Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Aroma a deseo por Pepper

[Reviews - 10]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Aquí la segunda parte del fic. Perdón por la tardanza, creía haberlo puesto el lunes y al parecer no fue así, y desde entonces no he tenido tiempo para pasarme u_u Pero bueno, aquí está.

JOE

 

El alcohol no ha sido una buena idea. Su mente trabaja más despacio, sus pasos son inseguros, torpes. Ve borroso. Normalmente le gusta esa sensación. Sí, le gusta cuando está eufórico, cuando todo son risas descontroladas y música rock destrozando sus tímpanos.

Ahora que tiene a su mejor amigo en los brazos, pálido y tembloroso, sin apenas fuerza para moverse, daría lo que fuera por ser capaz de pensar con claridad. Sam ya ha vomitado tres veces y sigue sin reaccionar. Joe tiene que zarandearlo constantemente para que mantenga los ojos abiertos, tiene que hablarle para que no caiga en las brumas de la inconsciencia. Sam no responde y, cuando lo hace, sus palabras carecen de sentido. Son inconexas, vacías. Como su mirada.

— Sam, vamos. Venga tío, no me hagas esto.

— ¿Joe? ¿Joey, eres tú?

Joe nunca se ha alegrado tanto de ver el rostro con forma de corazón de Lena.

— ¡Lena! Lena, menos mal que estás aquí. Necesito ayuda, Sam está fatal.

El gesto amable de la chica muta a una expresión de absoluto desagrado al escuchar el nombre de su ex.

— Él ya no tiene nada que ver conmigo, lo sabes.

— Lena joder, estoy muy agobiado.  Ayúdame o lárgate, pero no me putees más.

Lena se lo queda mirando fijamente durante un eterno segundo.

— Está bien... ¿qué le pasa?

Por fin se ha dignado a mirar a Sam, y su gesto de preocupación es evidente. Joe suspira, algo más tranquilo; en el fondo Lena es una buena chica.

— No reacciona.  Me da miedo que le dé un coma o algo peor y ya no sé qué hacer. Iba a llamar a la ambulancia pero…

— Ni se te ocurra. Sabes cómo es el padre de Sam, lo mandarían otra vez al internado si se enteraran — resuelta, Lena se agacha para analizar el estado del chico. A Joe no se le escapa el temblor de sus dedos cuando le aparta el cabello oscuro de la frente— Sobrevivirá. Y-yo le daría una ducha de agua fría y esperaría.

— ¿Segura?

— ¿Joe…?

La voz queda del convaleciente los sobresalta a ambos, que se giran para mirarlo. Sam tiene los ojos entornados y respira con dificultad.

— Estoy aquí colega.

Lena vuelve a ponerse en pie. Parece a punto de echarse a llorar.

— Me voy. M-mucha suerte.

— Pero…

— Lo siento Joe, no puedes pedirme más.

Joe asiente con la cabeza, despidiendo a la chica con un vago gesto. Espera hasta que desaparece de su campo de visión para volverse nuevamente hacia Sam.

— Venga Sammy, es hora del baño.

 

Arrastrar setenta kilos no es tarea fácil, y mucho menos encontrar algo parecido a una ducha a las cinco de la mañana. Desesperado, Joe acaba por llevar a su amigo a la gasolinera, al túnel de lavado, y de no haber estado tan enfadado con Sam por no saber beber, quizá habría sentido lástima por él al ducharlo a manguerazos con agua helada en mitad de la calle en pleno invierno.

Él también acaba mojado, pero le da igual porque Sam por fin parece reaccionar.

— Joe… hace frío.

Su amigo ya no parece tan borracho, pero tiene incluso peor aspecto que antes. Tiembla descontroladamente y tiene los labios amoratados.

— Joder, qué difícil es ser tu puta niñera — preocupado, agarra a su empapado amigo del brazo para obligarlo a echar a andar hacia el Dirty Nights.

— E-estamos a 4 grados, g-genio, no sé en qué estabas pensando…

Que Sam vuelva a soltar sus características ironías es buena señal.

— En que no te diera algo, gilipollas.

— E-estaré b-bien si d-dejas de moverte.

— Estoy quieto Sam.

— Chsst…

Está empezando a cerrar los ojos otra vez. Mierda. ¡Mierda! Los diez minutos que tardan en llegar al Dirty Nights son los más largos y angustiosos de toda su vida, y es que cuando por fin alcanzan la puerta del viejo pub Sam parece más muerto que vivo. Joe lo arrastra con desesperación hacia los servicios, donde echa sin miramientos a todos los presentes para acabar metiéndose en el de mujeres. Ellas tienen pestillo.

El agobio y el miedo le hacen pensar con claridad, y en cuanto la puerta se cierra tras él  su mente ha trazado un plan de actuación. Lo primero que hace es despojar a Samuel de su ropa empapada, pegándolo al radiador para intentar hacerlo entrar en calor. El muy idiota no colabora.

— ¿… me estás desnudando? Te aprovechas de un pobre borracho, qué fuerte.

— Sabía que estando sobrio jamás habrías querido tener nada conmigo Sammy — le sigue la broma, tratando no mirarlo cuando le desabrocha los botones de la camisa — Mierda tío, deja de temblar.

— T-tengo f-frío.

— Venga colega, no me hagas esto.

Se quita su pesada cazadora de cuero y se la pone a Samuel. El chico lo mira con los ojos entornados.

— Joe…

— Qué dolores de cabeza me das, Sammy — algo más tranquilo, le pasa un brazo por los hombros.

— Ha sido idea tuya lo de ir a beber…

Lo mira de reojo, resignado. Tiene que querer a ese orgulloso chaval de pelo negro que siempre parece creerse la víctima de algún conflicto cósmico contra su persona. Lo quiere. Joder, claro que lo quiere. Y odia no quererlo más. Samuel siempre tiene que ganarle. Siempre.

— Lo necesitábamos.

— Sí… — Sam esboza una diminuta sonrisa — Gracias.

— ¿Por qué?

— Por todo. P-por no salir corriendo, por s-ser mi niñera.

Joe no puede contenerse más. Esa noche lo ha pasado mal, sí, pero no tanto como cuando Sam dejó de hablarle. Lo ha echado mucho de menos durante toda la semana, y se ve incapaz de desaprovechar el momento de debilidad de Samuel. Lo abraza como si no hubiera mañana desoyendo sus protestas. Lo nota tenso entre sus brazos, pero no piensa soltarlo. Samuel siempre ha sido enemigo declarado del contacto físico, un jodido cubito de hielo. Y está harto.

— Joe…

— Cállate.

Por fin Sam se relaja, se ríe contra su hombro. Joe separa ligeramente la cabeza para ver el milagro, topándose con los oscuros ojos de su mejor amigo. Ojos opacos, febriles. Sonrientes.  No sabe cómo ha podido siquiera manejar el pensamiento de poner distancia entre ellos si la simple idea de separarse de Sam lo enloquece. Lo enloquece casi tanto como pensar que puede mirar a alguien más de esa forma.

Y puede que sea por el alcohol, o por la cercanía, o por lo extraño de la situación, pero cuando quiere darse cuenta sus labios están sobre los de su mejor amigo y su lengua trata de abrirse camino hacia su boca. No encuentra resistencia, y pronto se ve a sí mismo devorando a Sam, literalmente. Lo muerde, lo absorbe. ‘Eres mío’ dicen sus besos, cada vez más profundos, cada vez más demandantes. ‘Solo mío’. 

 

SAM


Joe lo está besando. Joder, Joe lo está besando, y de qué forma. Sam mentiría si dijera que en los últimos días no ha fantaseado acerca de cómo sería enrollarse con su mejor amigo, y aunque los hechos sobrepasan con creces sus expectativas, hay algo que falla. Y lo que falla es que Joe lo está besando.

Cuando su embotada cabeza por fin comprende este hecho Sam ya está por completo bajo el control de sus desenfrenadas hormonas adolescentes. Joe se ha pegado a él, lo tiene acorralado bajo su influjo y el de su maldito perfume que lo vuelve loco. 

O quizá no. Haciendo gala de una fuerza de voluntad que no creía poseer, se aparta bruscamente de su amigo, dándole un empujón para dejar clara su opinión. Jadeante, Sam tarda unos segundos en reponerse y limpiar los restos de saliva de su boca, justo el tiempo que Joe necesita para lanzarle una mirada de incomprensión.

— ¿Sam? — su voz suena ronca, grave — ¿Qué pasa?

— ¿A mí? No, qué te pasa a ti.

— Joder colega, no hay quién te entienda. ¿No era esto lo que querías?

Sam no puede creerse que su amigo sea tan espeso.

— ¡Claro que no! ¿Es que te has vuelto loco de repente? Eres mi hermano joder.

— Pero has dicho que te molaba.

Joe no sigue el hilo de sus pensamientos, y Sam no sabe si reír o llorar. Y le duele horrores la cabeza.

— ¿Y qué? ¿Qué pasa, vas a volverte maricón para que no me sienta solo o alguna mierda así?

— Sam…

— Porque no tienes que hacerlo, idiota. Ya sé que eres un buen colega, el mejor. No hace falta que te cambies de acera para demostrármelo.

— Lo he hecho porque me ha dado la gana.

— Ya claro. Te conozco.

Joe suelta un hondo suspiro de frustración.

— Eres la leche Sam. Lo he hecho porque he querido, ¿vale? Y tú te lo has cargado.

Sam no se traga nada. Está enfadado, y mareado, y, para qué negarlo, jodidamente cachondo.

— Eres tú el que se lo ha cargado todo.  No podías dejarme tranquilo y hacer como si nada hubiera pasado, tenías que asegurarte de que iba a estar bien aunque eso significara joderte a ti mismo. Tú y tu maldito complejo de héroe mártir.

Mientras habla Sam se da cuenta de que va medio desnudo. Y de que, realmente, no sabe cómo ha acabado en ese baño morreándose con Joe. Ha tenido que perderse algo, no entiende nada. Quiere irse a su casa,  tirarse en la cama y no despertarse hasta el verano. Pero sabe que Joe no lo dejará escapar tan fácilmente. Por supuesto no se equivoca.

— ¿Héroe mártir? — Joe encuentra su comentario muy gracioso — Tío, no sé cómo no me he dado cuenta antes de que perdías aceite, con lo retorcido que eres…

— ¿Que pierdo aceite?

Y si Joe es el tío con más paciencia de la tierra, Sam es sin duda el que más genio tiene de todo el universo.

— Eso he dicho.

— Vete a la mierda.

Echa a andar hacia la puerta con toda la intención de largarse de allí, pero apenas ha dado dos pasos cuando Joe lo sujeta firmemente por el brazo. Sam reacciona automáticamente y su puño acaba por impactar en la mandíbula de su amigo. Joe no lo suelta ni con esas, y Sam no tarda en perder los papeles.

Con el forcejeo acaban tirados en el suelo, golpeándose mutuamente en una silenciosa lucha por hacerse con el control. Hasta ese momento nunca antes se habían peleado y cuando finalmente Joe se proclama vencedor y lo inmoviliza contra el suelo, Sam tiene la certeza de que no volverán hacerlo.

— Samuel… — su amigo tiene una ceja partida y sangra por el labio.

— Joe… déjame.

— No. Ahora te toca escuchar a ti — Sam va a protestar, pero la mirada fulminante de su amigo lo hace enmudecer. Joe toma aire — Eres mi mejor amigo. Siempre lo has sido y siempre lo serás. Y todo lo que he hecho por ti ha sido porque me ha apetecido, porque me importas. Te quiero joder. No sé si de la forma que te quiere Lena, o como hermano o como amigo, y no quiero saberlo. Te quiero y ya está. ¿Lo pillas?

Sam está desarmado. El corazón le retumba rápidamente en el pecho y durante unos segundos se olvida hasta de respirar. No esperaba esa confesión, ese despliegue de sentimientos. Él es incapaz de expresarse de esa forma, de exponer con tanta claridad lo que se le pasa por la cabeza. 

— L-lo pillo — responde, con un hilo de voz.

— Menos mal, empezaba a pensar que de los dos era yo el listo.

— Más quisieras, Hitt.

Joe le sonríe y se quita de encima, tendiéndole una mano para ayudarlo a levantarse. Sam ya no sabe cómo comportarse. Está… ¿nervioso? No exactamente. ¿Incómodo? Sí, eso es.

— ¿Y ahora qué? — pregunta, incapaz de soportar el tenso silencio. Nota el corazón en la garganta.

— Ahora… — Joe invade su espacio personal tan descarada y repentinamente que Sam no puede contener una exclamación de sorpresa — Ahora vamos a continuar por donde lo habíamos dejado. Si tienes huevos, algo de lo que también empiezo a dudar.

— Cuando quieras te muestro lo bien dotado que estoy.

Su comentario logra destruir la máscara de cabrón conquistador de su amigo, que lo mira entre abochornado y lascivo.

— Joder Sammy, no tan rápido que soy nuevo en esto.

— Venga ya, en todo caso el nuevo soy yo. Tú perdiste la virginidad a los 14.

— Sí, pero la afortunada tenía tetas y no era mi mejor amigo.

— No me pienso poner tetas.

— Ya joder, lo que quiero decir es que me choca un huevo oírte decir esas cosas. Y encima a mí.

Sam lo mira sin comprender.

— ¿Te choca?

— Que me pone.

Y por si acaso no ha entendido lo que quería decir, Joe le agarra la mano para guiarla sin pudor alguno a su entrepierna. Sam jadea, sorprendido.

— J-joder  — acierta a decir, repentinamente acalorado.

— ¿Me crees ahora?

— Te creo.

— Pues cómeme la boca ya, coño.

 

Sam clava sus ojos oscuros en los ambarinos de Joe y, sin dejar un solo instante de mirarlo, obedece.

Notas finales:

Reviews =3?


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).