Era la rutina de siempre.
Levantarse temprano, salir a correr, regresar a casa para asearse, ir a la escuela, regresar a casa para comer, hacer la tarea, ver la televisión y acostarse. Sin embargo hoy hubo un pequeño cambio. Se dio cuenta de que su refrigerador estaba casi vacío. Se extraño, se supone que su hermano era el encargado de esa tarea. Aunque era obvio que no la hubiera hecho ya que llevaba semanas sin aparecer. No se preocupaba, aquello era normal.
Suspiro con pesadez, el odiaba ir al súper y sus odiosas filas. Decidió que mejor iría por lo necesario al minisúper que estaba cerca, ese nunca estaba lleno. Tal como estaba, recién bañado y con el cabello sin cepillar.
Fue en auto. La pereza lo obligaba a hacer lo posible por no moverse. Era viernes en la noche, cielos, debería estar relajado después de haber terminado sus deberes.
Las puertas del minisúper lo recibieron abriéndose de par en par. Todos los presentes miraron con curiosidad al nuevo cliente. El peli verde se sonrojo al tener la atención sobre el. Llevo su flequillo detrás de su oreja y camino como si nada.
El dilema ahora era escoger entre llevar el cereal del extraño elefante café o de aquel extraño conejo adicto que le recordaba al país de las maravillas. Tuvo un escalofrió, miro hacia los lados, juraría haber sentido a alguien observándole. En una de sus búsquedas su mirada se encontró con la de un uniformado, seguramente el guardia. No le presto más atención de la necesaria. Sin embargo pudo notar que era bien parecido. Al final se decidió por el único animal de color normal. Además, le gustaba el azúcar.
Lo siguiente en la lista mental era el pan. Camino hacia aquella área y tomo tortillas también. Se esforzó por no mirar al mismo hombre, que ahora rodeaba el área donde estaba. Trató de no ser paranoico, aquel era su trabajo, no era raro que vigilara el lugar, ¿o si?
Cuando llego la hora de pagar le sonrió a la cajera, esta le devolvió la sonrisa y llevo su mirada hacia un lado, donde, Oh Sorpresa, estaba el mismo guardia guapo, perfecto para película de acción donde no recibiría daño alguno en su hermoso rostro. Deliraba, se apresuró a entregar el dinero y mientras esperaba el cambio, empezó a meter su compra en una bolsa. “Amablemente” el joven uniformado hizo lo mismo. No sin sonreírle, por cierto.
Volvió a sonrojarse furiosamente, cuando sus manos por accidente se rozaron. Se regaño mentalmente por ser tan obvio. Termino dando las gracias a la cajera y algo de sencillo al joven que le ayudo, por mera costumbre. No debería darle nada ya que hay personas especialmente dedicadas a eso, las cuales estaban sentadas mirándole con extrañas sonrisas. Alzó la mano a modo de saludo y ellos hicieron igual. Salió del lugar con un tremendo suspiro de alivio. Metió las compras en la cajuela de su auto y entro en el.
Apenas y había girado la llave y oyó como tocaban su ventana. Lo primero que hizo fue asustarse, pero después solo la abrió y se sorprendió al ver de quien se trataba.
-Disculpa… se… sete ha caído esto.- ahora que lo veía de cerca y lo escuchaba podía deducir que era un poco mayor que él. Sonrió, sin evitar sonrojarse y le dio las gracias.
Cuando estuvo aparcado en su garaje, tomo aquello que había dejado en el súper y se sonrojo a sobremanera. En sus manos yacía una hoja de papel que tenia un nombre y varios números abajo.
Desecho la idea de que fuera un error cuando leyó la palabra Llámame en la parte trasera de la hoja.
-Hyoga…- leyó el nombre, aun con las mejillas coloradas. Sin duda le cambiaria las tareas de la casa a Ikki.