Prólogo
- ¿Crees en la reencarnación? -preguntaste con esfuerzo. Tu mirada, amable y luminosa, permanecía intacta.
- No me preguntes eso -dije, sin soltar tu mano.
- Quiero saberlo, quiero saber si tienes fe en nuestro siguiente encuentro -ese fue el murmullo.
Tu vida se escurría entre tus manos. Me resulta impensable el mero acto de recordar lo que pasamos. No pude hacer nada para ayudarte, para calmar tu dolor. Lo único restante para mí era verte agonizar, tu belleza conservada en tus gentiles facciones de caballero. Así te vi, inalcanzable y etéreo como nunca antes.
- ¿Tienes fe? -preguntaste de nuevo, apretando mi mano.
- Sí, sí tengo fe -susurré, porque no me quedaba más. Los nudos en mi garganta cortaron mi respiración y cuando por fin salió, fue en forma de sollozos quebrados. Sonreíste, acariciando mi mejilla con las puntas de tus dedos. Apretaste un poco más tu mano entre las mías y sentí algo nublándome la razón. Aun ahora no sé qué pensar de ese momento.
- Estaremos juntos pronto -prometiste.
Te abracé fuertemente. Ahí, importaba todo: las alegrías y tristezas, los lapsos de separación, el llanto en un día de mentiras, las risas en una noche de historias. No podía dejar ir nada de eso. Sentirte entre mis brazos, frágil de una forma aterradora... no deseé antes ni una vez retenerte conmigo tanto como en ese instante. Si hubiera podido pensar, podría haberme arrepentido del tiempo desperdiciado, pero todo se oscureció. Eras tú y nada más, eras tú a quien no olvidaría, a quien siempre regreso.
- Te amo.
Un beso tácito murió entre tus labios.
Recuerdo haber tratado de sonreír y limpiar las lágrimas que no me permitían verte con nitidez. Tomé tu rostro entre mis manos y te besé, pero no me correspondiste. Perplejo, te vi inerte, pálido. No he podido asimilar esa imagen incluso ahora.
- No... ¡NO TE VAYAS! -grité-. No me dejes -rogué.
Fue tan inútil como intentar despertarte con promesas y besos perdidos.
¿Cómo podía tener fe cuando había experimentado el perderte así? ¿Cómo obligarme a no seguirte, a no buscarte? Sé que no lo hice porque pensé "Esto jamás lo hubiera deseado", pero ¿qué hubieras hecho tú si las cosas hubieran sido distintas? Experimenté rencor, porque no abrías los ojos a pesar de mi llanto; no despertabas para abrazarme y decirme "Fue una pesadilla, no me voy a ir, aquí estoy". No, no pasó nada de eso.
Amargado, pensé en el alba cuando murmuraste cerca de mi oído "Siempre estaré contigo". Cuán vana había sido tu promesa, sonaba imposible, no recordaba por qué te creí. Llegó a mí la vaga memoria de aquél día bajo la lluvia cuando me abrazaste y dijiste "Confía más en mí". ¿Por qué me pediste creer si sabías de mi desconfianza, de mi inseguridad? Por un momento me pasó por la mente el olvidarme de ti, el alejarme de tu tumba y pretender que nunca te conocí. Pero la idea me resultó igual de miserable que mi dolor.
Te amo.
¿Te habrás ido sabiendo que yo también te amo? ¿Que ningún amor será como este? ¿Que esta frágil llama compuesta por recuerdos es lo más real que tengo? Me pregunto si podrás perdonarme si alguna vez dejo de creer, si llego a olvidar. Hubo un segundo de oscuridad en donde tu rostro sonriente apareció de pronto y me sentí seguro de decir "Sí, sí puedo creer, tener fe".
Mientras la noche se cernía sobre nosotros, fui capaz de imaginar nuestros miles de encuentros y dejó de importarme el miedo. Sólo quedabas tú y cuanto habías dejado en mí.
Bastó.