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Compensación -Matt X Mello- por Aless_chan

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Notas del fanfic:

Yaoi suave, para aquellos que disfrutan de los simples besos y las insinuaciones.

Fanfic dedicado a aquellos fans que desearon siempre que Mail Jeevas (Matt) no muriera en Death Note.

Final alternativo del capítulo 35 del anime. :P

 

Notas del capitulo:

Como no existe opción de marcar a Matt como el segundo protagonista del fanfic, lo escribí incluso en el título.

Los ojos se le abrieron con espanto al ver las noticias. Era el coche de él, el mismo color, el mismo modelo, y, sin duda alguna, el hombre que mostraban tirado en el suelo, aparentemente muerto, era él. La policía lo había perseguido hasta detenerlo y dispararle sin piedad. No era posible… No podía ser cierto.

            Rápidamente, Mello se levantó del sofá, corrió al garaje para subir a su moto y conducir. Tenía que llegar a él antes de que se lo llevaran, quien sabía donde.

            Condujo con velocidad, esquivando coches, arriesgándose a que los vigilantes de tráfico lo detuvieran por exceso de velocidad. Mas le era imposible controlar el impulso de estar por fin al lado de Matt.

            Una vez allí, casi lanzándose de su vehículo, el cual estacionó junto a la acera con rapidez, Mello se quitó el casco, lo dejó tirado en el suelo y corrió a donde los curiosos miraban, los canales de televisión apuntaban con sus cámaras y la policía vigilaba con escrúpulo. Haciéndose lugar entre la gente agolpada pudo verlo. Aún en el suelo estaba Matt. Al lado de él dos policías que lo custodiaban mientras hablaban por sus radios con otros efectivos.

            Mello debía llevarse a Matt, vivo o muerto. Pensó rápidamente y cuando descubrió en las cercanías un pequeño callejón, se introdujo allí sin pensarlo mucho y rebuscó entre un montón de basura. Al hallar una soga medio rotosa, la tomó ligeramente y la observó con aprobación. Serviría. Luego, corrió hacia atrás de un gran tacho de basura, suspiró con nerviosismo y finalmente comenzó a exclamar:

            —¡Auxilio! ¡Policía! ¡Auxilio! —Tenía que funcionar.

Siguió con la idea hasta que la sombra de una silueta se proyectó en el suelo. Entonces, al asomarse un momento, vio a un efectivo policial que observaba con suspicacia hacia donde él clamaba.

—¡Ayúdeme, señor policía! —Volvió a gritar Mello y el vigilante se arrimó con cuidado, mientras que con una mano sujetaba su arma, por si acaso. Era un muchacho joven, parecía poco experto y Mello supo que no sería difícil lograr lo que quería. Entonces, cuando el oficial estuvo parado frente a él, se abalanzó sobre éste y lo amenazó con su propio revólver diciéndole:

—¡Ni se te ocurra pedir ayuda! Dame tu arma y haz silencio si no quieres que te mate.

El efectivo, presa del temor, entregó su arma a Mello, quien la tomó con prisa y la guardó en el bolsillo de su chaqueta.

—Ahora quítate el uniforme.

Antes de que el rubio hiciera algo alocado, el policía se quitó el ropaje y se lo entregó. Mello ató sus manos con la cuerda, y le amordazó la boca con un pañuelo que llevaba el propio policía en uno de los bolsillos de su pantalón.

Rápidamente, Mello se colocó el uniforme, mientras se escondía de la vista de la gente y el policía lo miraba con pasmo, sin entender por qué razón hacía aquello.

Había sido fácil. Ahora faltaba la parte más complicada. Mello salió del callejón vestido de policía y se acercó a la multitud. En vez de mirar hacia donde se hallaba Matt, observó a las vidrieras cercanas. Al descubrir un local de comidas rápidas, se apresuró a ocultarse tras un árbol y buscar el lugar exacto para disparar al vidrio y que este explotara, sin herir a nadie. Lo único que pretendía hacer era llamar la atención de la gente presente en el lugar. Y así lo hizo, disparó contra el local y la vidriera quedó reducida a pequeños fragmentos de vidrio que precipitaron al suelo con un sonido estridente.

La gente miró con horror. Algunos efectivos policiales empezaron a acercarse con reconcomio. Mello guardó el arma con rapidez y se escabulló por entre la muchedumbre para llegar a donde los dos policías vigilaban el cuerpo tirado de Matt.

—Señores, creo que hay heridos en el local de comidas rápidas —dijo arrimándose—. Y hay un hombre sospechoso aún allí dentro, creo que fue el que disparó.

Los hombres miraron con escama hacia el lugar, con deseos de ir a ver qué sucedía. Mello vio la oportunidad perfecta y dijo:

—Yo cuidaré del delincuente abatido por un momento. No vaya a ser que ese delincuente, quien se aprovechó de la situación, termine acabando con la vida de un comensal.

Los efectivos se miraron dudosos, pero terminaron aceptando y corrieron hacia el local de comidas rápidas.

Mello se fijó que nadie lo viera y tomó a Matt con prisa para arrastrarlo hacia el pórtico de una casa aledaña al lugar, y así esconderlo tras un muro de concreto.

El rubio temblaba de pies a cabeza. En ese momento la gente comenzó a darse cuenta que el delincuente abatido por la policía había desaparecido.

Sólo faltaba huir sin que lo vieran. Mello se quitó el traje de policía, el cual dejó en un rincón, y antes de buscar su motocicleta se agachó junto a Matt y le acarició el rostro. Y sus ojos se llenaron de lágrimas porque, como un milagro, Matt despertó y lo miró fijamente.

—¡Matt! —Exclamó de forma ahogada y lo tomó de una mano para sujetarlo con fuerza—. Iré a buscar la moto. Espérame.

Mello se asomó un momento. La policía se había repartido por los alrededores en busca del delincuente fugado y del efectivo que había quedado vigilándolo. No obstante, como el muchacho había quedado con su ropa de civil, pudo llegar a su moto sin inconvenientes. Luego de acercar el vehículo al ingreso del hogar, donde ocultaba a Matt, se quitó la chaqueta y para cubrir la cabeza del joven. De ese modo evitaría que le vean enteramente el rostro.

—Tranquilo, te sacaré de aquí. ¿Podrás levantarte para que subamos a la moto? —Indagó. Su voz estaba quebrada y era evidente que en cualquier momento rompería en llantos.

Matt, a pesar de dolor de las heridas de bala, logró sonreír, le acarició el rostro y le dijo:

—Claro… Sácame de aquí, te lo ruego.

—Sí… —Susurró y ayudó al muchacho a incorporarse.

Mello subió a la motocicleta y luego dejó que Matt subiera. Vigilando que nadie los viera, pidió al herido que lo sujetara fuerte y salió con prisa por una de las avenidas colindantes al lugar.

Mello sentía que su corazón iba a explotar de nervios. Miraba al espejo retrovisor para ver si alguien los seguía, pero no había coche de policía alguno que los hostigara. Tiritaba de terror y frío, aunque Matt, aferrándose a él por la cintura, le proporcionaba un poco de calor.

Llegaron al refugio donde habitaban y Mello ayudó a que Matt pudiera recostarse en una cama. Allí, mientras le quitaba el chaleco, la camiseta y el pantalón, se dio cuenta que el herido tenía pocos impactos de bala, y éstos sólo en un brazo, una pierna, además de una herida en la cabeza.

—No entiendo… —Dijo Mello con la voz sumamente baja y Matt le sonrió para decirle:

—Mi chaleco tiene otro chaleco antibalas dentro, ¿acaso no te diste cuenta?

—Pero… Pero… ¡Te han disparado también en la cabeza!

—Descuida. Seguro ha sido sólo un fuerte raspón de una bala. Mira —y le enseñó la herida, la cual no era profunda.

—¡Pero te veías… muerto! ¡Estabas tirado en el suelo como un perro muerto! —Exclamó Mello aún sin comprender la suerte del otro joven.

—Sólo caí para atrás y di con la nuca sobre el capot del coche, lo que hizo que me desmayara. Por eso quizás pensaste que había muerto.

Mello observó una vez más el cuerpo de Matt y al percatarse que verdaderamente no estaba herido de gravedad, se echó a llorar con desconsuelo, lanzándose a la cama, boca abajo, y cubriéndose la cabeza con la almohada.

Matt lo observó con enajenación al principio, pero después se arrimó a él para pasar una mano sobre su dorso, tratando de apaciguarlo.

—Tranquilízate, Mello… estaré bien.

—¡Cállate, estúpido! —Gritó y se levantó para observarlo a la cara con un rostro entre dislocado y furioso—. Eres… Un estúpido… Realmente un estúpido —volvió a lloriquear, pero Matt lo aferró y le dio un abrazo mientras le acariciaba el cabello buscando consolarlo.

—Tienes el cuerpo frío, Mello —dijo el otro muchacho y tomó con una mano un extremo de la sábana para cubrilo.

 

Finalmente, Mello quitó las balas de la pierna y brazo de Matt y curó sus heridas para vendarlas luego. Cuidó de él durante un largo rato. Le preparó té caliente, galletas y uno de sus propios chocolates. Le buscó cigarrillos, sus videojuegos favoritos, y se aseguró que no le faltara comodidad.

Cuando se hizo ya demasiado tarde y el sueño los atacó, Mello se dispuso a retirarse a una habitación contigua y dijo:

—Trata de descansar un poco, Matt. Hoy ha sido un día muy agitado para ti.

Pero el otro chico lo detuvo al decir:

—Para ti también ha sido un día agitado, Mello —extendió sus brazos hacia él y pidió—. Acompáñame. Duerme un poco, te hace falta.

Mello abrió los ojos sorprendido y sintió que se le entibiaban las mejillas, pero sin dudarlo más, accedió a recostarse al lado de Matt. Se acostó dándole la espalda, pero el otro chico lo aferró con cariño de la cintura y lo atrajo hacia él. Se arrimó a su oído y le dijo:

—Gracias por salvarme, Mello. No se de qué forma darte las gracias por lo de hoy…

—Calla… —Le interrumpió—. No me hables del asunto, te lo ruego.

—¿Por qué no?

Mello hizo un silencio prolongado y luego explicó:

—Porque odié verte de esa forma. No quiero que vuelva a pasar.

—No volverá a pasar.

—Eso espero…

—Lo juro, Mello. A partir de ahora andaré con más cuidado.

—Eres un estúpido.

—Lo soy. Pero tranquilo, juré que no volvería a pasar.

—Estúpido —repitió y se le quebró la voz. Mello comenzó a llorar nuevamente, pero en silencio. Sin embargo, Matt se dio cuenta de ello.

—Mello. No llores, por favor. Vamos, cálmate —lo abrazó aun más fuerte y le besó la nuca.

Mello permaneció atónito. Pero después viró hacia él y lo miró a los ojos, silenciosamente. Matt le pasó los dedos por el rostro para secar sus lágrimas y lo miró de la misma forma. Luego, comenzó a acariciarle las mejillas y el cabello hasta intuir que Mello tenía la misma sed que él: querían besarse.

Matt, en un impulso, se acercó a los labios de Mello con los suyos y lo besó. Pero lo que iba a ser una simpleza se transformó en un largo beso, cuando Mello aferró de la nuca a su compañero, sin dejarlo alejarse, y lo siguió besando.

 

Los rayos del sol de esa mañana se filtraron por la cortina rotosa y polvorienta de la habitación. El primero en despertar fue Matt. Se sentó en la cama y miró a Mello con ternura. Éste tenía los ojos algo hinchados por el llanto del día anterior, las mejillas sonrojadas y el cabello revuelto. Le causaba suma ternura verlo así. Aún sentía que estaba en deuda con él. Iría a despertarlo para decirle que se haría cargo de preparar el desayuno para los dos. Extendió su mano y apartó con sus dedos, delicadamente, los cabellos del rostro de Mello, pero al hacerlo se dio cuenta que la temperatura del muchacho estaba elevada. Colocó su mano en la frente de Mello para corroborarlo y se dio cuenta que tenía fiebre. Se sintió culpable, porque su compañero había tomado mucho frío la noche anterior. Mello había enfermado por su culpa.

—Mello… —lo llamó con suavidad para despertarlo.

El otro chico abrió los ojos lentamente y sintió un escalofrío que lo obligó a cubrirse un poco más con la sábana.

—Matt… —dijo con voz débil—. Déjame dormir un poco más. No me siento bien.

—Lo imagino —respondió con rostro piadoso. Luego, aunque un poco dolorido por las heridas, Matt se levantó de la cama y caminó hasta la cocina en donde preparó el desayuno. Al rato regresó a la habitación con una bandeja. Se sentó al lado de Mello y después de despertarlo nuevamente con caricias en las mejillas acaloradas, sonriéndole con amenidad, le dijo:

—Te traje el desayuno. Vamos, siéntate un momento, ¿si? Anoche cuidaste de mí. Hoy me toca cuidar de ti.

Notas finales:

¡Gracias por leerlo! :)


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