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Dolor y Pasión por Ichigo no Kokoro

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Notas del fanfic:

Aquí yo... fastidiando otra vez. Seguro hoy no hay nadie por allí. Pero esra preciso subir hoy este one-shot. A los que leerán, de antemano muchas gracias. Y vienvenisdo sea el fin del mundo!!! :3

disclamer: the GazettE no me pertenecen. Obviamente. Solo lo hacen en mi pequeño lugar feliz :3

Notas del capitulo:

Este fic, va dedicado completamente a una hermosa persona. Mili-chan. Mi bella y preciosa uke, que hoy está de cumpleaños (*no diré la edad, bola de pervertid@s*).

Eres una de las mejores cosas que me ha pasado en la vida. Alegras mis días, calientas mis noches. Aguantas mis arranques y no me regañas por mis excesos :3 Soy un desastre... pero soy tu desastre!!

Te regalo esto en este día, que debería ser muy feliz para tí. No estoy físicamente a tu lado, pero siento lo que tu sientes.

Solo me queda decir que.... TE AMO #maricapordios!!!!

"Yo era tu mala influencia. Tú fuiste mi princesa. Siempre son frágiles las horas más perfectas"

-¿Le tomo su orden, Señor? – preguntaba un risueño castaño.

Ese era Kai. Un chico muy amable, cordial y alegre. Trabajaba en una cafetería. Un lugar muy bonito y cómodo. Además de tener mesas y sillas adentro, el lugar tenía una terraza cubierta que daba a la calle, donde había flores de muchos tipos. Realmente un lugar encantador, y lo era mucho más en días soleados y brillantes como ese.

 

Otra cosa que se podía decir de Yutaka Uke, más conocido como Kai para sus amigos, es que era un hombre muy atractivo. ¿Para qué negarlo? Era dueño de un rostro hermoso, de facciones agudas, pero delicadas. Unos hermosos ojos castaños, que hacían juego con su cabello, y una sonrisa que tenía la capacidad de deslumbrar a cualquiera. Además, poseía un cuerpo muy bien formado, gracias a su constante ejercicio en la batería, instrumento al cual le dedicaba su atención en sus ratos libres. Pero claro, a Kai, estas cosas superficiales no le llamaban la atención. El era feliz como un chico sencillo, llevando una vida sencilla.

 

- En seguida le traigo su orden – y continuó cumpliendo con su trabajo.

 

Después de entregar el pedido del señor, vio como se acercaba a él su compañero de trabajo y mejor amigo, Suzuki Akira, mejor conocido como Reita. Un personaje bastante peculiar. Japonés de nacimiento, punk de corazón. Reita era un rubio mal teñido, bastante guapo, con una venda cubriendo su nariz, lo cual le confería, según había escuchado a unas cuantas mujeres, un aura de misterio. Pero para Kai eso era irrelevante. Ellos solo eran amigos, los mejores.

 

-Mira Kaichuu~, mira esa belleza que acaba de llegar – su amigo no solamente andaba con mujeres, eran unos cuantos los hombres que habían pasado por la cama de Reita. Y ahora, el rubio le señalaba a un chico que se había sentado en una de las mesas de la terraza. Y no podía negar el buen gusto de su amigo – Ya verás Yuta-kun. Voy a ir hacia él y te aseguro que lo haré caer a mis pies – Kai rió levemente ante lo dicho por Reita. Era un egocéntrico de primera, pero también era una buena persona.

 

- Ahí voy – dijo el rubio mal teñido y empezó a caminar en dirección al joven. Pero fue detenido en el trayecto por un llamado de su jefe, quién lo requería con urgencia. Pasó por el lado de Kai y le susurró – Ganas esta vez, maldito – y siguió con su marcha.

 

Kai rió un poco ante las ocurrencias de su amigo. Tomó su lapicera, su libretita y salió del local dispuesto a tomar la orden del joven.

 

- Buenos días – dijo el castaño con su típica sonrisa - ¿Qué va a ordenar?

 

- Yo quiero un… - y el joven que hasta ese momento se había mantenido cabizbajo, alzó su rostro, permitiendo a Kai definir sus rasgos. Un cabello de color rubio platinado. Labios rosados y llenos. Facciones delicadas. Pero sus ojos. ¡Ah! Sus ojos. De un color azul muy profundo, que lo atraparon con la misma intensidad del vasto océano. Kai no se consideraba a sí mismo un hombre cursi, pero podía jurar por cualquier cosa en el mundo, que había sentido una conexión especial al encontrarse con esa azulina mirada, y también sabía que el otro había sentido exactamente lo mismo que él.

 

- ¿Qué usted quiere un…? Continuó Kai por el joven.

 

- ¡Ah! Lo siento. Me quedé absorto por un momento – murmuró el joven, que ante sus propias palabras, el rubio bajó la vista avergonzado a la carta que tenía frente a sí – Me gustaría un café negro. Y un trozo de pastel de chocolate, por favor.

 

- Marchando un café y un pastel de chocolate – Kai anotó todo, solían acusarlo de tener muy mala memoria.

 

Entro al local para llevar  el pedido del joven. Reita estaba cerca, con el jefe, al momento de regresar con la comida, así que el rubio le envió una mirada de “eres un maldito”. Kai rió ante ello, y salió a la terraza.

 

- Un café negro y un pastel de chocolate – el castaño colocó la bandeja en la mesa, ante la atenta mirada del rubio - ¿Desea algo más?

 

- Sí. Me gustaría… – empezó a decir el rubio, a medida que hablaba, sus mejillas se teñían con un leve rubro rosa. Que adorable. Pensaba Kai – Me gustaría que te sentaras conmigo.

 

Kai se sorprendió. ¿En qué clase de universo paralelo estaba? Ni en un millón de años se imaginaría que el rubio iba a decirle algo así. Pero no iba a negar, que estaba contento. Sin embargo…

 

- Lo siento. En este momento estoy trabajando – ante sus palabras, el joven bajó su cabeza, avergonzado – Pero, mi turno termina dentro de unas dos horas. Si quisieras pasar por aquí otra vez… - propuso el castaño.

 

- No puedo. Debo irme en un rato – respondió el joven.

 

- Ah… - y allí murió la conversación.

 

Se había instalado un pequeño silencio incómodo, de esos que Kai aborrecía. Así que salió disparado a entrar en la cafetería. Si serás idiota. Se recriminaba mentalmente. Continuó trabajando, atendiendo mesas, anotando ordenes, llevando pedidos. Después de un rato, miró hacia donde estaba su rubio… su pequeño rubio, porque ahora estaba de pie, y Kai notó que era algo bajito. Anotó algo y se fue. Sin mirar hacia el local ni una sola vez.

 

Kai salió a limpiar la mesa. Eres un cobarde. Se decía a sí mismo. Cuando llegó a la mesita, vio que el joven había dejado el dinero por lo que consumió, una generosa propina y debajo de esto, un papel doblado, en el que leyó: Me llamo Ruki y me gustaste mucho. ¿Considerarías salir conmigo alguna vez? Te dejo mi número telefónico. Espero tu llamada. ¡Vaya! Esto sí que era tener suerte. Pero, para Kai, seguramente significaría un suplicio.

 

-*-*-*-*-*-*-*-

 

Una semana después, Kai estaba en su departamento. El sol de la mañana entraba por la ventana y el holgazaneaba en su cama, tenía derecho a ello, era su día libre. Pero más importante que todo eso, estaba pasando por serios problemas existenciales. Llamar o no llamar. He allí el dilema. En eso se había pasado toda la semana. Pensando en si debía llamar o no al rubio de sus sueños. Sí, de sus sueños. Porque desde que lo había visto, el muy maldito enano se colaba hasta en sus visiones oníricas. A veces solo aparecía, mirándolo con esos profundos ojos azules. Otras veces, el pequeño hacía cosas más… interesantes. Dios, soy un pervertido. Se recriminaba una y otra vez. Estaba muy consciente de que no arreglaría nada si no lo llamaba. Así que se armó de valor, y salió de esa cama.

 

- Me levanto – decía las cosas en voz alta a medida que las hacía para darse más valor, al menos, eso creía el – Tomo el teléfono. Marco el número. Espero…

 

- ¿Diga? – respondió esa linda voz al otro lado de la línea.

 

Cuelgo. Pensó Kai, presa de los nervios. Y efectivamente, le colgó al pobre chico. Ah Kai. Puto idiota ¿Cómo le fui a colgar? Soy un pendejo. Tenía ganas de llorar, de tan idiota que se sentía. Pero se calmó. Respiró profundamente, y volvió a marcar.

 

- ¿Aló? – dijo nuevamente el joven.

 

- Ah… si… yo soy… bueno… -balbuceaba el castaño.

 

- ¡Eres el chico de la cafetería! – exclamó el rubio lleno de sorpresa. ¿Reconoció mi voz?... Al parecer sí. Pensó Kai. – Estuve esperando tu llamada toda la semana – dijo tranquilamente, sin recriminar.

 

- Sí… bueno… me había quedado sin servicio telefónico – una pequeña mentirita no le haría daño. Tampoco iba a decirle: no te llamé porque soy un indeciso de mierda. No. Kai debía mantener su imagen. – Pues… ¿Qué te parecería salir conmigo?

 

Una pequeña risita se dejó escuchar al otro lado de la línea – Claro que quiero. ¿Por qué crees entonces que te dejé mi número?

 

- Entonces ¿Qué te parece hoy? – continuó el castaño – Es mi día libre.

 

- Me parece perfecto. ¿Por qué no vamos a almorzar? Hay un pequeño restaurant cerca del lugar donde trabajas… ¿Sabes cuál es? – preguntaba emocionado el rubio.

 

- Claro, nos vemos allí.

 

- Perfecto. Hasta pronto.

 

-Adiós.

 

Y colgaron. Kai estaba emocionado. Tenía una cita con ese pequeño y hermoso rubio. Al parecer, tenía mucha suerte. Y seguramente, Reita lo odiaría. Divertido ante ese último pensamiento, decidió empezar a prepararse. No faltaba mucho tiempo para la hora de su encuentro. Se bañó y vistió. Siempre vestía de manera sencilla, pero con elegancia. Una camisa de color vino, con mangas que llegaban hasta la mitad de sus brazos. Pantalones negros, no muy ajustados. Y zapatos a juego. Correctamente peinado y arreglado. No necesitaba más.

 

Salió de su departamento. Para llegar a ese lugar, debía tomar el tren, como siempre lo hacía. Igual, le gustaba mucho el tren. Ver a las persona ir y venir, con sus vidas ajetreadas, por alguna razón le parecía divertido. Se bajó en la estación correspondiente y caminó hasta el lugar, no quedaba muy lejos. Llegó al pequeño restaurant. A él también le gustaba. Era un lugar familiar, acogedor. Entró al sito, y se percató de que no había muchas personas. Así estaría mejor, pensó. Dándose cuenta de que no veía esa característica cabellera rubia en ningún lugar, decidió sentarse en una mesa, al lado de un gran ventanal. Observando a las personas. Matando el tiempo.

 

- Hola. Lamento la tardanza. – tan absorto estaba en sus pensamientos, que no se había percatado que ya el rubio había llegado, y se sentaba frente a él.

 

- No te preocupes… Ruki – el pequeño se veía hermoso. Al parecer estaba algo agitado, seguro vendría apurado. Sus cabellos estaban algo revueltos, sus mejillas ruborizadas. Y esos ojos. Esos azules ojos le quemaban.

 

- ¿Sabes? Aún no sé tu nombre – dijo divertido Ruki – ¿O prefieres que te llame Sr. Desconocido?

 

El castaño sonrió ante ello.

 

- Mi nombre es Yutaka, pero puedes decirme Kai – y así, se enfrascaron en una fluida conversación. Todo pasaba con libertad. “Solo surgió”. Compartían cosas y hechos de sus vidas, conociéndose sin apuros. Kai se enteró de que el chico se llamaba Takanori Matsumoto. También trabajaba, pero la mayoría de su tiempo se lo dedicaba a una banda donde él era el vocalista. Tocaba el piano, un poco de guitarra y bajo, y también tocaba la batería, al igual que él. Dibujaba, y decía que si la banda no le funcionaba, sería Mangaka. Era un joven realmente interesante.

 

Y así fueron conociéndose. Además de esa cita. Tuvieron muchas otras. Había una afinidad innegable entre ellos. Una noche, cuando regresaban de una cita, Kai acompañaba a Ruki hasta su departamento. Su madre lo había educado para ser un caballero. Caminaban por las calles tomados de las manos. Al llegar al piso de Ruki, Kai comenzó a despedirse, como siempre.

 

- La he pasado muy bien – decía el castaño - ¿Nos vemos mañana?

 

Ruki soltó una pequeña risita. Acercó a Kai, para darle un beso. Se habían besado con anterioridad, pero al parecer esta noche Ruki estaba un poco… prendido. El beso era húmedo, apasionado. Cuando se separaron, Kai se sentía un poco mareado.

 

- Que lindo eres – susurró el rubio, para volverlo a besar. Así, obligó al castaño a entrar en el departamento. Los brazos de kai rodeaban al rubio por la cintura, apretándolo contra su cuerpo. Ruki elevó sus brazos, hasta rodear el cuello del castaño, enredado sus dedos en los cabellos de su nuca, volviendo el beso aún más profundo.

 

Sus lenguas jugueteaban entre sí, en una guerra donde nadie daba tregua. Kai saboreaba esa caliente y húmeda cavidad, recorriendo cada espacio, grabándolo a fuego en su memoria. Ruki empujó a Kai hacia la pared del pasillo, pegándose a él, provocando que el roce entre sus miembros semi erectos. Lanzaron gemidos, que murieron ahogados en el beso, y por fin Ruki fue el primero en separarse.

 

- Vamos a mi habitación – dijo con voz ronca, cargada de deseo. Kai lo siguió. El en camino, ninguno pudo apartar sus manos del otro. Se daban besos desesperados, que morían cuando se sacaban las camisetas. Entre ambos, se deshicieron del resto de sus ropas, estorbaban. Cuando llegaron a la puerta de la habitación, Kai tenía a Ruki sujeto contra esta. El último, se encontraba de piernas abiertas, rodeando la cintura del castaño, quien lo sostenía agarrando sus glúteos, apretándolos. Sin ropa de por medio, sus miembros se restregaba sin pudor alguno. Los gemidos morían en la garganta del otro. Se besaba, se mordían.

 

- A… abre la… puerta – susurraba Ruki, presa de la excitación.

 

Kai lo hizo. Cargó al rubio hasta su cama, quien en el trayecto, mordía y lamía el cuello del castaño, arrancando uno que otro suspiro con sus acciones. Lo dejó suavemente sobre la cama, y se posicionó sobre él, cuidando de que el rubio no soportara su peso. El castaño empezó a besar otra vez, con un poco más de calma, al rubio bajo él. Esos labios, se habían convertido en su adicción. No era una persona dependiente, ni si quiera fumaba, pero desde ahora, sabía que sería imposible separarse de esos sonrosados labios.

 

A Ruki le encantaban esos besos, esos brazos fuertes que lo acariciaban con calma. Pero necesitaba más. Con un rápido movimiento, quitó al castaño de sobre sí, y se sentó a horcajadas sobre su pelvis, haciendo que sus miembros se estimulasen uno al otro.

 

- No crees que ahh… - decía Kai, intentando formar oraciones coherentes – que vas un… uhmm… poco rápido.

 

- No lo suficiente – respondió el rubio, tomando ambos penes, haciendo una masturbación doble.

 

- Ahhh… ahmmmm – comenzaron a llenar la habitación con gemidos. Kai apretaba fuertemente la piel de las caderas de Ruki, sintiendo su suavidad. Sintiendo como esos dedos mágicos le estaban haciendo perder la cordura. Arriba y abajo, con fuerza, pero despacio, prolongando el momento lo más posible. Cuando Ruki se dio cuenta que el glande de Kai supuraba líquido pre seminal, decidió detenerse. Se acercó otra vez a esos labios, que lo esperaban semi abiertos, uniendo sus bocas en un beso lleno de lujuria y pasión. Separándose un poco, Ruki lamió con la punta de su lengua los labios ajenos, para luego susurrar sobre ellos.

 

- No puedo permitir que te corras aún, cariño – dicho esto, se estiró un poco hasta alcanzar la mesita de noche que quedaba a su izquierda. Rebuscó un poco, y sacó una botellita con un líquido transparente. Kai enarcó una ceja. Ruki rió divertido. – No soy un monje. Y ahora, viene la parte buena – dejó otro húmedo, pero corto, beso en los labios de Kai, para bajar y situarse delante del erecto miembro del castaño, que tembló en expectación. Kai alzó un poco su vista, para ver lo que el otro hacía entre sus piernas.

 

Ruki vació un poco del contenido del frasco en sus manos, frotándolas una contra la otra para calentarlas. Luego tomó el pene de Kai entre sus dedos.

 

- Ahhh…- gimió el castaño, complacido, mirando hacia el techo, entrecerrando sus ojos por el placer. Ese enano sí que sabía usar sus manos.

 

Ruki seguía moviendo sus manos, de arriba abajo, lubricando el miembro entre sus dedos. Apretaba un poco el glande y soplaba sobre él, arrancando más gemidos de esa suculenta garganta. Eran música para sus oídos.

 

- Kaishii – decía el rubio con un tono marcadamente infantil, pero enfermizamente sexual – Tu polla es muy grande… No me va a caber toda. Me vas a romper –

 

La mente de Kai se inflamó ante eso, y su ego se fue por las nubes. Pero Ruki no le dio tiempo a pensar mucho, ya que se dedicó a masturbarlo con más fuerza. Haciéndole gemir mucho más. Cuando se hubo cansado de ese juego, soltó el miembro de Kai. Tomó el frasco, y vertió un poco más de lubricante entre sus dedos.

 

- Ahhhmmm…. Ahhmm – Kai quitó su vista del techo, para mirar al rubio sobre él. E inmediatamente comprendió, el por qué de esos agudos gemidos. Se encontró de frente con el trasero de Ruki, este estaba sobre él, a cuatro patas. Con una mano se sostenía en el colchón, la otra, estaba ocupada entre sus glúteos, dilatándose el mismo con sus dedos. Madre de dios. Pensó Kai, ese enano estaba hecho un guarro.

 

- Ahhhmmm Kaii… - ese gemido terminó de espabilarlo. Se sentó en la cama, y tomó con fuerza las caderas del rubio. Sacó esos dedos y acercó su boca a esa rosada entrada. Sacó su lengua, y la introdujo dentro de esa estrecha cavidad.

 

- Ahhh… coño… siii – gemía Ruki, presa del más oscuro placer. El castaño hacía maravillas con esa lengua. La movía de un lado al otro. El húmedo sonido que provocaba, incendiaba más al rubio. Con sus manos, apretaba sus glúteos, los pellizcaba. Era el cielo.

 

De un momento a otro, Kai sacó su lengua de ese estrecho lugar, haciendo que Ruki profiriera un pequeño quejido de insatisfacción. Kai se colocó de rodillas, Ruki intentó voltearse, pero el castaño no se lo permitió, dejándolo anclado a cuatro patas en la cama.

 

- ¿Querías guerra? – preguntó Kai, susurrando en el oído de Ruki – Pues mi polla y yo te daremos guerra – para acto seguido, introducirse con una certera embestida en al interior del rubio.

 

- Ahhmm… ahhhhh… Kai… - Ruki solo podía gemir, no era broma, su cerebro no podía hacer nada más. El castaño lo embestía de manera tan certera, tan profunda, que sentía que se partiría en dos. Se retorcían, gemían, jadeaban. Sus cuerpos estaban cubiertos por una capa de sudor.

 

- Mmm… Pequeño – decía como podía Kai – Que… ahhh… apretado estás – el rubio soltó una risita maliciosa ante lo dicho, apretando aún más los músculos alrededor de ese miembro. Kai jadeó, gimió, y se sintió en el séptimo cielo. Una corriente eléctrica recorrió su espina dorsal, terminando en la punta de su pene. Sabía que estaba por correrse, así que tomó el miembro del rubio entre una de sus manos, acariciándolo, estimulándolo.

 

- Ahh… ahhh… me corro… ahhhhh – y con ese último gemido agudo, Ruki terminó en la mano del castaño. Quien al sentir finalmente como esas estrechas paredes se cerraban aún más en torno a él, se corrió. Dejando su semilla en lo más profundo de ese dulce interior.

 

Jadeando por el esfuerzo del reciente orgasmo, Kai salió del interior del rubio, cayendo hacia atrás en la cama, llevándose a Ruki con él, recostándolo en su pecho. El pequeño comenzó a lamer el pecho sudado de Kai, subiendo por su cuello, para llegar otra vez a sus dulces labios, besándose con calma.

 

- Pffft… jajajajaja – empezó a reírse Kai, cortando el beso. El rubio se desconcertó, pero la risa del castaño era tan linda, clara y contagiosa, que no pudo evitar reír con él.

 

Y allí estaban los dos, Ruki sobre el pecho de Kai, muertos de la risa después de haber hecho el amor. Cuando lograron calmarse un poco, el rubio preguntó.

 

- ¿Por qué te reías? ¿Acaso soy tu payaso personal? – solo preguntaba, sin ningún tipo de animosidad.

 

- No lo sé – respondió sonriendo Kai, mirando esos ojos azules – Creo que estoy feliz.

 

- ¡Tú siempre andas feliz! Se te ven a congelar los dientes.

 

Y los dos rieron, para luego, dar paso al necesario descanso.

 

-*-*-*-*-*-*-*-

 

A ese íntimo encuentro, le habían seguido muchos otros.

Después de dos meses, Kai estaba realmente feliz. Si antes sonreía siempre que podía, ahora esa sonrisa de hoyuelos parecía estar grabada a fuego en su rostro. Reita sabía todo, al principio le había regañado por haberle hecho la competencia, pero en ese momento había pasado una chica con una falda realmente corta, y Reita se había olvidado de lo que iba a decirle.  

 

Pero había algo que no lo dejaba tranquilo. Ruki conocía sus amigos, su trabajo, su vida, y era parte de ella. Por el otro lado, el no tenía idea de quienes eran los amigos de Ruki. No sabía nada de su vida, solo las cosas que el rubio se dignaba a compartirle. Y también, muchas veces el rubio ni siquiera le dedicaba tiempo. Y le decía unas excusas, que claramente olían a mentira. Pero Kai decidió pasar todo eso por alto, ya que al parecer, estaba enamorado.

 

En una noche que tenía libre, decidió invitar a Ruki a salir. Así que le llamó por teléfono.

 

- ¡Hola pequeño! – saludó alegremente - ¿No te gustaría salir conmigo esta noche?

 

- Etto – comenzó el rubio, algo inseguro – No creo que pueda. Tengo que ensayar con la banda y eso – terminó con una risita nerviosa.

 

- ¿De verdad? Es una lástima – continuó ya algo desganado el castaño – Pues, supongo que me pudriré aquí en mi depa esta noche – todo foreveralone, pensó Kai.

 

- Lo siento. Te prometo que tu próximo día libre, haremos lo que quieras ¿Sí?

 

- Claro. No te preocupes. Adios.

 

-Nos vemos pronto – y el rubio fue el primero en colgar.

 

Kai se quedó allí, escuchando el pitido del teléfono contra su oído, y pensó. Ah, a la verga. No me quedaré aquí sin hacer nada. Llamaré a Reita. Y efectivamente, eso hizo. Llamó a su mejor amigo, y decidieron ir al cine. Allí, empezaron a decidir qué película verían. A Reita le gustaban las de acción, a Kai las de terror. Era una difícil decisión. Estaban inmersos en su acalorado debate, cuando Kai observó una inconfundible cabellera rubia platinada pasar cerca de él. Era él. Era Ruki. Jamás se confundiría, pero ¿no se suponía que Ruki estaría ensayando con su banda? Dejó a Reita hablando solo, necesitaba hablar con ese enano. Lo encontró en la fila para las entradas, se acercó por detrás.

 

- Eh enano siniestro – lo saludó, como siempre lo hacía - ¿Qué se supone que haces aquí? – aún así, necesitaba una explicación.

 

Ruki se giró y lo miró, pudo jurar Kai, algo aterrado.

 

- K… kai – tartamudeó - ¿Qué haces tú aquí? ¿No se supone que estarías en tu casa? – preguntó, algo azorado.

 

- Yo pregunté primero – respondió el castaño, empezando a enfadarse. No le gustaban para nada las mentiras y las evasiones – Así que empieza a parlotear, periquito.

 

Ruki abrió su boca para responder, pero alguien lo interrumpió.

 

- Amor, las golosinas están… Oh – y al lado de Ruki, llegó un castaño. Muy alto, y muy hermoso. Con unos lindos ojos marrones y unos labios con una forma curiosa - ¿Quién es, cielo? ¿Un amigo? – preguntó te manera inocente, al tiempo que se abrazaba a un estático Ruki, que parecía haberse quedado de piedra.

 

¿Amor? ¿Cielo? El cerebro de Kai trabajaba aceleradamente. No podía evitarlo, procesaba la información muy rápido, para su infortunio. Así que… ¿Era por eso? Kai quería patearse así mismo las bolas por ser tan estúpido, pero necesitaba oír la verdad, aunque ya la supiera.

 

- Claro. Soy un amigo – Ruki lo miró con confusión ante lo que había dicho - ¿Tú eres…? – preguntó, con el corazón latiendo erráticamente, en vilo.

 

El castaño rió un poco antes de responder.

 

- Que malo es Ruki. Mira que eres su amigo y no sabías de mí – hizo un puchero tierno, pero que casi le provoca arcadas a Kai – Soy Kouyou. Su novio desde hace dos años.

 

Novio. Novio. Novio. Novio. Novio. Esa palabra se repetía una y otra vez por el cerebro de Kai. Sintió casi literalmente, como su corazón se rompía en miles de cachitos. Buscó con sus ojos la azulina mirada de Ruki, intentando hallar una señal, que erradicara lo dicho por el tal Kouyou. Esperanzas, vanas esperanzas hechas añicos. Pues todo lo que encontró en esas orbes azules, fue miedo. Seguramente miedo por ser descubierto. Pensó Kai. O miedo de que siendo “el amante”, le dijera a su verdadero novio la mierda que tenía como pareja.

 

- Kai yo… - comenzó a decir Ruki.

 

- Tranquilo Kouyou. Seguramente Ruki te mencionó, pero a mí se me olvidó. Tengo una memoria pésima – y ofreció su sonrisa más falsa. El mundo se le podía estar cayendo encima, pero no le daría el gusto a ese pequeño cabrón, de verlo llorar – Tengo que irme. Fue un gusto conocerte, Kouyou.

 

- Igualmente. Deberíamos salir algún día los tres – ofreció el alegre castaño.

 

- No lo creo posible – murmuró Kai, alejándose de la pareja.

 

Caminó hasta llegar donde estaba su mal teñido amigo.

 

- Eh sonrisitas – le dijo el Reita, cuando quería molestarlo le decía así - ¿Cuál película veremos por fin?

 

- Me voy Rei-chan. No me siento muy bien – dijo Kai, con esa falsa sonrisa en el rostro. Pero al parecer, no se acordaba de que Reita era su mejor amigo por una importante razón: lo conocía mejor que nadie.

 

- Esa sonrisa da miedo Kai. ¿Qué pasa Yuta-kun? Y ahora, dime la verdad – finalizó el rubio.

 

Kai suspiró con resignación y caminó hasta salir del lugar, con Reita siguiéndole los pasos. Legaron hasta el estacionamiento, donde habían dejado la moto del rubio. Y allí, sin nadie alrededor, Kai se derrumbó contra una pared. Llorando, como Reita nunca lo había visto, le contó lo que acababa de pasar.

 

- ¡Si será hijo de puta! – explotó Reita, henchido de rabia – ¡La próxima vez que vea a ese coño e’ su madre le parto todo! – y siguió puteando.

 

- La próxima vez – murmuró Kai, dejando de llorar, sentado en el piso, recostado de la pared – No habrá próxima vez. No quiero volverlo a ver. Y no lo haré. Es muy cobarde para darme la cara-

 

Reita se arrodilló frente a él. Kai no merecía esto, pensaba el mal teñido, es muy buena persona, muy buen amigo. No se lo merece.

 

- Escúchame Kai – empezó Reita, tomando las manos del castaño entre las suyas – No te dejes morir por esto. El no te merece. Es sólo un imbécil que se creía muy listo. No llores por una basura así.

 

- Por supuesto que no tonto – dijo Kai, levantándose con la ayuda de su amigo – Todavía no ha nacido la persona que acabe conmigo – por lo menos, debía intentar fingir frente Reita, que todo estaba bien.

 

- Eso es. Y ahora, te llevo a tu casa pendejo. No te vaya a dar por hacer locuras – bromeó un poco Reita, para aligerar el ambiente.

 

Se subieron a la moto, corriendo a una alta velocidad por las calles de Japón Reita era un peligro, y aún Kai no sabía, como no le habían quitado la licencia. Llegaron al edificio del castaño. Y este se bajó allí.

 

- ¿Seguro estarás bien? – preguntó realmente preocupado Reita – Puedo quedarme contigo esta noche, si quieres – ofreció.

 

- Nah. Estaré bien. Vete tranquilo. Gracias por traerme – finalizó el castaño. Y así Reita se fue, sabrá dios en que cama iría a parar.

 

Y se quedará en su departamento su puta madre. Pensó Kai. Y empezó a caminar a un pequeño bar cercano. No era muy dado al alcohol. Pero existían momentos donde era indispensable. Y este, era uno de esos momentos.

 

Esa noche bebió todo lo que pudo. Whisky, Vodka, Vino, Tequila… de todo tomó. Tomaba lo suficiente para olvidase del mundo, de Ruki, y de su propio nombre. Al final de la noche, estaba para el arrastre. Era un puto desastre. Y esa era la intención. Lo echaron del bar a patadas por estar formando jaleo. Y se quedó allí, tirado en medio de la acera, a punto de quedar inconsciente.

 

- Pobre niño – escuchó que alguien le decía. De allí, todo se volvió confuso.

 

-*-*-*-*-*-*-*-

 

Despertó por la luz del sol que incidía en su rostro, la cual se colaba a través de las ventanas. Se estiró, en lo que sentía él una cama, para desentumecer sus músculos. Abrió los ojos. Un techo desconocido. Alarmado, volteó a su derecha, para encontrarse de lleno con el rostro sonriente de un pelinegro. Muy apuesto, por cierto. El sujeto observaba a Kai con diversión, estudiando sus reacciones. Al parecer, el castaño no se acordaba de nada de lo acontecido la noche anterior.

 

- Este… - empezó Kai, nervioso. Le frustraba un poco que el pelinegro no dijese nada - ¿Tú eres…? ¿Anoche…? ¿Yo...? ¿Tú…? ¿Nosotros…?

 

- Mi nombre es Yuu – empezó a hablar el otro, divertido – Creo que si estudias tu alrededor, podrás darte cuenta de que lo que pasó anoche es algo obvio.

 

Kai lo hizo. Se incorporó, sentándose en la cama. Levantó la sábana, que los estaba cubriendo a los dos, y vio que estaba desnudo. Los dos estaban desnudos. Kai abrió mucho sus ojos. Sorprendido. Atribulado. ¿Solo unas copas y termino en la cama de cualquiera? Pensaba. Haciendo esto… no soy mejor que “él”. Pero la voz del otro, interrumpió sus pensamientos.

 

- Supongo que no te acuerdas de nada. Es decepcionante – suspiró Yuu, sentándose en la cama, al lado de Kai. – Imagino que ahora dirás que fue un error, pedirás perdón, yo te disculparé, te vestirás, pedirás perdón nuevamente, yo haré como que no me importa y luego te irás – finalizó, con una sonrisa triste.

 

Kai se sintió mal. Porque en realidad, pensaba hacer exactamente lo mismo. Pero al parecer, no era la primera vez que el pelinegro pasaba por una situación así. También, al igual que Kai, era un alma solitaria. Así que, pensó Kai, lo mejor sería acompañarse mutuamente en su soledad. Igual, Ruki lo había dejado sin nada que perder.

 

- Tengo una mejor idea – dijo el castaño, tomando una de las manos de Yuu, y acercándose a sus labios - ¿Por qué no recreamos los que pasó anoche? Así, de seguro recuerdo… -

 

Yuu sonrió, y por toda respuesta, besó los labios que Kai le ofrecía.

 

-*-*-*-*-*-*-*-

 

Había pasado una semana luego de que Kai despertara en la cama de Aoi. Es castaño se había acostumbrado al mayor. Porque sí, Aoi era unos tres años mayor que él, una diferencia insulsa. El pelinegro era muy buena persona, y la pasaba muy bien cuando estaba con él. Sin embargo, Kai no podía engañarse a sí mismo. No sentía nada por Aoi. Solo estaba con él, para apartar su propia soledad. Para apartar el recuerdo de Ruki. Aunque era imposible.

 

- Eh Kai – escuchó que lo llamaba Reita. Kai se avergonzó de sí mismo. Se suponía que estaba trabajando, pero en realidad, solo se la pasaba en otro planeta – Mira quien apareció. ¿Me dejas romperle la cara? – y Reita señaló hacía una de las mesas de la terraza.

 

Kai volteó su mirada hacia el lugar, encontrándose con un Ruki que lo observaba fijamente. Esperen… ¿era Ruki? ¿Era el rubio siempre cuidado y arreglado? No. Este era otro Ruki. Se le veía muy mal. Severas ojeras adornaban la parte inferior de sus ojos, se veía cansado, triste. En general, parecía desecho. Lo que sorprendió a Kai. ¿No debería ser él, el engañado, el que se viera como basura? Pero no. Hasta el papel de víctima tenía que quitárselo, el muy cabrón. Pensaba un molesto castaño.

 

- No hagas nada, gafo – dijo Kai, propinándole un pequeño zape a su rubio amigo – Estamos trabajando. Jode a un cliente y te despiden así – y chasqueó sus dedos para enfatizar lo que decía.

 

- Ughh. Es cierto – murmuró Reita, frustrado.

 

- Tranquilo Rambo. Yo me hago cargo de esto – y así, Kai fue a atender la mesa del pequeño cabrón, como ahora lo llamaba. Llegó a la mesa. Sacó su lapicera y su libretita para anotar pedidos – Buenas Tardes ¿Qué va a ordenar el señor? – preguntó muy seriamente. Ese tipo no se merecía ni una sonrisa cordial.

 

Los azules ojos de Ruki se cristalizaron, por la humedad que se negaba a salir, ante la frialdad con la que lo estaba tratando Kai. Su adorado castaño.

 

- Debemos hablar Kai – susurró Ruki. Su voz había sonado my mal, debido a lo irritada que estaba su garganta. De tanto llorar – déjame explicarte que fue lo… -

 

- Disculpe – lo cortó fríamente Kai – Pero no se me permite sociabilizar con la clientela. Estoy trabajando. Si no va ordenar, Haga el favor de retirarse.

 

Las primeras lágrimas se deslizaron por el rostro de Ruki, quién bajó la cara avergonzado, mordiéndose los labios para que no se escucharan los pequeños sollozos que empezaban a atenazar su cuerpo.

 

-¡Es un maldito hipócrita! – pensó un furibundo Kai. – Terminemos con esto de una vez – y se sentó a la mesa, frente al rubio – No entiendo por qué lloras. Yo soy quién debería llorar. Y de hecho, lo hice. Pero ya. Lo superé. Deberías hacer lo mismo.

 

- ¿Lo superante? ¡¿Lo superaste?! – preguntó un exaltado Ruki, aún lloraba, pero la molestia le podía más – ¡Eso pasó hace apenas una semana! Ni siquiera me has dejado que me explique. ¿Y me dices que lo superaste? No me jodas Kai.

 

- ¡No me jodas tú a mí, enano! – Kai también estaba muy molesto – Teníamos algo. Muy bien. La pasábamos bien. Excelente. Descubrí que engañabas a tu novio conmigo y que yo era “el otro”. Qué mal – con cada palabra, escupía más y más veneno – No vengas a pretender que mi mundo se derrumbe por ti. No lo mereces.

 

- Lo sé – de pronto, Ruki se calmó. Kai le había dicho una gran verdad. El no se merecía al castaño – Y por eso, vine a disculparme. Pero me dejé llevar. Kai, quiero pedirte per… - otra vez, fue interrumpido.

 

- No te atrevas – susurró Kai, con cada palabra destilando furia – No te atrevas a pedirme perdón. No me debes nada. Deberías irte con tu novio, y tratar de serle fiel por una vez. Se nota que te quiere – dijo, con una amarga sonrisa.

 

- Pues ya no lo hace – respondió el rubio, con nostalgia – Ya no tengo novio.

 

- ¿Y eso? – preguntó con sorna - ¿Acaso se encontró follando con otro? – el rubio le lanzó una mirada llena de molestia – Sí… debió ser eso.

 

- Kai. Sé que estás molesto. Sé que debes odiarme. Lo sé. Lo siento. Perdóname por favor – intentó tomar las manos del castaño, que estaban sobre la mesa entre las suyas, pero esta las retiró rápidamente. Ruki suspiró afligidamente – Terminé yo con Uruha. No podía seguir así. Estando con una persona… y amando a otra – la mirada que Ruki le ofreció en ese momento, aceleró su corazón. Para Kai, eso era una mala señal.

 

- ¿Amor? – bufó Kai, con ironía – No mientas Matsumoto. Si me hubieras amado, me habrías dicho la verdad. Habrías terminado desde antes con tu novio. ¡Qué sé yo! Pero no hubieras jugado a dos bandas. Eso no es amor.

 

- Lo sé. Es solo que, no es fácil, ¿Sabes? No es muy fácil terminar una relación de dos años. ¡Dos putos años! Pero… - continuó el rubio, mirando directamente a Kai a los ojos – Te conocí. Y créeme, que el mundo se me vino encima. Eres… todo lo que pedí. Todo lo que quiero… Todo lo que necesito. – por fin, logró tomar las manos del castaño entre las suyas – Dame otra oportunidad Kai. Te juro que no te fallaré otra vez.

 

Maldición. Maldición. Maldición… Estoy cayendo. Se auto regañaba el castaño. Pero, no podía evitarlo. Los azules ojos de Ruki le quemaban. Esa mirada que rogaba por perdón, por otra oportunidad…

 

- ¿Interrumpo algo? – los dos que se encontraban en la mesa, tomados de las manos, voltearon al lugar de procedencia de esa voz. Era Yuu.

 

- Aoi… ¿qué haces aquí? – preguntó Kai, llamándolo por su apodo,  separando sus manos de las de Ruki. Lo que provocó una gran… enorme… dolor interno en el pequeño rubio.

 

- Pues… Como falta poco para que termines tu turno, pensé que podíamos salir un rato – dijo Aoi – pero al parecer estás ocupado – miraba al pequeño rubio con desconfianza.

 

- Kai – llamó desesperadamente Ruki – No puedes irte. Sabes… sabes que debemos aclarar las cosas… Por favor – esos azules ojos, que supuraban deseos de perdón, deseos sinceros, quemaban a Kai como el más ardiente de los infiernos. No podía resistirse. No podía.

 

- ¿Él es de quien me hablaste? – el castaño pegó un respingo en su silla ante la voz de Aoi. Asintió. No podía hablar. Era demasiada presión. – Entiendo – suspiró el pelinegro, y con calma, continuó hablando  – No voy a obligarte a nada. Ni a reclamarte nada. Solo quiero que seas sincero… ¿Aún sientes algo por él?

 

¡Ahhh! ¿Por qué tuvo que hacer la maldita pregunta?


- Yo… yo… - empezó a balbucear Kai. No sabía que decir, que pensar, que sentir. Aún quería a Ruki. Eso era un hecho innegable. Pero, tenía miedo. Ya el enano lo había hecho sufrir una vez. ¿Lo haría sufrir de nuevo?...

 

Una mirada a esa profunda y azulina mirada, cristalizada por las lágrimas que el rubio intentaba detener, para mantener un poco la dignidad, y supo que decidir. Era ahora o nunca.

 

- Yo aún lo quiero. Debo ser un masoquista. Pero lo quiero – mientras decía esto, sonreía y tomaba las manos de Ruki. Quien empezó a llorar, de felicidad, pensaba el castaño.

 

- Vaya – murmuró Aoi – supongo entonces, que estoy sobrando aquí.

 

- Lo siento Yuu – dijo Kai sinceramente – De verdad, lo siento mucho. Pero…

 

- Tranquilo. Está bien – le sonrió Aoi con tristeza – En tu caso… creo que habría hecho lo mismo que tú. ¡Eh tú! – llamó al pequeño rubio – Esta vez, trátalo bien.

 

Un poco avergonzado, pero feliz, Ruki asintió.

 

- Lo haré. Juro que lo haré – y apretó las manos de Kai, quien sonrió.

 

- Más te vale. Por qué te golpearé si no lo haces – y Ruki sintió, que esa advertencia iba en serio – Adiós Kai. Fue bueno mientras duró.

 

- Adiós Yuu. Cuídate – y luego de eso, observaron cómo se iba el pelinegro, haciendo una señal de despedida con su mano.

 

Y allí quedaron Ruki y Kai, tomados de las manos, observándose, cayendo cada uno en la mirada del otro. Sintiendo sobrar las palabras.

 

- Bien… - rompió Ruki el silencio – No voy a preguntar quién era ese. – los dos rieron – creo que ahora… -

 

Pero Kai no lo dejó continuar, se levantó, y cubrió su boca con un beso. Lento, tierno. Sintiendo como al parecer, sus labios encajaban a la perfección.

 

- Mi turno está por terminar – susurró Kai sobre los labios del rubio – Vamos a mi casa enano.

 

Las cosas se pondrían divertidas…

 

-*-*-*-*-*-*-*-

 

-Mmm – Se besaban con tanta desesperación que Kai no podía ni abrir la puerta de su departamento. Los gemidos de ambos morían en la garganta del otro. Se magreaban, porque lo que hacían, no era acariciar. Estaban desesperados por sentir el tacto del otro. Se necesitaban.

 

Por fin Kai puedo abrir la puerta. Entraron. Kai cargó a Ruki, quién rodeo su caderas con las piernas, rozando sus erguidos miembros por sobre la ropa. El castaño cerró la puerta con los pies, y pegó a Ruki contra la pared. Se besaban, casi comiéndose. Mordían sus labios, chupaban sus lenguas. Se arrancaban la ropa que traían. Cuando los dos quedaron desnudos del torso, Kai habló.

 

- Yo… yo no creo – el vaivén de caderas que tenía el rubio, le estaba robando la cordura – no creo que… mmm… pueda aguantar hasta llegar a la habitación.-

 

Ruki bajó una de sus manos, que se encontraban en el cuello del castaño, para deslizarla por ese duro pecho, bajando aún más, para tomar el duro miembro de Kai y apretarlo.

 

- Mmmm – gimió Kai.

 

- Pues no lo hagas… yo te necesito… Ahora – y volvió a besar al castaño, con lujuria. La mente de Kai se inflamó de más deseo. Bajó al rubio, y le quitó los pantalones. Con desesperación, se deshizo del resto de su propia ropa, quedando ambos en la misma condición de desnudez. Observaron sus cuerpos, cubiertos con una ligerísima capa de sudor producto de la calentura, que brillaban ligeramente ante la suave luz artificial.

 

- Eres hermoso – susurraron ambos al mismo tiempo. Sonrieron.

 

Kai tomó a Ruki de la mano y lo llevó al lugar cómodo más cercano: el sillón. Se sentó, mostrando impúdicamente su erguido pene. Ruki pasó la lengua entre los labios, dejándolos rojos y brillantes con su saliva. A Kai, eso le pareció excitantemente sucio.

 

- ¿Deseas mi polla pequeño? – preguntó el castaño. De pie, frente a él, el pequeño se mordió inocentemente un dedo índice, asintiendo con la cabeza – Pues ven y tómala. ¿No ves que espera por ti? –

 

Ruki se arrodilló frente a Kai, tomando ese suave miembro entre sus manos. Era como duro hierro envuelto en seda. Lo deseaba. Los suspiros que Kai emitía, eran música para él. Así, que decidió darle más. Besó suavemente la punta, sacando con falsa timidez, su pequeña lengua rosada, lamiendo suavemente la punta.

 

- Ahhh… Pequeño, pequeño – gemía Kai – no me hagas sufrir.

 

Ruki rió divertido. Lamía suavemente. Empezaba en la base, subía lentamente con su lengua hasta llegar al glande. Mordía con suavidad. Soplaba en la punta. Jugueteaba con sus suaves testículos. Escuchaba a Kai gemir presa del más oscuro placer. Luego de unos minutos, sintió la polla de Kai palpitar, y supo que estaba por correrse. Aumentó la intensidad y dureza de sus caricias.

 

-Ahhhh…. Joder… Mmmmm – y con ese gemido, el castaño se corrió en la boca del pequeño rubio, quién tragó toda esa semilla gustoso.

 

- Sabes delicioso – dijo Ruki, quitándose con los dedos los restos de semen que no había podido tragar, para luego limpiarlos con su lengua.

 

- Eres un guarro – dijo el castaño, con deseo. Aún no se sentía completamente satisfecho – Siéntate aquí pequeño – y acto seguido, el rubio se sentó a horcajadas sobre sus piernas.

 

- ¿Me merezco un premio, Kaichuu? – preguntó inocente. El castaño posó una de sus manos en las caderas del otro. Su otra mano, viajó hasta la insatisfecha erección del rubio, que suplicaba por atención, apretándola, acariciándola, arrancando dulces gemidos. Le encantaban los roncos gemidos de ese enano.

 

- Claro que lo mereces pequeño. Disfruta – y se apoderó nuevamente de esos adictivos labios. Como los había extrañado. Los gemidos ahogados morían en su garganta. Era la perfección. Lo masturbaba con rapidez. Sin alagar el momento. Arriba, abajo, duro, rápido.

 

- Ahhhmmm… ahhhh Kai – Ruki se separó del beso y arqueó su espalda, llevando su cabeza hacia atrás. Kai le había metido un dedo en su entrada. ¡Dios! Qué bien se sentía. Jugueteaba con él, moviéndolo de un lado a otro. Luego, metió el segundo, y Ruki creyó que veía colores flotando. Los abría y cerraba, en movimientos de tijera. Para dilatarlo. Pero Ruki necesitaba más. Mucho más.

 

- Ya Kai…. Estoy listo. Métela ahora – exigía el rubio, sin pudor, susurrando.

 

- ¿Qué quieres pequeño? No escuché bien – Kai sonreía con prepotencia. ¡Por supuesto que había escuchado perfectamente!

 

- ¡Ahhh! – una de sus manos en su miembro, la otra hacía milagros en su entrada con sus dedos… Era una proeza que el rubio aún hablase - ¡No me hagas sufrir! – ahora gritaba - ¡Qué me metas tu polla! ¡La quiero…! ¡Ahhhhhh! – y no pudo seguir rogando. Kai lo había empalado de una sola estocada, y profirió un grito que debieron escuchar los vecinos.

 

- Hhmmmm – Kai también gemía. Esa apretada entrada lo estaba asfixiando. Era el cielo. Seguro era mil veces mejor que eso. Las estrechas paredes de Ruki se cerraban en torno a él.

 

- Ruki – susurró en el oído del rubio – No… mmm… no aprietes tanto… Ahhh… me la vas a cortar.

 

- Entonces muévete de una vez, maldita sea – y sin esperar más, el mismo comenzó a dar saltitos sobre el miembro de Kai. Subía y bajaba su cadera, la movía en círculos. Sentía una de las manos de Kai aferrada a su cintura, sosteniéndolo. La otra estaba entretenida masturbando su polla. El maldito es una gran amante, pensaba en su enajenada mente el rubio, y la tiene tan grande…

 

-Ahhhh…. Mmmmm… te amo Kai.

 

- Mmmmmmm…. Yo… también… te amo pequeño.

 

Gemidos, jadeos, gritos. Besos fugaces y húmedos.

Luego de unos minutos, ninguno de los dos lo soportó más. Primero, el pequeño rubio se corrió entre sus vientres. Cuando Kai sintió esas apretadas paredes estrecharse aún más, se corrió, llenando al Rubio con toda su semilla.

 

Estaban los dos en el sofá. Kai aún se mantenía dentro de Ruki. Este último estaba recostado en el pecho de su amante. Acariciándolo y dándole pequeños besos. Estaban instalados en un cómodo silencio, solo se escuchaba el sonido de sus agitadas respiraciones procurando ser calmadas. Pero, alguien debía hacer la pregunta del millón.

 

- Y… ¿Qué somos ahora? – preguntó Ruki.

 

- Somos… pues… lo que tú quieras que seamos – dijo Kai. A Ruki se le arrugó un poco el corazón… Kai aún no confiaba completamente. Pero, con tiempo, el se encargaría de sanar esa herida.

 

- Entonces somos novios – dijo alegremente, haciendo que Kai mirara sus azules ojos. El castaño lo hizo, y cuando enfrentó esos mini océanos, supo que estaba perdido. Para toda su vida.

 

- Sí… somos novios – y volvió a besarlo con calma y parsimonia.

 

Ya habría mucho tiempo para perdonarse. Lo mejor, era ir a por otra ronda.

 

Notas finales:

Y pues... esto fué.

A los que leen, quisiera pedirles un favor. Me gustaría que me dijeran, si sirvo para esto. o de plano, me quedo como la lectora que era. De verdad, me gustaría saber eso....

Y pues, eso es todo. espero que te haya gustado Mili-chan. ¡Te quiero! feliz Cumpleaños!!!

Ja-ne! =3

Ichigo no Kokoro


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