De memorias y helados de sal marina
El intento número… enésimo, había perdido la cuenta, también había fallado. Axel se dejó caer en el piso, derrotado, observando a Roxas de reojo. La mirada de éste se perdía en el cielo y volvía a él y Axel se encogía cada vez que veía esa mirada y no podía verse en ella. O sea, se veía, pero no se reconocía. Porque Roxas no lo reconocía.
-¿Amigos?- preguntó Roxas, rompiendo el incómodo silencio.
-Ajá- contestó.
Se volvieron a quedar en silencio.
-No te acuerdas- Axel habló en un susurro, que Roxas escuchó y negó con la cabeza. Intentó en vano sentir algo al ver la expresión de desconsuelo en el otro rostro, pero no pasó nada. Seguía impasible.
-Tal vez me confundes- lo más suave que pudo, se acercó y sonrió, tratando de animarlo. No podía recordar, pero suponía que podía ser amable con el hombre que llevaba… muchas horas… intentando que sus memorias volvieran.
-No- Axel negó fervientemente- Debe haber algo que haga que me recuerdes.
Roxas respondió a la intensa mirada del otro con un gesto de indiferencia.
-Lo siento- masculló, en cuanto se dio cuenta de lo que hacía.
Ambos estaban cansados y tensos. Axel sentía que iba de mal en peor y necesitaba animarse, por su bien, más que por el de Roxas. Iba a enfurecerse si la situación no cambiaba. Se preguntó qué pasaría si lo besaba, pero Roxas interrumpió sus pensamientos.
-¿Qué es eso?- señalaba una envoltura en el suelo.
-Oh. Eso- Axel se encogió de hombros, sin darle importancia- Helados de sal marina.
Roxas miró el papel, lo recogió del piso, lo estiró entre sus dedos, asaltado por una extraña melancolía y decidió.
-Quiero uno.
-Bueno- accedió Axel- Espérame.
Se fue y regresó con dos helados. Le tendió uno a Roxas y se sentó a su lado a comerse el suyo.
Roxas abrió el helado. Miró el color, extrañado. Se lo metió a la boca, lo saboreó y soltó una breve risa.
-Sabe bien- dijo, como explicación a la mirada inquisitiva de Axel, que sonrió, bajando la mirada.
Roxas chupó el helado y casi no escuchó lo que Axel decía. Le prestó atención a la mitad.
-…siempre comiendo eso, el helado. Cuando podíamos descansar, quiero decir. Ahora que caigo, nunca me los pagabas. Me debes, estás endeudado cinco vidas conmigo. Y sólo en helados.
Roxas soltó la risa, tapándose la boca con el dorso de la mano.
-¡Pero tú decías que me invitabas! ¡Las invitaciones no se pagan!
Ambos se miraron. Roxas con los ojos muy abiertos, más que los de Axel, sin saber porque había dicho lo que acababa de decir y Axel pensando cómo debía interpretar eso.
-No sé porque dije eso- balbuceó Roxas- En serio que…
No llegó a completar la frase. Axel se inclinó sobre él, le cogió la muñeca, apartando el helado de su boca y le besó. Corto, simple, sólo un roce, pero a Roxas el corazón amenazó con salírsele del pecho.
-Me pagabas con eso.