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El asesino de la Muerte por Isaku Uchiha

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Notas del capitulo:

Conti!!!!!!!!!! xD

Díganme que tal quedó por fa n_n y disfruten sus vacaciones ^o^



Los mechones celestes se mecían sublimes ante las caricias del viento; sus preciosos ojos ámbar brillaban inigualablemente al ser tocados por los amables rayos del sol; aquellos labios, de un ligero tono rosado, sonreían benévolos a cada paso que daban, sin reparar en la presencia de aquella mirada tímida que se posaba sobre su hermosa figura, siguiéndola de cerca desde hace mucho tiempo.

La chica entró a un edificio viejo del otro lado del vasto campo, era de la época victoriana sin duda; él entró también.

- ¡Konan-chan! ¡Apúrate o llegaremos tarde!

- Adelántense por favor, primero debo arreglar un asunto.- Respondió amablemente a sus compañeras de estudio para después verlas partir por el gran corredor del jardín. Él se quedó unos pasos detrás; aunque ella no podía verlo, estaba nervioso de estar así de cerca de esa mortal tan perfecta. La chica caminó hacia el jardín, atravesándolo desinteresadamente con una elegancia que mataba al de ojos grises; se aproximó a una gradilla de piedra y se sentó en ella. Sus ojos miel parecían mirarlo fijamente, pues estaba justo frente a ella, admirando cada parte de su alma sublime, cuando la voz de aquél ángel le tomó por sorpresa.- ¿Por qué me sigues?- Se paralizó en el acto. ¿Esa chica… en verdad estaba hablando con él? ¡Era imposible! ¡Sólo era una simple mortal! No, tal vez había alguien detrás de él, la verdadera persona con la que la peliazul estaba hablando, así que hizo unos movimientos torpes, intentando parecer discreto, para mirar hacia atrás.- Es contigo, tonto. No hay nadie más aquí.- Dijo la chica ante el ridículo que hacía el otro, haciendo que se girara estupefacto.

- ¿Puedes… verme…?- Preguntó en un hilo de voz. Los ojos miel se levantaron del asiento y caminaron lentamente hasta donde se encontraba.

- Y oírte…- Una de sus suaves manos se posó en el hombro del pelirrojo, sorprendiéndolo, para después acercarse un poco más a él y olerlo, haciendo como una especie de burla para romper la tención.- Y tocarte y olerte también.- Rió con una inocencia tan pura que embelesó a la oscura existencia ante ella, y sin saberlo, había puesto de rodillas a su fúnebre corazón.- ¿Por qué no podría?- Su amabilidad y la calidez que desprendía simplemente hacían imposible creer que fuera sólo humana. Por simple reflejo fue que respondió a su pregunta.

- Porque soy la Muerte…

 

 

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- ¿En verdad? Eso es muy impresionante, jamás lo hubiera pensado.- Varias semanas habían pasado desde aquél encuentro entre ambos, y ahora charlaban como si se conocieran de toda la vida. Para Nagato era sorprendente la rapidez con la que la peliazul había aceptado su naturaleza espectral, pero más sorprendente le resultaba que no le tuviera miedo.- Entonces es así como funciona… es increíble.- Finalizó la chica con una sonrisa, provocando un leve sonrojo en el pelirrojo. Cada vez que estaban juntos él sentía cosas extrañas en su interior, una alegría inmensa sin saber de dónde venía, de pronto se llenaba de energía y se sentía capaz de hacer cualquier cosa; era una misteriosa y fantástica sensación.

- Sí…- Respondió él con un poco de timidez.- Algunos humanos pueden vernos porque tienen un poco de esencia especial en sus almas… algo como una mirada más favorecida. Son pocos los que la poseen… pero… bueno, tú la tienes…- A pesar de que cada día la visitaba al amanecer en aquél claustro, la ansiedad que se apoderaba de él al hablar no cedía completamente.- Eso es… bueno.- Bajó apenado la mirada, sin saber qué hacer o qué decir para no parecer tan tonto.

- ¿Puedo hacerte otra pregunta, Nagato?- Cuestionó amablemente. Pensaba que tal vez la Muerte la considerara como una boba mortal después de preguntar demasiado, ahora sabía mucho sobre La Muerte, pero aún así no era suficiente. Aún faltaba algo.

- Eh… claro…- Respondió nervioso.

- No quiero que me malinterpretes, no es algo que quiera… bueno…- Ahora los nervios la atacaban a ella, haciéndola desviar la mirada de los ojos grises.- Es sólo curiosidad y… quisiera saber si… yo sólo… tal vez suene estúpido pero… es que… simplemente no me malinterpretes, ¿vale?- Atinó a repetir.

- Sí… está bien…- La miró con gran interés.

- Etto… pues…- Tomó aire para controlarse, y después lo soltó de golpe junto con la pregunta.- ¿Las Muertes se pueden enamorar?

 

 

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El tiempo siguió su curso natural, los días rápidamente se convirtieron en años. El mundo que las Muertes conocían cambió notablemente en algo que para ellas bien pudieron haber sido sólo unos segundos, gracias a su virtud magnífica de la grandiosa eternidad. Pero fue un evento particularmente fúnebre el que marco el destino de ciertos ángeles mortales.

- Lamento mucho el retraso, es que estaba…- Trató de disculparse, pero la sola mirada de su padre le detuvo.

- No te preocupes hijo, seguro estabas trabajando duro.- Dijo tranquilamente el hombre de cabellos negros frente a él; estaban en un área perdida de Europa, desolada por doquier, con tantos cadáveres en la tierra como granos de arena tiene el mar. Un día más de trabajo para las Muertes.

- Padre… me hubiera encantado luchar a tu lado contra los demonios… ¿En verdad no puedo quedarme a combatir junto a mis hermanos?- Sus palabras temerosas pero a la vez llenas de valor hicieron que La Muerte girara su rostro hacia él, con una mirada tan compasiva como impropia.

- Es muy honorable de tu parte Nagato, pero este no es lugar adecuado para ti.

- Pero padre, soy una Muerte, un ser de decadencia y fallecimiento, perecer es mi regalo a la vida… ¿Por qué no sería el campo de batalla un lugar adecuado para mí?- Se detuvo un segundo a pensar lo que había dicho, y lo que su padre pudiera decir, pero un pensamiento llevó a otro y finalmente lanzó aquellas palabras de doble filo para ambos.- Soy igual que él… puedo hacer lo mismo que él… si me lo permitieras, yo podría ser mucho mejor Muerte que él… incluso… podría proteger el ciclo de La Muerte.- Por primera vez en su vieja existencia, Madara sintió lo que bien pudo haber sido pesar y tristeza por alguien que no asesinó, sino al contrario, dotó de vida.

- A ti te he creado con un propósito distinto al de él.- Suavizó cuanto pudo el tono frío de su voz para no sonar tan cruel e indiferente a sus palabras.- Tú nunca serás un guerrero tan eficaz como lo es tu hermano, porque ese no es tu destino.- Él lo sabía bien, ya se lo había dicho antes, pero el dolor de aceptarlo era imposible de enfrentar.- Y así como lo creé a él para ser una Muerte incomparable, él jamás podría cumplir el propósito para el cual te creé a ti. ¿Entiendes?- La joven Muerte miraba al suelo, con el dolor en la mirada. Su padre continuó.- No debes lamentar tu suerte, hijo mío. Itachi debe ser un guerrero, y tú todo lo contrario. Tú debes ser…

- ¡Padre!- Un joven de largo cabello negro y alas de cuervo bajó imperioso del cielo. El mismo joven asesino del que hablaban.- Te pido mil disculpas por interrumpirlos, pero el frente occidental está siendo destrozado sin piedad.- Madara veía la preocupación de su hijo; si algo hacía al azabache cambiar su siempre serio semblante por uno más inquieto, ese “algo” era importante.- Están avanzando más allá de sus fronteras, debemos seguirlos para proteger sus almas de los demonios. Esta vez, son tantos que parecieran no tener fin…- La Muerte pensó lo que debía seguir. Dio un fuerte suspiro, como si quisiera reír de sádica satisfacción.

- ¿Cómo si las puertas del Infierno finalmente se hubieran roto? Mmmm… qué fiesta tan interesante se devela ante nuestros ojos… Bien. Sigan a los humanos hasta donde ellos quieran llevar la función, que ningún alma se pierda y que ningún demonio nos sobreviva. Esta dichosa “segunda guerra mundial” podría ser un poco más entretenida que la anterior…- Sus orbes negras como el carbón volvieron a posarse en su hijo menor.- Continuaremos después.- Sentenció con suavidad y elegancia.

- Hai.- Dijo el pelirrojo asombrado por las noticias que su hermano traía; entendió la situación. Su negra y delgada hoz apareció en sus manos, contrastando aún más gracias a su mortecina piel. Cuando Madara vio aquella determinación asesina en los ojos de su querido hijo supo que podría lamentar que continuara.

- Nagato, te necesito de vuelta en las tierras de occidente, así que debes partir.- La Muerte majestuosa hizo aparecer su hoz en su mano derecha, y tocando sutilmente con ésta a la del menor la hizo desaparecer en una negra neblina característica de ellos. Nagato se sorprendió y a la vez se molestó por la acción de su padre; él quería quedarse a pelear.

- Pero- Fue interrumpido.

- ¿“Pero” qué?- Lo desafió con una aterradora y repentina frialdad, tan desconcertante que los ojos grises se paralizaron y no pudieron responder de ninguna manera.- Soy La Muerte. Soy tu padre. Y por ambos nombres para ti mis decisiones serán incuestionables.- El pelinegro que recién había llegado miraba desde atrás a ambos, estaba un poco asustado por la repentina seriedad que había adquirido el mayor, pero aún así quería intervenir por su cohibido hermano.

- Padre… - Sus labios se abrieron para llamarle, pero la blanca y fría mano del más viejo hizo un ademán para que se callara, acatando sin dudar.

- Nagato…- Su voz nuevamente adquirió ese tono dulce y sereno, buscando la calma de quien lo escuchaba.- Eres el único de mis hijos que está en esas tierras, tomando las almas de los que perecen lejos de la guerra. Si los mantuviera a todos aquí, enfrentando a los demonios, no habría quien llevara la muerte en el resto del mundo, y el ciclo se rompería. Sabes bien que sin muerte no hay vida, y lo último que necesitamos son humanos inmortales.

- Lo sé padre, pero, yo quiero combatir… quiero demostrarte que puedo ser tan bueno como cualquiera.- Miró con molestia a su hermano ahí presente.- Tan bueno e incluso mejor que…- El lado opuesto a la hoja de la hoz de Madara se colocó peligrosamente bajo el cuello de Nagato haciéndolo callar del miedo; La Muerte no quería oír más, pues sabía a dónde llegarían las palabras del pálido muchacho pelirrojo.

- No admito discusión en nada.- Sus palabras fueron claras y tajantes, acompañadas por el asesino fulgor escarlata de sus ojos. Nagato sintió su cuerpo entero paralizarse, y por primera vez en su vida, tuvo miedo a morir.- Vas a volver a aquél lugar rebosante de vida y cumplirás con tu deber de Muerte cada vez que así sea requerido.- Apartó su guadaña lejos del menor y dándole la espalda emprendió la marcha hacia los campos de batalla. Antes de perderse entre la bruma oscura que invocaba, lanzó una mirada a sus hijos por sobre el hombro, y sentenció con superioridad.- Itachi te acompañará.- Finalmente, desapareció en el horizonte que amanecía.

 

 

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- Ya está bien. Puedes volver a la guerra contra los demonios y dejarme aquí; no quiero quitarte más tiempo.- Habían llegado después de tanto viajar sobre el cielo. Nagato hablaba con cierta pesadez que Itachi no dejó pasar. Por alguna razón, su hermano no le dirigía la mirada, se había adelantado unos cuantos pasos mostrándole la espalda y tratándolo con cierto, doloroso desprecio. Estaban afuera de lo que parecía una iglesia antigua, con la fachada adornada con esos preciosos relieves de cantera, y un par de puntiagudas torres a cada lado de la entrada principal de madera. Como era de suponerse, la gente entraba y salía de aquél lugar, acudiendo para pedir por aquellos que se encontraban lejos de casa, luchando contra el enemigo, llevando el honor a la familia, pero finalmente, pereciendo. Esas personas pasaban enfrente, detrás, a un lado y a través de ellos, ignorantes a su presencia.

- Nagato…- Le llamó con un apenas perceptible aire de tristeza. El vuelo de las campanas se alzó al viento, resonando en las lejanías, volviendo el silencio entre las Muertes cada vez más insoportable.- Herma-

- ¡No te atrevas a llamarme hermano!- Itachi se pasmó en el acto.- ¡Te dije que te fueras!- Trató de recuperar la calma, pero sus siguientes palabras estaban cargadas de un rencor terrible.- Nuestro padre seguro te necesita A TI.- Y con esa simple frase el azabache entendió de qué iba todo aquello. La misma discusión de siempre entre él y su padre, entre Nagato y él. La misma daga en el corazón. Cuando las cosas se ponían así de tensas entre ambos lo mejor era ocuparse cada quien de sus asuntos, no tenía caso discutir por algo que no podían arreglar, simplemente, porque La Muerte ya lo había ordenado antes de ellos.- Bien.- Dijo fríamente el pelirrojo.- Si quieres quédate cuanto quieras, seré yo el que se marche.

- Por favor, soy yo el que se va.- Respondió Itachi con esa inigualable cortesía que le caracterizaba.- De alguna manera te he ofendido, no es necesario que me perdones, pero debes de saber que cualquier cosa que te haya hecho… lo lamento.

- Eres un idiota.- Soltó el de ojos grises sin dudarlo. La mirada oscura y asombrada de Itachi analizaba detenidamente cada gesto despectivo que su hermano le dirigía; no pudo evitar darse cuenta de ello, era un hecho que no podía ignorarse: la actitud de Nagato se había vuelto altanera y desafiante desde hacía varios años, como si algo se le hubiera metido en la cabeza. Un capricho de resolución existencial que había tornado a la tímida y sumisa Muerte en una fiera consagrada. Pero era un misterio, un fascinante misterio el qué era eso que lo había convertido en un ángel tan impetuoso que podía incluso hacerle frente a la propia Muerte, o al menos casi hacerle frente. Y más aún en un tiempo tan corto, considerando su naturaleza inmortal. Sin embargo, no importaba cuántas veces intentara dar con la causa de ese comportamiento tan impropio del pelirrojo, no lograba hallar la respuesta.

- Lo siento.- Desistió de sus intentos por arreglar las cosas con su hermano, y abriendo sus esplendorosas alas de cuervo se dispuso a volver a la tierra de sangre en Europa, donde ciertamente, su padre le necesitaba.

- ¡Nagato!- Una suave voz cortó delicadamente la silenciosa tención entre ambos, sorprendiéndolos. Itachi pudo ver cómo una chica mortal detrás de Nagato le rodeaba el cuello con sus brazos y depositaba con ternura un beso en su mejilla. La joven Muerte sostenía con valor la mirada expectante de su hermano que estaba a punto de partir pero se había frenado en seco ante tal escena. Su rostro no había hecho ningún cambio, pero claramente se veía reflejado en él el temor de las consecuencias de ello.

 

 

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- No.- Fue la respuesta a todas sus ilusiones, sueños y esperanzas que anhelaba con fervor.- La Muerte no se puede enamorar.- Reiteró con frialdad su padre. Sabía perfectamente que Itachi no se lo había dicho, él no era alguien que acostumbrara semejantes actos de cobardía como lo es delatarlo con su padre, aún teniendo buenas razones para hacerlo; además de eso ya había pasado tiempo, pero finalmente llegó el día en que su padre lo citó para rendirle cuentas. Madara sabía lo que él sabía, porque sencillamente él era su padre, y como tal sabía todo sobre él. Después de todo, Uchiha Madara alguna vez fue mortal, y eso es lo mismo que conocer el engaño y la mentira mejor que nadie. Pero aunque Nagato tenía muy en claro lo que pasaba, no podía evitar a la ira que crecía dentro de él hacia Itachi. No importaba si era inocente o no, si era bueno o no, si era su hermano o no. Lo odiaba sin más.- Esa mortal no debió encontrarse contigo nunca.- La Muerte caminaba con parsimonia sobre los campos bañados en sangre; decidió que sólo había una manera de evitar más complicaciones antes de que las cosas se volvieran un desastre.- Dadas las circunstancias, vas a tener que olvidarla, Nagato.- El mencionado lo miró con dolor y desconcierto.- No volverás a esas tierras hasta que la chica haya fallecido, y mientras eso pasa, te concederé tu deseo y permanecerás aquí, luchando al lado de tus hermanos contra las criaturas desertoras del Hades.

- ¡Pero padre…!

- ¡He dicho!- Respondió él absoluto.- He dicho... Ya he enviado a alguien para que se encargue de tu deber en ese lugar.- El hijo sintió un fuego arder con frenesí en su interior. Ira, cólera, rabia, injusticia. Desprecio.

- No puedes hacer eso.- Su voz carecía de sentimiento. Era tan o más fría que el hielo, y con el poder del miedo en cada palabra.

- ¿Disculpa?- Preguntó soberbio pero a la vez sorprendido, deteniendo su andar y girándose para verlo a los ojos. ¿Acaso le estaba desafiando a él? ¿A La Muerte que lo creó?

- ¡No puedes hacer eso!- Repitió en un grito que se asemejó más al rugido furioso de una bestia.- No puedes, no puedes… ¡No puedes!

- Cállate Nagato.- Trató de imponer su autoridad pero fracasó.

- ¡NO PUEDES!- Sus ojos grises despedían un brillo de pura rabia.- ¡Es una estupidez que no nos podamos enamorar! ¡¿Por qué no podríamos?! ¡¿Qué de malo habría en eso?! ¡Tú y tus estúpidas reglas pueden irse a la mierda!

- ¡Hay una buena razón para eso, y no tienes por qué cuestionarme!- Se acercó de forma amenazadora al menor y con la hoz en su mano colocó su filo frente al rostro del pelirrojo. En un acto de rebelión total, Nagato invocó su propia hoz y la cruzó violentamente contra la de su padre, resistiéndose a seguir bajo aquellas órdenes que le parecían más que inútiles. Las Muertes, que hasta entonces habían permanecido silenciosas observando la escena, se levantaron en el aire con sus poderosas alas y acudieron a proteger a su creador ayudadas por sus guadañas; en el preciso instante en el que se elevaron de la tierra destruida, el horizonte mortal volvió a llenarse de estallidos feroces, nubes de polvo, gritos y sangre derramada. La guerra humana había retomado nuevamente su lugar.

- ¡¿Tú qué sabes sobre mi capacidad de amar?! ¡No tienes derecho a ordenarme sobre eso!- Tirar a matar. Había llegado muy lejos y ya no podía dar marcha atrás. Si no mataba a Madara, él lo mataría. Pero antes de que pudiera alzar su arma para asestar el golpe mortal, las guadañas de las demás Muertes le cerraron el paso atrapándolo en una barrera; otras más se habían transformado en lobos y clavaron sus fauces en su blanca piel, lastimando sus miembros y obligándolo a soltar su hoz.- ¡Argghhh!

- ¡Es suficiente! ¡Apártense!- Las furiosas palabras de Madara hicieron retroceder de inmediato a las Muertes, liberando al ojigris. Éste cayó de rodillas al suelo y se sostuvo apenas con las manos; estaba gravemente herido, pero el golpe que más le dolía era el que había recibido su orgullo, pues justo acababa de comprobar lo débil que era comparado con sus hermanos. Sus dedos blancos se aferraban a la tierra con impotencia, siendo mojados por las finas lágrimas de sangre que su dueño lloraba.

- Discúlpame, Nagato.- Comenzó a hablar La Muerte con dolor ante la pena de su hijo; ahora, justo como lo había pensado, ya sólo una cosa se podía hacer.- Esa mortal te ha vuelto débil, se ha convertido en la razón por la que no podemos aceptar al amor como una compañía.- Hizo una breve pausa.- Esa chica debe morir.- Lo último resonó en la mente del pelirrojo una y otra vez. Levantó tan sólo un poco el rostro del suelo, clavando sus ojos grises en los pies de su padre, con la quijada abierta en señal de sorpresa. No podía permitirlo. No lo haría.

- No importa cuánto tenga que sufrir… por ella… lucharé contra el mismo Cielo… ninguno de tus perros la tocará.- Tomó su guadaña del suelo, y usándola como apoyo logró levantarse completamente y enfrentar a Madara.- Ella será inmortal… ¡Yo le concedo ese don!- Sus miradas se encontraron con ferocidad, negándose a sucumbir ante la contraria.

- Ya he dado la orden.- Sentenció victorioso. Una eternidad pareció hacerse presente en aquél lugar, una eternidad tortuosa.

- ¡NO!- Su angustia invadió el cielo nublado de Europa a la vez que desaparecía en una neblina negra. Las Muertes convertidas en lobo captaron su rastro en un instante, pero no podían lanzarse en persecución sin la orden de su amo.

- Nagato…- Los labios de Madara susurraron apenas el nombre de aquél. La ley de La Muerte era clara ante la situación.- Desde este día y hasta la eternidad, Nagato… no será más uno de nosotros.- Le dolía a morir lo siguiente, pero era su obligación.-… mátenlo…

Ese débil y forzado murmullo desencadenó el caos.



Notas finales:

Uuuuuuuu lo corté muy interesante jeje lo sé gomen n_n quejas y/o sugerencias se aceptan en los reviews n_n y qué me diecen de Madara?? Me gustó la imagen, va de acuerdo con el fic jeje

 

Nos leemos en la conti wiiiiiiiiiiiiiii :3


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