Would you lie with me, and just forget the world?
Observó como la brisa se llevaba consigo las últimas cenizas de su cigarrillo apagándolo para siempre, mientras de sus labios escapaba la última bocanada de un humo blanco que ascendía hacia el cielo estrellado.
Millones de recuerdos acudieron a su memoria al mismo tiempo que en sus labios se dibujaba una sonrisa y veía caminar a las personas en la acera que quedaba justo debajo del balcón. Recuerdos no tan lejanos del primer beso que tuvo la iniciativa de dar; la primera noche que habían fundido sus almas; el día en que decidieron intentar vivir juntos.
Uruha siempre había sido su tesoro. Más allá de la admiración que sentía ante la maestría con que movía los dedos sobre las cuerdas de la guitarra, más allá del amigo y confidente que había encontrado en el dueño de los ojos miel, estaba siempre el hecho de que simplemente lo adoraba, así, caprichosamente, sin sentido, sin tener que dar más explicaciones.
Lo amaba.
Por eso había tomado una resolución. Había sido el día aquel en que habían salido por algo de comer, cuando ocultos por la oscuridad de un pequeño parque, sus dedos se habían deslizado juntos y se habían entrelazado como movidos por hilos invisibles. Sus manos encajaban perfectamente, sin resistencia, sin tener que forzarlo.
Fue entonces cuando Shiroyama Yuu levantó los ojos al cielo despejado, y se dio cuenta de quería ver esa misma luna que los observaba desde arriba con la misma persona que le sujetaba la mano con tanta determinación hasta el fin de los tiempos, como en un cuento de hadas, quería un vivieron felices por siempre.
El suave golpe de la puerta principal y el sonido de pasos que entraban a la cocina lo sacaron de sus pensamientos y en seguida dejó el balcón y el frío inminente adentrándose de nuevo en el departamento, cerrando tras de él la puerta acristalada.
Vio al menor en el piso de abajo por el hueco de la escalera, y corrió a abrazarlo. Inhaló el suave aroma de su cabello, memorizó la estrechez de su cintura entre sus brazos, no quería soltarlo.
—¿Qué pasa, Aoi? Me estoy asustando. —Soltó el guitarrista principal apartándose, mirando a su novio directamente a los ojos, ligeramente preocupado por la repentina actitud que había adoptado.
—Nada, nada—, dijo restándole importancia— solamente te amo, te amo muchísimo— en seguida se apoderó de los labios dulces que tenían un ligero sabor a chocolate y azúcar pulverizada. —¿Ves esto?— preguntó levantando frente a él una caja vacía de su marca favorita de cigarrillos.
—Lo siento, cariño, pero acabo de volver de hacer las compras, no me avisaste que…— se apresuró a poner un dedo sobre los labios que acababa de besar, acallándolo suavemente, delineando con la punta de sus dedos el contorno de su boca.
—¿Recuerdas que alguna vez dije que cuando encontrara a la persona correcta dejaría de fumar?— inquirió, acariciando con premura las mejillas del guitarrista, apartando de su rostro el cabello que le impedía ver el brillo que iluminaba sus ojos. —Ese día llegó, Uruha. Ese cigarrillo que me fumé mientras no estabas, fue el último. —agregó una sonrisa, y un nuevo beso.
—Eres la persona más cursi que he conocido, de verdad no lo esperaba— dijo burlón el menor, rodeando el cuello de Aoi para poder traerlo más cerca, para poder besarse de nuevo, una y otra vez.
—Tú me volviste así, lidia con ello— se metió la mano al bolsillo y sacó algo que deposito en la mano del otro guitarrista que sintió el tacto frío de un aro pequeño entre sus dedos:—Takashima Kouyou, cásate conmigo.