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Es el mío, contra el tuyo. por sasodei_konan

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Notas del capitulo:

Tal y como dice en la nota del fic, es la misma historia, pero ahora con el punto de vista de Teru...

Enjoy.

Suspiré por enésima vez en el día, había vuelto a discutir con Kamijo, ¿y por qué? Por lo mismo de siempre; su falta de romanticismo y cariño. Quizá todos dijeran que no era así… Pero si lo era… Kamijo muchas veces solía ser muy frío, y bueno, me gustaría que fuera al menos solo un poco más atento y cariñoso conmigo, ¿tanto le costaba? Al parecer, mucho…

En fin, mientras acompañaba a Hizaki encontrarse con Kaya, él pudo notarme algo triste, y como esperaba, preguntó.

-¿Otra vez discutieron? –me acarició la espalda.

-Sí… Me gustaría que fuera más cariñoso… -bajé la mirada.

Hizaki suspiró y quedó unos momentos en silencio.

-¿Pasarán juntos la navidad? –preguntó.

Volví mi mirada hacia él, y lo miré aún más triste.

-No… Es decir, no me ha dicho nada al respecto…

-Ay, Teru, entonces pídeselo tú… Tengo el regalo perfecto que podrías darle –me guiñó el ojo. No entendí.

-Pensaba en comprarle un reloj que hace tiempo ha visto en una tienda cercana…

-Bien, cómpraselo, pero deberás tener una segunda parte –rió coqueto. Aún yo no entendía.

Lo miré fijamente dando a conocer mi expresión de no haber comprendido su indirecta.

-Sexo, Teru, sexo –me dio un leve golpe en la cabeza-.

Me sonrojé totalmente y me alejé un poco de él dado a su descarada idea. ¡Cómo me decía eso! La navidad era para pasarla en familia, hacer cosas tiernas y románticas… No… ¡No eso! Ay, Dios, ¡yo y mi pensamiento de niño!

-¡Cómo se te ocurre, Hizaki! –Me crucé de brazos, avergonzado.

Escuché una risa de su parte, seguido porque me tomara del brazo y entráramos a un local extraño…

Oh, no… Ya había visto estos locales, se llamaban “Sex shop” o algo así, para mí eran tiendas de pervertidos. Quedé impresionado, ¡habían muchos… consoladores! ¡Gigantes y pequeños! Todo tipo de cosas pervertidas, cielos, mi rostro estaba en llamas, y Hizaki miraba todo como si fueran zapatos.

Iba a decir algo, pero Hizaki se alejó a ver otras cosas. Pasé con cuidado cerca de esos arneses y látigos, lo que me hizo recordar una de las tantas noches con Kamijo. Otra vez, mi rostro rojo como los tomates. Me apresuré y llegué al lado de mi compañero.

-Unas esposas serían buenas –sonrió, las tomó y fue a pagarlos.

Pestañeé reiteradas veces y simplemente le seguí, observando cómo mandaba a envolver el famoso set de esposas. Sentí un poco de desconfianza por lo que Hizaki fuera a hacer con esas esposas, una parte de mí creía que me los daría para que Kamijo me atara, y la otra me decía que algo le iba a hacer a Masashi. Prefería la última opción.

Una sorpresa tuve cuando me entregó el regalo. Lo miré asombrado, congelado, sin saber qué decir.

-Agarra estas benditas esposas, mañana o pasado te diré como deberás hacer todo, por ahora, espera a que Kamijo te envite a pasar la noche buena contigo, o invítalo tú de último momento, si se niega, le dices que no se lo perdonarás –exclamó, me desordenó el cabello y sonrió-. Ahora me voy, Kaya debe estarme esperando, bye!

Él se fue rápidamente, desapareciendo por la vuelta de la esquina.

Quedé parado ahí, con el regalo entre mis manos, sorprendido, ¿Hizaki realmente quería que yo ocupara esto? Supongo que probarlo no estaría mal… Podría ser una navidad diferente a las demás, al fin y al cabo, hay que probar de todo en la vida para disfrutarla.

Sin más, tomé el metro y fui a mi departamento, observando sin parar el regalo que tenía entre mis manos… A Kamijo le encantaría… Pero a mí, me seguía dando una mala impresión.

A la noche, mientras veía Friends sentado cómodamente en mi rojo sofá, con una fiel coca-cola en mano y una bolsa de papas fritas, escuché mi teléfono celular sonar. Dejé mi comida a un lado en el piso, junto al sofá, y me levanté de forma perezosa  para coger el aparato y contestar.

-¿Diga? –pregunté, mientras mi vista seguía en la comedia.

-Teru, es Hizaki.

-Oh, ¿qué tal tu cita? –me apoyé contra la pared.

-¡Silencio! –me regañó-. Ahora busca algo en qué anotar, comenzaré con los pasos que debes tomar para el regalo de Kamijo.

-E-eh… ¡De acuerdo! –exclamé, corriendo a buscar algún cuaderno que tuviera tirado por ahí.

-¡Pero apúrale, que me haces gastar saldo! –volvió a regañarme desde la otra línea.

-¡Ya, ya! –dije frunciendo el seño-. Sólo dime qué debo hacer.

-Bien…

Por unos momentos, temí a lo que fuera a decirme Hizaki, él era de las personas de las cuales jamás me esperaría algo, era tan impredecible, que eso me hacía asustarme un tanto, y sentir un tanto de emoción por lo que fuera a decir. Pero, ahora obviamente era algo con sexo, ¿qué diría? Pues si compró esas esposas… Dios me guarde.

-¿Me estás escuchando? –dijo de repente.

Quedé en silencio, no había puesto ni la más mínima atención. Él suspiró.

-Decía que, primero de todo, obviamente él debe hacer algo, no creo que sea tan imbécil como para al menos no llevarte a su departamento o algo –escuché su risa burlona-, o bueno, estén donde estén, espera que él te dé el regalo primero, luego tu le das lo no se qué que le ibas a comprar.

-Un reloj pul…

-Eso, eso –ni me dejó terminar-, bueno, le pasas luego el otro regalo, las esposas, y te los llevas rápidamente a tu, o su habitación, cosa de que vea ahí las cosas, y tu lo tires a la cama, como toda una… fiera –rió a carcajadas al decir eso último, a lo que yo no aguanté e hice lo mismo, aunque vale recalcar que mis mejillas tomaron suaves colores.

-¿Y si él no se deja?

-¡Ja! Quedará desconcertado, eres muy… tierno para dar este tipo de cosas, así que, nada de peros.

-E-eh, bien. Prosigue…

-Bien, ahora viene la acción. Debes ser lo más seductor, sensual y sexy posible, nada de ir abajo, tu vas arriba, ¡tú dominas al caballo! –Hizaki comenzaba a volverse loco-. Tienes que excitarlo, cosa que luego un poco más y te ruegue para que lo dejes hacerte cosas, ¿entiendes?

No dije nada, sólo tragué saliva, la sangre hervía en mi rostro.

-Tomaré eso como un sí… –rió nuevamente-. Bien, cuando lo tengas lo bastante excitado debes esposarle las manos tras su espalda, pero debes ser rápido, y, antes de que diga algo, debes bajar, y hacer trabajo bucal… ¿Lo entiendes, o te lo digo de forma explícita?

-¡Lo entiendo! –exclamé rápidamente, en mi rostro se podía llegar a cocinar.

Su risa, otra vez.

-Tienes que tentarlo, detenerte unas veces, y utiliza mucho la lengua…

-¡Hizaki, no debes por qué ser tan explícito! –lo interrumpí rápido.

-¡Sólo así entenderás!

Suspiré, y lo dejé proseguir.

-Bien, a estas alturas, conociendo lo inquieto que es ese y por lo que me cuentas ebrio, debe estarte ya rogando o algo, o al menos debes lograrlo. Ahora, debes “prepararte” tú solito, eso lo prenderá como fuego artificial, pero a pesar de lo que te diga, debes ser malo y seductor, hasta el punto de tu mismo entr…

-¡Ya, Hizaki! –otra vez, es que no podía escucharlo totalmente, ¡la vergüenza se adueñaba de mi en su totalidad!

-Bien, bien, cuando ya lo hagas hecho, lo haces rogar un poco más, o al menos ahora dependerá de cuanto puedas aguantar tú sin que él te toque –carcajada otra vez-. Y más o menos eso debes hacer, lo otro debes planearlo tú, o bueno, si quieres que te dé más detalles de qué hacer…

-¡Así está bien, gracias, Hii-chan! –exclamé y le corté… Jodido Hizaki, Dios lo bendijera.

Fui corriendo al baño para ver mi rostro, mi celular saltó al diablo, y efectivamente, mi rostro estaba rojo. Lo mojé rápidamente al igual que mis cabellos, mis manos, una y otra vez, admito que todo lo dicho por Hizaki lo imaginé en una escena con  Kamijo, o recordé otros momentos con él.

Tonterías raras. Fui nuevamente al sofá, y seguí viendo mi tan gustosa serie, ahora algo incómodo.

 

Ya era el día siguiente, y estábamos terminando de ensayar lo último que estábamos creando, perfeccionándolo un poco, sólo esperaba que los fans estuvieran encantados con esto. Arreglé las hojas con las partituras y las puse en mi carpeta, guardé el alargador de mi guitarra, dejándolo sobre el amplificador. Busqué la funda de mi guitarra con la mirada, pero cuando lo hacía, pude ver que Kamijo estaba frente de mí, mirándome.

-¿Necesitas algo, Kamijo? –Pregunté, ladeando levemente la cabeza mientras lo veía, mas él siguió mirándome, como si estuviera en otro mundo-. Eh… ¿Kamijo?

Él parpadeó muchas veces, moviendo un poco su cabeza, había salido de su “trance”.

-Sí –me sonrió, lo que me provocó un sonrojo-. ¿Pasemos la navidad juntos?

Oh, Dios, ¿estaba ocurriendo esto de verdad? ¿Realmente me lo había dicho? Qué alegría sentí. Mis mejillas se acaloraron mucho más de lo que estaban, y de la vergüenza, bajé la mirada, observando de un lado a otro, tratando de asimilar que realmente me lo había pedido. De un momento noté una gran sonrisa que se había dibujado en mis labios, ¡qué felicidad había sentido! ¡Qué ansias de gritarle que sí! Pero, ¿y si me quería tomar el pelo? Conociendo a este hombre.

-Vaya… ¿Lo dices en serio, no me estás jugando una broma? –fruncí el seño, apretando mis manos contra mi bella guitarra.

-No, claro que no… Quiero que pasemos la víspera de noche buena juntos… -llevó su mano a mi mejilla, y la acarició.

Wow, ¿este era realmente Kamijo? ¿Hablándome así, pidiéndome eso, de forma tan tierna y romántica? Mi mirada fue directa al piso, aún más al escuchar unas risas, seguramente de Hizaki y Yuki.

-Disculpen… ¿Nos dejan solos? –escuché decir a Kamijo.

Las risas se fueron escuchando menos, a medida que avanzaban unos pasos fuera de la sala de ensayo, dejándonos solos. Alcé la mirada para verle, aun un poco sonrojado, él suspiró.

-Bueno… ¿Y bien? –tomó mis manos.

Volví a mirar al piso, mi sonrisa volvió de inmediato.

-Estaba esperando que me lo pidieras… -lo abracé del cuello, riendo levemente-. Ya te tengo tu regalo… Hii-chan me ayudó –volví a reír, sólo que algo travieso al recordar lo que iba a hacer… Kamijo jamás se lo esperaría.

-Oh, mira tú –rió -. Bien, lo esperaré con ansias… Yo ya tengo tu regalo también…

Lo miré ansioso, si había algo que me encantaba, eran los regalos y sorpresas, claro a demás de dulces, gatos y guitarras. Me dio un corto beso en sus labios, se separó de mí, y se fue. Quedé ahí mirando la puerta, dejando escapar un suspiro. Di media vuelta, riendo un poco mientras iba en busca de la funda de mi guitarra.

La puerta se abrió, y las risas volvieron.

-Qué tierno –escuché decir a Hizaki.

Volví a reír un poco, apenado.

-Sí, al fin lo hizo –guardé la guitarra en su funda, agarrándola de su correa en mi hombro-. Pondré las cosas en marcha, Hii-chan.

-¡Así se habla! –exclamó él, también tomando su guitarra.

Masashi miro raro a Hizaki, mientras Yuki me miró raro a mí. Reí un poco, acercándome a la puerta.

-Se-cre-to –dije, y me fui al centro comercial a comprarle el reloj a Kamijo.

 

A la mañana siguiente, comencé a despertar por algo que sentí en el cuello, ¿qué demonios era? Abrí levemente los ojos, notando un quejido que había dado. Frente a mis ojos, mí querido vampiro.

-Uhn... ¿Ka... mijo...? –Susurré con pereza, lo observé, y me sobresalté, totalmente sorprendido a medida que mis mejillas se calentaban cada vez más-. ¡¿Eh?! ¡¿Qué haces aquí...?! ¡Y sobre mí!

-Impresionante, se te quitó rápidamente el sueño –rió cuando se quitó de mi, luego agarrando una bandeja-. Buenos días...

Lo miré sorprendido, sin captar muy bien lo que ocurría. De un momento a otro, frente a mí tenía todo lo que más me gustaba, ya se me hacía agua la boca.

-¡Woah! ¡Qué rico! –exclamé, mirando todo sin creerlo-. ¿Tú hiciste esto por mí? –tomé las bellas rosas blancas que estabas recostadas junto al mocaccino.

-Sí, yo lo hice.

-Oh, cielos... Kamijo, ¡qué lindo de tu parte! –besé su mejilla feliz. ¿Era este mi Kamijo? El espíritu de navidad le había llegado firme.

Sonriente, tomé un poco del café mocca, de repente sintiendo en mi mejilla su mano, me observaba sonriente también. Aun que la nada, me pregunté como hizo todo esto.

-Ne, Kamijo… ¿Cómo entraste a mi departamento? –Pregunté, llevando un poco de tarta a mi boca, aun que él ni atención me ponía, sólo me miraba como estúpido-. Kamijo… -murmuré, picándolo un poco con el tenedor, pero no respondió-. Nee… Kamijo… -dije un poco más fuerte… Pero no me ponía atención, qué odio-. -¡Kamijo! –le grité, no quedaba de otra.

-¡Agh! ¡Teru! ¡¿Por qué gritas?! –me miró, como si yo fuera un rufián.

-Pues yo te hablo y ni me pones atención, ¡tonto! –me quejé, estirando un poco los labios.

-¿Ah, sí? –dijo como sorprendido-. Lo siento, me perdí en tu belleza –susurró-. ¿Qué decías?

¡Maldito Kamijo! Un sonrojo creció de gran manera en mi rostro, sintiendo como mi corazón se aceleraba. Bajé la mirada apenado por haberle gritado, pero aun así, había sido su culpa.

-Preguntaba que cómo entraste...

-Saqué una copia de tus llaves.

-¡¿Eh?! ¡Cómo! –fruncí el seño rápidamente, ¿qué se creía?

-Un mago no revela sus secretos –me limpió el labio con una servilleta.

Simplemente suspiré y seguí comiendo. Siempre me decía eso cuando llegaba con algo inesperado, pero esta vez, me había sorprendido. Pero bien, era un mago, un vampiro, un Dios, etcétera, etcétera.

-Bien, mago, como estás tan servicial, limpia esto –le sonreí, pasándole la bandeja.

-Aprovechado –agarró la bandeja y salió de la habitación.

Me estiré, y me levanté, yendo a cerrar la puerta de inmediato con llave, esa dudo que la pudiera tener. Corrí al baño mientras me quitaba la ropa en el camino y me duché rápidamente, ya quería salir con mi caballero, ¿por qué habría venido tan temprano? ¡Yo ya quería que fuera de noche para que estuviéramos los dos juntitos bajo un muérdago, o algo así!

-¡Dios! –exclamé, casi saltando mientras me duchaba, debía tranquilizarme, y recordar lo del regalo que me había comentado  Hizaki.

Luego de un rato, mientras estaba terminando de ducharme, escuché a Kamijo llamar a la puerta, por ende, casi me resbalo en el baño, pero pude afirmarme del lavamanos.

-¡Acabo de salir de la ducha! –exclamé, poniéndome derecho otra vez-. ¡Ya salgo!

Al pisar la alfombra de mi habitación, ahí si corrí con mayor seguridad mientras me secaba el cuerpo, el cabello lo dejaría para luego. Saqué mi ropa interior, una polera blanca con unos detalles, los típicos jeans azules que podían con todo, y un pollerón azul grande que, a pesar de ello, me encantaba. Con una seca toalla en mis manos, fui a abrirle a Kamijo la puerta para no hacerlo esperar. Él me quedó mirando por unos momentos.

-Te ves... tierno... y sexy –me quitó la toalla, y comenzó a secarme el cabello.

No digas esas cosas, tonto –reí, mirando al piso para que pudiera secar con mayor facilidad mi cabello.

A penas la humedad de mi cabello fue menor, y era cosa del tiempo que se secara, corrí como un rayo al baño, el rayo Teru. Ahí, comencé a peinar mi cabello, o luego tendría un arbusto en vez de cabello, a pesar de que fuera liso y… algo quemado por teñirlo innumerables veces.

-¿Qué diablos fue eso? –lo escuché decir.

-Quería arreglar mi cabello.

-Ay, por favor –llevó sus dedos entre mis cabellos, como si su mano se tratara de un peine -. Te ves perfecto de todas formas.

Él y sus frases tontas, mi sonrojo volvió, así que atiné a ir a mi habitación a poner las rosas en un florero, para que así perduraran, junto al sol sobre el marco de una ventana. Volví al baño para cepillarme los dientes, mirándome al espejo mientras lo hacía, acto característico de casi todos. Dejé el cepillo a un lado, me sequé la boca y manos, y volví donde mi vampiro.

-Estoy listo –sonreí abrazándolo del cuello, y por alguna razón, lo quise besar, y lo hice. Él correspondió igualmente a mi beso, como era de esperarse, y de la nada llevó sus manos a mi cintura. Sentí un escalofrío porque no me lo esperaba, fue sorpresivo, pero a ello, Kamijo me acarició la espalda, y me sentí más tranquilo. Quise hacer algo que no esperara también, por ende mordí su labio inferior, sonriendo de forma traviesa, para mí, era un acto inocente, mas para Kamijo no. Hizo del beso un francés, pero no me quedó de otra que seguir, no quería que luego él me reclamara, pero, cuando apegó totalmente nuestros cuerpos, me vi en la necesidad de alejarme, o a este hombre se le subirían los motores, y era difícil detenerlo. Miré al piso, algo avergonzado por eso, él se separó de mí, y entonces volví mi vista hacia él, que acariciaba mi mejilla. Nos tomamos de la mano, y salimos del departamento.

Le pregunté alguna veces a dónde íbamos, pero el muy maleducado no me decía algo en absoluto, sólo me miraba, y reía, y claro, como soy tan insistente en algunas cosas, le pregunté una y otra vez, pero respuesta alguna no había, por lo que decidí darme por vencido, y esperar una grata sorpresa de su parte.

De repente, escuché unos maullidos, creo que Kamijo también los escuchó, pues nos miramos, y luego miré a todos lados, buscando de dónde venían esos pedidos de ayuda gatunos. Apenas Kamijo me señaló de dónde venían, corrí a la velocidad de la luz a ese lugar, moví algunas cajas que había, y observé al minino atrapado en una reja, maullando de dolor, con  una cortadita en su oreja. Giré a ver a Kamijo, con cierta súplica en mi mirada-.

-¡Kamijo, hay que sacarlo! –exclamé, intentando liberar al minino, pero pareciera que sólo hacía peor.

Por suerte, Kamijo liberó al gato separando las rejas, a lo que el minino saltó de inmediato a sus brazos, el pequeño estaba agradecido.

-Oh, vaya… de nada –rió él y me pasó el gato.

-¡Kamijo, eres un super héroe de gatitos! –exclamé encantado, moviéndome feliz de un lado a otro con el minino, que también parecía feliz, pero asustado a la vez. Me detuve un poco, y besé la mejilla de Kamijo totalmente agradecido, luego seguí saltando de aquí a allá, adoré a ese gato, era pequeño y hermoso, lo quería para mí-. No quiero dejarlo aquí –suspiré melancólico, abrazando al gato.

-Pero… llévatelo…

-No soy tan responsable como para cuidar de él… -bajé la mirada triste, ni siquiera podía mantener una planta viva.

-Yo te ayudaré a cuidarlo –escuché a Kamijo, junto con una caricia en mi cabello.

-¡¿En serio?! –lo miré sorprendido, simplemente no me cabía en la cabeza que Kamijo hiciese eso por mí y el minino-. ¿Harías eso por mí?

-Claro que sí… -besó mi frente y se levantó.

No podía creerlo, esto era lo más bello que Kamijo había hecho. Sin dudarlo, dejé al gato en el piso y me lancé a él, tal y como el gato se le había lanzado hace unos momentos, sólo que yo lo abracé y lo besé totalmente contento.

-¡Muchas gracias, Kamijo! –me separé de él y tomé al gato-. ¿Cómo lo llamaremos?

Susurró algo que no entendí, lo más seguro es que se estaba burlando.

-¿Perdón?

-Eh… Que… No sé.

-Vaya respuesta –giré la mirada y reí.

-Mhm, llámalo como desees.

Miré al gato por unos segundos, necesitaba un nombre apto, único, un nombre que a nadie más se le ocurriría, pues este gato era único.

-¡Pantalón! –exclamé mirando a Kamijo.

Él me miró por unos momentos, y rió como contratado.

-¡No puedes llamarlo así!

-Ok, ok… -hice un leve puchero-. ¿Y Gaél? ¡Oh, no! Se llamará… ¡Calcetín! –levanté los brazos con emoción.

-¡¿Calcetín?! –otra vez reía, pero parecía que se caería de la risa.

-¡Calcetín Gaél Yüji Yamashita! –dije totalmente convencido, esta dicho, gato bautizado-. ¡Vamos a comprarle una camita! ¡Y comida! ¡Y juguetes!

-Ok, ok, vamos… -me acarició el cabello, y fuimos a la tienda de mascotas más cercana a comprarle cositas a Calcetín.

Al llegar, observé todo como mi madre lo hacía cuando hacíamos las compras escolares, escogí una cama para el gato, una caja de arena, comida, y muchos juguetes, ¡demasiados! Este gato estaría en su salsa con nosotros cuidándolo.

Finalizadas las compras, Kamijo llevó todo, y por una extraña razón, no reclamó como generalmente lo hacía, mejor para mí. Caminamos a mi departamento, ordenamos un poco e hice un espacio para Calcetín, poniendo todas las cosas que le habíamos comprado en la habitación de huéspedes, el gato sería feliz ahí.

-Ya está listo, ahora me iré, ven a mi departamento a las diez de la noche, ¿ok? –sonrió, tomando mi mentón.

-Está bien, hasta entonces –intenté evitar un suspiro, pero éste salió por sí sólo, al igual que un sonrojo.

Y dejando un beso en mi frente, se fue.

Cerró la puerta, y entonces sentí que mi cuerpo se desvanecía, aparecían esas típicas mariposas en el estómago que me dejaban embobado. Quise incluso suspirar otra vez, pero ya sería algo muy afeminado de mi parte.

Suspiré de todas formas.

Moví mi cabeza hacia los lados, comenzando a idear en mi cabeza todo lo que llevaría a casa de Kamijo, pero antes, la tentación había terminado ganándome, y en menos de un minuto ya me hallaba tirado sobre la alfombra jugando con el gato hasta dormirme por casi una hora.

O al menos eso quería.

-¡Ah! –exclamé casi con un grito al ver la hora, ¡en media hora más debía estar en casa de Kamijo!-. ¡Eh, me he dormido por casi tres horas!

Calcetín maulló y volvió a acomodarse para dormir, yo en cambio me levanté rápidamente, tanto que llegué a caerme por el mareo del repentino levanto. Fui hacia mi habitación, subí a mi cama y me acerqué a la parte superior de un mueble, sacando una caja.

 

-¡Disculpe! –Exclamé alto entre todas las personas, siendo cada vez más apretado-. ¡Oiga, señor, joven, caballero, hey!

-¡Qué necesita! –dijo un trabajador al tomarmee por fin en cuenta.

-Un pequeño árbol de navidad, de esos que se ponen en los escritorios, por favor –suspiré al poder salir de la masa de gente, siguiendo al empresario.

 

Reí un poco al recordar esa compra del año anterior, de todas formas, ¿a quién se le ocurría comprar un día antes de navidad? Al menos valía la pena, ahora lo llevaría donde Kamijo, porque lo más seguro era que él nada tuviera para decorar su casa.

Abrí la caja, encontrándose a demás del árbol, con un muérdago. Mordí mi labio inferior.

 

“Cuenta la leyenda, que quienes se besen bajo un muérdago estarán juntos por toda la vida”.

 

Ya sentía mi rostro hervir. Sí, era una leyenda para chicas, cosas románticas y entre otros… Pero no podía evitar emocionarme al pensar eso.

Guardé en un bolso el árbol, el muérdago, algunas esferas de decoración y los regalos, por supuesto. Corrí hasta el baño para mojar mi rostro y arreglarme un poco el cabello, aunque realmente, lo único a lo que me dediqué fue a mirarme una y otra vez sin estar contento, haciendo expresiones extrañas.

Le dejé un plato con leche a calcetín, tomé mis cosas y corrí del departamento hacia el metro.

Desafortunadamente, y como de costumbre, la estación del metro estaba llena, unos se empujaban contra otros, pero yo los empujaría más fuerte, debía llegar a tiempo, por lo que corrí a las puertas del metro al escuchar que se comenzarían a cerrar todo el deportista olímpico que tenía en alguna parte de mi ser salió a flote, así alcanzando a entrar. Algunas risas y aplausos se escucharon dentro del vagón, simplemente reí y agradecí, apoyándome contra un costado.

Bien, no llegué a la hora esperada, quizá diez o quince minutos más tarde, pero había llegado vivo hasta la puerta del departamento de Kamijo. Me di el tiempo para respirar normalmente y estar un poco más presentable, luego toqué la puerta, y esperé a que abriera.

Y lo hizo.

-Wow… -fue lo único que pude expresar al entrar, estaba anonadado por lo que había hecho Kamijo; velas encendidas, luz de la luna directa que daba a toda la sala, la mesa adornada con elegancia, ¿Kamijo había hecho esto?-. Qué be-bello…

Escuché la puerta cerrarse detrás de mí, luego observé a todos lados para verificar lo que antes había predicho.

-¿No tienes árbol de navidad?

Kamijo puso una cara de funeral que nadie podía quitarle.

-No…

-Ouh… Bueno, ¡me lo imaginaba! –sonreí como el súper héroe que era, sacando el árbol y las decoraciones de mi bolso.

Apenas Kamijo había hecho un espacio para el árbol lo dejé ahí, lo adorné y le puse una estrella hecha de papel, era el mejor árbol de navidad.

-¡Qué lindo! –exclamé con orgullo.

-Sí –desordenó mi cabello, el que con tanto aprecio había arreglado antes de tocar su puerta-. Ve a sentarte en la mesa… Tengo todo listo.

-¿Eh? –Alcé una ceja con interrogante-. Pero si tú no sabes cocinar –protesté.

-Un mago no revela sus secretos –me guiñó y se fue.

Quedé helado por unos momentos, pero luego recordé el muérdago, y corrí a colgarlo en alguna parte antes de que Kamijo se diera cuenta y me molestara. Seguidamente, tal y como me ordenó me senté en la mesa, encantado por el detalle de las velas y la luna… Aunque esta última había sido suerte, de todas formas, era muy romántico.

Sirvió los platos y luego fue por vino que ya servía en las copas, mi impresión no se iba.

-¿Y bien? –me sobresalté un poco por la repentina interrupción del silencio.

-¿E-eh? ¿Y bien qué?

-Qué te parece todo… -prosiguió mirando todo el lugar. Imité su acción.

Tragué saliva, mis mejillas comenzaban a calentarse, el detalle que había hecho me tenía cautivado.

-Kamijo… -lo miré, intentando formular palabras que describieran lo que sentía en ese momento-. No tengo palabras…

Cenamos entre diferentes charlas y temas sin gran importancia, que parecían ser los más divertidos de la vida cuando los trataba con él. Estaba realmente feliz, podía sentir mi corazón palpitar de alegría y amor que provocaba Kamijo, la emoción en mis palabras era notoria, y sabía que eso le daba gracia a Kamijo, su sonrisa no se iba, haciendo que la mía quisiera quedarse ahí también. Claro que no podía faltar el tema del gato, Kamijo reía y seguía preguntando cómo le había puesto un nombre así al gato.

Terminada la cena y sin tener algún tema más del que tratar, comenzó a levantar las cosas, y para no sentirme tan inservible, ofrecí mi ayuda.

-Déjame ayudarte –me levanté acercándome.

-¡No! –Exclamó de inmediato, cosa que me sorprendió-. Digo… No, por favor, ponte cómo, yo lo haré –sonrió.

-Uhnn… ¿Seguro? –pregunté con desapruebo, estirando un poco mis labios.

-Sí… Mira, está por tocar la media noche, mejor ve junto al árbol –rió y casi desapareció.

Fui a sentarme en el piso junto al árbol de navidad no sin antes sacar el regalo del reloj para Kamijo, asegurándome de estar cerca del muérdago que había colgado, mirando a cada instante el reloj con una emoción incontenible. Él volvió y se sentó a mi lado, el segundero daba cada vez menos para la media noche.

-¡Diez, nueve, ocho, siete…! –comencé a exclamar.

-Hey, calma, no es año nuevo –rió desordenándome el cabello.

-¡Igual!... Uy, perdí la cuenta –le regañé, volviendo mi vista al reloj, ¡ya era hora!-. ¡Bien! ¡Feliz navidad, Kamijo!

Lo jalé del brazo de inmediato hasta la pared bajo el muérdago y lo besé con toda la pasión que tenía guardada para él, abrazándolo con una felicidad desbordante, él me correspondía, como era de obviar.

Nos separamos un poco, ambos con una sonrisa que no podíamos borrar.

-¿Por qué me arrastraste hasta aquí? –Rió, entonces le señalé el muérdago-. Hey… Pero si yo  no… -reí mordiéndome el labio-.Tú lo pusiste… -volvió a reír y me revolvió el cabello.

Me extendió el regalo que tenía para mí. Con gusto lo tomé y lo abrí, intentando disimular un poco mi emoción, pero al ver lo que había dentro de la caja, mi expresión cambió de inmediato.

-Ka…mijo… -susurré.

Era un collar dorado, lo tomé con cuidado entre mis manos sin poder creer su belleza. El colgante era una nota musical, mi rostro sólo demostraba impresión, más cuando descubrí que había también un anillo.

Dios… Kamijo… ¿E-esto… es… oro? –lo miré al percatarme bien.

-Sí… Fíjate bien en el anillo…

Tal y como me dijo, me fijé en el anillo, viendo todos los detalles que tenía, pero uno me llamó particularmente la atención, tenía un gravado.

Mon prince”.

Estuve a punto de saltarle encima para abrazarlo y besarlo como nunca antes, pero me detuvo.

-Hay algo más dentro, fíjate…

Volví a mirar dentro, sólo esperaba que no fuera nada más de oro o me daría un ataque. Por suerte era una carta, ¿y a éste qué le había dado con los detalles de quinceañeros? Reí para mis adentros y abrí la carta, leyéndola:

Espero que con esto… Seas al fin mi pareja… Te amo, Teru”.

¡Oh, por Dios! ¡Lo que específicamente quería! ¡Kamijo me había pedido ser su pareja! ¿Conocen a los fans cuando  ven a sus artistas favoritos entrar, esa forma en que gritan? Bueno, así quería gritar yo, así que no aguanté y me abalancé sobre él.

-¡Por fin, Kamijo! ¡No sabes cuánto espera que me lo dijeras! ¡Creí que no me querías tanto! –Exclamaba casi al borde de las lágrimas-. ¡Te amo, Yuuji Kamijo!

Luego de unos segundos me levanté y dejé las joyas sobre la mesa con cuidado sobre la carta, y pude entregarle mi presente.

-Ten… -dije con algo de vergüenza.

Recibió el regalo, y sonreí de oreja a oreja al ver la expresión de su rostro; esa impresión mezclada con emoción.

-Teru… Esto… Wow… ¿Cómo sabías…?

-Hace un tiempo que mirabas fijamente ese reloj cuando pasábamos por la tienda, así que… ¡Ahí lo tienes! –sonreí y me acerqué un poco más a él-. Hay otro regalo… Pero antes, levántate…

El se levantó, y mientras tanto yo saqué el otro regalo del bolso, entregándoselo. Seguidamente tomé su mano y lo guié a paso rápido hasta su habitación, sin querer ver su rostro aún.

Pude ver que abría el regalo y miraba las esposas, luego viéndome a mí. Era hora de actuar.

Lo empujé a la cama decidido y me encimé a él, específicamente sobre su pelvis. Tomé mi polerón por sus extremos y me lo quité, el mismo destino le esperó a mi polera, bajando luego mis manos a mis pantalones, intentando no reír por la expresión de su rostro. Me incliné un poco sobre su pecho relamiéndome los labios y llegué a su oído.

-Merry Christmas, Ka-mi-jo –susurré, besando finalmente sus labios.

Conseguí tenerle emocionado rápidamente, no creí que pasara tan deprisa, pero por como devoraba mis labios era una clara muestra. Agarré su polera y comencé a subirla por su pecho, acariciando este con mis dedos a propósito hasta quitársela. Entonces él quiso tomar las riendas del asunto dejándome a mí abajo, pero no, ¡no sería así!

-Oh, no, Kamijo… -le susurré intentando parecer sensual, volviendo a encimarme a sus caderas-. Yo estaré arriba…

Volví a besarle, mordiendo un poco sus labios para tentarle más, pero él me respondía de la misma forma acariciándome el torso, dejándome escapar un pequeño gemido de gusto al sentir sus dedos por mis pezones. Le mordí más fuerte el labio inferior y comencé a menear mis caderas sobre las suyas para hacer “aquel” roce. Llevé mis labios a su cuello para besarlo, algo así como imitando lo que él me solía hacer, incluso mordí y lamí, escuchando un gemido de su parte, lo que me avergonzó un poco.

Era hora. Me separé de él y tomé sus manos, las llevé tras su espalda y finalmente lo esposé. Miré su rostro enfadado.

-¿Pero qué mier…? –no lo dejé proseguir al besarle, rasguñando inmediatamente su pecho por el conocimiento que tenía que, a él le encantaba.

Entonces recordé un poco las palabras de Hizaki; “…antes de que diga algo, debes bajar, y hacer trabajo bucal…”. Mis mejillas ardieron al recordarlo, pero sólo comencé a desabrochar su pantalón.

-Hay algo que a Kamijo-sama le encanta que haga… -susurré sobre sus labios y me aparté un poco para jalarle hasta la orilla de la cama-. Y lo haré para Kamijo.

Con toda la vergüenza fluyendo a mi rostro, me arrodillé y comencé a bajar el cierre con mis dientes, seguido de sus pantalones con mis manos.

-Detenerme unas veces… utilizar mucho la lengua –susurré recordando las palabras de Hizaki, bajé sus bóxer y tomé su miembro semi despierto en mis manos, relamí mis labios y comencé a lamer lentamente su miembro, desde la base hasta la punta, subiendo mi mirada hasta la de él, que como era de esperarse, también me veía.

Me detuve unos momentos y volví a lamerle, esta vez mordiéndole el glande con vergüenza. Volví a lamerle, moviendo mi lengua totalmente, hasta tener su miembro totalmente en mi boca con lentos movimientos, muchos de mi lengua, apretando un poco con mis labios y dientes. Sentí morbo.

-Mhn… Teru, qué bien lo haces… -murmuró de repente.

Reí de forma traviesa, succioné su glande y me separé relamiéndome los labios.

-¿En serio lo cree, Kamijo? –intenté hacer un tono de vos sensual y provocador-. Creí que no lo hacía bien… Y que debería dejar de hacerlo… -hice lo que llaman “puchero” y acaricié su glande con mi dedo.

-Oh, no, no, estás bien, continúa… -quise reír al escucharle.

-Mhmm… No, no quiero.

-¿Y por qué?

-Por-que-no –le guiñé.

-Sólo hazlo, Teru –dijo de repente con autoridad.

-¿Por qué? –lamí mis dedos.

-Porque me excitas, así que hazlo.

Volví a tener su miembro dentro de mi boca, moviendo rápido mi boca y cerrando mis ojos por ello, sonriendo —o intentándolo— al escuchar el sonido de las esposas al ser tiradas, incluso reí, pasando a morderle un poco. El gimió.

Me detuve para levantarme, y demostrando toda la confianza en mí mismo, comencé a quitarme lentamente los pantalones junto con mi bóxer de manera lenta, relamiéndome los labios mientras le veía, debía tentarle cada vez más. Por ende, le senté en sus piernas y lo abracé, apegando nuestros torsos y miembros para mover mis caderas y rozarlos, rasguñando su espalda por el placer, pero finalmente lo abracé por el cuello, gimiéndole al oído más notoriamente que normalmente, con más… sensualidad.

-Teru, quítame las esposas… -susurró mordiéndome la oreja.

Gemí intentando juntar mis piernas, negando leve. Me levanté un poco, aún sobre él y mordí mis labios con vergüenza.

-Prepararme yo solito… -susurré volviendo a seguir las indicaciones de Hizaki, bajando una mano y separando más las piernas, acariciándome por mi mismo mi entrada y metiendo un dedo en ella lentamente.

Descendí una mano por su pecho, rasguñándolo, mordía fuerte mi labio por el leve dolor que solía sentir, moviendo igualmente mi cadera para acostumbrarme antes y dejar de hacer algo tan vergonzoso como eso.

Le miré al escuchar las esposas otra vez, con algo de súplica y vergüenza entre los rasguños a su pecho con ambas manos.

-Te necesito dentro ya –supliqué al estar cerca de sus labios, respirando agitado y meneándome sobre su cadera.

- Teru, por el amor de Dios, Satanás, quien quieras, quítame estas putas esposas –gruñó, aún forzando contra las esposas.

Negué otra vez y me abracé a su cuello, haciendo que su miembro rozara más con mi entrada, gimiendo ya casi descontrolado, apegándome más a él para sentir mejor el roce hasta no poder aguantar más, ya había hecho sufrir bastante a Kamijo.

-Ser malo y seductor… Hacerlo entrar yo mismo… -susurré otra vez

-¿Qué tanto susurras…?

Hice caso omiso a sus palabras, tomé su miembro y comencé a penetrarme por mi mismo, sintiendo mis piernas tiritar ante el hecho, relamiendo mis labios con vergüenza, podía sentir el calor de mis mejillas, sin ver a algún punto en específico. Me quedé quieto para acostumbrarme, mordiéndome el labio inferior, pero en menos de un minuto ya comenzaba a mover mis caderas en vaivén, gimiendo de placer ante tan exquisito roce. Lo bueno de Kamijo era que no perdía el tiempo; seguía mis movimientos, y por lo que escuchaba, seguía luchando contra las esposas. Sonreí placenteramente.

-¡Teru! ¡Ya quítame estas malditas esposas! –exclamó de repente, pude escuchar ese tinte de placer en su vos, lo que me hizo sentir un escalofrío.

-Mhn… ¿Eso… deseas? –intenté decir normalmente, dejando escapar un gemido.

-Sí, ya, ¡hazlo, ahora!

Sonreí, sabía que si lo hacía ahora Kamijo tomaría venganza, pero ya podía notar la desesperación en su vos, así que tomé la llave de las esposas que estaba a un lado, y solté sus muñecas de las esposas, intentando mentalizarme para lo que ahora vendría.

Tomó mis caderas y me dejó sobre la cama, el placer me inundó con esa simple acción, gustaba que llevara las riendas del asunto sin cuidado.

Gemí casi de un grito al sentirle embestirme con tanta fuerza, podía sentir como me humedecía cada minuto más, lo abracé y rasguñé su espalda, arqueando la mía con gusto, respondiendo el beso que ahora intentaba devorarme, lo mismo intenté hacer con sus labios, juntando mi lengua con la suya en un profundo éxtasis que me tenía en otro universo gimiendo cada vez con más fuerza y placer, intentando ver más mis caderas contra las suyas.

-¡Mgh, más, Kamijo, no te detengas! –imploré cerrando los ojos.

-¿Ah, que me detenga? –me susurró al oído, cosa que me había dado otra correntada de placer hasta ya no sentir sus embestidas.

-¡Ah! ¡No, Kamijo, sigue! –abracé sus caderas con mis piernas casi desesperado de sentirle otra vez.

-¿Y por qué debería? No sabes cuánto me torturaste… -mordió mi cuello. Sabía que Kamijo querría venganza, pero esto no era justo.

Por ende, hice lo que él quería que hiciera; rogarle.

-¡Perdóname, perdóname! ¡Pero sigue, por favor, continua! ¡Lo necesito, ahora!

-Así se hace… -volvió a entrar en mi-. Entonces… ¿Quién manda?

-¡Tú, tú, Kamijo! ¡Sólo tú! –me sonrojé más, tanto por la pregunta y por la respuesta que le había dado, comenzando a mover mis caderas al acto al no poder aguantar un momento más sin ese exquisito placer que me daba.

Volvió a embestirme con esa fuerza descomunal, provocando que gemidos más intensos rasgaran mi garganta, teniendo la mirada perdida en el techo al estar concentrado en el placer que ocurría en mi zona baja. Pero de repente sentí más placer, arrancando más gemidos incluso mayores. Observé cómo me masturbaba rápidamente. Rasguñé más fuerte su espalda, no podía con tanto, ¡me estaba enloqueciendo!

-¡Mnh, Kamijo… quita… tu… mano! –intenté decirle con el libido por las nubes.

Ya no podía aguantar, me contraía una y otra vez con mi cuerpo casi tiritando, claro que mis piernas no dejaban de temblar hasta no aguantar, gritar de placer arqueando mi espalda y corriéndome sobre mi vientre y abdomen, respirando con gran agitación y alivio. Lamí mis labios y seguí moviéndome para Kamijo, contrayéndome más aún.

Claro, para finalizar bien, me levanté un poco haciendo que saliera de mi interior, mordiéndome los labios. Bajé a arrodillarme otra vez y comencé a lamer su miembro, acariciándole rápidamente con mi mano, relamiéndolo hasta escuchar ese ronco gemido resbalar de sus labios y sentirle correrse en mi boca.

Cerré los ojos y relamí mis labios, limpiando mis mejillas y mentón con un dedo, lamiendo este lentamente mientras le veía, manteniendo la sensualidad para seguir viendo esa expresión de su rostro.

-Feliz navidad, Kamijo –le guiñé, gateé hasta un armario y tiré un par de toallas, me levanté y caminé hasta le baño que tenía en su habitación, girando a verle-. ¿No me acompañas?

-¿Ah? Eh, ¡claro! –se levantó y me siguió.

Sonreí con superioridad, le había ganado totalmente a Kamijo, mi regalo no podría superarlo ni en un millón de años…

-Gracias por el bello día que regalaste, Kamijo, fue el mejor regalo que jamás me han dado –lo abracé estando ya en la bañera, sintiendo mis mejillas arder.

-No me quejo con tu regalo, honey… Estuvo totalmente exci…

-¡Si, si, si entiendo! –le interrumpí de inmediato, abriendo la llave del agua.

Pero…

El regalo que él me había dado en aquella carta no podía superarlo ni lo que acabábamos de hacer.

Él y yo ahora éramos pareja.

¡Feliz navidad, Teru, se ha cumplido tu deseo! Ahora el tema de la navidad sería mi preferido.

Notas finales:

Primero, mis disculpas por no haber actualizado luego de casi un año(?). No daré explicaciones sin sentido.

Espero que sea de su agrado el como tomó Teru todo desde su punto de vista uvu...

Merci, au revoir!

 

PD: Princess, está listo tu regalo de cumpleaños del año pasado(?) -dies- xD


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