Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Desarraigo por Hisue

[Reviews - 12]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Pues bien, segunda parte de esto que me arrepiento a medias de haber escrito. Creo que está OOC, de forma terrible, así que me disculpo de antemano.


Realmente pienso que este fic es completamente… inútil… de verdad, no creo que haya nada nuevo, ni nada de eso. Nada interesante, ni relevante, pero bueno, se supone que es “romance” o algo así. Tendría mejor disposición hacia la historia, pero estoy muy molesta después de ver un partido de la selección peruana  y el enojo por el futbol a mí me dura semanas. Semanas. (Pero es que… en serio, ¿volantes de contención? ¿No saben que se llaman así porque deben contener al rival? ¿Y qué con esa defensa? ¡No podían robar ni un balón, demonios! ¿Acaso se olvidaron qué existía banda derecha?)


Y antes que empiece a enredarme (y enojarme) más, mejor damos paso al fic.


Creo que me olvidé de decir (no que íbamos al fic?? Así soy, contradictoria) la canción es de un grupo español que me vacila mucho, Extremoduro. Deberían escucharla. Y no es que tenga relación con el fic, pero bueno, ya que escribí esto escuchando eso, pues… (Ya, al fic)

Dar, contra un muro pa’ poderlo derribar, que seguro nos depara una sorpresa.

Si te atreves, yo me atrevo a atravesar…

Desarraigo – Extremoduro

Vio a Kyoya un mes después de que ella se fuera. Viajó a Japón, llegó a Nanimori y lo encontró en el templo que ya empezaba a tener los trazos de la base que se convertiría en el futuro y lo recibió Hibird piando su nombre y Dino le sonrió, dejando que se posara en su mano y acariciando el plumaje amarillo.

-Hola, Hibird- No esperaba que Kyoya lo saludara, así que caminó hasta él, que estaba sentado, con la espalda en la pared, aparentemente dormitando- Que hay, Kyoya.

Tampoco esperaba respuesta, pero supo por la forma en que movía los hombros que estaba despierto y escuchando, así que se sentó a su lado antes de preguntar.

-¿Recuerdas a Antonella?- no vio señal alguna de reconocimiento- Se fue a su país. Pensé que al menos te interesaría saber cómo se llamaba. Me mandó una carta y me dijo que ya estaba en casa. Se llamaba Alicia, por cierto.

Kyoya abrió los ojos, desvió el rostro y respondió con un ¿y? desprovisto de emociones. Dino no contestó porque se quedó aturdido por la visión del rostro de Kyoya, tan cerca al suyo, y se le regresó la idea de querer saber cómo era, se sentía, besar a Kyoya.

---

La verdad es que no había dejado pensar en eso ni un segundo. Se sorprendía recordándolo en los momentos menos esperados. Como esa vez que veía Titanic, porque lo daban en la televisión y tenía flojera cambiarle al canal, y mientras veía a Rose y Jack y se sorprendía de haber llorado la primera vez que la vio, se encontró pensando en la boca de Kyoya. Sería fría, seguro, como él. Pero, no, seguro y era muy cálida. Ahora que lo pensaba, la boca de Kyoya se parecía a la de Rose. En lo suave y en lo pálidas (al menos, cuando Rose se moría de frío, luego no era nada pálida) y en lo bien que se veían.

Cuando se dio cuenta de la tremenda estupidez que pensaba, apagó el televisor.

Lo atribuyó a su omnipresente curiosidad. Lo atribuyó a lo extraño que era pensar en “sexo” y “Kyoya” en la misma frase y cuando no tuvo más excusas, se obligó a enfrentarse al recuerdo que le carcomía las entrañas, a pelear con él de frente, pero no pudo y terminó huyendo de sus propios pensamientos.

---

-¿No recuerdas a la chica con la que hiciste el amor?- su voz se convierte en susurro sin proponérselo y Kyoya se encoge de hombros en un movimiento casi imperceptible y Dino es terriblemente consciente de la piel que la yukata no cubre y ante todo pronóstico, se acuerda de ella y la envidia y se pregunta qué es lo que hizo para vencer la reticencia de Kyoya a estar cerca de cualquier persona.

-¿Importa?- Kyoya también susurra, no se mueve y Dino sonríe e intenta lucir afectado.

-Kyoya, así no se trata a las mujeres. Les mandas flores, recuerdas sus nombres y siempre, siempre, importan.

-No empieces con lecciones de moral, Cavallone- Kyoya afila la mirada y si a Dino no le afecta es porque tiene años de práctica en eso. En creer que Kyoya no le afecta ni tantito. Nada, nada- Que eras tú el que estaba espiando.

A Dino le hace falta recurrir a todo el cinismo que acumula para no temblar y empezar a disculparse y salir corriendo de allí. En vez de eso, ensancha la sonrisa.

-Es que, Kyoya- explica y la burla se desliza en su tono- Tenía que asegurarme de que hicieras las cosas bien. No podía dejar que mi alumno quedara mal ante la señorita, ¿no te parece? Me estaba preguntando si por lo menos podías responder a un beso.

-¿Qué insinúas?- la voz de Kyoya presagia muerte si sigue con la broma y es por eso, más que nada, que Dino sigue.

-Que eres antisocial, Kyoya. Que nadie se imagina que tú puedas interesarte en alguien de esa forma. Vamos, que todo Nanimori y Vongola piensa que eres asexual.

Y Dino escucha el rechinar de los dientes de Kyoya, porque si algo tiene es orgullo y en cantidades capaces de superar a Squalo.

-No me digas- Kyoya sisea- ¿Tú también?

Dino asiente, en apariencia feliz, y Kyoya le coge de la solapa de la camiseta y se lo acerca a la boca y lo deja allí. Cerca. A un palmo. Tanto que se el aliento se les roza cuando respiran.

-Pues eso no fue lo que vi. Te estaban temblando las piernas. Y no me diste cara al día siguiente. Me estabas evitando, bronco.

-Entonces, ¿Qué dices, Kyoya? ¿Querías que te viera?

Dino sabe que si siguen picándose así, se quedaran hasta la noche, sin que uno dé el brazo a torcer y decide hacer algo. Luego, podría pensar en las consecuencias, por el momento, tenía, necesitaba, besar a Kyoya. Pero no lo hace, no en toda regla. Deja sus labios contra los entreabiertos de Hibari y le mira, sonriendo con los ojos y puede ver un rastro de confusión en los ojos azules del otro, que lo hace creer que lo que está haciendo está mal. Kyoya, mientras, piensa en la primera vez que lo vio sin camiseta.

---

En la misma semana en que se conocieron, Kyoya lo vio sin camiseta. Se estaba poniendo la camisa cuando el bronco entró al onsen y, como si tal cosa, comenzó a quitarse la camiseta. Se ahorró los comentarios para poder mirar los moretones en su cuerpo y sonreír internamente al ver que no era el único magullado. Fue el tatuaje el que atrajo su atención. Se acercó mientras Cavallone se quitaba el cinturón y le puso la mano encima, cerca a la cadera y el bronco dio un respingo.

-¿Hacer eso duele?- preguntó, resiguiendo el perfil del tatuaje por el torso con dos dedos. Cavallone le apartó la mano.

-Un poco.

Kyoya dio por satisfecho sus ansias habladoras de ese día y se fue, sin más.

No pensó en eso en un buen tiempo. Hasta que cumplió dieciocho y se acostó con una mujer, y la mitad fue por curiosidad y la mitad porque tenía ganas y lo comparó con lo que se había convertido en su regla para medir todo.

Fue bueno y caliente y su corazón se había acelerado bastante, pero se le aceleraba más cuando luchaba con el bronco y se excitaba más y la mente se le quedaba en blanco por momentos cuando se daba cuenta, otra vez, que no podía contra él. Cuando luchaba contra él se sentía pequeño, un poco insignificante y mientras miraba a la mujer desnuda a su lado, le tocó la cadera y, de forma extraña, pensó en Cavallone y en el tatuaje.

---

Ninguno de los dos se mueve y Dino empieza a impacientarse. Empieza a creer que esa ha sido de sus peores ideas y que mejor se aparta, pero no puede, porque no puede. Porque le parece ilógico e imposible que haya gente que sabe cómo es que besa Kyoya y él no. Porque le parece inverosímil que existan personas que sepan cómo se siente la boca, la piel de Kyoya y él no. Y puede que el razonamiento de lógico tenga lo que Dino de moreno, pero de eso, no se da cuenta. Y es eso lo que lo hace moverse y lamer sus labios.

-Bésame y no te molesto más- le susurra. Kyoya entorna los ojos- Y si quieres, voy y publico que sí sabes lo que “sexo” significa.

Es todo lo que basta. La burla es capaz de vencer las últimas dudas de Kyoya que lo coge del cabello y lo besa. A Dino le han dado mejores besos que ese unas cuantas docenas de veces.  Kyoya no ha esperado un segundo y le ha metido la lengua en la boca e intenta acariciar de manera torpe y no deja de apretarle el cabello, a un punto que duele, pero a Dino esos detalles se le pasan por alto. Se concentra en la sensación. En la lengua húmeda y calienta que se frota de manera errática contra la suya y en la mano que le sostiene y en el roce de sus labios e intenta, por todos los medios, encontrarle algo malo a todo eso. Algo que lo haga detenerse y volver sobre sus pasos, terminar con la broma, pero es todo lo contrario. Sigue mirándolo. Sus ojos fijos como esa noche, y a Dino se le ocurre la peor idea del año. Responderle el beso. Se aparta, sólo un poco y le sostiene el rostro.

-Kyoya, no sabes besar- le susurra, saltándose el hecho de que su corazón ha acelerado el triple sus latidos desde que Kyoya empezara a besarle- Te enseño, ¿vale?

Y por alguno de esos misterios de la vida, Kyoya no dice nada, pero acepta con los ojos. Por la forma en cómo no se mueve, ni lo golpea. Por un segundo la mente de Kyoya viaja y regresa a ella y a la textura de su boca y se encuentra comparándola con la boca de Cavallone.

---

Ella le decía niño y a él eso no le podía importar menos. Ella no le importaba, pero se encontraron en el jardín de Cavallone, mientras Kyoya descansaba del bullicio de los hombres de Dino bajo la sombra de un árbol y ella paseaba por allí. Kyoya le entendía a medias el inglés. Ella no entendía ni pizca de japonés. Pero hablaron, o por lo menos ella habló y si Kyoya accedió a escucharla fue por la forma en que hablaba del bronco. Con una mezcla de orgullo y admiración que Kyoya había escuchado antes sólo en sus hombres. Le brillaban los ojos cuando decía Dino, sonreía mientras relataba a medias las razones por las que era una buena persona a pesar de que era un mafioso.

Ella odiaba a los mafiosos. Le habló a Kyoya de las calles, de las chicas y él adivino que, tal vez, la habían violado un par de veces, pero no se lo mencionó. La única cosa que Kyoya no soportó fue que ella pronunciara su nombre al final de su charla y cuando le aclaró que no debía hacerlo, ella le había dirigido una mirada burlona a través de sus largas pestañas y había sonreído mientras ladeaba la cabeza. Ah, sólo Dino lo hace. Lo dijo como una afirmación, no como una pregunta y se fue antes que Kyoya pudiera replicar. 

Esa noche, ella susurró en su oído algo que Kyoya no puede olvidar. Mientras embestía en su cuerpo y se dejaba llevar, ella tiró de su cabello y le susurró bronco en el mejor japonés que le salió y Kyoya la tiró en la cama, se olvidó de la amabilidad, le cogió las muñecas y se deslizó en su cuerpo de un sólo empujón y le mordió los senos y ella le respondió con gemidos ahogados. Kyoya no es tan idiota cómo para no saber que se excitó, no por ella, sino por la presencia implícita de su autonombrado maestro en la habitación. Y por el recuerdo de sus ojos mirándolo y porque, en un momento de debilidad, Kyoya había deseado que lo mirara a él. No a ella. A él. Y si el recordar eso no le carcome las entrañas, es porque él jamás se cuestiona sus sentimientos. Se limita a sentirlos.

---

Si han pasado un minuto, dos o tres, Dino no lo sabe. Tal vez podrían haber pasado horas. El tiempo parece que se desdibuja, que pierde sentido y que se mide con otros parámetros. En el momento en que Kyoya cerró los ojos, en el segundo en que sus dedos dejaron de intentar arrancarle el cabello para deslizarse hasta su nuca. En el instante en que intentó seguirle el ritmo y se encontraron en una batalla particular por ver quién dominaba al otro. Dino le coge la barbilla, le obliga a mover el rostro y lleva sus besos a la mejilla izquierda de Kyoya y baja y se encuentra besándole el cuello, lamiendo la piel y conteniendo las ganas de clavarle los dientes y sacarle un sonido de la garganta. Un gemido, un jadeo, algo que le diga que Kyoya lo disfruta y que no quiere que pare, porque él lo está disfrutando y no quiere parar, aunque una parte en su mente (esa que solía gritar, años atrás, que odiaba la mafia. La misma que le refuta cada muerte cometida en la oscuridad de su habitación) le grita que no. Le exige que no, que pare.

Y él, por esta vez, le hace caso y se detiene y se queda un momento observando los labios y los ojos cerrados de Kyoya, que los abre de repente y luce confundido. Parece perdido y parece que busca un eje de donde sostenerse.

Dino se separa. Y se va. Porque es un cobarde. Y porque le parece que no es curiosidad. No es que haya visto a Kyoya con una mujer, es desde antes. Desde mucho antes.

---

Sabe que está huyendo y sabe también, que no puede seguir haciéndolo. Recuerda a Kyoya y su boca y sus manos y su cuerpo y se estremece. Porque se da cuenta, de nuevo, que esto no es de ahora, no es que lo haya visto teniendo sexo y le haya entrado curiosidad. Es más que eso. Y se pregunta desde cuándo y la respuesta le llega en forma de recuerdo.

Desde la primera vez que Kyoya lo tocó, preguntando por el tatuaje y él le apartó la mano porque quemaba. Ese día, puso un ladrillo en su mente para ocultar, no el recuerdo, sino lo que causó en él el recuerdo. Y se da cuenta, así como así, que su mente está llena de ladrillos. Uno por cada recuerdo que tiene con Kyoya. Que han formado un muro, gigantesco, sellado con la excusa de soy tu maestro, con la que justifica cada cosa que hace con/para/por Kyoya.

Lo malo es que Kyoya siempre ha sido bueno rompiéndole los muros.

Notas finales:

Ya. No me gusta. No me gusta, no me gusta >.<. No sé por qué. Me iba a meter una charla larga sobre la vida y las razones por las que sigo escribiendo D18, pero hubo ALGO (está en las notas del principio) que me drenó el ánimo. Como sea, espero que les haya gustado y que comenten, den sus opiniones y eso XD.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).