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El asesino de la Muerte por Isaku Uchiha

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Notas del capitulo:

Wiiiiiiiiiiii aquí está la conti n_n este capi lo hice un poquito más largo de lo normal porque... ammmm... bueno, ya lo verán en la conti jeje n_nU disfrútenlo!!!!

 

 

- Que comience la apuesta…

Sentenció la figura de misteriosos ojos grises mirando con divertido interés a Sasuke; el pequeño Uchiha se aferró al agarre de su nii-san por miedo a aquél hombre, que ante su asustada mirada desapareció entre la oscuridad.

- Nii-san…- Miró al mayor, pero éste lo cargó y lo metió con cuidado debajo de la cama.

- Quédate aquí y no salgas.

- Pero…- Trató de salir, más las manos de Itachi lo detuvieron.

- Quédate aquí Sasuke.- Su voz fue seria, tanto, que el menor permaneció sin replicar donde su aniki le dejaba.- Voy a regresar, así que no salgas hasta que vuelva, ¿entiendes? No salgas.- Itachi salió de la habitación y cerró la puerta cuando el pequeño asintió despacio, pero aún sin entender la actitud de su nii-san o qué estaba sucediendo; no tenía idea de quién era el hombre de hace un momento, o qué era lo que sonaba en el piso de debajo de la mansión. La noche era oscura y sombría, los horribles relámpagos sólo empeoraban la situación.

Estaba asustado, y no quería estar solo.

 

Itachi bajó las escaleras con su mano en la baranda de cedro y la otra en su guadaña; Nagato estaba cerca, había iniciado la guerra finalmente al visitar a Sasuke, pero sus palabras lo intrigaron profundamente. ¿Acaso pensaba hacer esto más grande de lo debido? Fuera lo que fuera, su deber era impedir una masacre Uchiha y eso era lo que haría, aunque su principal objetivo era asegurar la vida de Sasuke a cualquier precio. Cuando llegó al pie de las escaleras miró a su alrededor sin ver nada extraño, pero aún así sabía que aquella calma era sólo una fachada, especialmente, si se trataba de Nagato.

- ¿E-estás seguro… Sarutobi? No deberíamos hacer esto…- Una mujer rubia de ojos avellanados entró nerviosa al gran salón en donde se encontraba Itachi; desde luego, nadie podía verlo, pero eso no detuvo que él mirara a las personas que habían entrado, con una especial curiosidad a aquella mujer que lucía tan alterada.- En serio Danzo, no deberíamos…

- Te preocupas demasiado Tsunade-chan.- Respondió Hiruzen con un aire de superioridad y malicia.- Ya lo hemos hecho antes en casa de otros Uchiha, aquí haremos igual.

- Eso es verdad.- Continuó Danzo.- Estos malditos Uchiha se pudren en dinero, no importará que pierdan un poco, seguro se repondrán.

- P-pero… aún así… ¿No podemos sólo robarles y ya? ¿Por qué tenemos que matarles?

- ¿“Matarles”?- Itachi se sorprendió por las palabras de la rubia. ¿Cómo era posible?

- Pues… ahora que lo pienso…- Sarutobi se quedó pensativo ante la pregunta de Tsunade, y se dio cuenta de que era cierto, no había ninguna razón especial para matarles.

- Claro que tienen que matarles, un robo tan importante como este no sería divertido si no lo hicieran.- Itachi miró rápidamente hacia donde provenía aquella voz detrás de él; Nagato estaba sobre las escaleras en el corredor, en dirección a la habitación de Fugaku y Mikoto, contraria a donde estaba la de Sasuke. Cuando los ojos escarlata lo miraron llenos de sorpresa, sonrió.- Deben matarles sin duda.

- Nagato…- Levantó amenazador su guadaña. Estuvo a punto de lanzársele encima, pero una pequeña de cabellos violetas entró al salón, rápida pero silenciosa, cruzando por enfrente de él y subiendo las escaleras.

- Vamos, ¿Qué carajo están esperando? Los señores Uchiha están acá, joder, muévanse.- Itachi la miró extrañado mientras subía. Esa niña no tenía más de 15 años y ya era toda una asesina sin remordimiento, la Hi-Power 9mm que llevaba en la mano lo decía.- Sarutobi-sensei, Danzo-sensei, vamos.- Volvió a animar a los otros; Itachi regresó la mirada a ellos, parecían hipnotizados con la mirada perdida, sólo la tal Tsunade no parecía haber caído en la ilusión.

- Tienes razón Anko, hay que moverse.- Hiruzen pareció “despertar” de su estado hechizante al igual que Shimura.- Vamos, muévanse holgazanes. Por cierto, ¿A dónde mierdas está Orochimaru?

- Aquí estoy, anciano.- El pelinegro apareció en la entrada principal, con una Luger P08 humeante en su mano.- La seguridad de fuera no nos molestará.- Finalizó con una perversa mueca de alegría.

- Ah, Orochimaru-sensei es genial.- Dijo la chica de ojos cafés completamente emocionada.

- Pero…- La rubia trató de protestar de nuevo, siendo ignorada por todos.

- No puedo entender por qué insistes en usar antigüedades, Orochimaru.- Danzo se burló de los excéntricos gustos de su compañero por el arma que le gustaba usar siempre, pero éste le sonrió de una forma escalofriante. Sólo entre asesinos podían interpretar esas muecas infernarles como fiel e inocente compañerismo.

- Un toque de elegancia nunca está de más en el trabajo, sensei, y la verdad, los alemanes eran buenos en eso.

- Sí, en eso y en las armas. Unos malditos genios.- Sarutobi rió después de sus palabras, todos lo hicieron en realidad, excepto Tsunade; aún no podía creerse en lo que se había metido por culpa de su abuelo.

- Basta de estupideces, comiencen a matar ya.- Ordenó el demonio con una diabólica sonrisa; la banda de asesinos comenzó a subir las escaleras apenas resonaron en su mente esas palabras alentadoras. Tsunade fue tomada de la mano y llevada con ellos prácticamente a rastras.

- Maldito Nagato, ¡Los estás controlando!- Rugió Itachi furioso mirándole directo a los ojos, él simplemente amplió su sonrisa engreída.

- ¿Qué puedo decir Itachi? Es la tentación del Infierno.- Rió nuevamente antes de desaparecer en una neblina roja. Itachi se apresuró a subir las escaleras para detener a los otros; miró a la derecha en donde estaba la habitación de Sasuke, estaba cerrada. Con un poco de alivio se dirigió al lado contrario del corredor, a donde era la habitación de los padres del pequeño, cuando súbitamente un grito desgarrador resonó por toda la casa.

- No…- Corrió hasta la puerta de la habitación, y lo que vio una vez ahí lo llenó de un gran pesar.-… no…

- ¿Por qué? ¡¿Por qué?!... Fugaku mi amor… ¿por qué…?- Mikoto derramaba copiosas lágrimas mientras abrazaba el cuerpo inerte de su esposo sobre la cama, ambos rodeados por un vasto charco de sangre que éste emanaba.-… no, Fugaku… amor…

- ¿Qué…?... no… yo no quería… no…- Tsunade sostenía entre sus manos una SW1911, la tenía contra su voluntad apuntando a donde hace unos segundos se encontraba Fugaku Uchiha de pie, encarándola con una mirada de odio que jamás podría olvidar.

- ¿Ves, Tsunade-chan? No fue tan difícil je je.- El anciano Sarutobi cubría las temblorosas manos de la rubia con las suyas, obligándole así a sostener el arma y disparar.- Ahora ya puedes mirar a tu abuelo Hashirama a los ojos, estará orgulloso de ti al saber que te has convertido en una asesina. El viejo moribundo ya podrá irse en paz.

- Ya no va a perderse la tradición de asesinos del clan Senju; qué divertido.- Terminó Orochimaru haciendo reír a todos sus amigos.

- ¡Ustedes son unos malditos enfermos!- La rubia miró llena de arrepentimiento a Mikoto y empezó a llorar.- Lo siento… ¡Lo siento en verdad! ¡Perdón!- Hizo una reverencia a la mujer y salió corriendo de ahí; en tan sólo una noche, su conciencia había tenido lo necesario para torturarle por el resto de su vida. Estaba segura que ni mil confesiones ni todos los rezos del mundo la podrían redimir.

- ¡Pero qué cobarde!- Anko se cruzó de brazos mirando hacia donde había desaparecido Tsunade.- Sensei, ¿para qué demonios la trajimos? Es una vergüenza…

- Tal vez lo sea.- Orochimaru posó su mano en los cabellos violetas de la joven.- Pero su abuelo insistió.

- Sí, y ya que es tan buen amigo de Hiruzen pensó que podría pedirle el favor a él… aunque me gustaría saber qué tan buena estuvo la revolcada que se dieron como para que aceptaras…

- Ah, sexo de viejos, ¡qué asco!- La pequeña hizo una inocente mueca de repulsión.

- Cállate Danzo. Tus malditas ideas paranoides van a terminar por matarte, claro, si es que no lo hago yo primero.

- Bueno, bueno… tampoco es para que te pongas así.- Respondió tranquilamente el Shimura en su defensa.

- Señores… es turno de la dama…- La voz de Nagato llegó hasta ellos como un cálido viento de fuerza; sus miradas, incluso la rojiza de Itachi, se posaron en la figura de la devastada Mikoto, pero sólo la Muerte pudo ver al demonio abrazarla por los hombros.

- Eres un…- Itachi se transformó en el lobo negro que solía y saltó con las fauces abiertas para apartar al demonio de la mujer, pero en cuanto éste vio su intención amenazante se esfumó en una neblina, apareciendo por detrás de los asesinos que manipulaba.

- ¡¿Y ese maldito perro de dónde salió?!- Los intrusos se quedaron mirando al can sorprendidos por su repentina aparición, mientras éste se limitaba a permanecer de pie sobre la orilla de la cama, protegiendo a ambos señores Uchiha con su propio cuerpo. La mirada dolida de Mikoto se posó en la criatura que le defendía con tanta determinación; no tenía idea de cómo o por qué, pero de alguna manera sabía que podía confiar en aquella noble bestia.

- ¿Y qué importa? No es más que un simple perro…- Orochimaru le apuntó con su arma, pero él no se cohibió ni un poco, aún seguía gruñendo amenazador y con el pelo del lomo encrespado, con las orejas echadas hacia atrás y sus feroces colmillos relucientes. Era una perfecta máquina asesina imposible de intimidar.- Es hora de dormir, perrito.- Disparó. Tres balas de la Luger se clavaron en su costado izquierdo con una fuerza enorme debido a la cercanía, pero aún así no emitió ni el más mínimo gemido de dolor, no retrocedió ni cayó, siguió firme de pie.- ¿Pero qué demonios…?- Mikoto temblaba de miedo, tan sólo el oír los disparos del arma hizo que su piel palideciera y sintiera su corazón detenerse, pero el hecho de que aquél lobo negro no cediera ante el arma la alteró aún más; el animal seguía mirándolos con un inmenso desprecio sin cambiar en nada su guardia, eso molestó a Orochimaru.- ¿Ah sí? Veamos qué tan resistente eres teniendo una bala entre el cerebro.- Cargó de nuevo el arma y la acercó hasta Itachi sin pensárselo dos veces, pero el ángel fue más rápido, y cuando el de cabellos largos se hubo acercado lo suficiente hasta él, clavó sus fieras mandíbulas en su mano y la destrozo sin piedad.- ¡¡¡AAAAAAAHHHHHHH!!! ¡MALDITA BESTIA!- El can apartó sus mandíbulas que escurrían de sangre, casi riendo perversamente por lo que había hecho, especialmente por ver cómo ese miserable humano retrocedía aterrado y tratando de detener la sangre que se le escapaba en aquél lugar que alguna vez se vio como una mano.

- ¡Orochimaru-sensei!- Anko corrió a ayudar a su adorado maestro que se había dejado caer al suelo sin parar de gritar por el dolor.- ¡Mátalo Sarutobi-sensei! ¡Mata a ese desgraciado perro infernal!- Gritó ella con un par de lágrimas en los ojos. Danzo y Hiruzen apuntaron sus armas hacia Itachi, pero éste siguió sin mostrar el más mínimo rastro de miedo.

- Itachi, me arruinas la diversión…- La sonrisa burlona de Nagato atrapaba toda la atención de los ojos escarlata, hasta que éstos se desviaron al concentrarse en los cañones de los asesinos. El demonio aprovechó la pequeña distracción y apareció en sus manos una oscura barra de metal.- Ya no más.- La Muerte se preparó para recibir los disparos, pero lo único que llegó a él fue un fuerte golpe con algo parecido a un tubo. Un ataque de ese tipo no era lo que esperaba, por lo que irremediablemente perdió el equilibrio y cayó estrepitosamente a un lado del lecho guiado por el impulso del golpe. El tiempo se detuvo. Entonces los azabaches y acuosos ojos de Mikoto se quedaron en las dos armas frente a ella, que sin saberlo, las miraba a través de Nagato, que ahora había quedado entre ella y los asesinos. Los temibles ojos grises miraron a sus marionetas, a la vez que el lobo se levantaba con dificultad y le miraba a él.- Vamos… fuego.- Fue su gran deseo convertido en orden para sus ignorantes sirvientes.

Un estruendo doble quebró el frágil silencio, cubriendo por mucho los lamentos de Anko y Orochimaru. Ambos disparos viajaron de un extremo a otro de la habitación, al mismo tiempo que el feroz can se lanzaba contra su enemigo. Los tiros atravesaron el cuerpo del demonio que estaba en su camino, quien apenas sintió el toque convirtió en rojiza neblina aquella parte de su cuerpo para dejarles pasar. Su trayecto finalizó en donde se supone debía, ya sin remedio; Itachi derribó al demonio colocándose sobre él y gruñendo en su cara, pero su victoria no duró para siempre cuando al elevar el rostro se encontró con la verdad.

La suave y delicada mano de la azabache rebotó en el aire un par de veces, antes de quedarse quieta para siempre. El resto de su cuerpo yacía sobre la cama, junto al de su esposo; ambos formaban un lago de sangre sobre las sábanas, mientras la Luna llena que entraba por la ventana iluminaba tétricamente la escena.

Itachi detuvo su gruñir y bajó las orejas, lo mismo la cabeza, y cerró los ojos. Había fallado.

- Qué imbécil eres Itachi, quítate de encima.- De una patada Nagato lo apartó, Itachi terminó nuevamente en el suelo y sin hacer nada, sólo quedó como un perro ahí.

- ¡Jodido animal! ¡Muérete de una puta vez!- Ambos hombres vaciaron sus armas en el ángel, derribándolo aún más y manchando el piso de madera con su sangre, pero aún así, el lobo no perecía.- Tks… ¿Qué demonios eres?- Danzo se estaba desesperando, ese perro “inmortal” no le gustaba en lo absoluto. Cargó de nuevo su arma.- De aquí no sales vivo, hasta a ti te voy a matar, mascotita.

- Ya te lo tomaste personal, Danzo…- Se quejó Sarutobi con cierta gracia mirando al lobo herido; no lo admitiría, pero era verdad, no se irían hasta haber asesinado a todos, incluso al maldito perro por más que se resistiera. Shimura apuntó de nuevo al can, pero esta vez algo más lo detuvo. Unas sirenas comenzaron a oírse a lo lejos.

- E-eso no… ¡Es la policía!- Gritó la pequeña.

- ¿Cómo rayos se enteraron? ¡Creí que te habías encargado de la seguridad Orochimaru!- Rugió furioso Sarutobi volteándolo a ver.

- ¡Lo hice, maldito anciano! Debe quedar alguien en la casa… alguien… que activara la seguridad…- Apretaba con fuerza las heridas para evitar que sangraran más.

- No jodas, si no queda nadie aquí…

- ¡Nii-san!- Sarutobi miró a la puerta de la habitación, encontrándose con un pequeño de ojos y cabello azabaches que le miraba asustado.- Nii…- Sasuke miró a su aniki en el suelo cubierto de su propia sangre, transformado en un lobo como también le conocía; después miró el desastre que había en la cama de sus padres, pero antes de que pudiera darse cuenta de lo que era en realidad, Itachi se levantó y corrió hasta él pasando entre los dos hombres, lo tomó de las ropas con sus mandíbulas y salió hasta el corredor; ahí se transformó de nuevo cargando delicadamente al menor entre sus brazos. Hiruzen salió al pasillo con el arma lista decidido a matarlos a los dos, pero no encontró a nadie.

- ¡¿A dónde mierdas se fue ese maldito animal?!- Itachi estaba justo en frente de él, pero los ojos mortales no sirven para verlo, no son dignos de ver a la Muerte sin su consentimiento, y mientras sostuviera a Sasuke junto a él tampoco lo verían.- Demonios…

-… nii-san…- Itachi besó suavemente los labios de Sasuke para calmarle, se separó y colocó sus dedos sobre los oscuros ojos del menor cerrándolos despacio. El pequeño azabache calló dormido al instante, olvidando todo lo ocurrido.

- No te preocupes, Sasuke, yo cuidaré de ti siempre…- Itachi miró a los asesinos salir de la habitación.

- Ya olvídalo Hiruzen, debemos irnos.- Danzo pasó por un lado del anciano y bajo las escaleras con elegancia; detrás de él venía Anko ayudando a Orochimaru a caminar.- ¿Acaso piensas quedarte a recibir a la policía y explicar lo que pasó? ¿Todo por un perro imbécil?

- Se te olvida que todavía queda el niño, Danzo. Ya que no pudimos llevarnos nada lo mínimo sería tomar su vida.

- ¿Para qué? Ni que fuera a ser un problema…

- Sensei… debemos irnos. Podemos volver después por el crío…- Sarutobi meditó unos segundos las palabras de la chica. Después bajó las escaleras y se adelantó a sus compañeros.

- No. Danzo tiene razón, no será un problema.- Miró hacia arriba en donde estaban los demás.- Muévanse.- Salió por la puerta principal como todo un caballero; Danzo y los otros lo siguieron sin más.

- Maldito anciano arrogante…

- Orochimaru-sensei, cálmese por favor.

- No podré seguir por más tiempo a ese anciano decrépito…

- Ustedes dos, más les vale que se apresuren.- Les habló Danzo desde la salida.

Una vez que se marcharon, Itachi se dirigió a la habitación de Sasuke cerrando la puerta tras de sí; tomó una de las mantas sobre la cama y cubrió al menor con ella, después lo metió con cuidado debajo del mueble. Lo miró por un largo rato, acariciando su mejilla con ternura y revolviendo sus mechones oscuros. Para entonces, una decena de patrullas había llegado hasta la mansión Uchiha. El ángel separó el toque y se quedó de pie detrás de la puerta.

- Nos volveremos a ver… hasta entonces… no olvides que te amo, Sasuke…

La puerta se abrió con fuerza y varios policías entraron a la habitación del pequeño, encontrándolo dormido y a salvo; lo tomaron con cuidado y revisaron el resto de la mansión, descubriendo la horrible masacre en la habitación de los señores Uchiha. Mientras un policía bajaba con el menor en brazos Itachi lo miró desde la puerta, lo seguiría siempre, cuidándolo de todo, aunque no lo pudiera ver, y aunque le olvidara…

 

 

- Nii-san…- El cielo de Italia se había tornado oscuro ante su mirada; su rostro lo encaraba con valiente indiferencia, lo único perfecto era que empezara a llover para sentirse mejor, para tener una justificación, una respuesta lógica de por qué sentía su rostro mojado. Pero no, sólo era una noche más en aquella tierra hermosa, mientras esperaba nada afuera de la mansión del fallecido Hiruzen Sarutobi. Nada. Ya sólo un asunto le quedaba ante la amenaza del día.

Se limpió aquella solitaria lágrima en su rostro. Entonces La Muerte partió con la primera luz del alba.

 

 

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- Ero-sennin, ya vas dejando de acosar a las chicas de la limpieza y me ayudas con esto.- Naruto estaba sentado en medio del jardín de aquella mansión, trataba de armar la parrilla para comenzar a preparar la carne, pero ya que jamás se molestaba en leer las instrucciones de las cosas no tenía ni la más remota idea de cómo hacerlo.- ¡Joder, que vengas y me ayudes!- Arrojó desesperado las patas de la parrilla y caminó enojado hasta donde estaba el hombre, descansando cómodamente en una silla de sol con todas las chicas de la limpieza vestidas coquetamente y dándole bocadillos mientras reían por su ingenio pervertido.

- Ahh, Naruto… no seas tan amargado. Anda ven, que te divertirás, je je…- Un fuerte golpe en la cabeza le llegó del puño del rubio.

- ¡La parrillada es para tus pervertidos amigos escritores que van a venir porque tú los invitaste! ¡Además de que fue tu idea! ¡Mueve el culo y ayúdame! ¡ERO-SENNIN!

- ¡Naruto, ya te dije que no me llames así! ¡Dime “tío” o “Jiraiya”! ¡Ahhhh, serás igual de cabezota que tu padre!

- ¡¿“Cabezota”?! ¡Si se te nota lo pervertido a kilómetros!- Las chicas reían por la particular pelea que había empezado frente a ellas; ambos hombres se decían cada idiotez que las hacía reír sobremanera, sin duda se divertían, pero no eran las únicas. Un poco apartado del escándalo, Minato se encontraba debajo de unos árboles viendo divertido la escena, la inocente sonrisa en sus labios acanelados indicaba cuánto se divertía.

- Sensei… Naruto… son unos tontos…- Los miraba a ambos con un cariño inmenso.- Jiraiya siempre fue como un padre para mí, siempre me mostró el camino de la verdad y la justicia, tal vez fue por eso que terminé como un gran detective para la policía de Japón… cuando Naruto nació, supe de inmediato que no habría nadie más en el mundo que pudiera cuidarlo mejor que Jiraiya, él siempre fue una posibilidad… como el peligro latente de que mi esposa y yo fuéramos asesinados por mi trabajo… bueno, al final pasó… y no me equivoqué con mi sensei, se ha encargado de Naruto muy bien… será una gran persona gracias a él, siempre… siempre cuidándolo como si fuera su propio hijo… incluso te pagó para que asesinaras a quien nos llevó a la tumba… en fin… ¿Qué te trae por aquí… Sasuke?

El azabache estaba a unos metros detrás de él observando de igual forma a los dos mortales pelear; en realidad le resultaba bastante divertido aquél espectáculo, especialmente porque era difícil de creer que alguien tan inteligente y caballeroso como Minato hubiera engendrado a un crío tan escandaloso y necio, pero no era eso a lo que había venido.

- ¿Es ésta tu familia, Minato?- Preguntó sin apartar la mirada de Naruto. El rubio sonrió.

- Sí.- Respondió con orgullo.

- ¿Te gustaría que La Muerte te los arrebatara?- Continuó con voz fría. Minato giró el rostro un poco para verlo, manteniendo aún su sonrisa; después volvió la mirada a donde estaba.

- Eso no sería-

- ¿“Justo”? Ya me estoy cansando de eso…- Los ojos azules asintieron intentando contener las risas.

- Yo iba a decir que no sería bueno, pero eso también.- Sasuke bufó molesto, pero se mantuvo serio por dignidad.

- Me has robado un alma Minato, a Mí, La Gran Muerte. Si no me la devuelves tendré que tomar otra para compensar…- El nombrado dio un largo suspiro y miró una última vez a su adorada familia. Giró sobre sus pies y le sostuvo la mirada seria y penetrante al Uchiha.

- Está bien, Sasuke… te devolveré lo que quedó de Itachi… pero no aquí, no es el lugar indicado.

- ¿Entonces dónde?- Cuestionó impaciente haciéndoselo notar al rubio.

- En la Casa de La Muerte, claro está. No hay mejor lugar para tratar los asuntos concernientes a la muerte, ¿no crees?- Sonrió ampliamente. Colocó su mano sobre la cabeza de Sasuke y revolvió sus cabellos, pero éste la apartó de un manotazo a la vez que lo miraba con fastidio.- Además…- Continuó con diversión.- No tengo la pluma conmigo, la dejé allá.

- ¿Se la diste a Madara?- Preguntó el asesino entre sorprendido y molesto.

- No, pero alguien allá la tiene.- Sasuke abrió grandes los ojos ante la afirmación del rubio.- Por eso tenemos que ir allá.- Minato vio cómo el azabache pensaba lo que le acababa de decir; la expresión en su rostro le indicaba que se lo estaba tomando muy en serio.

- ¿Vas a regresarme la pluma… así nada más?- El ángel se sorprendió un poco por la pregunta, pero después entendió.

- En realidad, no le encontramos nada de… interesante… todo lo que pudimos hacer con ella lo hicimos, no fue nada productivo. Por eso te la devuelvo.

- Si acaso se atrevieron a cortarla en pedazos…- Amenazó con sus ojos tornados en rojo.

- No te preocupes, no le hicimos nada así.- Los rubíes volvieron a su color oscuro, pero la fiera mirada de La Muerte sobre el ángel continuó.- Vamos a casa para que lo veas por ti mismo.- Minato hizo aparecer sus blancas alas y las extendió para volar, invitando al azabache a que lo siguiera.

- Bien…

 

 

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El cielo gris del mundo de La Muerte no era gris ese día; por alguna extraña razón, había un hermoso cielo azul iluminado por el Sol deslumbrante en el centro de él, parecía una hermosa mañana de un día cualquiera en la Tierra, el problema era que esa no era la tierra de los humanos. Precisamente esa verdad era la que perturbaba a Sasuke mientras admiraba lo bello del día.

- Vamos, no es la gran cosa. Un cielo especial para un día especial.- Le llamó Minato desde la entrada principal de la gran mansión de La Muerte, que por su tamaño y diseño más parecía un castillo de cuento de hadas, pero qué castillo tan lujoso y enorme. El Uchiha no entendió a qué se refería el rubio, no era un día especial, por lo tanto, no tendría que haber un cielo especial; era extraño, pero continuó sin decir nada. El ángel de ojos azules abrió la oscura puerta de madera para el asesino, indicándole que entrara primero; apenas puso un pie adentro, Sasuke fue jalado hacia el interior del lugar por una fuerza extraña, que pronto descubrió era en realidad el brazo de Madara pegándolo a él.

- Bienvenido a casa, Sasuke. Te fue bien con tus pendientes, ¿cierto?- El Uchiha menor trató de zafarse del agarre del mayor, pero éste lo tenía bien enganchado. Abrió la boca para quejarse y ordenarle que le soltara de inmediato, pero apenas lo hizo Madara continuó como si le hubiera respondido.- ¡Muy bien! ¡No hay duda de que hay sangre Uchiha corriendo por tus venas! Minato, gracias por traerlo de vuelta, eres muy amable.

- Claro, no ha sido nada.- Respondió el aludido con una gran sonrisa.

- ¡Déjense de estupideces! Madara, suéltame ya, y tú Minato, ¿en dónde está esa persona que tiene a Itachi?- Sasuke estaba cabreándose de a poco, y si no le respondían pronto iba a hacer una verdadera masacre en ese lugar, no estaba de humor para nada. Después de que terminara de hablar Madara lo llevó así como lo tenía a otra habitación, ignorando por completo lo que le había dicho de que le soltara.

- Ven, es por aquí, Sasuke.- Guiñó un ojo al rubio indicándole lo bien que les había salido todo; Minato sólo sonrió de nuevo y les siguió. El menor forcejeaba enojándose cada vez más, hasta que entró a la habitación a donde era guiado y se detuvo de inmediato. Aquél era un gran y ostentoso salón, lleno con todas las Muertes que estaban ahí vestidas tan elegantemente como nunca las pensó ver; Deidara estaba ahí, junto con otros que reconoció como sus amigos, y dando una mirada más precisa se dio cuenta de que también había algunos ángeles vestidos de igual forma.- Te dije que debíamos hacer fiesta.- Susurró Madara en su oído, después lo soltó, y caminando unos cuantos pasos se dirigió a todos los presentes.- En un día como hoy, pero del siglo pasado, nació un jovencito digno de llevar el apellido Uchiha en su nombre.- Sasuke se lo miró entre avergonzado y sorprendido por lo ridículo de sus palabras. Sin duda, Madara Uchiha necesitaba jubilarse pronto.- Ese pequeño inocente, lento pero seguro, se convirtió en uno de los mejores asesinos de la historia, y ha alcanzado un alto lugar entre los mismos Uchiha, honrando a su clan y a su familia. Ese magnífico ángel de muerte se ha elevado por encima de muchos con su orgullo y poder, por lo que hoy recibe el más alto honor que puede tener un asesino… y un Uchiha.- En sus manos apareció su vieja hoz; miró hacia atrás indicándole a Sasuke que se acercara. Así lo hizo el menor hasta quedar de frente a él, mirándolo extrañado.- Uchiha Sasuke… La Muerte te cede su lugar en el ciclo infinito de la vida. Desde este día, y hasta el fin de la Eternidad, tú serás el Ángel de La Muerte. Es tu derecho y tu destino, como el último Uchiha que vive.- Extendió su arma hacia el menor que lo miraba atontado; no sabía qué decir con exactitud, los cambios de personalidad de Madara eran… extraños. Con un poco de nerviosismo tomó la guadaña que le ofrecían.

-… Gracias… creo…- El Uchiha mayor sonrió. Abrazó nuevamente a Sasuke y gritó a todo pulmón.

- ¡Que comience la puta fiesta de una vez! ¡Esto más parece velorio que nada!- Los invitados aplaudieron a las palabras del Uchiha y la fiesta inició. Entre su asombro Sasuke pudo ver a lo lejos un grupo de demonios tocando instrumentos para llenar el ambiente con su música, claro, atados con unas familiares cadenas negras.- ¿Qué tanto miras? Anda, bebe un poco de esto, te caerá bien.- Madara trató de meter en su boca una botella de algún vino extraño de color azul, pero no lo logró, Sasuke se lo arrebató y lo arrojó lejos.- Ahh, no me voy a tragar el cuento de que eres menor de edad y no bebes.

- Eres cruel.- Respondió a secas.

- Bueno, sólo quería que la pasaras bien. Después de todo hoy es tu gran día.- Dijo feliz extendiendo los brazos. Los invitados habían tomado parejas y comenzaron a bailar alrededor de ellos siguiendo el ritmo de la música.

- No me refería a eso.- Le señaló a los demonios que tocaban.

- Ah, eso… no entiendo. ¿Cuál es el problema?

- ¿Era realmente necesario que después de derrotarlos los trajeras y los obligaras a tocar aquí para humillarlos más?- Madara se encogió de hombros y le sonrió divertido.

- La crueldad es una cualidad que los Uchiha tenemos por montones. No me interesa si se sienten humillados o no, mientras sirvan para mi propósito, vivirán.- Movió elegante la copa en su mano disfrutando del aroma que el líquido azul en ella despedía, bebiéndolo finalmente.

- Como sea… voy por Minato, hay un asunto que debo tratar con él.

- Ah, sí. Tu segundo asunto y mi segundo favor que le pedí.

- ¿De qué hablas?- Antes de que pudieran responderle, una mano tímida tocó su hombro haciéndolo girara para encontrarse con alguien más. Se sorprendió al instante de darse cuenta de quién se trataba.- Tsunade…- La rubia sonrió y asintió temerosa, pero se calmó un poco e hizo una reverencia al menor.

- Sasuke… lamento mucho lo que te hice, a ti y a tu padre… lo lamento.

- No quiero sonar descortés pero… creí que estabas muerta… muerta…- Madara colocó su mano en su cabeza haciéndolo enojar.

- No seas idiota, Sasuke. ¿De verdad creías que iba a abandonar a mis preciadas almas? No, eso es muy cruel hasta para mí.

- Creí que habías dicho que se perdieron para siempre todos los que no debía matar.- Se quitó la mano del mayor de un golpe.

- Se habían perdido, pero ni los ángeles ni yo tuvimos corazón para permitir que algo así le sucediera a las pobrecitas almas inocentes.

- ¡¿Pero sí tuviste corazón para azotar cuarenta veces a tu hijo favorito por algo que tenía solución?! ¡Eres un puto desgraciado!

- ¡Ah! Groserías enfrente de las damas no, por favor.- Sasuke chistó la lengua por como le había respondido Madara queriéndose salir del problema; volvió la mirada a la mujer, que gracias al alboroto que había hecho estaba completamente roja y sin saber hacia dónde mirar.

- Tsunade, no se preocupe. Sé que no lo quiso en verdad.- La rubia se sorprendió.- Aunque no fue un acto con intención, usted se arrepintió siempre por eso, ¿verdad? De otro modo, ese par de alas blancas no estarían ahí.- Se refería a que ahora Tsunade era un ángel.

- Sí, supongo… pero aún así quería decírtelo.

- No me parece correcto, pero si eso la hace sentir mejor, la perdono por algo de lo que usted no tuvo la culpa.- Tsunade sonrió a la vez que le abrazaba.

- Gracias.

- Está bien…- No le gustaba que le abrazaran, pero ya no le quedaba de otra. Entonces pudo ver a Minato hablando con alguien más.- Disculpe, tengo que…

- Sí, lo entiendo.- Se separó del abrazo y fue tras el rubio.

- Ah, Sasuke, aquí estás. ¿A dónde te habías metido?- Le preguntó el rubio ángel cabreándolo por su hipocresía; si había sido él el que se desapareció.

- Tú fuiste el que-

- Oh, no importa.- Sasuke trató de contenerse y no lanzársele encima con todas las guadañas que tenía.- Ven aquí quiero presentarte a alguien.- El rubio puso frente a él a la persona con la que hablaba hace unos momentos, una mujer pelirroja y de hermosos ojos verdes que le sonreía con una calidez embriagante.- Ella… es mi esposa, Kushina Uzumaki de Namikaze… la madre del joven que visitamos hace un rato.- Sasuke hizo una reverencia sólo con la cabeza.

- Señora.

- No tienes por qué ser tan formal Sasuke, no es necesario.- Dijo ella amablemente.

- Disculpe… su esposo y yo tenemos cierto asunto pendiente…

- Lo sé.- Hizo una pausa y golpeo con fuerza a Minato en la cabeza, justo como había visto hacer a Naruto con Jiraiya. La similitud de la escena le produjo un escalofrío.- A veces este tonto angelito puede ser un gran patán ¿verdad?

- Eh… creo.

- ¿P-pero por qué me pegas, mujer?- Se quejó el rubio con un aura depresiva.

- Todavía no se me olvida que te largaste al Infierno sin mi permiso, idiota, y menos se me va a olvidar porque llegaste a que te curara las heridas de tu gracia.- Sonrió nuevamente mirando al Uchiha.- De cualquier forma, muchas gracias por cuidar de éste imbécil allá abajo, seguro que te causó muchos problemas protegerlo.- Minato sonrió orgulloso.

- Pues la verdad, amor, fui yo el que-

- Como no tiene idea, Kushina-san. De hecho, fue un gran problema, teniendo que concentrarme en la batalla y al mismo tiempo cuidándolo como niño chiquito… es una suerte que saliéramos bien de eso.- Respondió Sasuke divirtiéndose con la cara de boquiabierto que ponía Minato.

- ¡¿Pero qué mierdas dices Sasuke?!

- Ah, groserías en frente de la dama no, por favor.

- ¡Serás…!- Kushina le golpeó otra vez.

- Ya basta, idiota.- Dijo ella.- Bueno, de todas formas, yo no te he agradecido por vengar nuestra muerte.- Su voz había vuelto a ser dulce de nuevo.

- No tiene que hacerlo.- Respondió Sasuke con gentileza.

- Yo creo que sí. Por favor.- Lo tomó del brazo.- Sasuke, querías la pluma carmesí de Itachi ¿verdad?

- Sí… ¿usted la tiene?

- Ya no.- Sonrió mientras señalaba frente a ellos. El azabache miró extrañado al lugar que le indicaba la pelirroja.

Entonces la mirada oscura de La Muerte se iluminó como nunca.

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

XD nos vemos en los reviews!!!! 


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