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Hanamuke por BombayLove

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Notas del capitulo:

Sólo dos palabras pueden generar miles de sensaciones distintas. Sin importarle el presente, Jin le transmite sus sentimientos a Yuya, aunque eso signifique su derrota.

Yuya rió, con la caja entre sus manos.

- Entonces, vamos. ¿Dónde tienes las maletas?

- ¡Ah! Están el auto…

- No importa, después te ayudamos a traerlas, ¿de acuerdo? Acompáñenme a llevar esto.

- Más importante que es eso, es ver si no te quebraste algo, Yuya – Dijo Toma.

- Estoy bien – Le dijo, con una amplia sonrisa, antes de tiritar.

- ¿Y eso? – Preguntó Jin, sonriendo.

- Je, je… Debe ser el frío – Respondió el aludido.

- Sí, a mí también me agarró frío – Dijo Taiga, abrazándose a sí mismo.

Yuya no dijo nada, tan sólo caminó hasta el final de la góndola para dar con una puerta cuya apertura estaba estrictamente prohibida a gente ajena al lugar. Subieron unas escaleras para dar con el segundo piso, un pequeño living comedor con un enorme ventanal con un balcón como única fuente lumínica, con la salvedad de la pequeña ventana de la cocina.

Tres puertas hacia la derecha en diagonal a la escalera, eran los cuartos de los tres integrantes de la familia. Yuya dejó la caja sobre la mesa redonda del living y se dirigió a la cocina.

- ¿Quieren algo para tomar?

- ¿Preparo el cuarto para niisan? – Preguntó Taiga, entusiasmado.

- Tai-chan – Le llamó la atención Toma, acariciando su cabeza -. Deja de llamar así a Akanishi-san.

- No me molesta, no te preocupes… ¿Tu nombre…?

- Toma… Ikuta Toma – Le respondió, calvándole la mirada.

- Ah, Toma.

- Por favor, Tai – Le pidió Yuya, saliendo de la cocina, apoyando su mano contra la mesada de la misma.

El morocho estaba por dirigirse a los cuartos del fondo, ubicados en un pasillo al lado de la ventana, pero detuvo sus pasos y volvió su vista a su hermano, rascándose la cabeza.

- ¿En qué… cuarto…?

Yuya estalló en risas, se acercó a él y besó su cabeza con ternura.

- Sabía que no ibas a saberlo. Síganme.

Los tres siguieron al muchacho a través del pasillo para dirigirse al último cuarto, cuya puerta fue abierta. Apenas entraron, el rubio se dio vuelta para dirigirse a Jin.

- ¿Lo recuerdas? – Le preguntó, mientras él se sentaba en la cama, bajo la mirada de Toma, que se encontraba apoyado contra la puerta.

- Este es…

- El cuarto dónde dormías cuando venías a casa.

Taiga se sentó al lado de Jin y observó el cuarto.

- Niisan, ¿tú no venías a estudiar aquí? – Le preguntó, mirando a Yuya.

- Shhh – Dijo el aludido, posando un dedo sobre la sonrisa que se había formado sobre su rostro.

- ¿Por qué no van a buscar sus maletas? – Preguntó Toma, acercándose a Yuya y tomándole la mano -. Yo voy a ver si este no se raspó o quebró algo.

- Toma siempre es así – Le dijo Taiga a Jin.

- En todo caso yo debería curarlo, pero no creo que se haya lastimado.

- ¿Tú? ¿Acaso eres médico? – Preguntó el menor, sorprendido.

- No, por la enfermedad de mi madre, decidí estudiar enfermería. De hecho… Iba a preguntarle a Nana-san si no había alguna vacante – Reconoció el morocho, apenado.

- Deberías preguntarle eso a Toma – Murmuró Yuya, mirándolo.

- ¿Por qué a él?

- Soy Jefe de sección en el hospital, además del encargado de los recursos humanos.

- ¿Jefe de…?

- Toma es médico – Aclaró Yuya.

- Ah, ya veo.

- Vamos por las maletas, niisan – Pidió Taiga, levantándose, accediendo Jin a su pedido al imitar su acto. A los pocos pasos de haber salido, Toma y Yuya los siguieron por el mismo pasillo, yendo ellos al cuarto perteneciente al rubio, sin que su mano fuera soltada por el morocho.

El menor esperó a que regresara con un botiquín para empezar a quejarse.

- Sácate la camisa – Le ordenó el Toma, sentándose frente a él, abriendo el botiquín.

- Te dije que estoy bien – Dijo el aludido, haciendo caso a sus palabras, pero deteniéndose bruscamente en una parte, quejándose por ello.

- ¿Qué sucede? – Le preguntó, mirándolo con sorpresa.

- Me duele…

- A ver – Lentamente, Toma dejó expuesta la raspadura que se había hecho al caer por la escalera -. Y tú que decías que no tenías nada…

- ¿Va a vendarme, doctor?

- No – Dijo, pasando una gasa humedecida con alcohol suavemente sobre el brazo -. Después le doy una paleta… Si se porta bien.

Le sonrió, le gustaba cuando lo trataba tan dulcemente. Apoyó su cabeza sobre su hombro, sintiendo su acompasada respiración golpeando sobre su cuello.

 

- Al final, ¿nunca hicieron la entrada auxiliar? – Preguntó Jin, abriendo la cajuela del automóvil.

- ¿Entrada auxiliar?

- A tu madre no le gustaba tener que cruzar todo el mercado para llegar a la casa – Respondió, entregándole al muchacho una de las dos maletas que estaban allí dentro.

- ¡Ah, sí! Era la puerta que estaba al lado de la de tu cuarto.

- Ah… Ya veo.

- Por eso es que a veces no nos enterábamos que niisan venía de la escuela. En épocas de exámenes, no hacía más que encerrarse a estudiar en su cuarto.

- Ya veo.

Ambos entraron nuevamente al mercado con las maletas.

- Pero creo que a niisan realmente le costaba estudiar.

- No mientas – Dijo Jin, ocasionando que el menor lo mirara -. Yuya siempre obtenía la calificación máxima. A mí me costó.

- No miento – Le dijo Taiga, deteniendo su marcha y mirándolo -. A mi hermano le costó mucho terminar la secundaria alta. Apenas llegamos a casa, niisan le entregó el diploma a nuestra madre y le dijo que iba a hacerse cargo del mercado. El que haya terminado sus estudios, sólo fue por ella.

- Ah, yo…

- Lo siento. Creo que hablé de más – Rió, volviendo a caminar hacia la casa.

- ¿Hace cuánto que… Yuya está con Toma?

- Mhhh… Creo que hace como dos años… Toma vino a pasar unas vacaciones y… Cuando conoció a mi niisan terminó quedándose aquí. Algo así como… Amor a primera vista.

Subieron con lentitud la escalera, para dejar ambas maletas en el suelo. Taiga se agarró del umbral del cuarto de Yuya y entró medio cuerpo en él. Jin miró el interior a sus espaldas, viendo al rubio apoyado cómodamente sobre el hombro de Toma, sintiendo algo que crecía en su interior. ¿Celos, quizás? Pero, ¿no estaba bien? Que tuviera una pareja distinta a él. Después de todo, habían pasado doce años desde su partida de aquel lugar. Era más que obvio que Yuya iba a tener miles de personas a su lado después de eso, pero aún así, le dolía. Aunque estaba advertido, le dolía.

- Niisan – Llamó Taiga la atención de ambos, ocasionando que Yuya se sentara y se diera vuelta para mirarlo.

- Toma tenía razón. Me raspé.

Su sonrisa era contagiosa.

- Sigues siendo el mismo torpe, Yuya – Le dijo Jin.

- Puede ser – Dijo el aludido, mientras su pareja se levantaba y cubría el cuerpo del rubio con su camisa.

- Vístete, no vaya a ser cosa que te resfríes.

- Está bien.

- ¿Dónde dejamos las maletas de Jin-niisan?

- Hay un armario en el cuarto. Puede dejar la ropa allí.

- ¿Esta bien si dejo las maletas allí y voy a dar una vuelta?

Toma salió de la habitación, mientras Yuya se vestía con la camisa.

- Claro. Siéntete como en tu casa – Cada uno de las acciones que hizo luego, fueron observadas por Jin. Simplemente no podía no mirarlo, no intentar grabar en su mente cada una de sus acciones. Entrando Yuya a la cocina, sirviéndose agua de la canilla para beberla de un sorbo. Todo fue observado por él, mientras apoyaba sus brazos sobre la mesada de la cocina.

- No has cambiado en nada – Le susurró.

- ¿Eh? – Lo miró, sonriéndole luego -. Bueno, cuando éramos niños… No era rubio…

- Te queda bien.

- Gracias.

Jin entró a la cocina. Ninguno se había percatado de que Taiga había llevado las maletas de Jin a su cuarto y se hallaba en él. Agarró el dije de cruz que descansaba brillante sobre su pecho, ante la mirada de Yuya. Jin sonrió al ver el dije y agarró su mano para ver el anillo de calavera que descansaba sobre uno de sus dedos.

- No cambiaste en esto – Le susurró, viendo hasta el último detalle del anillo.

Yuya vislumbró a causa del sol, algo que se asomaba de entre las ropas del muchacho. Al atraerlo con los dedos, vio que era un anillo que colgaba de una vieja cadena.

- Esto…

- ¿Lo recuerdas? – Le dijo, sin soltar el agarre que mantenía sobre su mano, mientras Yuya miraba el anillo que colgaba del mismo.

El muchacho levantó la vista, encontrándose con los ojos de Jin. Desde que la primera vez que lo había visto en ese día, tuvo deseos de llorar. Sentía que todo su mundo se derrumbaba.

- Yuya – Toma llamó su atención, ocasionando que fuera el rubio quien soltara el agarre y le diera la espalda, buscando algo que ni siquiera él sabía qué era en una alacena -. ¿Dónde está tu hermano?

- ¿Eh? ¿Tai? – Preguntó, mirándolo.

- Dijo que iría a dejar las maletas.

Los tres vieron que en el living no había ninguna maleta, por lo que se dirigieron al cuarto de Jin para hallarlo dormido sobre la cama. Yuya sonrió y cerró la puerta para volver en silencio.

- Parece que estaba cansado – Dijo Toma.

- ¿A qué hora se levantó hoy? – Le preguntó Yuya, agarrando su abrigo.

- Uhm… Bastante temprano. Hasta fue a ayudar a Takahisa con las entregas.

- Por Takahisa… ¿Te refieres a…?

- Sí, a Massu – Respondió  Yuya, vistiéndose con un sobretodo.

- ¿Te vas?

- Sí. ¡Ah! ¿Quieres ser el guía de Jin? – Le preguntó a Toma.

- ¿Yo? – Se señaló el aludido.

- No hace falta – Lo interrumpió Jin -. Todavía recuerdo algo acerca de este pueblo.

- Ehm… Está bien…

- Sino, con preguntarle a alguien, será más que suficiente.

- Tienes razón, entonces, nos vemos más tarde.

- Cuídate – Le pidió Toma. Al oír la puerta de la entrada cerrarse, el morocho se volvió al recién llegado -. Aléjate de Yuya.

- ¿Perdón? – Le dijo, riendo.

- Me llego a enterar que le tocaste un pelo y hago que te vayas del pueblo por el mismo camino por el que viniste – Le susurró.

Jin no dijo nada, atinando solo a sonreír.

 

Yuya llegó a un pequeño lago, el cual, debido a la época del año, estaba congelado. Caminó hacia un árbol, reconociendo algo en él y empezó a caminar hacia el lago, contado los pasos. Se agachó a orillas al mismo y empezó a escarbar, hasta dar con una caja de madera cuadrada de diámetro mediano, para abrirla y sacar otra más pequeña que se hallaba dentro, de un material distinto. Al abrir la misma, sacó una cadena algo vieja con un anillo como dije. Se quedó un largo rato mirándolo, tocándolo con el dedo, como si quisiera recordar su textura con la yema de sus dedos.

- Así que aquí estabas.

Giró su cabeza para ver a la persona que le había hablado, aunque supiera quien era, necesitaba confirmarlo. Guardó lo que se hallaba entre sus manos y volvió a enterrarlo.

- ¿Qué haces aquí?

- Te vi de casualidad mientras paseaba y te seguí – Le respondió Jin, intentando calentar sus manos con su propio aliento. Miró a Yuya quien no le dirigió la palabra -. ¿Por qué…?

- Hace dos años, enterré esto aquí. En invierno la nieve no cae en gran cantidad en esta parte del pueblo, por eso lo hice. Yo… Conocí a Toma en un trabajo de medio tiempo en una cafetería. Me preguntó de quién era ese anillo, qué significaba. Yo le dije que me lo había dado una persona muy importante para mí. En ese momento, él me dijo que estaba bien que recordara a aquella persona, pero no que dejara que mis sentimientos se congelaran. Esa misma noche, enterré esto aquí, para poder olvidarte – Sus palabras fueron oídas claramente por su oyente, que sólo lo miraba -. Así que… ¿Por qué viniste? ¿Por qué intentas regresar el tiempo? – Sintió que su voz estaba por quebrarse, por lo que atinó a irse, pero su brazo fue agarrado con fuerza para terminar cayendo sobre él, siendo preso por un fuerte abrazo.

- En todo este tiempo, no pude olvidarte – Le susurró -. Yuya…

- Déjame – Musitó, sin deseos de llorar.

Jin aflojó su agarre para que Yuya pudiera tomar la oportunidad de escapar. Llegó hasta su casa, corriendo, salió al balcón para inhalar el aire que hacía poco tiempo lo había hecho tiritar de frío. Quizás eso quería, que sus pulmones sintieran lo mismo hasta el punto de congelación. Agobiado, sin saber qué sentir, cerró sus ojos, sintiendo cómo una cálida mano se posaba sobre sus espaldas, acariciándolo suavemente. Al darse vuelta volvió a ver al meollo de sus problemas, suspirando.

Sus manos buscaron empujarlo para poder irse, al menos, a encerrarse a su cuarto, al menos a estar al lado de Toma, pero ambas muñecas suyas fueron agarradas con fuerza, sintiendo tan sólo la calidez de los labios de Jin sobre los suyos, dejándolo completamente anonadado. Al soltar Jin aquel agarre sobre Yuya, lo miró, sin separarse demasiado de él.

- Dijimos que lo primero que haríamos cuando nos viéramos sería besarnos – Corrió delicadamente un par de mechones de cabellos que jugaban en su frente con el viento -. ¿Lo recuerdas, Yuya?

- Si viene Toma…

- ¿Eso es lo que te molesta? ¿Sólo que Toma nos vea? Vayámonos. Vámonos lejos de aquí. Ven conmigo.

El rubio rió, llevándose una mano a su rostro.

- ¿Crees que todo es fácil? ¿Crees que por haber venido aquí todo volverá a ser cómo antes? Jin, ¿realmente creíste que después de doce años seguiría esperándote?

No obtuvo respuesta. Su oyente estaba dolido. Aunque lo sabía, el hecho de oírlo, aún más de sus propios labios, lo hacía muchísimo más doloroso. Sin esperar su respuesta, Yuya giró sobre sus pasos y salió de la casa, cruzando el mercado. Fue visto por Taiga, quien ayudaba a una de las repositoras a arreglar unas cosas sobre las góndolas. La mirada que había visto el menor, sintió que nunca más iba a ser testigo de ella. Era una mirada sin sentimientos, sin vida.

 

La Navidad estaba cerca, por lo que el movimiento en la panadería era peor de lo que todos acostumbraban. Aún así, sus ojos estaban puestos en todos y cada uno de los detalles, al igual que en cada uno de los pedidos que eran tomados en la zona de la cafetería, siendo él el encargado de la misma. Unos golpes sobre el vidrio, lo quitaron de sus asuntos, haciendo con un ademán, que la persona que había llamado su atención, entrara al local.

Al terminar de atender los pedidos de la gente, se acercó a él, llevándole una taza de cappuccino con chocolate y un pedazo de pastel de mousse de chocolate y crema, los favoritos del muchacho, ocasionando su sonrisa, mientras tomaba asiento delante suyo.  

- ¿Te enteraste? – Musitó, mirándolo.

- ¿De? Me entero muchas cosas todos los días – En efecto, al ser también mesero del lugar, se enteraba de todos los chismes. Después de todo, vivían en un pueblo.

- Vino Jin.

- ¡Ah! – Dijo, robando un trozo de pastel -. Sí, me enteré de eso - Levantó su vista. Lo conocía demasiado bien. Dejó la cuchara sucia sobre el plato, al costado del pastel, para tomar con sus dos manos una de las suyas, dándose cuenta de lo poco que faltaba para que las lágrimas que agolpaban sus ojos empezaran a caer sin intención de detenerse -. Dentro de poco termina mi turno, ¿me esperas y vamos por ahí?

- Sí – Le respondió con una sonrisa. Si había una persona en la que realmente confiaba, ese era Takahisa. Él fue el primero en enterarse de su negación a seguir sus estudios y la única persona a quien podía molestar cuando no entendía algo de los deberes. Él siempre estaba ahí para él, para Yuya era como un hermano. El estar con él, hacía que su papel de hermano mayor desapareciera para convertirse en el hermano menor, al menos unos instantes, sintiendo que su infancia regresaba.

Cuando salieron de la cafetería, se tomaron de las manos. Desde hacía mucho tiempo que aquello se había vuelto parte de su rutina.

- ¿Sabes? – Dijo Takahisa, ocasionando que el rubio lo mirara -. Creo que soy la única persona, aparte de Ikuta a la cual se me permite tocarte – El aludido rió -. No sales a menudo con mucha gente a la que le tomas de la mano mientras caminas.

- Es verdad – Reconoció.

Llegaron a una plaza. Estaba vacía culpa del clima. Cruzaron por las hamacas, usando Yuya tan solo un poco de su fuerza para mecer una la cual volvió hacia atrás, rozando apenas su cuerpo.

Takahisa lo guió hasta un banco, sobre el cual se sentaron, luego de quitar la nieve que se hallaba encima.

- Es un lindo día, ¿no lo crees?

Automáticamente, Yuya apoyó su cabeza contra el hombro del pelirrojo. Segundos más tarde, agarraba sus hombros para ponerse a llorar, mientras su cuerpo era abrazado por su amigo.

- No sé qué hacer, Massu. No sé qué sentir – Sollozó -. Todo lo que le dije a Toma… ¿Es mentira?

- No digas eso – El pelirrojo se alejó un poco para levantar el rostro de Yuya y secar sus lágrimas con ambas manos -. Cada palabra, cada muestra de afecto que le das a Ikuta, es totalmente sincera. Tegoshi, con Ikuta, has vuelto a ser el Tegoshi alegre que yo solía ver – Agarró una de sus manos, para jugar con su palma y terminar entrelazando sus dedos sobre ella -. Antes, esta mano estaba tan helada como tu corazón. Tú mismo te encerraste por miedo a que te lastimaran. Cuando conociste a Ikuta, todo tu mundo se desmoronó, quiero decir… para bien. Eso te hizo bien.

- Gracias…, Massu.

- Sabes que siempre estoy cuando me necesites – Le dijo, palmeando su hombro con su mano libre -. ¿Te acompaño a casa?

- Sabes que mi madre siempre cocina cuando llega.

- En parte también es por eso.

Ambos sonrieron y volvieron caminando a la casa, tomados de la mano, como solían hacer.

Subieron la escalera que los separaba de la casa. Yuya suspiró al poner la llave dentro de la cerradura, por lo que Takahisa, acarició su espalda, dedicándole una sonrisa que el rubio imitó, antes de girar la llave y abrir la puerta. Caminaron por el pasillo hasta hallar a Jin y Taiga jugando a los videojuegos en el televisor del living, mientras Nana estaba haciendo la cena.

- Volvimos – Dijo Yuya, ocasionando que ambos muchachos giraran su cabeza, cayendo Taiga al suelo tras haber perdido contra el mayor. Al reconocer al pelirrojo, Jin se levantó y lo abrazó.

- Yuya, ya va a estar la cena.

- ¿Y Toma?

- Esperándote en tu cuarto – Dijo Taiga, recostado en el suelo.

- Levántate de ahí – Le dijo su hermano, sonriendo, para colgar su abrigo en el perchero luego, bajo la mirada de Jin, quien era observado por Takahisa, dándose cuenta de la gravedad del asunto, por lo que suspiró y se sentó en torno a la mesa.

- ¿Todo bien? – Le preguntó, jugando con las flores de plástico del florero que decoraba la mesa.

- ¿Eh? Sí… Todo bien.

- Me alegro – Le dijo, dedicándole una sonrisa, bajo la mirada de Taiga, que no entendía el significado de esa conversación, eso si es que tenía algún tipo de significado oculto.

 

Así como abrió la puerta de su cuarto, la cerró detrás suyo.

Sonrió al hallar a su pareja dormida sobre su cama. Se sentó sigilosamente a su lado y se acercó a besar su frente, pero grande fue su sorpresa al ser tumbado en la cama y recibir un cálido beso sobre sus labios, mientras sus brazos rodeaban al morocho, entre risas.

Cada vez que sus labios se encontraban, sentía que el frío del invierno no significaba nada a comparación del calor que ese pequeño acto generaba en todo su cuerpo. Las manos de Toma, buscaban la sensación de la piel de Yuya, estremeciéndose él al sentir las frías yemas de los dedos de su pareja recorriendo su torso. Entre inaudibles gemidos, buscaba zafarse del agarre, hallando uno que aumentaba su fuerza, impidiendo su escape.

- To… Toma… Acá no – Le susurró, mientras su pecho era besado por el morocho, quien lo miró, a horcajadas suyo.

- Tienes razón – Dijo, sentándose, divertido ante sus sonrojadas mejillas -. Te excitas rápido, Yuya – Dijo, acomodando sus cabellos.

- Es tu culpa – Lo regañó el rubio, sentándose, rodeándolo con sus piernas para darle un dulce beso en los labios -. Te amo – Le susurró.

- Lo sé – Besó su frente, con ternura, abrazándolo -. Yo también te amo, mi amor.

Ambos salieron tomados de la mano de la habitación. Nana asomó la cabeza desde la cocina.

- ¿Vas a quedarte a comer Taka-chan?

- Por supuesto – Respondió Takahisa, alzando su mano.

- Te toca lavar los platos hoy – Dijo Yuya, entrando a la cocina para buscar un par de sillas más. Takahisa se apoyó contra la mesada y Nana siguió cocinando. Sólo Taiga, aún tirado en el suelo, era testigo de la mirada asesina que Toma le dedicaba a Jin que, sin inmutarse, miraba a Yuya.

 

La cena pasó amena, charlando de cosas triviales.

- ¿Saliste hoy, Jin?

- Sí, fui a recorrer un poco el pueblo.

Takahisa digirió rápido la comida.

- ¿Puedes recordar todo?

- No, no todo – Respondió el morocho, apenado -. Era un niño cuando me fui.

- Entonces, no pasaste por el parque.

- Sí pasé - Takahisa y Yuya se miraron de reojo -…, pero estaba vacío.

- Ah…

- Es invierno, nadie va a ese parque.

- Excepto nosotros – Dijeron al unísono Takahisa y Yuya, sonriendo.

- Sí que están locos ustedes dos – Dijo Toma.

- Por eso somos amigos – Dijo Takahisa.

Jin sonrió, al ver a Yuya sonreír. Taiga sentado entre Toma y él miraba a ambos de reojo, sintiendo el calor de emanaba del odio que se tenían. Suspiró, dándose cuenta de que eso era tan sólo el principio.

 

Una fría brisa entró en la ventana. Por más vueltas que diera, seguía entrando por algún lado, cayendo directamente sobre él. Se sentó en la cama, con cuidado para no despertar a su pareja y se paró sobre sus rodillas para cerrar bien la ventana. Suspiró, sentándose y le sonrió a la persona que dormía a su lado.

Salió de la habitación, cerrando la puerta a su paso y se dirigió al cuarto de baño. Al salir, vio que aún había luz en el cuarto de enfrente porque la que golpeó suavemente antes de entrar.

- ¿Se puede?

Jin se dio vuelta. Estaba sentado frente al escritorio al lado de su cama, leyendo un libro.

- Sí, pasa.

Yuya pasó y se abrazó a sí mismo.

- Si tienes frío, puedo traerte más frazadas.

- No, está bien. No te preocupes.

- ¿No puedes dormir?

- El cambio horario. ¿Tú?

- La ventana estaba mal cerrada así que… Me desperté.

- Ya veo – Apoyó ambos brazos sobre el respaldo de la silla para apoyar encima de ellos, su cabeza, mirando a Yuya, generándole una obvia incomodidad.

- Entonces… Me voy.

Sin decir nada, en un rápido movimiento, Jin se levantó y abrazó a Yuya por detrás.

- Déjame – Le susurró -. ¿Por qué te empeñas tanto en volver al pasado?

- Te amo.

Aquellas palabras tuvieron el mismo efecto que un gélido puñal clavándose en el fondo de su pecho. Miles de lágrimas agolparon sus ojos buscando salir de ellos en forma desesperada. Su cuerpo recibía los cálidos besos que Jin depositaba sobre su cuello, el cálido aliento que golpeaba la misma parte de su cuerpo. Sus brazos se encontraron sobre su ombligo, formando un abrazo que el morocho no deseaba que tuviera fin. Con la poca cordura que tenía, fue Yuya quien se separó, acercándose a la puerta.

- No vuelvas… ni a hacer, ni a decir eso…

Salió despavorido de la habitación, llegando a la cocina y hallándose con Takahisa, quien lo miró, sorprendido con su llegada, sosteniendo una bola de arroz con los dientes.

- ¿Qué shushede? – Le preguntó.

- ¿Me abrazas? – Le suplicó. Takahisa extendió uno de sus brazos para recibir el sollozante cuerpo de Yuya, el cual abrazó, mientras deslizaba ambos cuerpos hasta sentarse al suelo.

- Esto nos va a llevar más tiempo del que pensamos – Miró al rubio, quien se aferraba a su remera, llorando en silencio -. Eres igual a un niño, Tegoshi. Una vez que empiezas a llorar, no paras hasta sentirte satisfecho.

Notas finales:

Gracias por leer ^^

Como siempre :3


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