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War por BeMyDoll

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Notas del fanfic:

Para Rei ~ ¡Feliz cumpleaños, Tererererere! Aunque fue el mes pasado, LOL, pero sabes que me ha estado costando mucho escribir.

De paso pido perdón públicamente por el retraso con mis otros fics. Cuántas "P".

 

Que lo disfruten.

Notas del capitulo:

Eso, pues. La wea cursi.

No lo revisé con toda la atención del mundo porque me tiene exhausto, así que encuentren los errores por mí, por fa XD

Se veía idiota simulando estar concentrado en sus notas cuando realmente estaba solo en aquella lujosa habitación de hotel en Takamatsu. Sentado en la cama con una silla en frente que funcionaba como atril para la tablatura, parecía practicar con la guitarra acústica la primera versión de la última composición que —a medias— había realizado, pero la realidad era que todo el tiempo había tenido la cabeza en otra parte. No obstante, presentía que no era el único: recientemente, había notado también cierta abstracción en el vocalista de la banda, o más bien un ensimismamiento demasiado extremo, pese a que él de por sí tendía al aislamiento a causa de una implacable naturaleza antisocial. No era para menos, creía; aunque tampoco lo que había sucedido entre ellos había sido tan grave. Simplemente debió esperar ese tipo de reacción en él, aunque no comprendía exactamente por qué lo tomaba tan a pecho y optaba por ignorarlo, como si eso fuera a limpiarlo, a redimirlo del "pecado" cometido. Era absurdo —como todo lo que estaba fuera de su entendimiento—, especialmente porque las cosas habían estado más que claras de antemano. Pero tal vez no había contado con que Kyo era una persona muy inestable, y probablemente no lo había tratado con el requerido cuidado. Mas cuando recordaba aquel momento, no podía decir que estaba arrepentido.
Unos delicados golpes en la puerta del cuarto de pronto lo forzaron a dirigir la mirada hacia ella.
 —Si mides menos de un metro sesenta y tres, ¡pasa! —dijo a la sazón en voz alta.
Y de hecho, un treintañero canijo —concretamente, un metro sesenta y dos—, con el cabello negro desordenado y la ropa del mismo color, entró un momento más tarde en el recinto, bostezando levemente y estirándose mientras avanzaba sin prisa hacia el otro.
—Qué gracioso —pronunciaron con sarcasmo sus labios moderadamente carnosos—. Sabes que interrumpiste mi siesta, ¿no? Si no jurara que es importante, hubiera venido directo a darte martillazos en los testículos.
—Qué sutil— contestó Kaoru—. De todos modos, tú duermes a cualquier hora y en cualquier lado. ¿Cómo se supone que adivine cuándo puedo llamarte si tienes hábitos de sueño tan anormales?
Kyo soltó una breve risa irónica.
—Lo peor de todo es que me enviaste un mensaje de texto cuando estoy en la puerta de al lado. Yo seré bien lirón, pero tú eres el colmo de la pereza, ¿sabes? Veinte pasos, Kaoru. Veinte malditos pasos.
—Vamos, te hubiese molestado que te fuera a buscar a tu habitación.
—¿Y crees que el sonido del móvil en medio del reposo no lo hizo?
Kaoru lo miró con cierta ternura.
—Siéntate, Tooru —lo llamó, impulsivamente, por su nombre verdadero. Normalmente, Kyo se hubiera sulfurado, pero al menos con eso, hacía una excepción cuando se trataba de Kaoru.
Lo admitiera o no, tenían un vínculo un tanto especial. Kyo lo notaba sobre todo en este tipo de situaciones, cuando se sentía sencillamente incapaz de reaccionar como ante cualquier otra persona hubiera hecho. En cambio, en silencio le había hecho caso, entregándole la tablatura que hasta entonces había descansado en la silla para poder ocuparla.
—Quiero pensar que vas a decirme de una buena vez por qué me tienes acá.
Kaoru dejó el papel en un costado.
—Es lo que me pregunto. Yo ni tenía esperanzas de que vinieses. Creí que volverías a rechazar mi compañía, como lo haces desde aquella vuelta en Niigata.
Kyo bufó con fastidio.
—¿Por qué no me sorprende que menciones eso?
—¿Qué tiene de malo? Llovía, hacía frío, y nosotros simplemente nos burlamos de eso. ¿O me vas a negar que terminamos durmiendo mejor que los otros imbéciles que se helaron el culo toda la noche en esas literas de porquería?
—No.
—¿Entonces? ¿Qué te preocupa? ¿Que nos hayan encontrado enredados en la mañana? Como si tú nunca hubieses pillado a Die y a Toshiya haciendo lo mismo, o hasta incluso cosas peores...
—Cállate. Eso fue casi traumático para mí. —Kyo hizo una mueca como de asco. —Pero no, no se trata de eso. En realidad, me inquieta más lo que pienso yo de mí mismo y de esa situación que lo que puedan pensar ellos, o tú.
—¿Por qué? ¿Qué es lo que piensas?
Kyo ladeó el rostro, mordiéndose el labio inferior.
—Olvídalo —resopló finalmente.
—Pero...
—Que lo olvides. En serio.
Kaoru no insistió más. Conocía a Kyo como a la palma de su mano, y se percataba de que estaba perturbado, y posiblemente cada vez más alterado o hasta estresado por estar tocando un tema que obviamente lo ponía nervioso. Aún así, él, por sí mismo, añadió:
—Ni siquiera sé por qué no me fui todavía de este lugar. Yo no quiero hablar de esto, bajo ningún concepto.
—Sin embargo, te acercaste aunque sabías que, estando solos y tranquilos, tarde o temprano llegaríamos a esta instancia —profirió Kaoru.
—Porque por otro lado siento que todo esto me sobrepasa. Que me satura. Como si me enloqueciera poco a poco...
El mayor lo miró casi con lástima. A ninguno de los dos les complacía tener asuntos pendientes, pero Kyo verdaderamente lucía como si estuviera sufriendo.
—¿Por qué, Tooru?— investigó a la sazón—. Sólo fue un beso, una caricia, un abrazo, unos mimos. Nada del otro mundo. Yo ni siquiera estaba sobrio... —sonrió de medio lado, como si quisiera reír brevemente para alivianar el peso de aquellas palabras que transformaron de inmediato el semblante del otro. Sólo ahí Kaoru se dio cuenta de su error.
—O sea que no fue tu intención. No quisiste hacerlo. Vale. —Kyo sonó demasiado frío. Kaoru intentó palmearle un hombro, pero el más bajo hoscamente le ordenó que no lo tocara.
'¿Si está enfadado?', se le vino a la mente la voz de Die, quien estaba al tanto de todo por ser su confidente; él había emitido, además, una risotada latosa. 'Por Dios, Kaoru, él siempre está enfadado'.
Y eso no se suponía que fuese una broma.
—Lo siento. No pretendía decir eso. —Se retractó entonces. Lo último que quería era ver al otro amorrado, sobre todo en este momento que para él estaba comenzando a ser cada vez más preponderante. —¿Estás molesto conmigo? —pesquisó luego, en el silencio—. ¿Hay algún tipo de rencor?
Kyo refutó con un movimiento de la cabeza que, igual, mantenía inclinada hacia el suelo.
—La guerra no es contra ti, Kaoru. La guerra está dentro de mí mismo. —Suspiró. Y fue lo último que se escuchó en la habitación por lo menos hasta que el mutismo la colmó a tal incómodo punto que le fue necesario añadir: —¿Ya puedo irme?
—¿De verdad quieres hacerlo? —cuestionó Kaoru mientras el otro simplemente se levantaba de la silla.
Kaoru lo imitó, y Kyo asintió de nuevo con la cabeza, frente a él. Entonces, Kaoru repentinamente lo rodeó con sus brazos, acorralándolo contra su pecho. Su cuerpo era tan pequeño que parecía que iba a romperse a medida que lo estrechaba más hacia sí mismo. Y estaba de pronto tan, pero tan quieto... Sólo él tenía la habilidad de calmar a una persona como Kyo. Aunque ninguno de los dos estaba enterado. Para él, no obstante, continuaba siendo increíblemente fácil, y el más joven simplemente no sabía cómo pasaba; mas de repente, sus brazos también circundaban a Kaoru a su modo, clavándole los dedos en la espalda, cerrando los ojos como si lo invadiera una paz inexorable.
Kyo respiró profundo. Percibió su aroma, acogió su calor. Casi sentía que podía dormirse contra su hombro; total, él dormía a cualquier hora y en cualquier lado, ¿verdad?
—¿Hasta cuándo, Tooru? —habló de pronto el mayor, enredando los dedos en sus cabellos—. ¿Hasta cuándo vas a luchar contra ti mismo? —Kyo no estaba haciendo más que perder el tiempo en un territorio de batalla en el que una tropa trataba de detener el avance de otra que era, en realidad, un aliado. La mente y el corazón. La razón y el sentir. Entes que nunca habían tenido una buena relación, pero ¿por qué no podrían hacer las paces, armonizarse de una vez? Si la unión hace más que la fuerza: a veces también hace la felicidad. Lo que todos los seres humanos buscan. Lo que todos ellos tienen en común. El sentido de la vida...
Kaoru le levantó la cara con un dedo que le asentó bajo la barbilla. Por supuesto, tal como lo había predicho, Kyo no conocía la respuesta. Pero él conservaba la ilusión: ¿y si había otra manera de hacer que lo entendiera? Ladeó levemente el rostro, incrementando la cercanía entre ellos lentamente, como si le pidiera permiso para invadir su espacio personal. A la falta de reacción del vocalista, quien tan sólo comenzó a respirar entrecortadamente cuando sus alientos se entremezclaron, el otro le rozó los labios para finalmente sellarlos con un beso.
Kyo se echó un poco hacia atrás, como si estuviera sorprendido. Kaoru, no obstante, se adelantó de inmediato de manera que no se interrumpiera el contacto. Le ciñó la cintura con un brazo; con el otro, los omóplatos, con la idea en mente de que si el más chico se sentía sofocado intentaría huir; en cambio éste, para su asombro, le colocó enseguida la mano en el hombro, abriendo poco a poco la boca para que sus lenguas se encontraran primero con sutileza; más tarde, con una incontrolable ansiedad que volvía al beso más intenso, más furioso, más desorganizado.
Sólo se escuchaba en la habitación el sonido de las exhalaciones que ambos expulsaban con desmesura. Y en sus oídos rebotaban los latidos de los corazones acelerados por el cóctel de emociones que  acarreaba aquella situación.
Kyo incluso sintió escalofríos mientras Kaoru le levantaba la ropa para acariciarlo. Y se aferró firmemente a él cuando se dio cuenta de que lo tomaba de los muslos para alzarlo y tumbarlo en la cama que tenían al lado. Kaoru se le posicionó entre las piernas y, elevándolas un poco, entró a tironear de sus pantalones.
Fue allí cuando el vocalista sintió que las cosas se le estaban yendo de las manos, y despidió un quejido contra los labios del otro. Al no obtener resultados favorables, lo mordió. Y aunque con esto Kaoru paró de besarlo —al menos por un momento—, no se apartó lo suficiente, por lo que Kyo procedió a darle puñetazos en la espalda. Pero de nuevo: en vez de tomar distancia, Kaoru se le escondió en el cuello y gimió excitado con cada impacto, mordiéndolo también tan fuerte como eran los trompazos; succionando la piel hasta amoratarla. Después, se sacó la camiseta para permitir que Kyo, además de golpearlo, lo arañara.
Aunque le ardía la carne cada vez que lo hacía, Kaoru no podía evitar sentir placer a pesar de todo. Le fue también ineludible empezar a moverse contra él y manosearlo por debajo de la ropa ante la imposibilidad de retirársela en esa posición. Le enterró las uñas en las costillas, y cuando menos lo esperó, fue volteado por un empujón del otro para que éste quedara sentado encima de su zona púbica.
Se miraron a los ojos por unos instantes, como si se analizaran mutuamente, ambos respirando con agitación. Kyo le apretaba fuertemente los pectorales un tanto fláccidos por la falta de ejercicio y la edad que, al menos a Kaoru, le estaba cambiando el cuerpo.
—¿Adónde quieres llegar? —susurró entonces, colocándole una mano en el cuello como si se dispusiera a estrangularlo, aunque a ninguno de los dos le pasara realmente esa idea por la cabeza.
Kaoru, sin quitarlo de encima, se irguió hasta sentarse en el colchón, le cubrió la cintura con los brazos y le dio un diminuto beso en los labios antes de responder:
—Al final de esto. —Lo despojó a la sazón de su camiseta, echándola a un lado para después contemplar y acariciar por completo su torso ahora desnudo, antes de finalmente acostarlo en la cama de nuevo, con los brazos hacia arriba y sus manos tomándolo por las muñecas, aprisionándolo. —Al final de la guerra. —Se acercó para besarlo otra vez, pero Kyo corrió la cara.
—No sé si quiero —expresó entonces, con la confusión en la mirada.
Kaoru lo oteó con seriedad.
—Creí que estabas tan cansado como yo.
Kyo resopló.
—No puedo decir que vivo bien así, pero...
—¿Pero...?
—La guerra nunca es buena, ni aún cuando termina. Nada vuelve a ser lo mismo y los resultados casi siempre son devastadores. Nosotros deberíamos saberlo más que nadie, Kaoru.
El susodicho lo miró, comprensivo. Y justamente porque ahora lo comprendía, lo aconsejó:
—Desata de una vez tus miedos, Tooru. Por una vez en tu vida, piensa en positivo. La mayoría de los veces, también hay paz después del caos. —Le soltó las manos, mirándolo a los ojos. —Yo te quiero... —Y, mientras el más joven procesaba en su mente esas palabras, comenzó a descender por su torso con un camino de besos, mientras sus dedos osaban juguetear con sus pezones. —Y tú... deberías asimilar que me quieres también...
Kyo resolló. "Como si fuera tan fácil", pensó mientras su cuerpo empezaba lentamente a responder a los estímulos, aunque se encontraba aún incómodo. No era que no lo disfrutaba; de hecho, el problema era que lo hacía, y estaba tan desacostumbrado a esa sensación que se sentía angustiosamente desconcertado. Y aunque arqueaba de vez en cuando la espalda por el placer que le brindaba la boca de Kaoru, no podía evitar también revolverse inquieto. Especialmente, cuando Kaoru —quien le había humedecido medio abdomen con la lengua— se topó con el borde de sus pantalones y decidió bajarlos, hasta deshacerse de ellos junto con los zapatos y la ropa interior que hasta entonces había encerrado una creciente erección que el otro acarició, rozando a propósito la extensión con la yema de los dedos, mientras estaba de vuelta besándolo en la boca.
Kyo correspondió al beso con timidez, con la cara ardiendo de pudor. Quería, por lo menos, apagar las luces, mas no se animaba a producir una interrupción para pedirlo o hacerlo él mismo. Sólo cuando Kaoru entró a masturbarlo, pudo apenas implorarle que no lo hiciera, torturado por la excesiva fruición. Pero, viendo que Kaoru no tenía ni la más mínima intención de obedecer a sus peticiones, optó por impulsarlo de vuelta hacia un lado. Entonces, una vez cayó contra el colchón, él mismo se le subió encima, succionándole el cuello mientras colaba una mano por debajo de sus pantalones para tocarlo. No tardó en sacar el miembro de la ropa interior para mayor comodidad, aunque acabaron los dos cooperando para extraer la prenda, culminando ambos completamente desvestidos.
Entonces, Kyo se acomodó entre sus piernas, levantándole una prácticamente desesperado, dispuesto a penetrarlo por fin. Pero, antes de que pudiera siquiera hacer presión sobre su entrada, Kaoru aprovechó la posición para ocuparlo con los dedos, sobresaltándolo de inmediato y distrayéndolo lo suficiente como para que él pudiera tomar la delantera, invirtiendo los roles otra vez.
—¡¿De qué coño te ríes?! —chilló el vocalista, ante la sonrisa pícara del otro, con expresión de dolor por la súbita intromisión, ahora finalizada.
—Sólo relájate... —susurró Kaoru, inclinado sobre él, buscando su boca nuevamente, mientras estiraba un brazo hacia la mesita de noche, revolviendo el primer cajón hasta sujetar un envase de lubricante que, sin dejar de besuquearlo, utilizó para poco después ascender las piernas del más chico hasta la mitad de sus brazos. Él casi lo miraba suplicante, tal vez atemorizado, mientras quien estaba encima iba entrando en él poco a poco y con bastante simpleza a pesar de su estrechez. No obstante, una vez Kaoru estuvo completamente dentro, hizo la faz hacia un costado. Y, aunque el otro lo había asido por la mandíbula para evitarlo, Kyo mantenía, de todos modos, los ojos bien cerrados.
Era un duro combatiente que, a pesar de la situación irreparable en la que estaba, aún intentaba resistirse con determinados movimientos que derivaron en sus propios quejidos de dolor y, del lado de Kaoru, en frustración. Le gustaba "luchar" con él, pero no sentir que lo estaba forzando. Sin embargo, antes de que resolviera desistir, Kyo liberó —involuntariamente— el primer gemido de gozo. Y es que le había sido imposible retenerlo frente a aquellas embestidas a las que su pequeño cuerpo había comenzado a habituarse. Y, sin querer, de esta forma había animado al otro a proceder, ahondándose más en él hasta alcanzar a tocar su próstata, con lo cual las manifestaciones de fruición se multiplicaron. Además, Kaoru se había echado más hacia adelante para succionar uno de sus pezones hasta tonarlo cárdeno. Él lo había recibido, sin pensarlo, envolviéndolo con brazos y piernas, sintiéndose de pronto más enlazado a él que nunca, mientras compartían los jadeos, el calor, el sudor incipiente de sus cuerpos y sus cuerpos en sí, fusionados en un mismo vaivén cada vez más raudo, conforme la excitación crecía hacia límites insospechados.
En cierta zona del colchón, sus manos se reunieron y sus dedos se entrelazaron con fuerza. El choque se volvió más violento, los latidos de sus corazones se apresuraron, la respiración era casi una imposibilidad ante la desmedida fricción. Kaoru no tardó en vaciarse dentro de Kyo; Kyo, al sentirlo, desbordó poco después encima de su propio abdomen, sin haber precisado nada más. Exhausto por la "contienda", Kaoru quiso acostarse encima de él; pero él de inmediato le dio la espalda, poniéndose de lado en posición fetal y cercando su torso entre sus brazos, mientras trataba de normalizar sus funciones. Kaoru se acomodó el largo cabello —ahora enmarañado— que se le había pegado a la cara y se le arrimó al más joven por detrás para besarle dulcemente un hombro que brillaba por la transpiración, poniéndole una mano en la cadera.
—¿Qué sucede? ¿Te encuentras bien? Mira que no tienes por qué ponerte de mil colores ahora...
Kyo de pronto se dio vuelta y lo abrazó con firmeza, hundiendo la faz en su pecho, casi sollozando.
—Siento otra vez esas cosquillas de mierda, más fuertes que nunca. Siento la satisfacción que no me ha abordado en años durante un anticlímax. Siento el perfecto bienestar de estar abrazando la persona que quiero y que sé que me quiere también —confesó entonces, alzando la cara para mirarlo—. ¿Te importaría dejarme plantar acá mi bandera blanca, Kaoru?
El susodicho sonrió triunfante, con verdadera ventura.
—En absoluto... —lo asió del rostro y, sabiéndose victorioso, lo besó una vez más con fervor.
Había ganado la guerra.


Notas finales:

(?)


Se acepta de todo.


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