Locos.
Abre la puerta de la habitación a tientas, se siente tan cansado que le parece casi imposible mantenerse despierto, lo único que cruza por su cabeza es dejarse morir en la cama y no saber del mundo hasta un par de días después.
A los pocos minutos la puerta se abrió dejándole pasar. Su figura escondida entre las sombras y él con facilidad enciende la pequeña luz que está a un lado de la cama. Sigue de los pasos del recién llegado con la mirada.
El cruza la habitación con facilidad y queda, en segundos, frente al mini-bar que la habitación tenía. Se sirve un vaso de whisky, lo toma y lo acerca a su boca mas no es capaz de beber de él, nunca fue un gran amante de ese licor.
Deja el trago justo donde antes estaba solamente el vaso y se dirige a la nevera, que estaba bien cargada, latas y latas de cerveza.
—Estás indeciso—habla finalmente con los ojos centrados en el cuerpo y acciones ajenas—El estrés te vuelve indeciso.—Ante ese comentario solo puede alzar una ceja, confusión y sarcasmo claro en su semblante.—Ven a la cama—se gira con pesadez y queda sobre su espalda para verle mejor.
—No—responde con simplicidad y cierra el pequeño refrigerador sin reparar en el alcohol que en el quedaba guardado.
—Te quiero en la cama—una suave sonrisa llega a sus labios.
—¿Por qué?—y es así como sus miradas finalmente se cruzan. Y ahora es él quien no responde.—¿Qué pretendes?
—Nada—el menor queda frente suyo aun sin acercarse demasiado a la cama.—No es como si espero que llegues y me hagas algo estando en la cama.
—¿Quieres que te haga algo en la cama?
—Siempre—esa simple y sincera respuesta le arrancan una sonrisa imposible de esconder.
—Pervertido—contesta sin mas situándose a su lado en la cama, finalmente.
—Eso nunca te detuvo—contempla divertido como llegaba a su lado y con suavidad sube a su cintura, rodea su cuello con sus brazos y juega con la punta de sus dedos en el cabello rubio que se le presentaba. Le miraba a los ojos sonriendo y susurra—Duerme—solo tuvo como respuesta el afianzado agarre de sus caderas—Ve a dormir.
—No. Tengo que terminar…—no pudo terminar la frase si quiera.
—¿El deadline?—niega suave sin alejarse—No me interesa lo que Mizuki tenga para decir—con fuerza y con poco cuidado le despoja del abrigo que llevaba—Tienes una semana más—regresa su atención a esos ojos ambarinos—Vas a dormir.
Eso fue lo último que su cerebro registró ya que todo lo demás se volvió negro, el cansancio le estaba matando.
Quería reír, ver al escritor casi inconsciente en la cama con esa expresión de bueno en el rostro le daban ganas de reír, aunque sabía que ninguno de los dos manejaba con perfección el estrés, el menor lo que estaba era loco, era un obsesivo del trabajo y aun así vivía a su antojo y estaba más loco por andar entre habitaciones y hoteles solo para poder verse aunque fuesen solo unos minutos. Los dos estaban locos.