Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Expresiones por LinLinLin

[Reviews - 3]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Los personajes no me pertenecen.

Mañana subo la segunda y tercera parte. Algo cursi y extraño, les gustará. ¡Ah! Y el miércoles subo el tercer capítulo de 'Domador de Almas', lamento la demora. ;_;

 

Notas del capitulo:

Natsu: Querida hamster, es para tí. Espero te guste y ya sabes (ya saben todos), mañana subo la segunda y tercera parte. Esas sí serán largas. Te quiero, no te enojes con yo.

‘Te amo’

Esas palabras... ¿Cuántos significados tendría aquella frase? Es algo, a mi parecer, muy complicado de entender, de comprender, de poder tomarle el peso a lo que realmente significa. Su valor debe ser gigante; el poder decirlas con libertad debe ser por demás gratificante y deben reflejar los ‘sentimientos’ que poseemos por otra persona, aunque no de cualquier modo ni de cualquiera que esté frente a nosotros. Creo... que sólo debe usarse con la persona que nuble y bloquee tus sentidos; que te haga sentir que son los únicos seres en un determinado momento y lugar; que no deje de sorprenderte, aunque sea con pequeñas y sencillas acciones. Pero es algo que me niego a entender más de lo que he leído y me han contado, no es algo que esté entre mis principios, no es algo importante en mi vida. No lo necesito, ni a esas emociones ni las expresiones que estas conllevan, nada de eso me interesa.

Otro día con los mismos pensamientos, otra mañana con la misma indiferencia a lo que podía llegar a sentir. El día estaba nublado, aunque habían grandes posibilidades de que el sol se apareciera ante nosotros. Poco me importaba si hacía frío o calor; la universidad siempre estaba a la temperatura ideal y me hacía poco poblema con eso, sólo era adecuado ir con una chaqueta no muy gruesa y bien vestido para poder causar una buena impresión ante todos los alumnos que llegaban hasta ahí. Me levanté con pesadez. Mi cabeza dolía de manera horrible y no sabía el porqué, aunque me abstendría de ir al médico, odiaba los hospitales. Me di una ducha rápida y me vestí con una camisa simple y unos pantalones negros, algo ajustados, nada incómodo ni llamativo. Ordené mi cabello un poco, aquellas ondas que se me formaban me gustaban así que las mantenía intactas, sin cepillarlas ni nada parecido. Aún tenía tiempo de sobra por lo que bajé hasta la cocina y tomé un desayuno liviano, para luego colocarme mi chaqueta marrón de cuero y un bolso en mi hombro, con algunos exámenes que había tenido que revisar la noche anterior, quizás ahí está la razón de mi repentino dolor. Suspiré al salir de casa y tomé el camino corto hacia el trabajo; ahora las nubes se habían oscurecido y veía que podía comenzar a llover, así que apuré mi paso para llegar sin atareos al trabajo.

Llegué a la universidad a tiempo, con demasiado de sobra, por lo que me dirigí sin prisa alguna a la sala de docentes. Fui hasta un pequeño mueble donde guardaba siempre mi chaqueta, no tenía mucho que guardar ahí, y así quedaba libre para caminar con tranquilidad a la sala en donde me tocaba clases. Habían bastantes alumnos a esa hora lo que me pareció algo extraño dado que habíamos empezado hace poco el semestre escolar y los ánimos no eran los mejores en los alumnos; al pasar se podían oír los suaves murmullos, tanto de las jovencita como de los muchachos, creo que mi reputación ha ‘aumentado’ dentro de estos días. Mi mirada era seria, inmutable, nada hacía cambiar mis facciones, no tenía porqué, y lo más probable es que esa fuera alguna de las razones por la que todos me tienen el respeto que poseo. No me gusta sonar egocéntrico o soberbio pero es la verdad: nadie puede desobedecerme, las -mis- reglas son lo bastante claras como para que alguien no las entienda y las consecuencias del incumplimiento de alguna de estas no son las mejores. Cerré los ojos con el ceño fruncido, odiaba que murmuraran tanto sobre mí y mi aspecto, ¿qué poseía de raro, además del carácter, que pudiera fascinarles o asustarles tanto? No lo sé. Sólo sé que detestaba los murmullos, tartamudeos y toda acción por demás infantil.

O eso pensaba, hasta que el conocí a él...  

Caminé con un  poco de apuro para así ser el primero en llegar a la sala y poder regañarlos como tanto me gustaba. Reí hacia mis adentros y abrí la puerta del aula la que tenía un leve olor a canela, algo que me pareció muy raro para un cuarto totalmente cerrado. Y eso fue lo que creí antes de ver esa cabellera azabache con ciertos tonos platinados, desordenado pero... se veía lindo la combinación de colores. Sacudí un poco la cabeza negándome esos estúpidos pensamientos y miré con algo de malestar hacia la persona sentada en los asientos de más atrás, en una esquina, casi como queriendo que no fuera notado.

— ¡Tú, el que lee!

— ¿Eh? — Dijo algo despistado.

Me miró y sólo me limité a respirar pausadamente.

— ¿Cómo te llamas? ¿Eres nuevo? — Hablé algo dudoso mientras me encaminaba hacia el gran escritorio que poseía la sala, dejando encima mi bolso con los primeros exámenes del año.

— ¡Sí, Shi-shiroyama Yuu! — Se levantó del asiento dejando caer su libro inconscientemente y haciendo un torpe reverencia. Se le notaba nervioso, y aún más por su tartamudeo, los odio. Al darse cuenta de mi incrédula mirada agachó la mirada observando el libro en el suelo y levantándolo rápidamente. Reí silenciosamente, sin que se diera cuenta y tosí para que me tomara atención.

— Bien Yuu, ¿podrías decirme que haces aquí a estas horas?

— Pues... Pensé que a estas horas habría alguien pero creo que me equivoqué... — Suspiró frustrado y con un rostro algo afligido. Su apariencia se me hacía a la de alguien con buena posición económica, de esos chicos populares a los que todos idolatran. Lo único que me descolocó fue su actitud vergonzosa, no se veía como ese tipo de chico.

— Comprendo, ¿ya diste el primer exámen en privado junto al director, cierto? — Éste asintió y me senté apoyando mis manos bajo mi barbilla, mirándolo casi de frente. — ¿Qué nota obtuviste? — Tenía curiosidad. Yo influí en esa prueba de tal modo que ninguno de mis propios alumnos la pasara, sólo para pasar el rato disfrutando de su ‘sufrimiento’.

— Un diez. Obtuve u-un diez, señor...

— Kouyou. — Mi mirada se ensobreció un poco y él lo notó, lo sabía por su inesperada cara de sorpresa, misma que ahora yo poseía. ¡Era imposible! Hice aquella prueba con el fin de que nadie, NADIE obtuviera más de un siete y él llega con la nota máxima. Es increíble... — Perfecto, te tendré en cuenta para calificar tu coeficiente.

La atmósfera se volvió tensa, como siempre se volvía al tener conversaciones conmigo. Me coloqué mis lentes y comencé a revisar las pruebas que me quedaban por corregir, la conversación tuvo término ahí.




Las clases habían terminado. Miré con detenimiento los rostros de mis alumnos, que parecían querer decir ‘¡Moriré tarde o temprano!’. Vaya, mesalieron bastante dramáticos. Sonreí con satisfacción y mi vista se fijó directamente en el alumno nuevo, Yuu. Le miré de pies a cabeza mientras ordenaba sus cosas; parecía un acosador pero él tenía algo que me parecía familia, como si ya le hubiese visto antes pero... era imposible, no conocía a nadie con esa extravagancia, excepto a mi mejor amigo Akira. Este chico se me hacía peculiar en todo sentido, pero lo que em llamaba más la atención eran esos ojos negros azabaches que lucía con gracia y le hacían ver intimidante, aunque realmente fuera todo lo contrario. Y es que cuando la muchedumbre entró al aula simpatizó con todos de inmediato, como si esa timidez que me hubiera mostrado momentos antes desapareciera en un dos por tres, dejándome con la curiosidad en su punto. ¿Y qué debía estar yo fijándome en mis alumnos y sus relaciones personaes? No era alguien conocido ni alguien a quien tuviera que tenerle respeto, solamente era un alumno.

Mi alumno...

Salí prácticamente corriendo del campus, no quería perder el último metro que me llevaba a casa por causa de las maldita correciones que tuve que hacer de improviso. Al llegar ahí me subí con rapidez, sentándome en el primer asiento junto a la puerta, respirando agitadamente, y nuevamente le vi. Ahí venía Shiroyama con algunos de los chicos de mi clase, despidiéndose mientras reían escandalosamente. Le observé con disimulo, fijándome en cómo daba un pequeño suspiro al entrar al metro y se sentaba justo en el asiento frente a mí, con las mejillas levemente sonrojadas, seguramente de la verguenza. Reí quedamente, su actitud junto a sus compañeros de clase era bastante diferente a la que daba ante desconocidos y, por lo que vi, ante sus mayores. Al parecer no se dio cuenta de mi presencia, mejor por mí y... aún no sé porqué pensaba que tendría que verme, digo, es bastante con que murmullen a mis espaldas y odio que me observen y me sigan con la mirada. Le vi colocarse unos audífonos y cerrar los ojos, empezando a recalcar el ritmo de la música que iba escuchando con su pie; copié su accionar con mis propios auriculares y eché la cabeza hacia atrás, cuidando de no golpearme con el ventanal. Me sentía tranquilo, sin preocupaciones, y eso sólo sería hasta llegar a la estación cercana a mi hogar, ya que la lluvia había comenzado a caer tal como predije esa mañana. Pasaron alrededor de quince minutos en los cuáles me divertí escuchando música y tarareando las canciones que lograba oír aún con todo el bullicio de la gente dentro del metro. La gente comenzó a bajar de forma despreocupada y amontonada causando un gran tumulto en las salidas, por lo que me quedé sentado mientras se vaciaba lentamente. Abrí los ojos y me los limpié ya que parecía que hubiera dormido una larga siesta. Y alcanzé a divisar su vista sobre mí. Me inquietó el que estuviese observándome, ¿hace cuánto tiempo lo estuvo haciendo? Al darse cuenta de que le devolvía la mirada giró su rostro avergonzado, guardando su celular de donde escuchaba música y se levantó para salir seguido de la masa de gente. La seriedad de mi rostro se fue inmediatamente, mientras una expresión de confusión y ánimo se instalaba en éste al ver cómo mi nuevo alumno se acercaba a mí.

— Se-señor Kouyou, veo que no trae paraguas, ¿verdad? — Sonrió de forma suave, aún avergonzado por el tono empleado al hablarme. Asentí con mi cabeza y me levanté para salir siendo seguido por el chico. — Si quiere... puedo compartir el mío, por lo menos hasta donde tengamos que tomar caminos distintos, ¿no?

Sus palabras me sorprendieron. No creí que alguien  me fuera a hablar con tanta amabilidad sabiendo como era y creo habérselo dejado en claro durante nuestra pequeña ‘charla’. Me coloqué a su lado mientras él abría su paraguas y nos cubría a ambos a la perfección.

— Gracias, sólo será hasta aquella división de calles.

Mi semblante no cambiaba, no me permitía sonreír abiertamente aunque quisiera hacerlo y menos con una persona que recién venía conociendo. Caminábamos de forma tranquila y sin apuros, no había conversación de por medio lo que hizo que la caminata se volviera algo aburrida, pero al ver de reojo a mi ‘acompañante’ pude notar sus ojos más brillantes que en un principio lo que me pareció algo bonito. Era extremadamente extraño ver en una persona ese tipo de tonalidad en los ojos y estaba completamente seguro de que no eran lentes de contacto lo que me hizo formar, sin darme cuenta, una pequeña sonrisa, que él vio con curiosidad.

— ¿Sucede algo? — Su semblante era serio pero tranquilo. Me giré a verle y sonreí de manera sincera. — Nada, nada, sólo me fijé en algo que llamo mi atención. — Había sonreído, no podía estar haciéndolo, no debía hacerlo. — Ya veo... Siento si fue muy de improviso mi ofrecimiento, señor Kouyou. — Giró su rostro para ver el camino y levantó un poco la vista hacia el cielo. — No te preocupes, fue muy considerado de tu parte.

La lluvia no cesaba, la nubes se seguían ensombreciendo, pero sabía que algo bueno vendría luego. Despejé mi mente y sólo me limité a seguir mi camino, cuando fue de improviso que me fijé que íbamos hacia el mismo destino.

— Por lo que veo vivimos en la misma calle. — Metí mis manos en la chaqueta de cuero, se estaban congelando con la lluvia.

— Eso creo pero... — Se detuvo frente a una gran casa señorial a un lado de nosotros, siempre que la veía me causaba algunos temblores involuntarios, su aspecto me daba algo de... miedo, — aquí vivo yo, lamento no poder acompañarle más allá. — Suspiró y se giró dándome una reverencia. — Hasta mañana, señor Koyou.

— Adiós Yuu. — Me giré a retomar mi camino antes de que pudiera volver a ver su rostro. La presión en ese lugar era inaguantable, sentía que measfixiaba y necesita salir pronto de ahí. Me alejé unos cuantos metros de esa área y noté como la atmósfera a mi alrededor se volvía más limpia y suave, respiré aliviado. De seguro no em gustaría volver a mi casa nuevamente con ese chico si es que tuviese que pasar por su casa, no fue agradable, muy por el contrario.





Los días pasaban y al final, por más que no lo deseáse, continuaba volviendo con Yuu -o Aoi, como ahora le habían apodado- hasta mi hogar, siempre deteniéndonos en su casa y despidiéndonos fríamente, aunque el camino de regreso se haya vuelto un poco más animado. Mi rostro aún no era capaz de cambiar de expresión pero de pronto comenzamos a hablar tan fluídamente como si fuéramos un par de viejos amigos. Pude empezar a conocerle más, a hablarle con confianza, pero sin dejar mi forma de hablar para hacerme respetar, aunque con este chico no había problemas. Era realmente tímido, se avergonzaba con facilidad pero era bastante animoso y alegre; con sus compañeros tendía a mostrarse como alguien ‘genial’, que no le importaba nada y que podía hacer lo que se le viniese en gana, cuando en realidad sólo era una farsa. Cuando pude darme cuenta mi expresión cambió duramente, reflejando mi malestar ante su personalidad fingida con los demás. Se dio cuenta y trató de disculparse pero yo no tenía de qué perdonarle, no era precisamente mi problema, ni siquiera sé porqué me enfadaba el hecho de que actuara frente a algunos y frente a otros fuese de una manera distintas, sin poder diferenciar su careta verdadera de la que él mismo se interponía.

— No tienes porqué darme explicaciones, yo...

— ¡Pero quiero dárselas, me interesa lo que piensa!

Le miró con el ceño algo fruncido y suspiré, relajando mi expresión y dándole suaves palmadas en su hombro.

— No hay nada que explicar, mi opinión no serviría de nada, no soy nada más que tu profesor y ni siquiera puedo orientarte en algo, no es algo que esté dentro de lo que creo adecuado o no.

Me miró resentido y confundido, llegando así hasta su hogar. No se despidió, sólo pude sentir esa horrible atmósfera otra vez, la que no había sentido desde la primera vez que volvimos juntos de la universidad.

Notas finales:

Bien, algo sin sentido como todo lo que escribo. Si ahora no entienden nada mañana sí lo harán. Los quiero. <3


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).