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Palabras sin complejos por Tail End Charlies

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Notas del capitulo:

Gracias a Monkey, que me ha vuelto a decir parejas y palabras, y gracias a Cari (ELF) por su comentario (:

Se aceptan sugerencias.

Estantería

 

HeeMin

 

Heechul se había emperrado en que necesitaban otra estantería en algún lugar de la casa, en cualquier rincón donde cupiera. Lo esencial era que compraran una. Nadie le dijo que no, así que fue a un centro comercial cercano y adquirió una que requería montaje. De color negro, muy bonita.

 

El día que se propuso montarla, los demás, casualmente, tuvieron muchas cosas que hacer y con rapidez salieron de la casa.

 

La diva llevó la caja al salón y se sentó en el suelo con todo lo necesario para construir su precioso mueble. Sacó las piezas y las colocó delante suyo. Miró las instrucciones y no entendió nada. Las observó desde todos los ángulos posibles, pero sólo había dibujos, letras y números. Estos suecos debían creer que el comprador medio sabía leer jeroglíficos.

 

Oyó como la puerta de una habitación se abría y salía un soñoliento Sungmin, que no había tenido tiempo de huir.

 

—Minnie… — lo llamó Heechul con voz cantarina. Y el conejito se tragó varias maldiciones e insultos.

 

Después de comer algo y vestirse, se sentó al lado de la diva y cogió las instrucciones. Él tampoco entendió nada. Diez minutos después estaban por llegar a las manos.

 

—¡Ese tornillo es demasiado grande para que quepa ahí!

 

—¡Por Dios, la pieza 7 entre las piezas D y E!

 

—¡Ese destornillador no, el otro!

 

—¡Te digo que la 7 con la D y la E!

 

—¡Faltan tornillos! ¡Malditos suecos rácanos!

 

—¡Pero no ves que esa es la 2!

 

Acalorados de tanto gritar y desesperados porque no encontraban la pieza número 3, Heechul miró a su compañero, que se estaba peleando con las instrucciones, las cuales acabó rasgando por un lado.

 

El mayor se relamió los labios, miles de ideas cruzando por su lasciva mente. Qué pérdida de tiempo no haberse dado cuenta antes de los encantos del conejito; se veía adorable ruborizado.

 

—Sungmin.

 

—Dime — el menor se giró para mirar a Heechul y se encontró con los labios del mayor encima de los suyos.

 

Heechul empujó a Sungmin hasta que quedó recostado en el suelo, colocándose encima de él e introduciendo su lengua en la boca del menor, besándolo con urgencia y metiendo las manos por debajo de la camiseta del conejito, que abrazó al mayor, acercándolo y aumentando el contacto, gimiendo cuando sus miembros chocaron.

 

Cuando necesitaron aire se separaron y Heechul se sentó de nuevo, cogiendo dos piezas e intentando unirlas. Sungmin lo miró confuso, deseando seguir con lo que el mayor había interrumpido.

 

La diva lo miró, sonriendo como si nada.

 

—Debemos terminar esto.

 

Y Sungmin quiso clavarle un destornillador en un ojo.

 

 

 

Sujetador

 

KiHae

 

Sábado por la tarde. Kibum y Ryeowook se miraron y vieron en el otro que ambos tenían cara de cansados, y eso que aún no habían empezado.

 

Por culpa de un sorteo (que Kibum sospechaba que estaba trucado), a Wookie y a él les había tocado la limpieza semanal. Unos minutos antes los demás habían salido huyendo y los habían dejado solos con trapos y una fregona.

 

Suspiraron con pesadez y Ryeowook entró en una habitación y Kibum en la otra. Nada más entrar se acordó de los que dormían en ese cuarto; ¿es que ni siquiera podían hacer su propia cama?

 

Se acercó primero a la de su amado Donghae. Amado, pero en ese momento lo odiaba mucho. Colocó las sábanas y el edredón y ahuecó la almohada. Miró satisfecho el resultado, percatándose de que quedaba un bulto. Intentó alisarlo con la mano, pero se dio cuenta de que ahí había algo blandito.

 

Sin deshacer del todo la cama, metió la mano y sacó un ¿sujetador? Miró la prenda, y aunque no era experto en lencería femenina, decidió que era muy feo; rosa, lleno de puntillas y encaje. Pero con unas copas generosas. Miles de razones para que hubiera un sujetador en la cama de su chico le pasaron por la cabeza, pero sólo una iba sacando ventaja a las demás: Donghae se había acostado con una chica.

 

¿Cuándo? ¿Cómo? ¿De verdad el pececito había sido capaz de algo así? ¿Ahora Kibum era un cornudo?

 

Soltó tal palabrota que las orejas de Ryeowook temblaron.

 

Ya anochecía cuando llegaron los chicos, viendo que la casa había quedado impoluta, viendo que Kibum estaba de pie, en la entrada, echando humo.

 

—¡¿Con que puta pechugona me has puesto los cuernos?! ¡Infiel!

 

Y le lanzó el sujetador a la cara, Donghae, aún sin poder reaccionar. El pececito, que no sabía a qué venía ese arranque tan poco propio de Kibum, recogió el sujetador que había caído al suelo y lo miró con atención; qué feo era.

 

—¡Lo he encontrado en tu cama! ¡¿No vas a decir nada?! — Donghae abrió la boca, pero Kibum no le dejó hablar — ¡Y encima la traes aquí, delante de mi cara! ¡Qué poca vergüenza!

 

El resto miraba la escena entre divertidos y preocupados, sin saber si sería bueno intervenir. Entonces el líder carraspeó y cogió el sujetador con la cara rojísima.

 

—Esta mañana Kangin pensó que sería divertido que me lo pusiera y que sería divertido hacerlo en la cama de Donghae — dijo con voz débil. Kangin no sabía dónde meterse.

 

Un silencio tenso se instaló en el grupo, Heechul sonriendo, viendo la escena con diversión. Decidieron que lo mejor era irse y dejar solos a Kibum y Donghae, el menor abochornado por la escena que había montado por nada.

 

—Pensé que confiabas en mí — susurró el pececito, dolido.

 

—Lo siento, yo no… Es que encontrar eso en tu cama… — Kibum no sabía qué decir para excusarse y no quedar como un celoso desquiciado.

 

Se acercó a Donghae y lo abrazó, repitiéndole una y otra vez que lo sentía. El pececito apretó el abrazo y le besó en la mejilla.

 

—La próxima vez pregúntame, anda, nos ahorraremos montar un show gratuito.

 

Kibum sonrió, decidiendo que la próxima vez mataría a cualquiera que utilizara la cama de su chico para algo que no fuera dormir.

 

 

 

Peluca

 

KyuTeuk

 

Si de verdad fuera el evil maknae, no lo mangonearían de esa manera. Kyu, cómprame esto; Kyu, necesito lo otro; Kyu, ya que sales ve y tráeme lo de más allá. Estaba del “Kyu” hasta los mismísimos.

 

Salió del supermercado cargado de bolsas. ¿Había algo para él? No, claro que no, tres bolsas llenas de caprichos para todos los demás. ¿Acaso era la criada de Super Junior?

 

Pateó una lata tirada en el suelo y se dirigió a casa despotricando contra doce personas, farfullando incoherencias e ignorando a la gente que se lo quedaba mirando. Ya veía los titulares: “Cho Kyuhyun ha pasado al lado oscuro de la locura”. Su puta madre.

 

Se paró en un paso de peatones y miró al frente, quedándose estático ante la que decidió que era el amor de su vida; una chica alta, delgada, con el pelo castaño recogido en una cola al lado de la cabeza, vaqueros estrechos de color azul claro y una camiseta de manga corta, blanca.

 

Se quedó embobado, le parecía muy hermosa. Pero el caso era que su perfil le sonaba muchísimo, y el que la gente no dejara de cruzarse dificultaba el que pudiera verla bien.

 

La siguió, necesitaba hablar con ella, saberlo todo de ella. Un solo vistazo había bastado para que su corazón latiera furiosamente. Pero en un despiste la perdió de vista, y aunque miró y remiró, no la volvió a ver.

 

Apesadumbrado, se dirigió a casa, esta vez balbuciendo incoherencias sobre algo relacionado con la mala suerte. Abrió la puerta y entró. Se dirigió a la cocina y dejó allí las bolsas.

 

—Hola, Kyu. ¿Acabas de llegar?

 

Reconoció la voz del líder y se giró. Casi se muere de la impresión: ¿Por qué Leeteuk iba vestido igualito que la chica de antes, el amor de su vida?

 

—¿Has salido así a la calle? — preguntó el maknae, aún incrédulo. El líder miró su indumentaria y sonrió un poco avergonzado. Se quitó la peluca y la dejó encima de la mesa, ahuecándose su propio pelo.

 

—Sí, es que me apetecía pasar desapercibido, que no me reconocieran, ya sabes.

 

No supo cómo reaccionar cuando Kyuhyun se abalanzó sobre él y lo abrazó, rodeándole el cuello.

 

—Es mi deber informarte de que eres el amor de mi vida — comentó Kyuhyun mientras se pegaba todo lo posible a LeeTeuk, que le pasó los brazos por la cintura.

 

—Idiota maknae, ¿hasta ahora no te das cuenta?

 

 

 

Piruleta

 

SiHyuk

 

La primera vez que vio a Eunhyuk con los labios tan rojos pensó que se los había pintado con barra de labios. Pero le pareció extraño, ya que Hyuk no hacía esas cosas. Restándole importancia, siguió a lo suyo.

 

La segunda vez se fijó mejor y decidió que se veía demasiado natural para que fuera pintalabios, pero fuera lo que fuera, le hacía unos labios muy jugosos y apetecibles. Se veían de un rojo muy tentador, para darles un muerdo.

 

Para la tercera vez lo hizo; se acercó a Eunhyuk, mordió levemente sus labios y luego los acarició con su lengua, sólo por probar, notando un leve toque a fresa. Pero le apetecía comprobar si su boca también sabría igual, así que introdujo su lengua, sólo por probar.

 

Y Hyuk que no sabía dónde meterse, porque todo eso lo había pillado desprevenido, y lo que para un observador externo habían parecido largos segundos, para él habían sido excitantes milisegundos. Así que dejó que la lengua de Wonnie se paseara por su boca, recorriéndola y saboreándola a su gusto, dejando que encontrara a la suya y la recorriera también.

 

Cuando se separaron, Siwon lamió sus propios labios, comprobando satisfecho que el sabor de Hyuk se le había pegado.

 

—Eres mi chico fresa — dijo, divertido.

 

Unos días después descubrió el secreto del monito: piruletas, piruletas de fresa. Eunhyuk las comía casi cada día.

 

Levantó la vista y vio a Siwon tendiéndole una bolsa pequeña de plástico. Hyuk la cogió y la abrió un poco temeroso, a saber que podía salir de allí. Pero no era nada peligroso, dentro de la bolsa había como unas cincuenta piruletas, todas de fresa.

 

Eunhyu lo miró confuso.

 

—Para que nunca dejes de ser mi chico fresa.

 

 

 

 

 

Bolígrafo

 

YeWook

 

Fue un resbalón tonto: tan pronto estaba bailando en mitad de un ensayo como en el suelo porque había pisado mal. ¿El resultado? Un esguince en la muñeca derecha, con lo cual iba a estar un tiempo sin poder usar la diestra. Lo que lamentó fue que no podría saltarse los ensayos.

 

Pero Yesung no era de esos a los que se les tenía que hacer todo, así que se las arreglaba bastante bien, aunque no era zurdo y a veces le costaba hacer lo más simple.

 

Pero el que peor lo estaba pasando con esa situación era Wookie. Y es que el que Yesung sólo pudiera utilizar una mano y con sus limitaciones, condicionaban sus momentos… íntimos. Porque no era lo mismo acariciar bien con dos manos que hacerlo con una y de forma vacilante.

 

Así que Ryeo tenía que utilizar su propia diestra, pero no era lo mismo.

 

Cierta tarde se fijó en los garabatos que los demás habían escrito en la venda que llevaba Yesung. Él también había grabado alguna cosita, pero decidió añadir una más. Cogió un bolígrafo y con esfuerzo (era complicado escribir con algo que no fuera un rotulador encima de una venda) escribió lo que le rondaba por la mente desde que Yesung tuvo su tropiezo.

 

Mi amado Ye-Ye: Mi mano derecha está bien, pero la tuya me hace delirar. Recupérate pronto o moriré de abstinencia. Tu amado Wookie.

 

Yesung lo leyó un par de veces, un tanto incrédulo.

 

—¿Sólo me quieres para eso? — el menor sonrió, negó con la cabeza y lo besó.

 

Y mientras se alejaba, Ye miró hipnotizado como Ryeo movía sus caderas al andar. Luego desvió su mirada hacia su mano izquierda, pensando que debería empezar a practicar con la zurda.


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