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Azares del destino por Korou Tanako

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Era un miércoles por la tarde y la temperatura había subido drásticamente de los 23ºC de la mañana a 39ºC, Edgar se arrepintió de haber tomado la sudadera al salir temprano de casa, ahora su cuerpo se quejaba del sofocante calor debajo de aquel abrigado atuendo.

<< ¡Joder!, siempre se aprovecha esa mujer de mí, sabía que el calor sería sofocante a estas horas del día pero… ¡no se atrevió a decirme nada!>>;, Pensaba el chico moreno, de cabellera ondulada recogida en una coleta mientras caminaba por las calles con las manos metidas en los bolsillos. Su madre le había encargado ir a buscar los ingredientes para lo que comerían ese día, debido a que era hijo único no podía quejarse.

El sudor recorría su cuello, frente, espalda y demás extremidades haciéndole sentirse totalmente irritado, se despojó de la sudadera y la amarro en su cintura, seguía caminando por la acera cuando una corriente helada capto su atención, se detuvo en seco y miró de soslayo hacía el lugar del que había provenido aquella corriente de aire.

<< ¿Una tienda esotérica?, me pregunto que habrá en este tipo de sitios>>, se preguntó mientras giraba su cuerpo hacia la puerta de la tienda, observó la fachada detenidamente, de no ser por el letrero de grandes letras con el nombre del local “deusa da fortuna” y el color chillante con el que se encontraban tapizadas las paredes ese lugar hubiese pasado por desapercibido.

<< Que colorcito más llamativo, me imagino que la gente que atiende ha de ser igual de rara que la fachada>>, harto de andar caminando en el calor optó por tomarse unos minutos de su tiempo para saciar su curiosidad y entrar a la tienda.

Al entrar le recibió un golpe de frío como si se encontrase en el polo norte, volvió a colocarse la sudadera, cruzo los brazos y miró hacia todas direcciones en búsqueda de algún alma humana que atendiese dicho lugar.

— Bienvenido Edgar, has tardado muchos años en encontrarme — se escuchó una voz al fondo de la tienda que hizo que los vellos de los brazos de Edgar se erizasen debajo de la sudadera, frunció el entrecejo y se acercó a la caja registradora que se encontraba en el fondo escondida entre estantes repletos de velas, amuletos, dijes y demás menesteres.

— ¿Cómo sabes mi nombre? — preguntó receloso buscando con la mirada al dueño o dueña de aquella voz, debido al tono suave con el que había hablado, no pudo identificar el género.

— Oh, querido Edgar, ¿Cómo no saber tu nombre? — respondió la voz tras de él obligándole a girarse y encarar al dependiente de la tienda; le sorprendió encontrarse con un joven que asemejaba la misma edad que él.

<< Este enclenque tiene una voz demasiado varonil…no le va en lo absoluto >>, se dijo mentalmente, sus ojos recorrieron de arriba abajo a aquel chico delante suyo con una sonrisa de oreja a oreja en los labios. No medía más del metro setenta, su cuerpo parecía frágil y débil a pesar de los brazos marcados, portaba un peinado totalmente opuesto a su ropa desarreglada y descombinada; cabellera azabache lacia peinada hacia atrás,  camiseta de manga corta con un logotipo de alguna banda de música de moda, pantalones raídos de mezclilla con agujeros por todos lados los cuales le quedaban claramente largos ya que no se divisaba el calzado que portaba, los ojos no lograba diferenciarlos debido a la tenue luz del lugar pero era evidente que eran claros ya que sobresalían sobre su mulata piel.

— ¿Soy tan apuesto que te has quedado sin habla? — irrumpió la voz del chico dentro de los pensamientos de Edgar.

— En lo absoluto, los chicos no son de mi interés, sólo me sorprendió la diferencia abismal que hay entre tu cuerpo y tu voz — respondió Edgar desviando la mirada, había tenido razón aquel desconocido, se había quedado embelesado mirándole. — Entonces, ¿cómo es que sabes mi nombre?— preguntó nuevamente.

El chico desconocido dio unos pasos hasta quedar lo suficientemente cerca de Edgar para que este observase el color de sus ojos.

— Se todo sobre ti y sobre nosotros — respondió llevando su mano a la mejilla de Edgar para acariciarla delicadamente. Edgar se estremeció ante el contacto, la piel de aquel joven se sentía fría en contraste a la calidez que aparentaba.

<< este chico esta chalado, además es rarito >>, apartó la mano del joven sin contemplaciones, no soportaba que las personas le tocasen, ni siquiera sus familiares.

— Lo que digas rarito, me largo — dicho esto apartó al chico de su camino y salió de la tienda sin mirar hacia atrás. Fuera del establecimiento el calor volvió a perseguirle, por lo que se deshizo nuevamente de su sudadera.

<< eso sí que fue raro, casi salgo violado de ese lugar >>, suspiró profundamente y agradeció en voz baja a alguna deidad que no le hubiese pasado nada, << no sé en qué momento se me ocurrió entrar a un lugar así >>, se siguió quejando durante todo el camino al supermercado; Horas más tarde ya se encontraba en casa, luego de llenar la alacena y comer se dispuso a jugar un rato videojuegos en su habitación con el aire acondicionado al máximo, se encontraba concentrado en el juego cuando su celular sonó indicándole que tenía un nuevo mensaje, detuvo el juego y revisó su celular.

<< Quien demonios podría haber mandado mensaje, no le he dado a nadie de la academia mi número >>, se quejó mentalmente buscando a tientas el celular, cuando lo hubo encontrado checó el mensaje y se sorprendió del remitente, un número desconocido.

— esto ya me está comenzando a asustar, primero el rarito que sabe mi nombre y ahora, ¿un mensaje citándome dentro de dos horas? — respiró profundamente y respondió el mensaje, posiblemente alguien se había confundido en algún número y le había llegado el mensaje cuando no era destinado para él. A los pocos minutos recibió respuesta en la cual le confirmaban que era él a quien debió de haberle llegado el mensaje no alguien más.

<< Tengo que pensar… esto claramente es acoso, algún loco o loca me anda persiguiendo, ¿debería decirle a mi madre?, mi padre me tiraría a loco y diría que es efecto de tanto videojuego y computadora, pero… ¿mi madre me creería?>>, indeciso dejó la consola y se recostó en la cama boca arriba.

Dos horas después Edgar despertó con la melodía de su celular, la cual le resultaba en esos momentos estridente, bostezó y limpió los ojos antes de tomar el celular debajo de su almohada.

— Diga — Contestó sin siquiera mirar el identificador, su rosto somnoliento cambió en segundos a uno sorprendido, la persona que le hablaba del otro lado del teléfono era alguien completamente desconocido pero su cuerpo había reaccionado erizándose, como si su inconsciente hubiese estado en contacto con el dueño de dicha voz.

— No… no sé cómo logro conseguir mi número, ¡pero si sigue insistiendo en que le vea iré a la policía! — Exclamó en voz alta al celular como si la persona estuviese en la misma habitación que él. Su madre, que había subido a verificar  si su hijo se encontraba haciendo los deberes se sobresaltó al escuchar la voz de su hijo, el tono que había usado para exclamar había sido una mezcla de molestia y miedo, sobresaltada abrió la puerta.

— ¿¡Sucede algo hijo?!— exclamó preocupada la madre de Edgar, el chico la fulminó con la mirada y le indicó en un ademán de mano que saliera del cuarto, ella obedeció, lo menos que quería en esos momentos era pelearse con su único hijo.

— Dejé tu cena en el refrigerador — dicho esto salió del cuarto  dejándolo solo. Edgar suspiró pesadamente, el susto se le había pasado y había sido reemplazado por una terrible curiosidad acerca de la persona con la cual hablaba.

— Suponiendo que lo que usted dijo es cierto, ¿si hago lo que dice me dejará en paz? — preguntó a su interlocutor levantando una ceja a pesar de que éste no le veía. Unos minutos después colgó el celular y lo guardó en la bolsa trasera de sus jeans. Tomó una mochila en la cual empacó su cámara, una libreta, su cuaderno de dibujos, cartera y plumas de diversos colores, verificó que todo en su habitación se encontraba en su sitio para evitar que su madre se quejase de que había estado holgazaneando toda la tarde.

— Todo en su lugar, debo estar loco para encontrarme con un desconocido — se dijo así mismo mientras cerraba la puerta de su cuarto, caminó a la cocina en búsqueda de  su madre, le informó de su salida y salió de la casa con la mochila en mano.

 

 

— ¿Estás seguro de que es el chico correcto? — Preguntó un hombre afroamericano, alto de musculatura prominente y crespa cabellera a un chico de menor estatura que le acompañaba. El joven mulato se cruzó de brazos y posó su mirada hacia el horizonte.

— No estoy seguro, lo único que puedo decir es que su físico y nombre coinciden con el chico que ha estado saliendo en mis sueños durante estos ocho años — respondió el más joven sonriendo ampliamente mostrando su blanca dentadura.

— Espero si sea el indicado, si no es así, habremos perdido tiempo — susurró el mayor posando su mirada hacia la entrada del establecimiento, hace dos horas habían citado al chico cerca del local pero éste no había acudido por lo que él se había visto obligado a llamarle y citarle nuevamente pero esta vez en el local.

 

 

Luego de tomar el colectivo y caminar unas cuantas cuadras Edgar se encontró en el lugar que había prometido no volver a pisar, el establecimiento esotérico “deusa da fortuna”, tragó saliva, su reloj de pulsera marcaba las ocho de la noche con veinte minutos, estaba sudando nervioso desde la punta de su dedo gordo del pie hasta la coronilla de su cabeza, se aferró a su mochila a modo de protección y se adentró al local; un golpe de frío le golpeo haciéndole estornudar y erizarse, había olvidado llevar consigo la chamarra.

— Creí que no vendrías mi querido Edgar — escuchó la voz familiar del dependiente de la tienda, el cual se asomó por una puerta que en su primera visita no había percibido.

— Insistían demasiado en que viniera, además me llamó la atención lo que me contaron por celular — respondió Edgar desviando la mirada mientras se abrazaba a si mismo pegando la mochila más a su cuerpo.

— ¿seguro que es él? — Escuchó una segunda voz proveniente del mismo sitio del que había salido el dependiente, — se ve demasiado joven para cargar con tal responsabilidad — agregó el hombre instalándose al lado del más joven.

<< el debió de haber sido el hombre que me habló por teléfono, con razón no reconocí su voz, en la mañana no estaba >>, Edgar examino a aquel hombre de arriba hacia abajo, parecía unos 4 años mayor que él pero tenía un aire de responsabilidad y diligencia que no encajaban en lo absoluto con su imagen. El joven pelinegro se aclaró la garganta haciendo que Edgar posase su vista en él.

— Edgar, este hombre enorme es Austin Dellamarc, es uno de mis primos — presentó el pelinegro señalando al susodicho con un ademan. Austin inclinó un poco la cabeza a modo de saludo por lo cual Edgar logró identificar un piercing en la ceja del hombre.

— y yo soy Ariel Briech — se presentó el joven pelinegro extendiendo la mano izquierda hacia Edgar.

— Edgar Castilla — Dijo Edgar por cortesía estrechando la mano de Ariel y sintiendo nuevamente aquel estremecimiento que había sentido en la mañana. Ariel notó  su azoramiento y sonrió coquetamente ocasionando que las mejillas del castaño se ruborizasen; Edgar sabía que aquel lugar no era sólo una tienda esotérica, sentía algo más en el ambiente, pero no lograba describirlo, debía esperar a que aquellos dos se dispusiesen a explicarle sobre lo que le habían dicho al teléfono…algo relacionado a su padre, el cual durante 19 años creyó muerto.

Fin del cap

 

 


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