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Todo ha cambiado por Shun4Ever

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Notas del fanfic:

Aviso: No es nada parecido a lo que suelo escribir, así que espero vuestros comentarios ^-^

Todos habían seguido su camino. Seiya se encontraba en Grecia viviendo junto a su hermana Seika, Shiryu estaba en China junto a Shunrei desde que se casaron, Hyoga había vuelto a Siberia junto a Jacob e Irina, Saori vivía en la mansión junto a Julián. Habían fusionado ambas empresas, al igual que sus vidas y todo les marchaba bien. Ikki…. él era un mundo aparte y pocas veces aparecía. “Conociendo mundo” le decía su hermano mayor. 

Con la ayuda de Saori acabó sus estudios de literatura, más al no servirle de mucho, terminó trabajando en un bar entre semana y repartiendo comida los sábados y domingos. No es que le gustaran esos trabajos, pero aunque tenía un buen currículo, no le llegaba la experiencia para ningún trabajo “adecuado a sus estudios”. No se podía quejar pues las pagas, le daban para pagar un pequeño apartamento para estudiantes, en donde se dedicaba a descansar en sus ratitos libres.

Ya poco o nada sabía de los que fueron más que sus amigos, sus hermanos. Ahora la vida era distinta, pues habían crecido y ya eran todos adultos. Adultos sí, pues ya pasaban los 28 y cada uno llevaba su vida por separado. No recordaba cuando había sido la última vez que se reunió con Seiya para tomar una cerveza o la última vez que rio junto a Hyoga o comentó un libro junto a Shiryu… Había quedado todo tan lejano, que casi no recordaba la risa de Shiryu o los ojos de Seiya o el tono de voz de Hyoga, ni hablar de su hermano, del que casi no podía recordar ni siquiera el tono de su piel. Las llamadas se hacían cada vez más esporádicas y todo le llevaba a la misma conclusión: “Esta no es la vida que yo deseaba. ¿Dónde está la alegría y el tiempo que pasaría junto a mis seres queridos?”. Derrotado y extremadamente cansado, se dejó caer en su futón recién puesto, en la única estancia que le hacía de comedor y habitación, para tratar de descansar. Se tapó y comenzó a llorar, como hacía todas las noches desde hacía ya, no recordaba cuanto tiempo…

Otra mañana se presentó y de vuelta a la rutina. Recogía su futón y lo dejaba bien plegado en el armario, se tomaba su leche con café como todas las mañanas, se arreglaba y salía en dirección al bar. Entraba a medio día a trabajar, pero siempre acudía antes, pues entraba la comida en el contrato y le hacía bien a su economía ese detalle. Carecía de coche o motocicleta pues no los podía mantener y a lo más que llegaba era a un viejo móvil que le regaló Saori una vez por su cumpleaños, cuando aún estaba en la universidad. Allí en el bar aguantaba a los clientes y al jefe hasta pasadas las 2 de la madrugada, momento en el que se dirigía a su casa, de nuevo, para esperar paciente la llegada del día siguiente. Los fines de semana era la misma angustiosa rutina, pero en dirección contraria y repartiendo la comida con la moto de la empresa para la cual trabajaba.

Sabía que necesitaba un cambio y que ese tipo de “vida” le estaba matando interiormente, pero que más quisiera él que poder cambiar de lugar, por ejemplo con Seiya, que tan bien le había marchado la vida desde que acabo con la carrera de economía. Siempre le acompañaba la misma estúpida idea: “No es así como me imaginaba mi vida”.

Un día cualquiera llegó al bar a trabajar, se puso su equipo de trabajo tras saludar al jefe y se dirigió a tomar nota a una de las mesas.

- ¿Café? – La misma pregunta de todos los días, en todas las mesas una infinidad de veces.

- Hola Shun. No sabía que trabajabas aquí

Se sorprendió el muchacho pues no era muy a menudo que lo llamaran por su nombre. Levantó la cabeza y se encontró a los únicos marinos que habían sobrevivido a tantas guerras.

- Kanon, Sorrento – Dijo los nombre sorprendido, pues aún ni el mismo los creía ahí presentes frente a él.

- Los mismos que visten y calzan – Sorrento fue el de la puntilla y Kanon rio ante el comentario.

Shun no dijo nada, solo se quedo mirando a los muchachos, sorprendidos de que aún recordaran su nombre. Eran tantas las cosas y el tiempo que había pasado que no los creyó capaces de acordarse de un triste chiquillo obligado a pelear con tan solo los 13 años de edad.

- ¿Shun? – Kanon fue el que preguntó - ¿Estás bien?

- Aaa.. Sí, perdón – Se disculpo el chico aun incrédulo por encontrarse con alguien conocido – Es solo que… - No sabía siquiera como expresarlo - ¿Cómo estáis? – Fue todo lo que atinó a decir ante el asombro.

- Pues nos va bien. – Observó el lugar un tanto “cutre” y siguió hablando – Muy mal te debe ir para acabar trabajando en este… “lugar” – Sorrento no sabía de cumplidos y mucho menos cuando aún trabajaba para Julián, con toda esa elegancia y lujos que le acompañaban.

- ¡Shun! ¿Aun estás ahí? ¡Sirve esto a la mesa 5 antes de que se enfríe! – Su jefe le gritaba desde la barra. – ¡Y si no lo pagan ellos, saldrá de tu paga!

-Si jefe – Volvió la mirada a los hombres allí sentados – Disculpad, ahora vengo a tomaros nota.

Un suspiro y se marcho dejando a los antiguos dragones marinos mirándose incrédulos. “A buenas horas iban a aguantar a un imbécil como aquel humillándolo de esa manera”.  Los minutos pasaban y los antiguos guerreros se desesperaban de ver como era tratado el muchacho y de cómo este no hacía nada por evitar ciertos comentarios. La gota que colmó el vaso de su paciencia, fue cuando tras la devolución de uno de los platos que había servido, dejo caer otra joyita dirigida a Shun.

- Ganaría más dinero vendiendo tu cuerpo.

Shun no pudo hacer nada y cuando se dio cuenta, Kanon le había metido un puñetazo a su jefe en toda la cara y Sorrento lo levantaba del suelo, sujetándolo por la camisa.

- Repite lo que has dicho si tienes huevos – Que bien sabía retar el “toca flautas”.

Shun trató de zafar a su jefe del agarre de Sorrento y al no conseguirlo, grito poniéndose en medio de ambos.

- ¡Basta! – Empujó a Sorrento para que dejara a su jefe en paz - ¡Fuera de aquí! ¡Ahora mismo!

Menudo genio se gastaba el pequeño y más por respeto a Shun que al dueño, salieron del local pero volvieron un par de semanas más tarde solo para hablar con el antiguo caballero de Atenea, más no lo encontraron y les informaron que había sido despedido.

Para entonces, Shun había ampliado su trabajo de repartidor a toda la semana. Solo trabajaba 5 horas al día y con el sueldo que de ahí recibía no llegaba ni para pagar el alquiler, por lo que buscó un nuevo trabajo con ese objetivo. Ese mes pago el alquiler con el finiquito que le habían dado y aun le quedaba un poco, que guardó receloso con el fin de poder pagar el mes siguiente la cuota, que llego y al no haber podido encontrar otro nuevo trabajo, fue advertido por su casero, de que o le pagaba o lo echaba a juicio. En eso estaba, pensando como salir del apuro, cuando su teléfono sonó y se apresuró a contestar, pensando sería algún conocido:

- ¿Diga? – No reconoció el número.

- ¿El señor Shun Nakamura? – Un desconocido preguntó por él.

- Sí, soy yo.

- Es … sobre su hermano – Un tono demasiado sombrío que hizo que a Shun comenzara a temblarle el cuerpo – Soy el agente de policía Riu.

- ¿Qué le ocurre a Ikki? ¿Qué ha pasado?

- … - Un suspiro del interlocutor y Shun sintió que el poco mundo que le quedaba bajo sus pies, se derrumbaba – Sufrió un accidente y necesitamos una dirección para… - otra de esas pausas estúpidas en las que Shun se quería morir – extraditar el cadáver.

- ¿Qué?

- Sé que esto no lo deberíamos de hablar por teléfono, pero sin una dirección, no puedo acudir a contárselo en persona. Lo que ocurrió fue que…

Un montón más de palabras le llegaron del otro lado del teléfono, más no escuchaba nada de lo que le estaban diciendo, tan solo pudo entender las palabras coche, dormido, barranco y fuego. A penas si reaccionó para dar su dirección, colgar el teléfono y salir a “dar una vuelta” acompañado solo por la oscuridad de la noche y la tenue luz de las farolas que adornaban las calles. No supo ni como llego hasta la playa en donde se solían sentar su hermano y él a pasar el rato. Y allí, cerca de la orilla, se dejó caer a la arena y lloro desconsolado hasta que el sol apareció vigoroso y brillante en el firmamento. Ya nada en su vida tenía sentido y hasta envidiaba al resto de caballeros que habían caído en alguna batalla. No sabia que era lo que había hecho mal, pero ya no le quedaba nada por lo que luchar. Abatido, sin fuerzas y con un gran pesar en su corazón, se levantó de la arena y se dirigió de nuevo a su apartamento, en donde esperaría a que el agente llegara en un par de días, junto a los restos de su hermano. Sabía debía preparar todo para el velatorio de Ikki, más no en su apartamento pues casi a él solo le faltaba hueco. Como pudo llamó a Saori y le indicó lo ocurrido entre llanto y angustia y ella amablemente le indicó que se encargaría de hacérselo saber al resto y que se haría en los jardines de la mansión, pues era allí donde más tiempo, este, había pasado. El resto de los días hasta el velatorio no quedaron claros en su memoria, pues era como un muerto viviente que reaccionaba por mecanismo, sin sentimiento alguno. Se quedó en la mansión a petición de Saori y esa misma noche, le entraron ganas de llamar a su hermano para contarle que estaba de nuevo en la mansión. De nuevo la maldita tristeza lo invadió y las lágrimas volvieron a salir, casi secas por la falta de humedad en su cuerpo, de tantas que había derramado.

Los chicos fueron llegando, en aviones privados enviado por los Solo. Shun no parecía reconocer las caras de los que le abrazaban dándole un poco de aliento hasta que Hyoga llego y sin mediar palabra, lo abrazó fuerte, como solo su hermano mayor hacía. Tanta falta le hacía en ese momento, precisamente su hermano, su amigo, su padre y su única familia lo había abandonado. Comenzó a llorar de nuevo entre los brazos cálidos de su amigo y enterró los sentimientos que albergaba por ese hombre, que ahora estaba felizmente casado con la muchacha rubia que observaba la escena desde la puerta de la entrada. Creyó ver como Seiya lloraba y Shiryu lo consolaba tratando de no mostrar sus lágrimas. Noto como lágrimas mojaban su cabello, lágrimas que parecían de hielo. Dos días fue lo que esperaron a la llegada de Ikki y de su velatorio. Shun seguía estando sin estar, mirando sin ver, respirando sin sentir. En solo una semana había perdido el empleo, la dignidad, su familia y pronto la casa donde vivía.

Sin decir nada a nadie, salió de la mansión y camino a ciegas por la cuidad, rumbo a la que aún era su casa. Llegó y se encerró en el baño, con la primera intención de tomar una ducha. Abrió el espejo para sacar el jabón y comprobó que aun había un bote de pastillas, de cuando comenzó con su depresión.

- ¿Cuánto tiempo ha pasado? Desde que volvimos de la batalla contra Hades – Él mismo se contestó - ¡Hades! ¡Como desearía encontrarme allí de nuevo, cerca de mi hermano!.

Un arrebato y se tomó el bote entero, acompañado con el agua de la pila. Se le quitaron las ganas de bañarse y se dirigió directo a su habitación, a donde se metió bajo las sabanas para rodearse de calor y seguridad. El mismo calor y la misma seguridad que siempre le traían los brazos de su hermano mayor, cada vez que se rencontraban.

Dejó que le hiciera efecto lo tomado y se dejó llevar al lado de su hermano. Como si se encontrara en un dulce sueño, se vio de nuevo en los Elíseos, rodeado de los que fueron caballeros dorados en sus días y al fondo su hermano le estaba esperando. Corrió hasta el y este le brindo sus brazos. Allí se quedo, rodeado de sus seres queridos, mientras el resto de sus amigos lloraba ante su cuerpo, que había sido encontrado en el lecho sin vida.

Pero que más le daba a él, si ahora podía disfrutar de lo que él creía, sería la vida, rodeados de paz, amor y armonía.

Notas finales:

Me apetecía hacer sufrir a Shun porque siempre le dejo con finales felices y es todo muy rosa... En este no ha sido así, espero me deis vuestra opinión al respecto

Muchas gracias por leer y por comentar. ^-^


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