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TELARAÑA por Aurora

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Notas del fanfic:

Kuroshitsuji no es mio, pertenece a sus respectivos dueños y socios comerciales.

TELARAÑAS

Song Fic Por Aurora

 ClaudexAlois.

WARNING NC-17: Death fic, Tortura, violencia y .... Tal vez algo más.

 

Esto es solamente un juego...

Fui invitado a una decapitación de hoy.

Pensé que era una mariposa junto a la llama.

Una oleada de pánico y la cerradura ha sido violada.

Cómeme , Bébeme

Esto es solamente un juego...

 

-Vete y llama a Claude- Alois Trancy la miró a la cara, recorriendo las facciones finas de su sierva. La luz rosada del amanecer se interrumpía con la silueta de la mujer dándole un halo luminoso que contrastaba con toda esa turbiedad que siempre la envolvía. Hannah poseía la belleza de un lince, de largas extremidades y pasos silenciosos,  nunca hacía ruido al caminar ni al respirar.  Sin embargo, Alois pensaba que detrás de esas curvas exageradas había algo muy oscuro  al acecho, esperando en silencio su turno para atacar. Más no era su presencia,  era su mirada herida lo que más le molestaba al pequeño noble. Ella, una simple mujercilla sumisa, lo miraba con lastima, como si se compadeciera de  él, pero Alois sabía muy dentro de sí que ella no era la persona que aparentaba, nadie quien estuviera al lado de Claude podría ser bueno.

Hannah le devolvió  la mirada dolida desde la puerta, vendas en su mano: Alois estaba fantasmalmente pálido,  echado como una muñeca abandonada en una cama enorme para su menudo cuerpecito. Tenía los ojos completamente cerrados, su pelo que siempre tenía suave y bien peinado le caía hasta su frente opaco por la humedad, tan húmedo que mojaba la tela de la almohada. Había dormido a fuerzas gracias a su demonio particular, pero el dolor en su costado era tan fuerte que veía puntitos rojos aún con los ojos cerrados.  Había soñado con horror, amor y dolor, con rencor y muerte.

Sangre bajo un árbol, en su cabellera de oro. Y un reguero escarlata en el suelo.

Alois dejó de respirar.

¿Desde cuándo no soñaba?

 Debajo del umbral, casi traslúcido, de pie y tan quieto como araña en un rincón  Claude lo miraba sin parpadear, sus pequeños ojos dorados  fijos en él. Sus ojos que eran hielo a la luz  de la mañana capaces de cortar acero.  Nunca una expresión, solo la nada en sus pupilas doradas. Su cuerpo exacto, su delicada manera de torturar con su mera presencia.  

-Su majestad.- dijo Claude, inclinándose. Era alto y esbelto como una lanza, su cabeza colocada con orgullo sobre sus hombros fuertes. Podía parecer un hombre joven, con sus rasgos  rectos y angulosos en su seductor cuerpo. Podía parecer un hombre, pero sus ojos eran oscuros, eran demasiado bellos,  inmortales. Era, simplemente, Claude Fausto, su demonio.

- Está sangrando. Debió haber dejado que Hannah le cambiara las vendas, le aseguro que  sus manos son más suaves que las mías.-  El pequeño se dejaba hacer como un muñeco, dando pequeños gemidos de dolor cuando las manos enguantadas de su mayordomo lo tocaba con mayor fuerza, le dolía el abdomen y gran parte de su espalda.

- ¿Qué sucedió, lo maté?-

- Temo que su majestad fue el que sufrió la peor parte.- Alois sintió humillación  impregnada en la sonrisita de Fausto.

Claude se movía como una sombra, cubriendo de oscuridad a su paso. La negra aura que lo envolvía y lo sacudía, Alois lo necesitaba como se necesita el agua y el aire. De una manera tan desesperada que hubiera sido capaz de sacarse la piel a jirones si su Claude se lo pidiera.

Alois se inclinó  sobre su peso, el costado herido por el Conde Panthomhive le ardía de tal modo que las puntadas le atravesaban la espada. Pero ya no importaba, porque ya no estaba solo. Su mariposa estaba  con él, le arrancaría las alas con tal que no lo abandonará.

- Quiero destruir y Ciel, quiero ver sus ojos ponerse grises, quiero que grite antes de morir y que mis ojos sean lo último que el vea y que su piel sea tan desvaída que no represente ningún atractivo para ti.- Alois agarró las sabanas y las apretó haciendo que sus deditos se pusieran blancos.

- Va a romper sus sabanas, dana-Sama, si gusta puedo cambiarlas por algo más resistente.

Alois le lanzó un gruñido, sus cejas finas muy enarcadas de ira, pero no tenía fuerzas para hacerle un berrinche. Otro día tal vez le habría chillado algo, o tal vez hubiera fingido un llanto para llamar su atención, pero hoy no. Se sentía frágil como una campanilla de porcelana.

Claude manipuló vendas  manchadas de sangre y sudor. Alois recogido en posición fetal,  su piel desnuda, las sabanas enrolladas en su cintura apenas cubriendo los muslos de miel. -Me duele, sabes. A veces duele mucho- Sus ojos celeste, no azules, sino celestes brillantes, estaban casi ocultos, pero bajo la cascada de pelo muy rubio, sus pestañas espesas estaban mojadas por lagrimas

- ¿Doler que mi señor?- Claude se acomodó los anteojos. Sabía que no se refería a su costado. El dolor no era "algo" que un demonio pudiera sentir, tampoco el amor. Habían cosas que el simplemente no podía  entender, ni tampoco le interesaba. Contra toda naturaleza la solo idea de que un demonio amara o sintiera. Claramente no estaba ahí para sentir y mucho menos por un humano como Alois  que ahora solo significaba un escalón para llegar a la cima de la torre y cuando obtuviera lo que más deseaba su hambre y sed serían saciadas. Porque en la cima, no estaba Alois, ese puesto había alguien más con nombre y apellido: Ciel Panthomhive.

 

Alois  se sentía desesperado; era un niño desesperado por amor, años aferrado a una venganza sin más sentido que el odio.   ¿Y si Ciel lo hubiera matado? ¿Qué quedaba después de la venganza?  Al final del camino, cuando todo acabará Claude no lo amaría.  Nadie lo recordaría, porque la única persona que lo había amado ahora estaba muerto y no regresaría a la vida. Su pequeño hermanito ya no estaba con él. Un frio lo recorrió de pies a cabeza.

Luka.

Ya no era Jim McCain, sin Claude a su lado dejaba de ser Alois Trancy.

Ahora solo era un despojo, destrozado desde dentro hacía fuera, incapaz de ser amado, incapaz de vivir tan solo un segundo en paz. 

Si no hacía algo pronto Claude lo abandonaría por otra alma, se sentía impotente, tanto que le costaba respirar.

-Siéntate a mi lado-

-Yes, your highness.-

-Recuéstate conmigo, no quiero estar solo.- Alois le hizo un espacio en su cama. Claude no se movió de su lugar- ¿Te atreves a desobedecer?

-No-

-¿Por qué no me abrazas Claude?- Le preguntó el pequeño noble, decepcionado de que Claude no demostrara ni una pisca de amor por él. 

-Perdón su majestad, no me lo había ordenado.-

-Eres... Despreciable, pero aún así... Te quiero.-  Se le llenaron los ojos de lagrimas.

Alois consiente que jugaba con fuego, deslizó su mano hasta la cintura de su sirviente, recorriendo con dedos temblorosos la camisa almidonada del mayordomo. Podía sentir su piel ardiente bajo la tela, y en el silencio pudo distinguir un latido, ¿Acaso Claude tenía corazón? Se preguntó Alois rozando la entrepierna dura como acero.

-No te entiendo. Me hieres, y me curas. Mátame de una vez por todas. Come mi alma ahora mismo- Murmuró Alois Trancy, su voz cantarina, su pequeña lengua roja mojando sus labios. Claude no se movió. Ni siquiera pestañeó. Ya conocía los berrinches de su pequeño amo.

Un alma corrompida por el amor pierde su valor. Necesito más pasión mi pequeña y herida mariposa.

 -¿ Ya no quieres hacerlo?- Alois, enceguecido de odio, tan rojo y brillante como la sangre.- ¿Ya no me deseas?-  Oh, los celos, bicho maldito que se le metía en la carne.

-Yes, your highness.- Susurró Claude.- Le traeré un poco de té. Creo que la fiebre hace estragos con su personalidad- Le dijo como quien dice el pronóstico del tiempo.- Procure no moverse o su herida se abrirá.

 Alois, incapaz de ocultar en sus palabras el deseo, el odio. Las ganas de tocarlo y abrazarlo para quedarse con él entre las sabanas.

-¿Té? Yo no quiero té.  Acaso crees que me conformaré con una ridícula tacita de té cuando todo lo que quiero es que me ames!-

Quiéreme a mí, ámame a mí. No lo mires a él. Yo estoy aquí, contigo, listo para ser devorado. Te doy mi vida y toda  mi sangre, por una gota de tu amor.

Alargó su mano pequeña, y se aferró a su manga con la fiereza de un tigre. -¡No te vayas, mi alma, mi vida y mi muerte son tuyas. Mi amor y mi odio viven por ti!.-

-Recuéstese...-

-¿Quieres devorarme? - Interrumpió el  rubio pequeño, enterrando sus dedos en la carne del mayordomo. Claude sonrió, una sonrisa apenas perceptible, y desagradable en sus labios delgados. Los humanos eran seres tan básicos. 

Alois tembló, apenas conteniendo la rabia. Estaba haciendo pucheros, pero no quería llorar, no quería mostrarse débil, tal vez por eso Claude prefería a Ciel, porque él era más maduro  y jamás lloraba. Te odio, te odio  Claude,  mi alma, mi vida y mi muerte son tuyas, aún así no puedes tocarme.

Claude era un demonio, pero decididamente  no era idiota, y había observado a Alois  con creciente curiosidad desde el primer día del trato. Era decepcionante ver que dentro de Alois había despertado la lujuria, el niño ya  había conseguido en su pasado su estadía a una mejor vida gracias a su cuerpo, para el pequeño noble usar su entrañable belleza en la cama era la mejor forma de cumplir sus deseos, pero esta vez sabía que además de un capricho había inseguridad y tal vez, solo tal vez, verdadero amor. Más que mal, él había sido la única "persona" que lo acompañó durante todos esos años.  Claude pensó desde un principio que si Alois llegaba a tomarle cariño sería como un padre o un hermano, jamás como un amante.

Claude continuó observándolo, la suave piel del rostro de Alois se extendía a todo su cuerpo, que a pesar de los baños con leche de cabra y agua hirviendo aún mantenía las cicatrices de los golpes y la desnutrición en su espalda. Claude  por un momento creyó ver las marcas de dedos sobre las caderas  de Alois, esas marcas jamás se borrarían de sus recuerdos. Había recogido a Alois hecho una maraña de infecciones, pequeño y mal nutrido, pero con su odio intacto, casi al filo de la locura. Un alma inestable.  

  Ciel, en cambio, era puro, ajeno a todo aquello que no fuera su venganza. Un alma apetitosa que lo saciaría por años. Alois era solo un canapé. ¿Por qué comer solo un bocado si puedes comerte el filete entero?

-Dana-Sama- Murmuró Claude, aunque su voz era suave había desprecio, un dejo extraño en su mirada, Alois las sintió como un grito en su mente.

-Prohíbo que pienses en él, que te vuelvas a acercar, a mirarlo y si lo llegas a tocar aunque sea un sucio de sus cabellos me mataré lejos de ti y jamás tendrás mi alma. Sebastian no se alejará de él. No puedes competir con él que si sabe lo que su amo desea. En cambio tú... Tú...  Quiero que lo mates. Es una orden! Me entendiste, tráeme su cabeza y la Sebastian.

Claude lo detuvo, el trato comenzaba a hacerse patente en su lengua.  La mano enguantada atrapó a la pequeña del rubio y la hundió en su carne hasta que los dedos tronaron. -¿Esto es lo que desea, su alteza? ¿Realmente lo desea?  Alois gimoteó de dolor,  sus dedos podrían quebrarse, pero de una manera sádica le gustaba-oh cómeme, Claude soy tuyo. Hazme daño, mátame y bebe mi alma. Dáñame, hiéreme, sácame del dolor que me produjo Ciel. Solo tú puedes hacerlo.-

Claude besó la mano hasta la muñeca, un beso que hizo que Alois  sintiera su piel erizarse por la respiración del demonio. Pero cuando sus pequeños dedos se alojaron en la boca de Claude cualquier dolor se disipó, Alois estaba casi paralizado, mientras el mayordomo succionaba sus dedos con exacta presión, lo único que tenía en mente era que no quería que se detuviera.

-¿Qué deseas de mí?

El chico lo miró, su cabello desparramado le hacía sombra a sus ojos, sus mejillas le quemaban el rostro.  Claude vio detrás de la maraña de pelo fino y desordenado un par de ojos celestes como el mar que brillaban, entonces supo que lo que sentía el niño era verdadero y no un capricho, y si el no hubiera sido un demonio estaría orgulloso de esa devoción que Alois le profesaba. Tal vez lo habría amado, tal vez lo habría hecho feliz. 


-Claude- Susurró, conteniendo las lagrimas. -Ámame como nunca nadie lo hizo ni lo hará, aunque mañana me mates, aunque todo sea una farsa... -Dijo  con lágrimas atravesando sus sonrojadas mejillas, en una imagen  hermosa que Claude no pudo resistir, era como tener un verdadero ángel entre sus brazos, suyo-Aun a pesar de eso, yo siempre te seguiré amando.

Heme aquí, pensó Alois. Todos estos años  cultivando mi odio, formando mi venganza, han sido para que mi alma madure como una fruta que Claude tome y disfrute a su placer, bebiéndome.

No queda más que hacer.

Doy mi vida, por un segundo de su amor.

Soy feliz.

 

Alois se le hecho al cuello como un gatito, besando la sienes, la frente y las orejas de Claude. - Yo lo sabía, siempre lo supe. Me vas a cuidar ¿Verdad?

Claude  sintió el beso en la boca y, sorprendentemente, en el estomago, sintió que algo dentro se le removía. Raro pensó, de cierto modo le pareció agradable la sensación de las pestañas del niño en sus mejillas, el roce de la suave piel contra su fría tez. Los dientes de Alois se hincaron en sus labios y lo disfrutó, acarició el dolor y el sabor de su propia sangre.

Cuando Alois deslizó sus manos por el pecho de Claude se encontró con piel firme y fría bajo la camisa almidonada con más ansiedad que experiencia Alois desabotonó uno a uno los quince botones de su ropa.

Claude sabía cómo se llevaba a cabo el acto sexual, en sus antiguas vidas lo había practicado con algunas damas que así lo habían solicitado, incluso había tenido escarceos con jovencitos. Alois era definitivamente el más joven de todos. El único que había involucrado algún sentimiento de por medio, más allá del placer de la carne, Alois buscaba llenar todos sus espacios vacios, pero él demonio era humo, era vapor y podría suplir esas carencias, pero solo era un espejismo que se desvanecería.

-¿Te gusta Claude? Puedes hacer lo que quieras conmigo, soy tuyo.- Alois gimió y arqueó la espalda, abriendo las piernas de una manera obscena, su sexo adolescente erguido y palpitante. Desnudo en la cama asemejaba a aquellas virgencillas que aparecían en los cuadros. Sus vendas recién cambiadas se volvían a manchar de sangre.  Fricción, dolor, placer.

-El que juega con fuego se quema las manos, niño. Y yo seré el infierno para ti si así lo deseas.-  Le dijo, retirando sus guantes exquisitamente limpios, con su perfecto acento inglés.  Si iba a tener sexo con su amo, iba a dejar en claro quién tenía el dominio, favor, el jamás sería el sumiso.

Claude se inclinó, recostando a Alois en la cama mirando con sus aterradores ojos y lo besó. Primero suave y placentero que Alois gimió y se perdió en su amor, hundiendo sus dedos en el pelo del otro. Rogando por más,  pero luego fue fuego, tan caliente y doloroso que los labios del niño casi reventaron. Alois pataleó, su pequeño cuerpo aplastado por el peso de Claude, aun vestido con el pantalón negro.  La imagen de una mariposa acosada por alfileres se le vino a la mente.

- Dime que me amas. Te lo ordeno.- Le pidió contra su oído, un ruego, un gemido como el de un gatito desvalido.  

Alois se arqueó imposiblemente cuando una lluvia de besos cayó sobre su vientre, al lado de la herida, en su pecho, en el interior de los brazos. Gritó su placer cuando Claude le abrió las piernas hasta dejarlo expuesto, antes de acariciar cada zona de su cuerpo que pudiera causar placer. Alois se dejó llevar con los ojos cerrados por miedo a despertar de ese mundo onírico que le regalaba su demonio.  Claude lo estaba tocando, le estaba haciendo el amor de la manera más desesperada que podía.

Claude se tendió sobre él, las piernas de Alois abiertas bajo él. - Esto dolerá un poco,  pido las disculpas por causarle daño mi señor.- Alois empujó sus caderas contra la intimidad de Claude.

-Solo hazlo-

El mayordomo observó la escena,  sus cuerpos enlazados al punto de casi fundirse, y de pronto se dio cuenta que tenía sus manos aferradas a las de Alois y casi no podía evitar repartir besitos tiernos en el rostro sudado del niño que se quejaba de dolor por la intrusión. No podría detenerse, no quería hacerlo. De pronto el calor, Alois gimiendo contra su cuello aferrándose a aquella porción de piel que se le ofrecía para morder y besar. Claude no recordaba que aquello fuera tan excitante, no sabía que sentía Alois, pero su cabeza daba vueltas de un lado a otro, casi drogado, solo quería arremeter contra ese cuerpo que se retorcía de placer bajo su peso.  Cuando los dos se abrazaron más apretados, respirando en la boca del otro, la violencia entre sus cuerpos se hizo intolerable, y un movimiento brusco de Claude bastó para que su miembros palpitantes se rozaran y se movieran juntos, en un intento de conseguir terminar con la tortura de su carne.
Alois hundió el rostro en el cabello oscuro, y sintió su cuerpo vibrar por su propia voluntad en una explosión lenta y ondulante, que lo dejó sin fuerzas, cayendo al placer de un orgasmo severo y palpitante que los dejó sin aliento.

Alois se aferró a Claude y le dio un último beso, antes de sentir el peso de sus parpados y el dolor del costado que volvía a hacerse presente.

Claude, su peinado descompuesto, se levantó de la cama y tras verificar que las vendas siguieran en su lugar,  se dispuso a salir. En su respirar no había pisca de agitación, no había muestra de pasión. Alois, con su sexo palpitante contuvo apenas las lagrimas. Su orgullo destruido en cada paso que daba su mayordomo como si nada hubiera pasado.-

-Será mejor que se vista Dana-Sama- Claude, su caminar ligero, llegó hasta la puerta. - Traeré sabanas y vendas limpias.

Y como una ola de oscuridad, y frio le erizó la piel.

-No te vayas.- Lamió sus labios, el sello brillando patente.- Es una orden-  No podía dejarlo así, no después de ese beso que sabía a sangre y a muerte. Moriría, si. Moriría más pronto de lo pensado, pero debía asesinar a Ciel, destruirlo por quitarle a su hermano y a Claude. Alois estaba amarrado a él, de la manera más profunda posible. Más allá de la muerte, del odio y del amor. Más allá de la cordura y nadie podría romper esas cadenas. Nadie, ni Claude ni Ciel Phantomhive.

-Soy su esclavo hasta que llegue el momento, seré su sombra así lo desea, estaré en su cama si me lo pide, pero no lo amaré, porque los demonios no amamos ni odiamos, lo que la naturaleza creo así, no puede ser cambiado. Ahora duerma danna-sama. 

  Alois se despertó solo en su habitación, su enorme leche iluminado por la luz brillante del sol. Debía ser más de medio día. Como un príncipe se enderezó  desnudo, estaba limpio y su cama impecable.   Sabía que no era un sueño, su piel aún ardía desde dentro hacía afuera. No podía llamar a Claude porque su voz no salía, trataba de llamarlo en un grito mudo y desesperado de amor.  

Se levantó envolviendo se su chaquetita de tweed. Arrastrándose al primer piso.

Hannah lo vio venir, siempre con su mirada amable, siempre dispuesta a recibirlo. Escuchó el balbuceo de su niño, su Alois cayó sobre ella, rompiendo su promesa de no llorar, pero allí estaba ella, dispuesta a acunarlo entre sus pechos.  En sus mejillas cayeron lagrimas calientes de rabia, Alois apenas podía respirar y le rogaba con voz temblorosa.

- Llévame... Llévame con Ciel Phantomhive.

Sangre bajo un árbol, en esa cabellera de oro. Y un reguero escarlata en el suelo.

 

Die Ende.

 

 

 

Notas finales:

Canción de inspiración: Eat me, Drink Me, de Marilyn Manson. Denle una oportunidad.


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