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Autoanálisis por ItaDei_SasuNaru fan

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Notas del fanfic:

Dedicado a PalomaNegra. Tal vez nunca ha escuchado de esta pareja pero aquí tiene lo que en algún momento me pidió.

Notas del capitulo:

Gracias por leer. 

 

Disclaimer: Todos los personajes son propedad de las CLAMP.

Disfruten!

 

Autoanálisis

 

Doumeki sabía muchas cosas acerca de sí mismo. Sí, Doumeki se conocía muy bien. Y evaluándose, no era como todos creían que era. En primer lugar, y con respecto a su carácter, sabía que no era una persona fría; era serio, calmado y excesivamente callado pero jamás indiferente. En su opinión había muchas cosas que lo hacían sentir bien, que lo hacían sentirse relajado y que de alguna manera creaban una calidez dentro de sí. Tales como leer los libros de su abuelo, que tantas cosas le enseñaban; practicar con su tan afamado arco y su siempre fiel flecha, disfrutar de la tarde observando los árboles de sakura en su templo y ver a la persona que quería. Así que sí tenía corazón. Tal vez no era muy expresivo, en realidad en su rostro siempre había una peculiar “in-expresión”, pero claro que tenía sentimientos.

Doumeki sabía que era muy tímido, aunque utilizaba esa palabra a falta de una mejor. No decía mucho ya que creía que las palabras no debían de malgastarse; y las palabras que decía admitía que no eran las mejores. No le gustaba manipular sus masculinas facciones porque no quería que los demás leyeran fácilmente lo que sentía o pensaba. Pero por supuesto que accionaba de manera impulsiva e inmediata siempre para ayudarle, siempre. Sin importar lo ilógico de la situación o lo peligroso del enemigo o lo macabro del ambiente o lo cansado que se sintiera después de hacerlo o que jamás se dignara en regalarle una palabra de cariño o gratitud. Ni siquiera le importaba lo mucho que se enojara por creerlo un “idiota entrometido”. Si podía protegerlo, si podía asegurarse de que estuviera bien, él haría todo lo que estuviera a su alcance e incluso más.

Doumeki sabía que era entrometido, y muy celoso. Por Dios que lo era. Watanuki siempre le dirigía una mirada de profundo desprecio cada vez que lo interrumpía hablando con Kunogi. Pero es que ni siquiera sabía adónde se iba su tan aclamado autocontrol en esos momentos. Simplemente no podía soportar verlos solos. No quería ni imaginar lo que harían o dirían o sentirían o si se tocaban… Dios, se estresaba hasta límites completamente insondables sólo de imaginarse una escena de esa índole. No es que le desagradara Kunogi, ni la Zashiki Warashi,  ni Ame Warashi, ni el kudagitsune, ni Yuuko-san, ni Kohane, ni ningún ser viviente que mereciera la atención de Watanuki. Es sólo que él se estremecía con sólo que el testarudo ojos azules lo mirara, que lo tocara, que se aferrara a él en todas esas ocasiones de peligro. Sí… hacía temblar su cuerpo, su mente, su corazón, su mundo y ni siquiera se daba cuenta.

Doumeki sabía que era muy posesivo y muy sobreprotector. Lo sabía y no le incomodaba. Él podía predecir perfectamente su propia reacción frente una situación determinada. Pero cuando se trataba de protegerle, de cuidarle… No había parámetros, no había límites, no había leyes, no había buenos, no había malos, no existía el cansancio, no existía nada que no fuese Watanuki, nada. Actuaba con la agilidad de un felino, con toda la presteza y prontitud que los medios y su cuerpo le permitían. Para defenderlo nunca retrocedía, nunca mostraba cobardía, nunca sentía remordimientos y se podía convertir en el más cruel asesino.

Doumeki sabía que era un excelente atleta y un hombre muy atractivo (aunque eso le importara un pimiento), un innato e impresionante atleta. A los ojos de todo el mundo, tenía todo lo que un muchacho u hombre de su edad y de cualquier edad querría: popularidad con las mujeres. No sabía la razón científica por la cual tenía tantas admiradoras. Que él se haya percatado jamás les dio motivo o esperanza. Sí, también era perfectamente consciente de que muchas mujeres lo acosaban. Desde tiernas niñas hasta mujeres con un nivel de feromonas terriblemente alborotadas. De todas las formas, colores, tamaños, edades, procedencias, reputaciones y personalidades. Le habían hecho las propuestas más indecorosas y creativas que alguien se pudiera imaginar, pero nunca habían hecho tiernos pucheros como su Watanuki. Le habían seguido hasta su casa, pero jamás le habían gritado tonterías como su Watanuki. Más de una vez faltaron muchas de sus prendas exteriores e íntimas, pero ninguna sujetó su ropa para reclamarle las gracias como su Watanuki. Le llegaban cartas todos los días, pero ninguna era capaz de impactarlo como la sonrisa de su Watanuki. Le veían en los entrenos de su club de arquería, pero ninguna causaba toda la revolución de sentimientos en su alocado corazón cuando veía a Watanuki. ¿Por qué? Porque no eran Kimihiro Watanuki.

Doumeki sabía que era muy orgulloso. Puede que no lo aparentara… O tal vez sí, ya que Watanuki le decía constantemente “cretino arrogante” o “malagradecido” o “idiota” o “estúpido” o toda la gama de adjetivos que su querido Kimihiro le dedicaba específicamente a él. No es que en realidad fuese desagradecido o machista, no, nada de eso. Simplemente creía que era capaz de resolver sus cosas; y sí no podía, era capaz de esperar a que las cosas se resolvieran siguiendo su curso. Porque la vez que casi perdió su ojo por culpa de una telaraña, aceptó su responsabilidad y pensó que lo mejor era dejar que la araña decidiera terminar con su venganza, a su tiempo. Pero su ojo volvió a la normalidad y vio a la mañana siguiente a Watanuki sin uno de sus preciosos zafiros. No había nada en el mundo capaz de medir la magnitud de su ira en ese instante. Era el idiota más insensato en el mundo. ¿Cómo se le ocurría intercambiar su ojo por el de él? Tuvo la necesidad de decirle y gritarle tantas cosas; de decirle que era un imbécil por no cuidar a sí mismo, de espetarle que a él no le molestaba haber perdido su ojo derecho, de gritarle que lo amaba y que no podía permitir que sacrificara ni un solo cabello por él. Además creía que los idiotas que habían creado los términos como “homosexual”, “heterosexual”, “bisexual” y todo lo que terminase en sexual… No lo conocían. Él no encajaba en ninguna de esas burdas definiciones, ya que él amaba a Watanuki y a nadie más.

Doumeki sabía que podía llegar a ser asquerosamente cursi. En su mente, claro está. Primero se pegaba un tiro antes de que alguien escuchara lo que pasaba por su cabeza cada vez que veía a su ojiazul. Ya que él creaba una perturbación inconmensurable, desde toda perspectiva en su persona. Cuando miraba sus ojos pensaba que todo lo inexplicable de los cielos se encerraba en ellos. Cuando miraba sus manos pensaba que toda la elegancia de los mares no alcanzaría para igualar los gráciles movimientos de esas extremidades. Cuando observaba sus mejillas creía que los pétalos de una rosa no eran nada comparado con la suavidad de su piel. Watanuki… era único, y qué no daría porque fuese suyo.

Y a todo esto… ¿Por qué demonios estaba él analizándose? ¡Ahhhhh! Es que Watanuki le había dicho que quería reunirse con él en el parque en la tarde, alrededor de las cuatro. Y él, en el transcurso de la tarde y la espera no había logrado en qué enfocar sus pensamientos y para variar había decidido pensar en él. ¡¿Qué?! No tenía nada de malo pensar y dedicarse tiempo a uno mismo. Además él no estaba pensando en sí mismo como ser invulnerable o perfecto sino que buscaba una manera de mejorar quizás. En fin ya había llegado la hora.

 


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Watanuki había escogido una buena hora. Hacía brisa y el sol todavía brillaba sin perder su calidez. Le gustaba esa hora de la tarde. Se dirigió a un columpio y decidió esperarlo allí. A los pocos minutos llegó su delirio.

─Qué puntual  ─dijo Watanuki sin ninguna mala intención. Doumeki sólo lo miró esperando a que continuara. Watanuki comprendió el mensaje─. Bueno… pues…  yo… quería decirte algo muy importante ─Eso Doumeki ya lo había comprendido desde el instante en que lo vio aparecer, pero no movió ni un solo músculo─. ¡No quiero que te rías, ni te burles, ni digas nada! ─amenazó con una de sus inigualables expresiones─. Sólo quiero que me escuches ─Doumeki sólo asintió expectante─. Yo… yo… yo… yo… yo… ¡¡¡Demonios!!! ¡¡¡Qué exasperante!!! ─Doumeki no apartó su mirada en ningún instante─. ¡Ya sé! Colócate de espalda ─El morocho levantó una ceja─. ¡Sólo hazlo! ¡Así será más fácil!

─Hmp ─el primer sonido de Doumeki en toda la tarde. Pero pacientemente se dio la vuelta y esperó a que Watanuki decidiese volver a hablar. Oyó como Watanuki tomó aire y dijo:

─Yo… te amo… ─Muy bien… Doumeki no estaba preparado psicológicamente para oír eso. Se dio la vuelta y vio a su niño con los ojos cerrados y las mejillas encendidas. Y no pudo hacer nada más que sujetarlo del mentón, acercarlo a su pecho con la otra mano y plantarle su primer beso. El de ambos. Y fue lo más inefable que jamás sintieron. Doumeki pensó, en ese preciso instante, que Dios y los ángeles existían, porque acaba de tocar el cielo y de ver el paraíso.

Cuando se separaron Doumeki le dijo en el más tierno de los susurros y con su más grande sonrisa:

─Yo también ─ Watanuki, con esa impulsividad que lo caracterizaba colocó rápidamente sus manos en el moreno cuello de Doumeki y lo juntó de nuevo a él. Doumeki lo recibió con la misma pasión, porque no pensaba desperdiciar ni un sólo segundo más. Y Watanuki, por supuesto, creía lo mismo.

 

Ahora Doumeki sabía que no era nada malo ser él.

 

FIN.

 

Notas finales:

Espero que lo hayan disfrutado. Si dejan rr que sean constructivos o destructivos... lo que quieran. Pero dejen rr... ( ^^ )


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