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Mi deseo es... por Angel del Diablo

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Notas del fanfic:

Los personajes son de Kishimoto-sensei. Yo solo los tomo prestados para mis ideas tontas xD

Cualquier parecido con otra historia o con sucesos de la vida real es pura coincidencia xD

Notas del capitulo:

Primer capi!!! espero que les guste!! tardaré con la conti porque llevo dos fics a la vez y la uni me quita mucho tiempo :(

 

-Ya no te soporto. No te aguanto más, no quiero saber más de ti. –Naruto se quedó quieto, sin moverse. No supo qué decir. Por eso, no evitó que el pelirrojo se alejara de él. Se quedó allí solo, de pie en medio de la sala, mientras al otro lado del teléfono hacía rato que se oía la señal de que la llamada se había cortado.

Al cabo de lo que le parecieron horas por fin pudo colgar el auricular. Oyó entonces un ruido, como un siseo seguido del sonido que hace un estómago al arrastrarse. Se giró despacio, con miedo y vio una enorme serpiente, con la cabeza más grande que él mismo, que alzaba parte de su cuerpo, preparándose para atacar.

Por alguna razón, en lugar de morderle, empezó a hablar. Con voz distorsionada dijo: “ya no te soporto”. Lo repetía sin descanso una y otra vez, mientras las palabras caían a su alrededor, blancas y pesadas, y empezaban a llenar la extraña habitación, en la que solo estaban el rubio, la serpiente, el teléfono y las palabras.

Naruto se dejó caer al suelo de rodillas y se tapó los oídos para tratar de que aquellas palabras desaparecieran.

 

-Por favor… por favor… –suplicaba aterrado. La serpiente, que pareció sonreís, se cayó y, en un instante, se tragó a Naruto de un bocado.

 

 

-¡AHHHH! –gritó el rubio, sentándose en la cama con un respingo. Sudaba copiosamente y estaba mortalmente pálido.

 

-¿Naruto? ¿Estás bien? ¿Qué ha pasado? ¿Has vuelto a tener una pesadilla? –miró a su hermano, que dormía a su lado en la pequeña cama gemela a la suya. Solo atinó a asentir. El silencio que los envolvió era roto solo por el sonido de las olas del mar, que rompían al otro lado del balcón.

 

-Siento mucho haberte despertado Deidara –susurró una voz aguda y medio estrangulada, que era una burda imitación de la del menor de los hermanos. El mayor sonrió y le acarició la cabeza:

 

-No pasa nada. No te preocupes, verás como aquí logras olvidarte de ese estúpido y de lo que te hizo. –Naruto asintió de mala gana y se levantó.

 

-Voy a salir un rato a la terraza. Tú duérmete otra vez –pero no obtuvo respuesta, solo el suave ronquido que le indicaba que su hermano volvía a dormir. Meneó la cabeza y se puso unas chanclas. Después abrió un poco la terraza y salió, volviendo a cerrar para que el ruido no despertara a su hermano.

 

El hotel en el que estaban era muy curioso: tenía un precio asequible porque era solo de dos estrellas, las habitaciones eran muy pequeñas, con dos camas, armario, espejo y poco más; el ascensor solo podía con 4 personas pequeñas (o 2 grandes) y las maletas tenían que subir solas. Y, sin embargo, era el más solicitado de toda la zona. ¿La razón?: que la gente que tenía la habitación en la primera planta podía tirarse directamente al mar (si no fuera peligroso y estuviera prohibido). Sin embargo, desde la cafetería había unas escaleras por las que se podía bajar directamente a la playa. Naruto se apoyó en la barandilla llena de arena y miró hacia el mar. Desde el cuarto piso (donde él se hallaba) había una altura considerable como para pensar en saltar, pero eso hacía también que tuvieran una vista maravillosa. El agua reflejaba las luces del paseo que había a la izquierda, que estaban encendidas a pesar de ser ya muy tarde. A la derecha había más edificios y un mirador, por lo que esa parte del mar estaba oscura como boca de lobo.

El aire meció con suavidad su pelo rubio, mientras miraba con aire ausente el horizonte, cuya línea estaba difuminada y no sabía bien dónde terminaba el mar y dónde empezaba el cielo.

 

Hacía ya casi 3 semanas que había cortado con el que había sido su “novio” durante casi 6 meses. No es que lo hubiera tratado bien, ni tampoco lo había querido, pero él había querido encontrar a alguien durante tanto tiempo que había cerrado los ojos y no había querido ver la verdad: que solo lo usaba cuando lo necesitaba y el resto lo dejaba tirado en un rincón. Incluso ni siquiera se había dignado a decirle que lo dejaban en persona. Desde entonces tenía pesadillas y no era capaz de olvidarlo y pasar página.

 

-¿Por qué no soy capaz de dejar de sentirme culpable? No fui yo el que lo hizo mal… ¿no? –le preguntó a una gaviota que se había parado, sobre una farola, a unos metros de él. Ésta se limitó a graznar y a alejarse volando, como si no le interesara el tema.

 

 

-Naruto… Naruto ¡despierta! –el rubio se tapó la cara con las manos y gruñó.

 

-Estoy cansado… déjame dormir.

 

-Si no bajamos pronto cerraran el comedor y no podremos desayunar. –el menor de los hermanos se incorporó y suspiró. Tenía hambre (y su hermano también) y era mejor desayunar o pasaría una mañana muy mala.

 

-Está bien, está bien… ya voy. –se levantó y se lavó la cara en el diminuto lavabo. Alargó la mano para coger la toalla pero en lugar de eso le dio al pequeño bolso donde habían traído todas las cosas de aseo. El bolso, que se mantenía sobre el radiador en equilibrio, se dejó caer un segundo antes de que Naruto pudiera sujetarlo.

El estrépito que hicieron todos los botes, cepillos, peines y demás al caer fue tal que Deidara pensó que había sido su hermano el que se había caído.

 

-¿Estás bien? ¿Qué ha pasado? –Naruto recogía las cosas, avergonzado de ser tan torpe.

 

-Lo siento. No me he dado cuenta y lo he tirado todo. Pero tranquilo, que no se ha roto nada. –Deidara se agachó y ayudó a su hermano a recogerlo todo. Una vez que parecía todo ordenado, bajaron a desayunar.

 

El comedor estaba lleno de familias con niños, que hablaban y correteaban de un lado para otro.

 

-Deberíamos haber bajado más temprano. Los niños se van a comer todas las galletas, con lo que me gustan –Deidara sonrió y dejó la llave de su cuarto en la única mesa que había libre.

 

-No te quejes y vamos a por algo de comida antes de que se acabe todo. –Naruto asintió y fue hacia el bufet. Se sirvió en un plato los últimos paquetes de galletas que quedaban (sus favoritas) y, feliz, fue a por leche.

Se sentó con su hermano, que ya devoraba unas tostadas con mantequilla.

 

-¿Qué fas a hafer hoy, Narufo? –preguntó con la boca llena. El rubio sonrió y mordisqueó una galleta:

 

-Me quedaré en el cuarto. Supongo que leeré algo. –Deidara puso los ojos en blanco:

 

-Nos vamos mañana por la tarde. Por favor, ven conmigo a la playa ¿vale?

 

-¿A la playa? ¡Pero si estamos en Octubre! El agua debe estar helada

 

-No es cierto. Primero de todo hasta pasado mañana no es 1 de Octubre. Y segundo, el tiempo no está todavía mal. El agua tiene una temperatura agradable… venga, no has ido en toda la semana. Solo por hoy, por favor –el menor negó con la cabeza, dando por zanjado el tema.

 

 

Y sin embargo allí estaba. En bañador y con los pies metidos en el agua. Deidara ya se había metido hasta el cuello y nadaba de aquí para allá. No tenía que preocuparse por los bañistas porque estaban prácticamente solos.

 

-¡Vamos Naruto! El agua está muy calentita una vez que te metes hasta aquí –le menor empezó a andar, despacio, mientras iba mojándose. Al principio estaba helado, tenía la piel de gallina y casi tiritaba. El agua le llegaba hasta el pecho y el pelo mojado le goteaba haciendo que sintiera escalofríos.

 

-¡Será mejor que empieces a nadar o pillaras un resfriado! –le gritó Deidara una de las veces que pasó cerca de él. Naruto asintió de mala gana y se zambulló. Una vez que se puso a nadar dejó de tener frío. Y hasta empezó a gustarle todo aquello. Volvió a zambullirse y, sin darse cuanta, chocó contra su hermano.

 

-¡Eh cuidado! –Naruto sonrió y se apartó el flequillo de los ojos.

 

-Lo siento. No te he visto. Con tantas olas no se ve nada más que arena.

 

-¿Qué es lo que quieres ver? –le preguntó Deidara apretando la coleta que llevaba hecha.

 

-Bueno… no se… tenía la esperanza de ver algún pez o algo así –el mayor de los rubios se frotó la barbilla, pensativo. Echó una ojeada alrededor.

 

-¿Qué te parece allí? –le señaló un poco más lejos un conjunto de rocas que sobresalían del mar.

 

-¿No vienes conmigo? –le preguntó a Deidara al ver que no le seguía.

 

-Yo prefiero seguir nadando. Pero toma esto –le tiró sus gafas de bucear, que cogió el otro al vuelo.

 

-apriétalas bien o te entrará el agua. Pero ya verás, son muy buenas.

 

-¡Gracias! –se las puso lo mejor que pudo. El tubo para respirar era más o menos largo y pudo sumergirse bastante. A pesar de que el sol brillaba fuera, no se veía demasiado. Cuando por fin sus ojos se acostumbraron a la luz, pudo ver que entre las rocas si que había peces. Y pequeños cangrejos que se escondían cuando trataba de cogerlos.

 

Las algas se mecían suavemente con cada ola y los peces jugueteaban entre ellas, sin hacerle caso a Naruto que se movía despacio para no asustarlos. La rodeó buscando conchas, caracolas o cualquier cosa que pudiera llevarse de recuerdo de aquella playa. Pero no había nada. Si es verdad que había cangrejitos y demás, pero no podía ni siquiera acercarse a ellos sin que salieran huyendo.

Cuando estaba a punto de darse por vencido se fijó en que, un poco más abajo, brillaba algo. No se podía decir que fuera un brillo fuerte pero aún así, a pesar de que el sol no llegaba hasta allí, aquél objeto desconocido brillaba. Estaba bastante abajo, en un pequeño barranco que hacía la arena y el tubo no se mantendría fuera del agua por lo que debía coger aire y zambullirse. Salió a flote un segundo, se sacó el tubo de la boca, cogió todo el aire que pudo y se volvió a zambullir.

 

Aquello pequeño que brillaba estaba más lejos y más enterrado de lo que se había imaginado y tuvo que bajar varias veces: dos para desenterrarlo y ya una tercera para poder desenredar lo que parecía una cadena y cogerlo. Cuando por fin salió fuera, el sol estaba más abajo de lo que había calculado y su estómago se quejaba de hambre.

 

-¡Naruto! ¡Se está haciendo tarde! ¿No tienes hambre? –el rubio nadó hacia la orilla, donde su hermano se secaba con una toalla el pelo.

 

-Lo siento. He perdido la noción del tiempo.

 

-¿Has encontrado algo interesante? –el menor, sin saber muy bien la razón, se metió el objeto, que aún no había examinado, en el bolsillo trasero de su bañador y lo cerró con la cremallera.

 

-Solo cangrejos antipáticos –rió mientras se secaba también.

 

 

-¡Venga Naruto! Es nuestra última noche aquí… no puedes quedarte encerrado. –ya habían acabado de cenar y Deidara le insistía para que, al menos esa noche, saliera a dar una vuelta con él.

 

-No me apetece salir. Ve tú si quieres, yo me quedaré leyendo un libro o algo –quería quedarse solo a toda costa para poder examinar el pequeño objeto que había encontrado y que aún seguía en el bolsillo de su bañador. Sin embargo, su hermano no estaba por la labor.

 

-Por favor… solo esta noche. Solo un rato. Hay un mercado medieval muy cerca de aquí, y se que ese tipo de cosas te gusta mucho ¿o no? –el rubio no pudo evitar sentir algo de interés y curiosidad:

 

-¿Un mercado medieval? –en cuanto Deidara vio que había preguntado, supo que lograría convencerlo.

 

-Vamos… solo un rato y si te cansas o no te gusta te puedes venir antes, está en la calle de al lado. Anda, por favor –el menor lo miró. Después de todo él era el que lo había llevado, había pagado aquello y lo había hecho solo por él. Lo menos que podía hacer era ir un rato a dar una vuelta.

 

-Está bien. Dame un momento para cambiarme.

 

-¡Si! –gritó el mayor mientras el otro se iba al baño.

 

 

En cuanto salieron del hotel, los golpeó el sonido de la música, el olor de la comida y el ruido de la muchedumbre. Al internarse en la calle del marcado, Naruto perdió de vista a su hermano. Se giró un momento y al segundo ya no estaba allí.

 

-Será posible… debería haberle dicho que quería ver los puestos. Seguro que ha ido a por algo de comida –el rubio empezó a caminar, tratando de no chocarse con nadie y vigilando sus bolsillos. Había muchos puestos de cosas hechas a mano, alguna de ellas preciosas. Como iba mirándolos, no vio a la niña contra la que chocó. La pequeña se calló, quedando sentada en el suelo y frotándose el trasero.

 

-¡Lo siento mucho! No iba mirando por dónde iba y no te he visto. –se agachó para ayudarla a levantarse. Después recogió un gorro del suelo y se lo dio. La menor se lo puso en la cabeza y le sonrió: tenía el pelo oscuro y largo y los ojos azules claros. En un lado llevaba el pelo recogido en una trenza y en el otro lado lo tenía suelto. Su expresión era resuelta y amistosa y, a pesar de que parecía no tener más de 6, se la veía resuelta.

 

-No te preocupes, ha sido culpa mía. Toma, te doy esto por las molestias –se quitó de la muñeca una pulsera de cuero y se la ató en la mano izquierda.

 

-Si no te la quitas nunca te protegerá de los malos espíritus. Y te traerá suerte. –el rubio la miró, sin saber qué cara poner. La pulsera era de cuero, trenzado, y en el centro había una estrella pequeña y plateada.

 

-Muchas gracias –Naruto levantó la vista pero ya  no vio a la niña. Era como si se hubiera esfumado de repente*.

 

-¡Naruto! –Deidara llegó corriendo entre la gente, con una manzana de caramelo en cada mano.

 

-¿Quieres? –le ofreció una y mientras se las comían siguieron caminado.

 

-Te he perdido de vista un segundo y has desaparecido. Y luego de golpe estabas ahí, ¿cómo lo has hecho? –el menor sonrió y le dio un mordisco a su manzana:

 

-No lo se. Pero la próxima vez avísame si vas a ir a por algo, que si no creo que nos volverá a pasar.

 

-Descuida, estaré más atento a partir de ahora –aunque Naruto no lo admitiría nunca, se alegró mucho de haber ido a ese sitio. No solo porque el mercado era precioso y estaba lleno de cosas interesantes para ver, sino que eso lo ayudó a vaciar la mente y a distraerse. Cuando quedaba poco para la media noche, Deidara quería ir a una discoteca. Naruto le puso mala cara y el mayor, satisfecho de haber logrado que saliera un rato, le dejó volver al hotel.

 

-Nos vemos mañana. No trasnoches demasiado o no podrás levantarte y nos quedaremos sin desayuno ¿vale? –el mayor de los rubios asintió, aunque no se le veía con ganas de poner de su parte.

A Naruto le costó salir de aquellas calles. La gente bloqueaba la calzada y no había manera de avanzar. Cuando por fin divisó el hotel, se alegró de poder andar más tranquilamente. Cuando por fin llegó a su cuarto, cerró bien y se sentó en la cama. Se quitó la ropa y se puso su pijama, dejando la que acababa de llevar en la terraza para que se le quitara el olor a humo de los puestos de comida. Después, justo cuando se iba a ir a dormir, recordó el pequeño objeto que había encontrado en la playa. Era una oportunidad estupenda de examinarlo ahora que su hermano no estaba.

Corrió hacia el pequeño baño donde habían dejado los bañadores y lo sacó del bolsillo. Se había secado y la tierra que había alrededor se quitó muy fácilmente, solo con frotar un par de veces. Quedó al descubierto un pequeño relicario de color azul profundo, con una luna creciente grabada en negro y una filigrana a su alrededor. Parecía tener muchos años y sin embargo no se había estropeado por el agua salada.

 

-Que extraño… es como si no hubiera pasado apenas tiempo bajo el agua. –siguió examinándolo, con cuidado, bajo la luz de la lamparita de noche. A pesar de que era un diseño simple, también era muy bonito y brillaba levemente según le diera la luz. Se fijó entonces en un pequeño cierre que había en uno de los lados.

 

-Quizás pueda abrirlo –murmuró mientras buscaba una forma de abrirlo sin forzar el cierre. No se veía ninguna pista ni tampoco una señal de que se pudiera abrir.

 

-A lo mejor es solo un adorno –susurró mientras lo seguía examinando. De repente, el pequeño objeto ovalado vibró levemente. Sorprendido, el rubio lo dejó caer al suelo. El pequeño relicario rebotó contra la moqueta clara y permaneció quieto. Cuando el rubio se agachó para cogerlo, se dio cuenta de que estaba abierto. Sin fiarse mucho, lo recogió del suelo y, teniéndolo en la mano, lo abrió despacio. Dentro había tres pequeños rollos de papel, sujetos en el centro con una cinta negra.

 

-¿Para qué serán estos rollitos de papel? Ni siquiera están mojados… no puedo creer que no les haya entrado ni una gota. Y ¿para qué servirán?

 

-Son para los deseos.

 

Continuará…

Notas finales:

*Esa niña pequeña que le ha dado la pulsera es Sayuri. Es de otro fic que estoy publicando ahora mismo (my own little cupid) y la he incluido como pequeño guiño a ese fic (con el que conocí a Kame-chan) y también porque adora a la pequeña Sayuri (y puesto que el fic está dedicado a ella pensé que le gustaría).

¿Qué significado tiene esa pesadilla? ¿Qué será ese extraño relicario? ¿Y esos papelitos? ¿Quién ha hablado? ¿Me merezco un rr?

Pronto la conti!!! gracias por leerme!!!


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