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La "damas" de la noche por hatsumiyo momichi

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Notas del capitulo:

inspiracion....

"but its better if you do" de Panic! at the disco.

es TAN las vegas cabaret XXXD

 

 

Yukio Okumura estaba sentado en un café de la cuidad, con una taza de té frente a él, completamente fría. Estaba mirando por la ventana, mirando a la nada, dejando que las saladas lágrimas corrieran por sus mejillas.

 

-Señor, necesita algo más?- la preocupada camarera lo había estado mirando desde hace horas, observando como Yukio lloraba en silencio desde que compró el té para que no lo echaran. El pelinegro la miró apenas, y negó con la cabeza, notando que le comenzaba a doler la cabeza de tanto llorar. La camarera esperó unos momentos antes de marcharse a atender a otro cliente, aún preocupada por el apuesto muchacho de gafas. Ya hacía dos semanas que Yukio no paraba de llorar de esa forma, perdiendo su mente en el espacio, intentando recordar a su hermano para no perderlo del todo. Ya hacía dos semanas que casi no dormía de tanto buscar y buscar por todos lados, hasta en los lugares más inesperados a su hermano, sin resultados. Ya hacía dos semanas que su hermano gemelo Rin había desaparecido, y simplemente no sabía donde podría estar. Se sacó las gafas por unos momentos, secando sus enrojecidos ojos celestes con una servilleta, mirando por la ventana a pesar de no ver demasiado bien. Un muchacho al otro lado de la ventana se lo quedó mirando fijamente, y luego entró corriendo al café. No le dio demasiada importancia, y decidió secar sus empañadas gafas con la misma servilleta. 

 

-¡¡¡Tú!!!- escuchó un grito junto a él, y volteó su rostro para ver quien era el que hacía ese alboroto. A pesar de no tener puestas sus gafas pudo ver claramente al muchacho parado junto a él. Tenía el cabello castaño y unos mechones rubios al medio de aquella maraña de pelo. Tenía piercings en sus orejas, y lo miraba ruborizado y sorprendido. -¡¿como lograste escapar?!- Yukio se volvió a poner sus gafas y lo miró atentamente.

 

-¿Disculpa? ¿Acaso nos conocemos?- le preguntó seriamente.

 

-¿Qué?- a Ryuji le sorprendió de sobremanera que el muchacho de la casa de putas le preguntara si se conocían… más aún se sorprendió de que había logrado escapar. –¿no me recuerdas?- lo miró confundido de pies a cabeza, notando que de hecho lucía muy diferente. No tenía moretones en su rostro, ni rasguños. Tampoco tenía la mirada adolorida del muchacho pelinegro que él conoció… más bien su mirada lucía triste por algo. Yukio pareció entender algo, pues abrió los ojos de par en par.

 

-¿¡Conociste a mi hermano!?- le preguntó a gritos, levantándose de su asiento. Ryuji se llevó una mano a la boca, pues había quedado anonadado. –Mi hermano gemelo… ¿lo conociste?- Lo agarró de los hombros con fuerza, intentando sacarle las respuestas bruscamente.

 

-Creo que si…- murmuró el otro, mirando fijamente a Yukio, notando que también era muy lindo. Se ruborizó por tenerlo tan cerca, y Yukio lo notó, ruborizándose también.

 

-¿D-donde? ¿Cuándo?- Yukio lo dejó ir, y le hizo una seña para que se sentara frente a él. 

 

-hace un par de días…- Ryuji notó que si ese muchacho resultaba ser hermano del otro… pues no le agradaría saber como fue que lo conoció.

 

-¿un par de días? Mi hermano desapareció hace unas semanas… por favor dime donde lo viste! Está él bien?- Yukio no sabía por donde empezar el interrogatorio. Jamás esperó que después de tanto buscar una pista sobre el paradero de su hermano, acabaría llegando alguien que lo sabía todo mientras él tomaba un té. 

 

-Él… pues…- Ryuji se decidió a decirle la verdad, o al menos parte de ella. –Alguien lo debió secuestrar…- murmuró.

 

-un día desperté y él ya no estaba en casa… pensé que se había marchado, ¿por qué crees que lo secuestraron?- Yukio de hecho si había pensado que talvez alguien se había llevado a Rin… pero no lograba pensar en alguien que conocían que sería capaz de algo así. 

 

-escucha… te diré algo que no querrás oír…- intentó preparar a Yukio para que no le sorprendiera de sobremanera la noticia. –Él está amarrado en una cama… en un prostíbulo… alguien debió llevarlo hasta allí, y no lo dejan salir. Él esta herido, pero no de gravedad.- era imposible lograr que la mala noticia no sonara extremadamente horrible. Yukio solo se lo quedó mirando, con una extraña mirada en su rostro, entre sorprendido e incrédulo.

 

-¿estas bromeando conmigo? Si es así, te juro que te arrepentirás del día que tu madre te parió…- Sus ojos quemaban con una creciente furia e impotencia, sin saber que hacer ante la situación.

 

-Es verdad. No estoy bromeando, yo lo vi con mis propios ojos… debes creerme.- Su mirada seria y preocupada acabó por convencer a Yukio, quien agarró su propia cabeza desesperadamente, comenzando a llorar a débiles gemidos, sintiendo el dolor de su hermano perdido que sufría en algún lugar de esa sucia cuidad. –Calma… lo vamos a rescatar.- Ryuji se levantó de la mesa y se sentó junto a Yukio, poniendo una mano sobre la espalda de este para consolarlo. Yukio comenzó a llorar con más desesperación, agarrándose de Ryuji, apoyando su cabeza en su pecho. Ryuji se quedó estático, y comenzó a acariciar la cabellera negra de Yukio, ruborizado por el calor de las húmedas lágrimas de Yukio y su cercanía. Sentía como si ese muchacho pelinegro que fue protagonista de su primera vez, fuera el chico que lloraba en sus brazos. Imaginó que el muchacho de ojos azules y tristes era quien se aferraba de su polera, y con esto abrazó con fuerza a Yukio sin poder evitarlo, llevando su nariz a sus negros cabellos. Inhaló despacio, pasando sus dedos a través de los sedosos cabellos. Besó su cabeza con cuidado, abrazándolo contra su pecho. Ya no sentía los espasmos del llanto del pelinegro. Yukio se había ruborizado mientras su llanto moría de a poco. Se alejó de Ryuji rápidamente, mirándolo a los ojos, y este lo miró de vuelta. No le pidió perdón por lo que había hecho ni le dijo nada. Tan solo miró la mesa decepcionado al notar que no era el muchacho de cabellos negros que él quería abrazar, sino su hermano. Yukio sintió lo que había hecho como algo muy dulce, y se lo agradeció en secreto por darle algo más en que pensar. Después de todo, el castaño era bastante lindo. –Lo vamos a rescatar.- volvió a repetir Ryuji, convencido de que eso era lo que más deseaba hacer en el mundo, y de que lo lograrían a toda costa. 

 

-Dime donde está.- demandó Yukio, agradecido de que el otro se ofreciera para ayudar, pero decidido a ir de inmediato a ver el lugar donde se encontraba.

 

-Es peligroso… hay un demente que lo tiene allí atrapado y creo que es muy peligroso. Será mejor no ir de inmediato, esperemos hasta que tengamos un plan.- Ryuji pudo ver las desesperadas intenciones de Yukio y decidió frenarlo. Después de todo, tan solo pensar en los extraños y fríos ojos de aquel hombre de cabellos azules lo hacía estremecerse de miedo. 

 

-Esta bien… también creo que debe ser peligroso… quiero decir, todos los prostíbulos son ilegales, y deben de tener más de algún guardia que esta preparado para matar si es necesario. Ningún imbécil puede tener un prostíbulo, deben estar preparados para todo.- Yukio hablaba pensativo, planeando el rescate en su mente mientras conversaba con el muchacho castaño. –A propósito… ¿como te llamas?- miró a Ryuji fijamente, ruborizándose ligeramente por la trivialidad d la pregunta… pero si iban a estar juntos en esto, debían al menos saber eso.

 

-Ryuji Suguro… pero mis amigos me dicen Bon.- Ryuji en realidad jamás había tenido un amigo que lo llamara Bon, pues jamás había llegado a conocer a alguien lo suficiente como para permitirles llamarlo así. Ese sobrenombre se lo había puesto su madre, y ella lo llamaba así cuando estaban solos. 

 

-yo me llamo Yukio okumura.- Bon le sonrió amistosamente, y de pronto se le vino una pregunta  a la mente que no podía evitar preguntar.

 

-y… como dijiste que se llamaba tu hermano?- 

 

-… Rin.- Le sorprendió un poco que Ryuji no supiera el nombre de su hermano, pero no le dio mayor importancia. 

 

 

 Estaba oscureciendo cuando Ryuji llegó a su casa, y su padre estaba esperándolo en la cocina. Estaba fumando un cigarrillo y bebiendo Whisky, y la única luz encendida en toda la casa era la de la cocina.

 

-Padre…- Ryuji no pudo evitar asustarse un poco al ver a su padre bebiendo solo en la cocina. –… ¿y mamá?- 

 

-Esa bruja está durmiendo… no le des importancia, vamos a salir esta noche tú y yo.- El padre dejó el vaso sobre la mesa y apagó el cigarrillo en el cenicero de vidrio que tenía frente a él. Se levantó de la mesa y agarró su abrigo. –Vámonos.-

 

-¿Adonde?- Ryuji estaba un poco cansado, pues había recién llegado a la casa, y no tenía demasiadas ganas de salir.

 

-Iremos a “Sweet scent”.- y con esto hizo a un lado a su hijo para abrir la puerta y esperarlo afuera. A Ryuji no le sonaba el nombre, pensó que talvez hablaba de alguna tienda de dulces que no conocía. Pero, ¿para qué compraría su padre dulces? Y entonces lo recordó.

 

-¡hoy es el aniversario de su boda!- a veces era Ryuji quien le recordaba a su padre sobre el aniversario de matrimonio, y le sorprendió que este año él mismo se había olvidado. –Supongo que le comprará chocolates para pedirle perdón por haberlo olvidado…- lo que él no sabía, era que eso era justamente lo más alejado de la verdad. Salió a la calle, persiguiendo a su padre, y juntos dieron vuelta a esquinas, recorrieron calles y callejones, y parecían no llegar nunca. De pronto se dio cuenta de que conocía las casas que veía. Comenzó a desacelerar su caminata, mirando a su padre con desprecio y horror. “Vamos al prostíbulo. “Sweet scent” es el nombre del prostíbulo…”  pensó entonces, intentando memorizar las casas para volver por su propia cuenta en el futuro. 

 

-Llegamos.- dijo el padre, y tocó la puerta tres veces como era la costumbre. Esta vez, alguien en el otro lado de la puerta corrió una rejilla por donde solo se veían sus ojos y lo miró por un rato. Pronto abrió la puerta, pero Ryuji se sorprendió a ver que no era la misma mujer fea del otro día… más bien la persona que les abrió era un hombre grande que asemejaba a un gorila gigante. Los invitó a pasar, mirando hacia todos lados para asegurarse de que nadie sospechoso venía tras ellos.

 

-¿Padre… tienes idea de que día es hoy?- Ryuji intentó recordarle a su padre su propio aniversario, pero el hombre le hacía oídos sordos. 

 

-tengo ganas de joder a la misma rubia de la otra vez…- Sus ojos brillaban con deseo y su maliciosa sonrisa no se escondía. Llegaron a la puerta que daba con el gran salón lujoso que a Ryuji le había parecido una mansión, pero esta vez no había ningún señor Johan que los guiara. Más bien había dos hombres musculosos resguardando la puerta, quienes los dejaron pasar. Ryuji quedó boquiabierto. Recordó lo que le había dicho Johan la primera vez que lo vio: “Deberías verlo cuando está repleto de hombres y las chicas bailan en el escenario”. Y vaya que tenía razón. Aquel gigantesco salón estaba repleto de hombres bebiendo, fumando, y sus risas revoloteaban por todos lados como ruidosas y alegres mariposas, mientras varias chicas, algunas en el escenario y otras entre la muchedumbre, bailaban sensualmente abanicándose entre ellas con grandes plumas de colores claros. Las llamativas plumas no lograban atraer toda la atención, pues las bellas muchachas estaban semidesnudas, y sus sensuales bailes cautivaban hasta a los más serios hombres de oficina. La música sonaba fuerte, una mezcla de piano y talvez unas lindas trompetas… era demasiado para Ryuji, pues el exceso de movimiento y cosas por ver ya lo tenían medio mareado. El padre lo agarró por el hombro y acercó su boca a su oído para decirle algo. –Yo iré a beber algo y luego compraré a la puta… tú diviértete por aquí, si quieres pasar un rato con una muchacha solo hazlo, yo pagaré después.- El hombre le dio unas palmadas en la espalda y desapareció rápidamente en dirección del bar, donde unas cuantas chicas con ropa interior roja divertían a un grupo de empresarios de aspecto asiático. Ryuji intentó recordar la puerta por la cual había ido la última vez… la puerta en el segundo piso que llevaba a la cama de Rin. Subió la escalera tapizada con una alfombra roja, y le pareció reconocer la puerta. Unos de los hombres cerca de él con el uniforme de los guardias se le acerco.

 

-¿Qué desea señor?- le habló fuertemente y de golpe, asustando un poco a Ryuji.

 

-hay un chico… Quiero pasar un rato con él.- Asumió que si se podían comprar a las chicas, también se podría comprar al chico de cabellos negros. El hombre le sonrió burlescamente.

 

-no tenemos muchos clientes como usted… pero sin duda son muchos más de los que uno esperaría. Venga conmigo.- y lo guió hasta otra puerta donde le hizo una seña para que esperara afuera. 

 

-ustedes! Vengan acá asquerosos perros.- El gran hombre les ordenó a un grupo de muchachos que estaban esperando tristemente a que algún hombre pervertido los comprara por la noche. Los habían bañado hace poco, y también les habían dado algo de comer. Pero ni siquiera el mejor festín sería suficiente para distraerlos de su horrible fortuna. Estaban vestidos apenas con una bata de seda roja que les llegaba un poco más abajo de los glúteos, a pesar de que afuera hacía frío. Los muchachos se levantaron del suelo, otros de una cama vieja, y fueron hasta el gran hombre. Pónganse en línea, tenemos un cliente.- esta era la rutina cuando venía un cliente nuevo que no conocía a los chicos. De esa forma decidían cual era más de su agrado, y de paso recreaban la vista un rato. El hombre abrió la puerta e hizo pasar a Ryuji, quien tímidamente se adentró al maloliente cuarto. Se ruborizó al ver a tantos chicos semidesnudos, y se horrorizó al notar que había a lo menos cinco chiquillos que no alcanzaba a tener seis años de edad, quienes lloraban en silencio antes de tiempo. Utilizó toda su fuerza de voluntad para mirarlos a todos, e intentar identificar al chico de cabello negro y ojos azules. Pero por más que los miraba no lo encontraba. 

 

-Señor… falta uno.- no sabía si esto era lo más astuto que podía decir, pero el tipo lo miro fijamente sin sospechar o sorprenderse en absoluto. 

 

-¿cual falta?- la pregunta iba dirigida a los niños. 

 

-Falta Rin… el de pelo negro.- habló un muchacho rubio de ojos celestes, quien miraba a todo el mundo como si deseara arrancarles la cabeza. A Ryuji le intimidó su mirada desquiciada, y miró para otro lado. Había otros muchachos de cabellos negros en el grupo, pero el guardia sabía perfectamente a quien se refería. Él mismo había tenido el privilegio de disfrutar de sus servicios a escondidas, pues no tenían permitido intimar con la mercancía. Pero a nadie le importaba realmente que los guardias violaran a las putas, así que todos sabían que el guardia se había acostado con Rin.

 

-¿está con un cliente?- 

 

-Si.- murmuró otro, quien tenía el cabello color cenizas azuladas, y sus ojos eran profundos como el mar. –Pero ya va a cumplir una hora desde que salió.- la mayoría de los muchachos le tenían cariño a Rin, más que nada por que la mayoría de los hombres que venían lo pedían a él para saciar sus deseos, dejándolos a ellos completamente a salvo y libres. Pero ese mocoso parecía odiar a todo el mundo tal como el rubio, y a pesar de ser muy lindo, era molestoso estar en su presencia.

 

-Si desea puede esperar un momento…- dijo el grandote, dirigiéndose a Ryuji. –le dejaré esperar en el cuarto, no debería tardar mucho.- y dicho esto lo condujo hasta afuera, y luego a una de las habitaciones libres, donde lo dejó entrar y lo dejó a solas. Ryuji volvió a sorprenderse ante los excesivos lujos de las habitaciones para clientes, notando que era idéntica a la que conoció la primera vez. Dedujo que lo más probable era que todas las habitaciones fueran iguales. Se sentó en la cama, observando todo el cuarto, intentando encontrar cámaras de seguridad con la mirada… intentando imaginar como sería escabullirse por la puerta y arrancar con Rin en sus brazos. Se puso a pensar en Yukio, y en lo que habían conversado en la tarde.

 

-Por lo que veo tú conoces ese lugar por dentro…- le había dicho Yukio, ruborizándose al imaginar la razón de por qué conocía la casa de putas por dentro. El pelinegro lo había llevado hasta su casa, una modesta casita que les servía de refugio a él y a Rin… aunque ahora parecía estar hueca y vacía a causa de la ausencia de la risa de Rin. –debes intentar volver allí, y recorrerlo lo más que puedas. Debemos hacer una especie de mapa para saber donde queda cada salida, entrada, puerta, ventana y todo lo necesario.- A Ryuji le había fascinado  la seriedad con la que Yukio planeaba cada paso, quedándoselo mirando fijamente a ratos, provocando la vergüenza y desconcentración del otro de inmediato. Sus pensamientos fueron esfumados completamente cuando notó que la puerta se abría, dejando entrar a un cuerpo frágil y blanco, cubierto con una bata roja de seda muy seductora. El chico entró en la habitación cabizbajo, casi al borde de las lágrimas, y caminaba apenas derecho a causa de un punzante dolor que sentía en su ano. Tímidamente decidió darle una rápida mirada a quien sería su sexto violador de la noche, levantando su azul mirada del suelo. Se encontró con los tristes ojos del muchacho castaño. No supo si esa era una buena noticia, o si simplemente venía a repetir lo del otro día.

 

-Buenas noches.- Dijo tímidamente, repitiendo lo que le decía a cada uno de sus clientes.

 

-Rin…- murmuró Ryuji casi al borde de las lágrimas al ver al otro en tan mal estado. Los moretones abundaban en todo su frágil y débil cuerpo, y tenía frescos rasguños en sus piernas que sangraban tímidamente. El pelinegro se sorprendió de que el otro supiera su nombre, y se lo quedó mirando extrañado. –conocí a Yukio… te sacaremos de aquí.- Fue todo lo que le dijo, y Rin comenzó a Llorar calladamente.

 

-Yukio… Yukio, hermano… ¿está él bien?- 

 

-Está bien. Solo está preocupado por ti.- le dijo sonriéndole, y Rin fue hasta él para que hablaran más calmadamente. 

 

-Gracias… ¡Gracias!- Rin abrazó a Ryuji, olvidando por completo lo que le había hecho el día que se conocieron. –Dile que estoy bien… es doloroso… pero dile que aguantaré hasta que venga por mi.- Ryuji sintió su cercanía como algo muy doloroso, sintiéndose miserablemente culpable por lo que le había hecho.

 

-por favor perdóname.- susurró calladamente, dejándose abrazar por el entusiasmado chico. Rin levantó la cara y quedó a centímetros del rostro de Ryuji, mirándolo de cerca atentamente. Ryuji lo miró de vuelta sintiendo un incontrolable impulso de besar aquellos labios que tenía tan cerca…

 

-No importa… Fue culpa de Johan, no fue tu culpa.- Dicho esto, Ryuji no pudo evitar dejar caer unas arrepentidas lágrimas. –Te perdono… no llores.- A Rin le extrañaba que el castaño estuviera llorando, pero pensó que talvez se había sentido pésimo por violarlo… aunque había sido la violación menos dolorosa que había tenido desde hace tiempo. Ryuji le devolvió el abrazo, atrapándolo contra su cuerpo sin dejarlo escapar.

 

-No dejo de pensar en ti…- Rin se ruborizó, apoyando su cabeza en el pecho de Ryuji, sintiendo el dulce aroma de su perfume masculino. –Digo… en lo que te hice.- Se dio cuenta de que estaba siendo impulsivo, y dejó ir a Rin, avergonzado. –Lo siento.- musitó, poniéndose rojo como un tomate mientras Rin lo miraba curiosamente. 

 

-¿Pagaste por una hora?- le preguntó el pelinegro, acostumbrado a la vida de prostituto. 

 

-Pues… mi padre pagará… yo no dije cuanto tiempo estaré aquí.- Ryuji se dio cuenta de que le provocaba extrañas mariposas, y una molestosa incomodidad estar a solas con Rin, siendo que el pelinegro estaba tan sensualmente vestido. Rin se dio cuenta de la forma con la que lo miraba.

 

-Es muy caro lo que cuestan los chicos aquí… deberías aprovecharme para no perder tu dinero.- Rin miraba hacia otro lado, pensando en que talvez Ryuji si deseaba acostarse con él a pesar de todo… estaba avergonzado de que la persona que lo iba  a salvar tuviera que malgastar su dinero. Ryuji meditó esto unos momentos, mirándolo de pies a cabeza. Se acercó a él con lentitud, y acarició su rostro suavemente con las yemas de sus dedos, delineando sus labios con su pulgar. Acercó sus labios a los del pelinegro, y rozó ambas bocas delicadamente, sintiendo como el rubor quemaba sus tiernas mejillas al hacer esto. Lo besó con ternura, con cariño, haciendo un húmedo sonido al abrir su boca levemente para apresar los labios del otro dentro de esta. Rin se quedó estático, sintiendo deliciosas mariposas en su estómago, y más abajo… hizo un débil gemidito antes de poner sus brazos alrededor del cuello de Ryuji, abriendo su boca para dejar la lengua del otro entrar libremente. Ryuji lo sostuvo de las caderas, rozando su espalda con sus inquietas manos, abrazándolo contra él para hacer el beso más insistente. Pronto ambos chicos jadeaban húmedamente por aire, besándose mojadamente, sintiendo el aliento caliente del otro en el rostro. De pronto Ryuji lo dejó ir de golpe, alejándose de él, con una mano sobre su boca.

 

-Perdóname… ¡¿que es lo que estoy haciendo?!- dijo ruidosamente, sus mejillas quemándole como si fuera fiebre. Rin estaba avergonzado del delicioso beso que habían compartido, sintiendo un ardor en todo su cuerpo. Desde que había comenzado a acostarse con hombres en ese lugar, jamás había sentido algo así al tener a otra persona besándole los labios… Sentía que no quería que se detuviera, a pesar de que aún sentía el dolor del contacto físico en su cuerpo, en especial en su maltratada entrada. –Soy un desgraciado…- Ryuji se agarró la cabeza desesperadamente, sintiéndose miserable una vez más. –Perdóname… me voy, no quiero seguir lastimándote.- se dirigió hasta la puerta, pero Rin lo detuvo. 

 

-¡No te disculpes!- Ryuji lo miró sorprendido, notando lo rojo que estaba su rostro. –No es como si no me hubiera gustado...- Rin miró al suelo, sin dejar que Ryuji viera su rostro. Ryuji sonrió tímidamente. –No me has dicho tu nombre.- Rin decidió dejar ir a Ryuji a cambio de su nombre. 

 

-Me llamo Ryuji. Te sacaremos de aquí.- Y dicho esto salió de la habitación, dejando atrás a Rin.


Notas finales:

sugerencias de personajes??? opiniones????????????

 

sigamos!!!!


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