¡Pero qué frío hacía! Podía sentirlo en la piel.
¡Pero qué dolor de cabeza! Aún peor que una resaca.
¿En dónde diablos se supone que me encontraba? Tenía los ojos cerrados, pero no se sentía como mi cama. No, era más bien algo duro e incómodo, algo así como una mesa, una tabla, algo de madera sobre el cual estaba recostado.
Me encontraba en una posición extraña… algo así como una momia. Boca arriba, con los brazos cruzados, recto… encerrado.
El cuerpo dolía, como si me hubiera estirado y estirado hasta reventar cada uno de mis órganos.
Inhalé con esfuerzo y fue en ese momento cuando percibí aquel dulce aroma a café… mis sentidos comenzaban a cobrar vida.
Murmullos se escuchaban en la lejanía, voces bastante familiares resonaban en mi cabeza… ¿Era Hana la que se encontraba llorando? ¿Por qué?
Abrí los ojos de golpe y me topé con una luz fastidiosamente penetrante. Hice una mueca y acto seguido me senté, frotándome los párpados.
Ya con la vista enfocada, noté mi vestimenta. De traje, el cabello bien peinado, las uñas negras y por cierto, estaba en un ataúd… ¿UN QUÉ?
Sorprendido por mi estado, miré a mí alrededor y me topé con las miradas horrorizadas de… hum… 1, 2, 3, 15 personas conocidas, las cuales veían con pánico la terrible escena: El difunto Kouyou se levantaba en pleno velorio. Qué oportuno e inteligente eres, Uruha…
Y ahora me encontraba sin saber qué hacer o decir. Congelado e incómodo.
Sin embargo, poco a poco saqué las piernas de la caja, me acomodé y caí de pie con gran estruendo, pues como siempre, era un completo torpe y mi ataúd cayó al suelo.
Se hizo un silencio absoluto, el cual rompió una voz femenina.
-¿Q-Qué ha sucedido, Kouyou? ¿Ésta es otra de tus “bromitas”? ¡Pues fíjate que a nadie se le hace gracioso!–Mi madre reclamó más furiosa que nunca, poniéndose de pie y haciéndose la indignada… pero yo ya no la necesitaba-
-No, madre… no es una broma… es más, estoy un tanto confundido todavía. Lo único que sé, es que todos ustedes son… ¡unos hipócritas! –Grité- y no sé qué hacen aquí perdiendo su tiempo en el velorio del “vago” que soy… ¡es más! ¿les gustó el café? Pues síganlo tomando, síganme velando, porque nunca… ¡Nunca me volverán a ver! ¡Lo prometo! –Di un desplante y me giré para salir-
-¡NO! Espera, Kouyou…. ¡TE AMO! Déjame irme a tu lado… -Sentí una cálida mano que me sostuvo-
-Pequeña, tu no me puedes acompañar… eres muy linda y delicada para el monstruo que seré desde ahora en adelante, no te conviene para nada andar conmigo por que… no querrás que te clave los colmillos, ¿verdad? –Sonreí perversamente y salí al crudo invierno de Rumania.
Caminé por aquellas calles que tantos recuerdos me traían… la funeraria, la estación, aquellas tiendas y edificios que formaban parte de mi vida.
Conforme caminaba, sentía la presencia de alguien tras de mí, una sombra que vigilaba mis pasos, una brillante figura que se posaba sobre un tejado y me extendía la mano…
-Sakito… -murmuré sonriendo, mientras él, quien ya estaba muy cerca de mí me tomaba por la cintura y lamía con delicadeza mi cuello.
Una imágen preciosa que me regalaron ♥ gracias, Sara!