OLVIDAR
Quería poder olvidar. Olvidarlo todo. A Sam. Sammy. Cómo sus ojos se iluminaban al sonreír. Como levantaba la cabeza al reír a carcajadas. Como ese flequillo de niña-que tanto le gustaba pero nunca reconocería en voz alta-le tapaba los ojos al bajar la mirada. Sus ojos. Esos ojos bicolor que tanto amaba. Sus blancos dientes, sus labios. Todo de él le encantaba y le hacía volverse loco. Pero ahora quería olvidarlo. Olvidar todo.
Sammy, el mismo que estaba lleno de vida y que con una sonrisa o una mirada le hacía sentirse vivo a él ahora se estaba pudriendo lentamente sobre ésa mesa. Bobby había insistido varias veces con que debían hacer algo. Ni siquiera quería pensarlo. Tampoco quería tratar a Bobby como lo hizo, él no tenía la culpa, él los quería a ambos como un padre y también estaba sufriendo por Sam. Pero su sufrimiento no se comparaba en lo más mínimo al suyo. Y en ese momento no le importo gritarle lo más fuerte que su garganta le permitía que se fuese mientras incontables lágrimas rodaban por sus mejillas sin que pudiese hacer nada para impedirlo, tampoco le importaba. Ya sin él nada importaba. Se quedaría ahí y se pudriría junto a él.
Odiaba muchas cosas. Odiaba al demonio de ojos amarillos por haber producido todo eso. Odiaba a ese maldito que le había hecho eso a Sam, le había clavado ese maldito cuchillo por la espalda. Sentía como la ira le hervía por dentro. Si por algún motivo lo volviese a encontrar definitivamente lo mataría, lo destrozaría con sus propias manos hasta que no quedase ni una ceniza de él. Como el había hecho con su corazón al hacerle eso a Sam. Ni siquiera podía decir la palabra. Como el había destrozado su mundo. Porque sí, Sammy era su mundo desde que lo cogió en brazos y salió de su casa cuando éste tan solo tenía seis meses, incluso antes ,cuando sus padres le dijeron que iba a tener un hermanito, incluso él fue quien eligió su nombre, pero desde ese día fue que sintió que Sammy le pertenecía y le protegería de todo.
También se odiaba a sí mismo, por no haber llegado antes a ese maldito pueblo, por no haber sido capaz de correr antes y llegar a Sam antes de que ese maldito le… Se odiaba a sí mismo por no haber sido capaz de proteger lo único que tenía y lo que más amaba. La persona que más amaba y más había amado, siempre. Siempre le había amado en silencio. Guardando todos esos sentimientos muy profundo en su corazón, solo para él. Sabía que eran hermanos y eso estaba mal, por eso se los guardo. Para que Sam no se alejase de él. Pero ahora que importaba.
Sam ya no estaba, y él no podía seguir. No tenía dónde ir, qué hacer o quién ser. Todo de él era Sam. Donde Sammy estuviese es donde él tenía dónde ir, también qué hacer, tenía que protegerlo y quién ser, su hermano mayor, aquel que tenía que enseñarle y cuidar de él. Pero ahora que había fallado se sentía despreciable. Lo único que tenía que hacer y no había sido capaz de protegerlo.
Como si se tratase de un flechazo vino de pronto a su mente ese cruce de caminos. No pudo pensar en nada más. Así pues, dejando la botella de cerveza sobre la mesa y limpiándose las lágrimas con el dorso de la mano salió corriendo sin pensar nada más. No podía pensar. No en otra cosa que no fuese volver a ver a Sam con vida. Ver su sonrisa y sus ojos, abrazarle.
Subió al Impala y llegó allí, enterró la cajita metálica con las cosas necesarias para invocar al demonio e hizo un pacto con él para traer a Sam de vuelta con vida. No le importó tener solo un año de vida mientras lo pudiese pasar junto a Sam y sus ojos y su sonrisa .
Llegó a donde Sam estaba en aún menos tiempo del que había tardado en ir y al entrar y encontrarse con un Sammy muy confundido mirando hacia todos lados no pudo hacer otra cosa que lanzarse sobre él y abrazarlo.
Ya estaba todo bien. Todo su mundo se había reconstruido tan solo con un brillo de los ojos de Sam.
FIN