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Simple por Hisue

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Notas del fanfic:

KHR! No me pertenece. ¿Dije algo de dejar mi obsesión D18? Pues mi resolución se acabó rápido. Fic escrito en menos de 20 minutos. La verdad no sé que hago publicándolo.

Simple


Para Kyoya, la vida se conformaba de cosas simples. Por lo menos, su vida. No tenía amigos, porque no los quería. Una vez, mientras cursaba el último año de la primaria, una niña se le había acercado, intentando ser su amiga. Según ella, no era que Kyoya no quisiera amigos, sino que no sabía cómo hacerlos. Según ella, en lo más profundo de su corazón, Kyoya quería estar rodeado de personas que lo apreciaran.


Kyoya no la mordió hasta la muerte (era una mujer, después de todo), pero se encargó de señalarle, golpeando a cuanto amigo tuviera, que él no necesitaba amigos. No había nada en lo “más profundo de su corazón” y no se sentía triste ni afectado por ello.


Años más tarde, leyó un artículo sobre psicopatías y pensó que encajaba bien en algunas características. Para empezar, tenía principios que regían su vida y sólo actuaba en consecuencia a ellos. Si le hubiera importado, le habría prestado más atención al artículo ese, pero lo que era él, no le importaba. Sabía que su nombre era Hibari Kyoya, que le gustaba el orden y Namimori era su territorio y por lo tanto, funcionaba con sus reglas. Se encargó de hacérselo saber a todos los que vivían allí, de una manera u otra. Su edad, su fecha de nacimiento, eran cosas que no le importaban demasiado.


No entendía porque los herbívoros necesitaban de una celebración para conmemorar su vida. Si vivías, entonces estabas vivo. No necesitaba más comprobación de su existencia que su propio conocimiento de ella. Nunca le importó ser reconocido por alguien más. Tener poder en Nanimori, ser conocido allí, sólo era una manera de asegurar que sus reglas no se romperían.


Tampoco mentía. No veía ninguna necesidad de hacerlo. Todas y cada una de las cosas que salían de su boca eran ciertas, sin ningún doble sentido, sin ningún significado oculto, eran literales en el sentido más extremo posible.


Que Sawada y su grupo de herbívoros se mezclaran con la mafia y lo mezclaran no cambió nada en él. Él seguía siendo Hibari Kyoya. Lo único bueno de eso fue el poder pelear con oponentes cada vez más fuertes, probarse a sí mismo una y otra vez. Que su cuerpo terminara lastimado, herido y sus huesos rotos no le importaba. Él era fuerte. Y se volvía más fuerte cada vez que luchaba.


La lucha lo excitaba. Más que el sexo, que no soportaba por el simple hecho de dejarse tocar por herbívoros o herbívoras estúpidas que luego pensaban que tenían un derecho sobre él. Que un día, en que Cavallone había sido extrañamente serio y él había terminado maltrecho y apenas con fuerzas, se hubiera tirado sobre el bronco para besarlo, no le extrañó. Tuvieron sexo sobre el piso, sin quitarse la ropa completamente y el bronco lo sometió, por primera vez y le hizo descubrir que el sexo podía ser casi mejor que pelear. Sólo casi y sólo con él.


No lo amaba. Se lo dijo a Sawada después de que él los descubriera a medio vestir sobre el escritorio de  Cavallone, en una visita que los Vongola habían hecho a Italia. Cosas de la familia, de las que se enteraba y participaba cuando le convenían. Pidió hablar con él y le preguntó que sentía por Dino. Kyoya tuvo que hacer un esfuerzo para no reírse, viendo la mirada que pretendía ser compresiva de Sawada. No había nada que comprender.


Cuando Sawada mencionó que Dino lo amaba, se encogió de hombros y se olvidó del asunto.


Descubrió que Cavallone se acostaba con otras. Entró a la mansión Cavallone una noche y lo vio con una mujer, una rubia de buenas proporciones, que gemía bajo las manos de Dino. No le dolió, pero su tiempo con Cavallone, era SU tiempo con Cavallone. Las putas podían esperar a que él estuviera satisfecho.


Se apoyó en el quicio de la puerta, se cruzó de brazos y carraspeó para llamar su atención. Cuando los ojos de la mujer se clavaron en los suyos, le sonrió, de la forma más temible que pudo y le hizo ver las tonfas, sólo por si acaso ella considerara reclamar algo. Dino no le reclamó. Kyoya no le dio tiempo. Apenas la mujer cruzó la puerta, atrapó los labios de Cavallone y se sentó sobre él, desnudándose a marchas forzadas. Sólo horas más tarde, Dino mencionó algo sobre la cortesía mientras le lamía el torso y él esbozó una sonrisa torcida.


Sólo para molestar a Dino, volvió a llegar un día que estaba con otra y esta vez, con los ojos fijos en la mujer de turno, dijo que venía a acostarse con Cavallone, pero si él no quería, se marcharía. Dino despachó a la mujer en un instante y Kyoya le recordó su comentario sobre la cortesía, mientras el bronco entraba en su cuerpo.


El día que Dino estuvo a punto de morir, no lo pensó mucho. Se movió de su línea de batalla, ignorando las órdenes de Sawada y se interpuso entre el bronco y su rival.


-No está permitido dañar mis pertenencias- dijo, antes de lanzarse a atacar. Como siempre, no mentía.


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