Yo soy Elizabeth, soy media morenita mido alrededor de un metro 60, de contextura delgada, pelo castaño, un poco más debajo de los hombros. Julieta, ella es perfecta, su pelo es castaño claro, llega hasta sus hermosas nalgas, sus ojos son verdes y su piel es clara como un cristal, me lleva cómo 3 centímetros de diferencia.
La conozco desde que tenía cinco años, ella tenía cuatro. Lo olvide, ahora tengo 26 años. ¿Cómo pasa el tiempo, no?
Me acuerdo de esa tarde, era verano, para ser más exacta fue el 13 de enero. Mis padres se cambiaron de casa, así que hasta allá me acarrearon, yo iba de muerte. Tuve que dejar a mis tres perritos y la casa de mis barbies. En este condominio no permitían mascotas y dijeron que mis barbies tendrían otra casa. Yo no quería otra casa, me gustaba esa.
Estaba afuera de mi casa, sentada en el pasto, recuerdo que lo estaba sacando de a puñados bien amurrada. Julieta se me acercó, yo la miré súper feo y se fue. En los minutos antes de ir a buscarla quedé en letargo, era hermosa. Cómo la muñeca de porcelana que mi abuela tanto cuidaba. Sentí la necesidad de cuidarla para siempre. La Julieta me invitó a su casa, sus papás siempre peleaban en ese tiempo. Hasta hace unos años descubrimos que el objeto de sus peleas era la nana, desde que esa mujer se fue a trabajar puertas a dentro en la casa de la Julieta empezó a acostarse con el tío Fermín, el papá de Julieta. En su casa, me presentó a los tíos, luego subimos a su pieza y me regalo un peluche, el Lari, ese pequeño peluche con forma de conejo es mi mayor tesoro. Le pongo el perfume de la Julieta y todas las noches duermo abrazada a ese pequeño de felpa.
Bueno, nosotras siempre fuimos amigas, hasta ahora. Ese año a ella le tocaba entrar al jardín y yo iba a kínder. Nos tocaría en grados separados y para arreglar esto, cómo 3 días antes de entrar me quebré una pierna “accidentalmente”. Yo cómo cabra chica no dimensioné el dolor que me causaría cruzarme en la vereda cuando el vecino Antonio iba llegando con el auto. Fueron días en la UTI, una demanda al pobre vecino y perdí el año. Quizás desde ahí que estoy tonta.
Yo la esperaba todos los días cuando ella llegaba del jardín, a veces mi mamá me llevaba con mi yeso y todo a su casa, pero la mayoría de las veces la Julieta se iba a meter tardes enteras a la mía.
Nuestras mamás se hicieron súper amigas y cuando el papá de la Julieta dejó sola a la tía mis viejos siempre estuvieron ahí con ella. Casi siempre se juntan a compartir y hablan de “las niñas”.
Desde que entramos al Kínder hasta 4to medio, siempre estuvimos juntas. Casi todos los fines de semana hacíamos pijamadas, Veíamos películas, nos pintábamos las uñas, la una a la otra. Ella siempre leía mi diario y yo el de ella. Era una relación casi cómo hermanas. O más que hermanas, muchas veces fuimos una.
Logramos estar en el mismo curso, siempre fuimos compañeras de asiento, hacíamos todos los trabajos juntas, nos íbamos y veníamos juntitas en el furgón. Pocas veces dejamos entrar a otros en nuestro mundo. Era mi mundo con mi Julieta. Un montón de veces me agarré a peleas con minas que la trataban mal o tipos que se le tiraban. Me dan una rabia los jotes. Pero no pude espantar al primer pololo, fue en 2do medio, un tipo del curso, él siempre me tuvo mala. El mino juraba que con la Julieta teníamos algo. Ojala.
Ella se me distancio bastante, se empezó a juntar con él, ya no nos íbamos juntas a la casa. Y muchos fines de semana me dejo plantada en nuestros paseos en bicicleta. Pero no importaba, cada discusión, cualquier cosa. Yo siempre estuve ahí para consolarla y aconsejarla. Hasta que llegó el día en el que el conchesumadre la dejo tirada por una con un culo más grande.
La Julieta lloró mucho, sufrió bastante, se había enamorado hasta las patas. Su fotolog estaba lleno de fotos de él con poemas cursis, poemas que yo siempre le dejaba bajo la almohada.
Pero la tranquilidad volvió a mi mundo, Le dije que no importaba, que volvería a encontrar el amor. Que yo, si amiga y confidente siempre estaría ahí, con y para ella.
Nuestras conversaciones más frecuentes eran sobre el futuro, un futuro de las dos. Ella estudiaría diseño Gráfico, yo quería ingeniería en informática. Nos independizaríamos de nuestros padres y nos iríamos juntas a un departamento en el centro de Santiago. Esa sería nuestra vida universitaria. Luego si ella encontraba pareja, bueno pololearían, pasaría lo que tiene que pasar y yo sería su dama de honor. Madrina de su primer hijo y su mejor amiga por siempre.
Ella no me preguntaba por pololos, ni nada de eso. Quizás lo sabía o era tan cortante en esos temas que no se molestaba en siquiera preguntar qué pasaba por mi cabeza en torno a eso.
Haciendo memoria siempre fui Lesbiana, desde chica nunca me interesaron los niñitos, era más divertido pegarles que regalarles dibujos. En todas las obras del colegio me tocaba hacer al príncipe o al minero, hasta el árbol. Nunca pedí un papel femenino. Rechace a un montón de tipos que se me tiraban al dulce, a las minas también. Sólo me interesaba mi Julieta.
Bueno, después entramos a la universidad, la Julieta se volvió a enamorar de un tipo y empezamos a aplazar nuestro departamento en el centro de Santiago.
Terminamos la U hace dos años y nunca nos fuimos, la Julieta se va a casar con el culpable de que mi sueño se fuera a la mierda. Y yo, yo soy una mina depresiva que llora cada vez que puede, que no le importa el trabajo y que, hoy por hoy. Se pasa días enteros tirada en una cama comiéndome litros de helado a cucharadas mientras escucho mensajes de la Julieta en mi buzón de voz, soy patética.
La Julieta se casa en una semana, será el gran día. Soy la dama de honor y ni vestido he comprado. La tengo tan sola, pobrecita. Me debe extrañar, soy su mejor amiga, se va a casar y la dejo sola. Tengo que ir a verla y de paso amenazar a Andres, no puede hacerle nada a mi princesa o me encargaré de que su muerte sea cruda y dolorosa.