacó de uno de ellos una pequeña nota que la morena reconoció de inmediato.

-Esa nota la había dejado en la ropa de Ban… -Murmuró conteniendo su sorpresa. -¿Cómo la obtuviste? –El rubio se asustó.

-¡¡¡¡¿Le hiciste algo a Ban-chan?!!!! –Exigió saber. Pensar que algo le había podido ocurrir a su compañero fue algo que no pudo soportar.

-Tranquilos. –Respondió una sensual voz. –La tomé del lindo automóvil que cargan. –la sangre de la morena se congeló. –Creí haber enviado a sus rivales, pero parece que se entretuvieron bastante en capturar al otro… -Pasó su diestra por el rostro y éste cambió de inmediato.

-No sabía que ahora tenías facha de ilusionista, querido primo. –Dijo tratando de aparentar indiferencia. Abdón apareció.

-Ah he aprendido un par de trucos desde que te marchaste a la capital. –Se encogió de hombros. –Bueno, bueno, dejemos el encuentro amoroso para poder hablar de negocios. Dame las llaves.

-No.

-¿Segura? En estos momentos no sabemos qué le habrá pasado a ese amigo suyo.

-Ba-Ban-chan puede con lo que sea. –Dijo Ginji resistiendo el impulso de asesinar al sujeto.

-Talves. –Se empezó a reír. –Talves si no fueran Kazuki y Juubei, sus contrincantes. –Confesó en medio de una macabra sonrisa. 

 

Notas finales:

proximamente... el ladrón de almas vs ginji amano


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