PEQUEÑOS ENCUENTROS
Capítulo Uno
Harry Potter y la piedra filosofal.
Te encontré
Veía el techo de la enfermería y no pudo más que, lanzar un largo y hondo suspiro; le dolía todo el cuerpo pero se sentía feliz de que Hermione y Ron se encontraran bien después de toda su hazaña por detener al profesor Quirrell, por desgracia él era el único que tendría que estar más tiempo en la enfermería, no que se quejase, porque Madame Pomfrey lo atendía como a un rey, aunque en momentos de soledad cuando no permitía las visitas, todo se ponía aburrido y muy silencioso.
Se levantó de la cama con dificultad y como mejor pudo se puso las pantuflas, volteó ligeramente la cabeza en busca de la enfermera pero no la vió por ningún lado, sonrió travieso como solo él podía y tratando de hacer el menor ruido posible se dirigió hasta la puerta, con el firme y por supuesto travieso propósito de escaparse por un rato.
Asomó su cabeza por ambos lados del pasillo antes de salir, viéndolo completamente despejado; en cuanto estuvo afuera la idea de buscar a Hermione y Ron se materializó con la misma velocidad que despareció al recordar que ellos estarían en clases, después de todo, el ciclo escolar aún seguía, la excepción era él y su temporal convalecencia.
Un poco desanimado por su situación, decidió vagabundear por los pasillos del castillo antes de regresar a la enfermería o hasta que alguien lo descubriera, lo que sucediera primero; así que distraído devolviendo los saludos de los cuadros encantados que con una sonrisa lo saludaban, no se fijó que al doblar un pasillo otra persona venía doblando en su dirección, por lo que inevitablemente ambos chocaron.
-¡¡Auch!!
El quejido de ambos se dejó escuchar al mismo tiempo, así como el ruido seco de ambos al ir a parar al suelo, con trasero como receptor de la caída. Cerró los ojos con fuerza, tratando de evitar que las lágrimas se le escaparan, porque esa caída sumándole al hecho de que por si estaba lastimado, le habían causado un tremendo dolor que no le permitía levantarse en ese momento.
-¿No se supone que tu aún estas en la enfermería?
Abrió los ojos sorprendido al reconocer ese curioso siseo de voz, así que levantando levemente la cabeza, porque hasta eso le dolía, fue que enfocó el rostro curioso de cierto rubio con el cual no se llevaba bien.
-Y no se...s-supone que tu deberías de estar en clases -titubeó un poco por el dolor que le recorrió al hablar aún estando en el suelo.
Creyó ver mal, cuando las mejillas del rubio se colorearon ligeramente de rosa al mismo tiempo que volteaba la cabeza y se cruzaba de brazos.
-Eso no te importa Potter-contestó sin verle- ahora levántate que me da lástima verte en el suelo...
Frunció el ceño ante la respuesta tan cortante que recibió, y le hubiera gustado contestarle con alguna mala palabra si no fuera porque el dolor que sentía en todo su cuerpo no le dejaba siquiera hacer el intento de levantarse.
-¿Por qué lloras?...
Y solo hasta ese momento fue consciente de que las lágrimas que antes intentaba retener, se le habían escapado; tuvo que morderse el labio antes de atreverse a contestar, y solo hasta que se convenció de que el dolor que sentía era más grande que la vergüenza de que Malfoy lo viera en esas condiciones, fue que abrió la boca para hablar.
-No...n-no puedo...-titubeo sin atreverse a ver al rubio a la cara, pues de seguro se burlaría de el- no puedo levantarme, p-porque me du-duele mucho mi cuerpo...-terminó en tono bajito aunque con evidente dificultad.
Esperó las burlas del otro niño, cerrando los ojos, tratando inútilmente de retener las lágrimas que ya libres, bañaban sus mejillas con discreción.
-Solo no llores...
Abrió los ojos sorprendido al escucharlo, y se abrieron un poco más al ver frente a él, una pequeña mano blanca que se extendía en su dirección, tal y como se había extendió a principios de año. Vió el ligero temblor en los ojos grises, así como las cejas rubias fruncidas y vió también como después de un tiempo de mantenerse, la mano blanca comenzaba a retirarse al verse por segunda vez rechazada, sin embargo el no permitió que eso pasara, pues olvidando el dolor que sentía y como si de su única salvación se tratara, la tomó, apretándola con fuerza en cuanto la sintió con la suya.
Se juró así mismo que jamás olvidaría el rostro de sorpresa que el rubio había hecho en esa ocasión, ni la pequeña sonrisa que sus labios habían formado.
Con lentitud y la ayuda del rubio logró ponerse en pie, para después pasar su brazo derecho por sobre los hombros del otro, que a su vez ponía una mano en su espalda para ayudarlo a caminar. El transcurso hasta la enfermería fue en completo silencio, siendo el eco de sus pasos el único ruido que los acompañaba, justo en la puerta, se lamentó del inevitable regaño que le esperaba, aunque la tranquilidad lo embargó cuando al entrar, el lugar se encontraba tal y como cuando él lo dejó.
-Gracias...-dijo con una pequeña sonrisa cuando estuvo seguro en su cama, viendo el asentimiento del otro que se dio la vuelta para dirigirse a la salida, quiso decir algo más antes de que se marchara pero no se atrevió.
-Potter...-la voz del rubio resonó por todo el lugar, y Harry pudo verlo dándole la espalda a unos pasos de la salida.
A penas fue consciente cuando el niño se daba la vuelta regresando hasta donde estaba su cama y depositaba algo en sus manos, dirigiéndole una leve sonrisa y un par de palabras, después de eso, solo el eco de los pasos del otro niño alejándose, lo sacaron de su sorpresa; bajó la mirada a sus manos, observando la pequeña cajita que estaba en ellas, la cual abrió para encontrarse con una elegante cadenita plateada con un relicario, sorprendiéndose al descubrir que en su interior se podían colocar fotos.
-Señor Potter, debería de estar descansando...-la voz de Madame Ponfrey le hizo dar un saltito en su cama- en un momento más le traeré su comida, así que hágase a la idea de que tendrá que tomar su poción -le advirtió la enfermera al saber su desagrado por ella.
Asintió sin prestar mucha atención, sintiendo las manos de la enfermera en su frente al verificar su temperatura, instándolo a que se recostara para después arroparlo y despedirse de él con una sonrisa, para marcharse a su oficina.
Ya bajo el calor de las mantas, observó un poco más el objeto entre sus manos para apretarlo entre ellas, llevándolo hasta su pecho, al mismo tiempo que una gran sonrisa se formaba en sus labios, recordando las últimas palabras del rubio.
-Solo...cuídate...
Cerró los ojos, dejándose llevar por el cansancio, contestando en un susurro cansado a ellas.
-Lo haré...
TBC...