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Londontie por Eowyn

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Notas del fanfic:

Dedicado a ti Marie Deus :3

gracias por apoyarme siempre con todas las cosas que se me ocurrieron escribir xD 

Notas del capitulo:

Aclaro que es un One-shot... espero que les guste :3 

Los personajes usados en este fic son propiedad de Maki Murakami 

 

 

 ~*~

 


Londontie


Ya había avanzado en gran parte de su trabajo ese día. Terminar un capítulo entero era suficiente como para vanagloriarse de su excelente trabajo como escritor. Y mientras se ocupaba de ello, había comido la tarta de Mousse de chocolate que Tohma le había llevado anoche…

Obteniendo como consecuencia las quejas del cantante  al respecto.

-¡ya verás cuando compre los muffins de frambuesa que tanto te gustan y no te deje ni una miga, Yuki idiota!

Escuchó, seguido de un fuerte portazo.

"De eso, no serás capaz, lo sé. Un poco… solo la mínima persuasión por mi parte y eres capaz de salir corriendo a comprarme una caja entera". Pensó petulante.

Había fumado sus cigarrillos diarios, café, algo de cerveza… en conclusión su rutina estaba completa. ¿Y ahora que se supone que haría? Estaba aburrido… muy aburrido.

Incluso molestar al mocoso había perdido su encanto, pues este seguía enfurruñado por lo de la tarta y no quería salir de la habitación hasta que el rubio se disculpara. Cosa que no iba a hacer, por supuesto.

Luego de meditar, mientras giraba en la silla de su escritorio, una costumbre que hacía cada vez que comenzaba  aburrirse, lo decidió. Saldría a comprarse un traje. Necesitaba distraerse y aunque salir de compras no era su medio favorito, serviría por el momento.

Luego de vestirse y ponerse las gafas oscuras, el único “disfraz” para salir al exterior, tomó las llaves del Mercedes, la billetera con las tarjetas de crédito y procuró hacer el menor ruido posible, para no alertar al mocoso (que no le sorprendería en absoluto que esté pegado a la puerta, escuchando todo lo que hacía) pues él no era precisamente la mejor compañía para ir de compras…

No solo porque porque sus gustos diferían completamente sino porque su amante podía ponerse realmente pesado cuando quería que el usara algo. Como aquel ridículo buzo rojo con dibujos navideños que Shuichi tuvo la desgracia de regalarle el año pasado. Lo cual esperaba que pasara por alto este invierno. “La cosa” aún seguía en el fondo de su armario envuelto en el papel azul brillante.

¡Puuuuuum!¡baaaaaaaam!¡tuuuuuuuuuuuuum!

De repente, un sonido de cosas de plástico chocando entre sí.

El sonido de algo pesado cayendo al suelo…

Seguido por las más selectivas maldiciones de Eiri Yuki.

-¡MALDITO MOCOSO INÚTIL! ¡CUANTAS VECES TENGO QUE REPETIRTE QUE NO DEJES LOS MALDITOS VIDEOS DE GRASPER TIRADOS POR AHÍ!- gritó con furia olvidando la cautela de hace un momento.

El rubio, aún en el suelo y rodeado de los videos de Nittle Grasper y algunos de Sakuma Ryuchi como solista, maldecía en voz baja mientras se masajeaba la rodilla izquierda, que es donde se había golpeado al caer.

Shuichi salió al instante alertado por el ruido de afuera. – ¡Yuki, cariño! ¿Qué te sucedió?

Eiri lo miró ceñudo. No… peor, sus ojos dorados centelleaban con verdadera furia. Shuichi se estremeció.

-¡oh! Quería ver cuántas motas de polvo tiene la alfombra dijo el escritor con sarcasmo. – ¿No es obvio que me caí, imbécil? agregó enfatizando la última palabra entre dientes.

Negando la ayuda que le ofrecía el pelirrosa, se paró rápidamente. El dolor  de a poco disminuía.

-Deshazte de eso. Dijo mordazmente señalando con la cabeza la pila de videos desparramados.

Sin esperar a que Shindou replicara el ojimiel salió  a toda prisa del apartamento. Esperaba haber sido lo bastante rudo como para que el mocoso no osara a seguirlo.  En el camino Siguió despotricando contra aquel demente al que el mocoso tenía por ídolo.

Sintió unos pasos detrás de él. “Me imaginaba…” suspiró, y se dio vuelta rápidamente, sorprendiéndose al no encontrar a nadie. Hasta que vio unos mechones rosas sobresaliendo de uno de los pilares del estacionamiento. “¿¡De verdad es tan idiota!?”

-Te vi mocoso ¿qué crees que estás haciendo? dijo mientras jugueteaba con las llaves del auto.

Shuichi salió de su “escondite” -Quiero ir contigo. Argumentó con una mirada llena de determinación.

-No, no vendrás. Además, ¿acaso no tienes que ir a trabajar?

-K nos dio el día libre. Entonces, ¿puedo ir? ¡Por favor! rogó el vocalista.

-No. Además ¿cómo sabes a donde voy? ¿Qué sabes si tengo una amante y voy a verla ahora mismo?  Susurró, acercándose al pequeño sutilmente.

Shuichi sonrió con picardía. Conocía lo bastante al escritor como para adivinar que iba de compras. Eiri, ya sea por casualidad o costumbre siempre se ponía su traje gris oscuro cada vez que pensaba salir al centro comercial y era un hecho que pasaba muy, pero muy pocas veces. El cantante estaba preparado cada vez que esto ocurría y  tener tiempo libre ese día era una verdadera suerte. En su lista de fantasías con Yuki figuraba ir de compras con él, y elegir juntos un traje. Especialmente si se trataba de uno a rayas, el típico estilo que llevaría un gánster en su época. Eiri vestido de mafioso se vería apuesto… muy, muy apuesto.

Estando ambos en el auto Eiri seguía preguntándose cómo diablos se había dejado convencer. Bueno… si, si sabía. El mocoso tenía un lado persuasivo… que esperaba ser el único que lo conociera.

A su lado Shuichi canturreaba feliz mientras miraba por la ventanilla, no podía ver bien su expresión por la gorra que le tapaba el rostro pero se imaginaba que tendría una sonrisa triunfal incapaz de borrar.

“Londontie” se llamaba la lujosa boutique que Eiri Yuki frecuentaba para complementar su vestimenta. Y elegancia era la palabra que la definía, pues en cada detalle de la decoración, estaba presente. En el color champagne de las paredes, en el color vino de las cortinas  que combinaban perfectamente con la madera oscura de los  incontables estantes y mostradores.  Del techo, pendían dos arañas de cristal que iluminaban perfectamente  el amplio local con una luz brillante, para nada molesta a la vista.

Las dos vendedoras saludaron al escritor con una amable sonrisa y una leve inclinación de la cabeza. Este les correspondió cortésmente el saludo mientras arrastraba a Shuichi, quien se quedaba atrás, un tanto abrumado por el lujo que le rodeaba.

Timidez que pronto dejó atrás, reemplazándola por una curiosidad casi imprudente. Se entretuvo recorriendo con la vista los pequeños estantes de las corbatas, entreteniéndose con los peculiares diseños de alguna de ellas.

Por otro lado Eiri escudriñaba la larga hilera de camisas, ordenadas perfectamente por talle y color. Terminó por elegir una de color negro, lisa, de una tela suave al tacto que daba a entender la buena calidad de la prenda. Atrás de él Shuichi lo observaba sonriente pues la expresión casi concentrada del escritor le divertía.

-¡Ya tienes una de ese color Yuki! murmuró el cantante.

-Sí. Pero no tengo ésta. Enfatizó

-Esta  me parece más bonita. ¿Qué te parece? preguntó eligiendo una de color salmón con un ¿diseño de flores?

Eiri la miró de reojo y murmuró un rotundo ¡No! Como respuesta.

Haciendo un puchero Shuichi eligió otra -¿y esta? La camisa era a cuadros: verdes, amarillos y grises. Sinceramente, era horrible.

Eiri la miró con una ceja alzada – mantente al margen. Eres pésimo en esto.

Abatido Shuichi fue a probar suerte con los trajes. Mientras curioseaba entre ellos se llevó una grata sorpresa al encontrar el traje a rayas con que fantaseaba ver en su amante.

-¡Yuki! ¡Yuki! ¡Pruébate este! dijo dando saltos.

Preparado para ver una camisa fluorescente o, en su peor caso una que diga “amo a mi novio”  en letras gigantescas  como la que Shuichi intentó obligar que llevara en san Valentín… se dio vuelta. Bueno… había que decir que el gusto del mocoso no estaba del todo mal, el traje en si era elegante, pues era de un azul tan oscuro que parecía negro. Los preferidos del escritor. Sin embargo no le daría el gusto al enano diciéndole que le agradaba.

-No me gusta.

-No te lo probaste. Replicó Shuichi acercándose de a poco con una mirada un tanto extraña…

-No lo haré. Dijo Eiri componiendo una mueca caprichosa.

Shuichi perdió  el control que hasta ese momento había mantenido asombrosamente a raya. Puso el traje en las manos del escritor, lo empujó dentro del vestidor y cerró la puerta con rapidez antes que éste tuviera oportunidad de replicarle.

-¡Y QUIERO VERTE CON EL TRAJE PUESTO CUANDO SALGAS! ¡O VERAS UESUGI DE LO QUE SOY CAPAZ!

Dentro del vestidor se escuchó un bufido bastante audible.

Mientras se desvestía y como no… admiraba su envidiable físico, no dejaba de sorprenderse de esos ataques que tenía de vez en cuando el cantante. ¿Podría estar perdiendo la posición de “Dominante”? tendría que mostrarle al mocoso quien estaba al mando allí, se encargaría de eso al llegar a casa. Pensaba Eiri  con una media sonrisa bailoteando en su rostro.

Las vendedoras del local que hasta ese momento habían estado observando a la pareja con lujuriosa ternura, se sobresaltaron ante el grito del más pequeño y volvieron  rápidamente a la ardua tarea de doblar corbatas. Ambas aún no podían creer de su suerte cuando vieron a la pareja más conocida de Japón entrar al local.

Eiri salió del vestidor, acomodándose el cuello de la camisa y sonriendo internamente con satisfacción al ver los ojos como platos de su amante, quien lo miraba de arriba abajo. En efecto, el traje no podía sentarle mejor. Parecía hecho a su medida y le daba un porte más elegante que el que ya poseía.

Shuichi,  por otro lado, pensaba en cosas para nada inocentes  con la imagen en frente suyo.

El escritor se acercó a él  y le pegó despacio en la frente para sacarlo del “trance” en  el que parecía estar. –Te ves más estúpido que de costumbre, mocoso. Susurró.

Sin poder evitarlo Shuichi se lanzó a su cuello y lo besó apasionadamente. Eiri no opuso resistencia.

Semejante demostración de afecto arrancó en las vendedoras unos chillidos peores que las de 10 fanáticas juntas. 

 

 

 Luego de un largo rato… y después de una candente discusión sobe corbatas  a  rayas y lunares, un vergonzoso episodio que implicaba la nariz de Shuichi, una mancha roja en el pulcro suelo y un concierto de maldiciones por parte de Eiri (que rompió la perfecta imagen que tenían las vendedoras de él…).

La pareja salió al fin del negocio con sendas bolsas de cartón. Eiri estaba orgulloso de su propio carácter convincente, había conseguido que su amante se comprara un traje decente, eso equivalía a nada que fuera fluorescente, a cuadros… o cualquier otra cosa extravagante dentro de los gustos del cantante. Sin embargo lo que este ignoraba era que Shuichi había cambiado el traje mientras el rubio estaba en el vestidor…

Algo parecido pasaba por la mente del pelirrosa quien sonreía victorioso al mismo tiempo que miraba de reojo las  bolsas que Eiri llevaba, en una por supuesto, estaba el traje de mafioso.

 Últimamente había tenido éxito en persuadir a Yuki, cosa difícil, había que agregar. “acaso estaría, por fin, domando al tenaz escritor? “

 

 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

Espero que lo hayan disfrutado y que, al menos les haya sacado una sonrisita :3 Porfis dejen reviews! 

Que tengan un bonito día! nos leemos~


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