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Contrastes por ItaDei_SasuNaru fan

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Notas del capitulo:

¡Hola lectores y amantes del yaoi!

Me he tardado por cosillas que no es necesario que las sepan.

Espero me perdonen.

Hoy no diré mucho, no tengo los ánimos para hacerlo. Espero que el capítulo sea en su mayoría de su agrado y que mi cansancio no haya influido en él.

Si ven un error, están en todo su derecho de corregirme.

Disclaimer: Los personajes son propiedad de Masashi Kishimoto. Menos uno

Disfruten.

Capítulo 4

 

 

Minato abrió los ojos debido a la luz mañanera que entraba libremente por la ventana, y que lo estaba molestando un poco. ¿Cómo es que la cortina no estaba cerrada?

Lentamente fue recordando la noche anterior y, con ella, los sentimientos nuevos que experimentó. Se sonrojó en medio de la privacidad de su cuarto. Después de todo, había sido tan grande su emoción que se había dormido incluso con la ropa del día anterior ¡Ni siquiera se había puesto la pijama para acostarse! Y ahora, por culpa del ensueño enamoradizo en el que había sucumbido había olvidado arroparse, cambiarse, cepillarse los dientes (razón por la cual sentía la boca pastosa) y la luz del sol lo despertaba sin misericordia. Se había olvidado de todo, cual colegial enamorado…

Fugaku se reiría si lo viese.

<<¡No, el Uchiha engreído no puede saber esto!>> pensó el rubio. <<Pensará que ya me tiene a su merced… Porque aún no me tiene a su merced… ¿Verdad? ¡No, claro que no! ¡Tiene que esforzarse muchísimo más!>> y con esa determinación, el ojos-azules se dispuso a estirarse, aún con los ojos cerrados y a comenzar un nuevo día; aunque fuese más temprano de lo normal. Mientras estiraba los brazos hacia arriba y los dejaba caer hacia los costados, escuchó algo crujir. Un sonido parecido al del papel crujir. Abrió los ojos con ligera parsimonia y rodó su cabeza hacia donde provenía el sonido. Efectivamente, su mano derecha había pasado rozando una nota colocada elegantemente en una almohada a su lado.

<<Qué extraño…>> reflexionó Minato, en lo que alargaba de nueva cuenta su brazo para tomar el papel entre sus manos y comenzar a leer su contenido, que decía así:

 

Te amo, no solamente por lo que eres, sino por lo que soy cuando estoy contigo.

No solo por lo que has hecho de mí, sino por lo que sigues haciendo…

F. U.”

 

Si bien es cierto que se había ruborizado un poco de vergüenza hace tan sólo unos segundos, ahora parecía que toda la sangre de su cuerpo se encontraba acumulada en sus mejillas. Prácticamente sentía que le ardían. ¿En qué momento había entrado Fugaku al cuarto? ¿Y cómo es que no lo había sentido? Esperen un minuto… ¿Se habría fijado que aún usaba la ropa del día anterior?

<<¡Al carajo con todo!>> soltó el rubio en su cabeza. Ese bendito papel estaba hermoso y tenía que buscar un maldito lugar donde guardarlo. Se levantó de un salto alegre de la cama, mientras pensaba y sonreía abiertamente debido a su moreno…

 

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─¿Y cómo le fue, señor? ─preguntó impaciente la secretaria, una vez sentada frente a su jefe.

─Muy bien, gracias a usted ─respondió Fugaku con simpleza.

─¿De verdad?

─Sí. Por lo que logré observar, conseguí sorprenderlo mucho y lo vi realmente contento ─dijo el mayor recordando el día pasado.

─¡Eso es increíble! ─chilló emocionada la muchacha, ante la mirada sorprendida del moreno─. Perdone mi exaltación, señor.

─No hay problema. Y… ¿Qué tiene planeado para el día de ahora?

─Ehhh… Creo que podría tomar mi plan como alocado o tal vez que nos haría falta tiempo, señor.

─No se precipite, prosiga ─la chica primero respiró hondo y después dijo:

─Yo quería ver si podíamos ver si podíamos recrear su primera cita ─Fugaku parpadeó varias veces, hasta que respondió:

─¿Habla usted en serio?

─Sí. O acaso… ¿Sucede algo?

<<¡Sí sucede algo, dice!>> pensó Fugaku con ironía.

─Pues resulta que sí hay un inconveniente, señorita.

─¿El qué, señor?

─Yo no recuerdo qué fue lo que hice en mi primera cita con Minato.

Hubo varios minutos de pesado silencio, hasta que la chica decidió terminarlo diciendo:

─No le puedo creer ─y componía en su joven faz la estupefacción total.

─Puedo jurarlo, si considera necesario hacerlo ─contestó escueto el mayor.

─¿Absolutamente nada? ─Fugaku no respondió, pero cerró los ojos por unos largos momentos hasta que finalmente repitió:

─Nada.

─Dios bendito… ─susurró la muchacha. <<¿Qué puedo hacer?>> pensó para sí, un poco desesperada. Unos segundos después, su mente se iluminó y trabajó a una agilidad vertiginosa, creando la posibilidad de proponer una nueva estrategia─. Señor Uchiha, le pediré que trate de ubicarse en el tiempo que comenzó su relación con el señor Minato.

─¿Y eso por qué…?

─Pienso que si recuerda cómo era usted en su época juvenil, recordará su manera de comportarse con el que ahora es su esposo, y por ende, será capaz de ubicarse en el momento de la planeación de su primera cita.

─Suena un poco improbable.

─Pero vale la pena intentarlo ¿No le parece?

─Me parece ─respondió el moreno, alegre por la prontitud de respuesta de su subordinada─. ¿Y si aún así no lograra evocar todos esos recuerdos en mi mente?

─Entonces será estrictamente necesario que se ubique de todas maneras en esa época. Tendrá que planear otra vez esa cita, justo como si fuera la primera vez.

─Entiendo. ¿Qué debo hacer?

─Le sugeriría que se recostara en su asiento y se relaje. Cierre los ojos si cree que le sería de ayuda ─propuso la chica, en lo que el moreno obedecía con diligencia─. No estoy ni cerca de ser una experta, pero algo que nos ayude lograremos sacar.

─Cuento con usted.

─Lo sé, señor. Muy bien, empecemos: ¿En qué época comenzó su relación con el señor Minato?

─En el penúltimo año de la Universidad.

─¿Llevaban la misma carrera?

─En lo absoluto, sin embargo, ambas carreras conllevaban estudiar la misma cantidad de años.

─¿Cuál era su relación antes de ser una pareja?

─Amigos. Éramos sólo amigos.

─Adivino… ¿Mejores amigos?

─No ganaría mucho dinero en ésa rama de la mística, señorita ─dijo Fugaku con una ínfima sonrisa y los ojos cerrados.

─Es usted muy malo, señor ─bromeó la secretaria.

─Sólo digo la verdad ─respondió el moreno, también en broma.

─¿Entonces cuál y de qué modo era su relación?

─Ya le dije: amigos, según mi perspectiva. Por circunstancias, a las cuales puedo calificar de casualidad, siempre nos encontrábamos; fuimos al mismo colegio, nos veíamos en el vecindario de vez en cuando ya que vivíamos relativamente cerca e incluso fuimos a la misma universidad. A pesar de que podríamos haber sido simples “conocidos”, de alguna manera logramos llevarnos bien. Si había una tarea y uno de los dos había faltado al colegio, el otro se la llevaba. Si alguno de los dos veía al otro solo en el parque, lo invitaba a jugar. Así llegamos hasta la Universidad, sin mayor percance ni intimidad.

─No me imagino cómo llegaron a ser pareja… ─la muchacha notó como una risa amarga brotaba con suavidad de la boca de su jefe.

─Todo inició un día en el que terminábamos exámenes. Ése día lo recuerdo bien ─ahora se observaba un ligero pliegue en su entrecejo─. Ya era de tarde, habíamos terminado esa semana de pruebas y yo iba ufano, sabiendo que mis resultados iban a ser los mejores. Me dirigí hacia los estacionamientos, buscando mi auto. De repente lo vi salir. Parecía que también iba muy feliz por haber terminado sus propias pruebas. Y justo… justo cuando estaba a punto de encontrarse conmigo… estando a punto de voltearme a ver… ─Fugaku inhaló profundamente por unos instantes antes de proseguir. El recuerdo parecía desagradarle bastante─ una pelirroja apareció de ninguna parte, se le colgó del cuello y comenzó a besuquearlo como una total necesitada ─en este momento era un entrecejo magistral el que estaba plasmado en su rostro─. ¡Y lo peor fue ver cómo el muy desvergonzado le correspondía!

─¡Entonces tenía novia! ─estalló la joven sorprendida.

─¡Exactamente! ─secundó el jefe, abriendo los ojos e incorporándose de golpe en la silla─. Maldición, si había hablado conmigo tantas veces ¿Qué le podía haber costado contarme que tenía novia? ¡Pero no lo hizo! ¡Ni una sola vez! ¡Ni siquiera un comentario alusivo a eso!

─Y usted lo encaró entonces.

─¡Claro que lo hice! ─la secretaria detuvo a tiempo el impulso de reírse ante la respuesta─. Pero no en ése preciso momento. Primero me largué a toda velocidad de allí y luego fui a mi casa, para dejar estacionado y guardado el auto. Luego salí a caminar, con una desagradable sensación.

─Descríbamela.

─Era una especie de… ─el mayor se entretuvo unos segundos buscando los términos adecuados para expresarse─ de… Ira y molestia.

─¿Con Minato?

─No. Con la pelirroja.

─Eran celos.

─¿Celos? ─fue divertido ver cómo el moreno enarcaba ambas cejas con incredulidad.

─Sí. Celos hacia la mujer pelirroja.

─No puede ser.

─Señor, no lo puede negar.

─Es que no puede ser.

─¿Cómo puede ser que haya pasado tanto tiempo desde que sucedió eso y que usted no se haya percatado de que lo que sintió fueron celos? ─preguntó la chica, exaltando lo obvio.

─Entonces es posible pero no seguro ─insistió el orgulloso Uchiha.

─Dejémoslo así ─dijo la muchacha, con la esperanza de que algún día le haría entender ése punto a su testarudo superior─. Cuando empezó a caminar ¿Adónde fue?

─Caminé hasta el parque más cercano y me senté en uno de los bancos. ¿Haciendo qué? En realidad no lo sé. Nunca supe y creo que nunca voy a saber. Sólo sé que estuve ahí por horas, hasta que anocheció. Salí de mi estupor cuando lo vi pasar por ahí, camino a su casa. Tuve el impulso de hablarle, pero no fue necesario: él me vio y se dirigió hasta mí. Mientras lo veía andar hasta donde yo estaba, fui capaz de sentir como se me revolvía el estomago, pensando en que probablemente venía de su cita con la pelirroja. Se veía tan contento que no dije nada cuando se sentó conmigo y quiso charlar. Estuvo platicando de bastantes cosas a las que no presté ninguna atención. De repente, le solté la pregunta que me había estado molestando desde la tarde: ¿Desde cuándo tenía novia?

─¿Y él qué dijo?

─Me miró muy extrañado y me preguntó cómo era que yo sabía que él tenía novia. Le dije que lo había visto con ella en la salida de la universidad. Él se mostró muy sorprendido y se puso nervioso ─ahora el mayor sonreía─. Y con lo bipolar que es, se enojó de repente y me empezó a atacar, medio insultándome y diciendo que yo no tenía derecho a preguntar nada de nada porque él y yo no éramos más que simples conocidos.

─Golpe bajo, señor.

─Imagínese.

─¿Y usted qué respondió a eso?

─Que deberíamos ser amigos.

─¿En serio? ─inquirió la muchacha, ya sin poder reprimir una pequeña risita.

─Claro que sí. Créame que yo tampoco sé de dónde salió eso. Me miró con una cara… El punto es que accedió a lo que yo exigía (no le quedaba de otra), y fuimos estableciendo más “contacto”, si se le puede llamar así. Ya no era una relación formal, sino que fuimos haciéndonos más cercanos. Lo impresionante, otra vez desde mi punto de vista, fue descubrir lo feliz que eso me hacía.

─Para ese momento, usted no tenía ni idea de lo que iba a pasar.

─Por supuesto que no. Sin embargo, me sorprendí a mi mismo robando el tiempo de Minato.

─¿Cómo así?

─Si él me comentaba que tenía una cita con esa noviecita suya, no importaba cómo, yo encontraba la manera de que Minato no pudiera acudir.

─Con su permiso, señor… pero déjeme decirle que eso fue un plan muy malvado ─dijo la subordinada con una mirada reprobatoria.

─Imposible. Jamás lo hice adrede. Lo hacía inconscientemente ─la chica lo miró con un rostro que decía “Sí, cómo no…”─. Aunque que no me crea. Lentamente me di cuenta de la situación y llegué a un punto en el que me pregunté por qué hacía lo que hacía. No me había percatado antes, ya que Minato nunca se quejaba de que por mi causa no podía encontrarse con la pelirroja; entonces yo pensé que no le importaba mucho y si no le importaba mucho es porque en realidad no la quería tanto como solía decir. Eso me hizo muy feliz…

─¿Presumía?

─No como usted cree. No es que se vanagloriara de tener novia y de las cualidades que pudiera tener ella, sino que de alguna manera la tomaba en cuenta para todo: Si iba a usar una ropa, era porque ella se la había comprado, se la había elegido o porque a ella le gustaba. Si compraba comida en un restaurante, siempre pedía algo para llevar con la intención de llevárselo a ella para que lo probara. Si íbamos a algún sitio lejos de la ciudad, procuraba comprar recuerdos para ella. Me enfermaba con su actitud de novio atento y cariñoso ─murmuró por último Fugaku rechinando los dientes.

─¿Alguna vez la conoció o logró hablar con ella?

─Sí, tuve la oportunidad. Minato insistió mucho en que yo debía conocerla.

─¿Qué hizo cuando la conoció?

─Actué normal. Ahorita que me acuerdo… parecía un tomate…

─¿Un qué?

─Tenía el rostro muy redondo y el cabello extremadamente rojo.

─Señor, es usted muy cruel.

─Para nada, es sólo una comparación. Era, en definitiva, una chica muy bonita y muy amigable. Enérgica, impulsiva y una excelente persona. No me extrañó que Minato hubiera escogido una mujer como ella. Pero todas esas cualidades me hacían aborrecerla más.

─Y todo eso sin ser consciente de sus verdaderos sentimientos.

─Sí, al principio. Después de unos seis meses evitando que se reunieran, me encontré con ella a solas en una cafetería.

─¿Qué le dijo?

─Llegó hasta mi mesa con gran determinación a gritarme que me dejara de estupideces y que si de verdad quería a Minato tenía que demostrárselo a ella primero, para que me dejara el camino libre ─dijo Fugaku sin abandonar la sonrisa nostálgica.

─¡Que valor! ─exclamó la muchacha, asombrada por el relato.

─La verdad sí. Y me hizo replantearme toda la situación hasta llegar a una conclusión inevitable e irrevocable: yo gustaba del rubio. Aclaro que no volví a verla después de eso. Minato me contaba que la notaba cada vez más lejana y de repente sólo me dijo que ella se había mudado al extranjero.

─¿No volvió a saber de ella?

─Sorprendentemente sí; justamente un día después de que hubiese logrado conquistar a mi esposo, apareció una carta en la que se me amenazaba diciendo: “Más te vale hacerlo feliz, Uchiha”.

─¿Recuerda el nombre de esa mujer?

─Déjeme pensar… ─pidió Fugaku, para cerrar los ojos de nueva cuenta hasta que dijo─ Kushina Uzumaki. Así se llama.

─Interesante. Supongo que no me equivocaría al decir que a usted no le simpatizan las pelirrojas.

─No se equivocaría ─la menor de los presentes se permitió una risa ligera antes de continuar:

─Pero ahí ya nos pasamos, señor. ¿Cuándo esa chica se fue, usted que hizo?

─Vi mi oportunidad ─la secretaria enarcó una ceja sospechosamente, por lo que el jefe se apresuró a decir─. Me está malinterpretando. No me aproveché del despecho de Minato para hacer mi jugada; no soy tan despreciable. Simplemente traté de hacer nuestra relación más estrecha, hasta el punto en el que me di cuenta de algo todavía más importante que mi anterior revelación.

─¿El qué?

─De que… lo amaba ─dijo el Uchiha mientras desviaba la mirada a las ventanas de su oficina.

─Qué no le dé pena, señor Uchiha ─dijo sonriente y contenta la chica en lo que agitaba la mano en un gesto conciliador─. Pero ya casi llegamos ¿Cuál fue su primer movimiento?

─No hubo movimientos. Sólo lo besé.

─¡¿Qué?!

─Minato puso la misma cara que usted tiene ahorita.

─¡¿Y eso cuándo pasó?!

─Déjeme ver… ─pidió Fugaku, mientras recordaba─. Quizás… Tres meses después de que su ex-novia se marchara. Ah, qué noche… ─dijo el moreno recordando alegremente.

─Entonces… ¿Con la cita?

─No lo sé. Estuvimos muy ocupados ese fin de ciclo, y más el siguiente ya que estábamos en el último año para sacar la carrera. Recuerdo que él se presentó con mis padres y yo con los de él. Fueron momentos muy difíciles, ya que su familia era muy conservadora. En el caso de mis padres no es que fueran muy liberales, nada más lejos de eso. Ellos lo que evaluaron en Minato fue que fuera “el esposo digno de un Uchiha”. Eso fue bastante divertido; ver como mi madre lo torturaba, tratando de averiguar cómo eran las habilidades de mi esposo en el hogar o su comportamiento frente a la gente. Intentando que siempre fuera elegante y con un gran porte…

─No obstante, usted no quería que él cambiara.

─Claro que no. Pero con paciencia él fue ganándose a mis padres, sin tener la necesidad de cambiar ─<<Como si alguien pudiera resistírsele…>> pensó el Uchiha riendo internamente─. Y yo logré que sus padres soportaran mi presencia en su casa. Su madre era muy amable conmigo, pero su padre creo que de verdad quería asesinarme. Aún quiere de hecho…

─En resumen… ¿No hubo cita? ─inquirió la muchacha extrañada.

─Tal parece que no ─sopesó el mayor seriamente pensativo─. No teníamos mucho tiempo y si salíamos, no eran citas precisamente.

─¿Pero qué hacían en esas salidas?

─Mmm… Si mal no recuerdo lo que hacía era raptarlo de la Universidad cuando iba para su casa y lo llevaba a un lugar de mi preferencia.

─Increíble… ─<<Es obvio que no recuerda su primera cita. ¡¡¡Si ni siquiera existe!!!>> aulló en su mente la joven preocupada.

─¿El qué? ─quiso saber el otro, interrumpiendo los pensamientos de su secretaria.

─Nada, señor. Es sólo que… Eso definitivamente no lo vi venir. Pero permítame, se me escapaba algo. El señor Minato no pudo haber cambiado sus gustos de un día para otro. ¿Cómo fue que se enamoró de usted?

─Mucho tiempo después (no me pregunte cuando porque no le puedo decir), él me dijo que esa pelirroja había sido un intento de olvidarme.

─¡Entonces él llevaba más tiempo enamorado de usted!

─Sí.

─Que curioso.

─Lo mismo pensé yo.

─Bueno… aún no sé qué hacer con eso… pero debido a este inconveniente que yo jamás habría podido plantear, tendremos que planear esa cita.

─¿A qué se refiere?

─Señor Uchiha, esta noche usted tendrá su primera cita con su esposo y escuche bien porque esto es exactamente lo que vamos a hacer…

 

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Minato ya estaba harto.

No había parado de estornudar en toda la tarde. Esperaba que fuera una simple alergia por las nuevas flores que el jardinero había insistido en plantar, porque odiaba pescar un resfriado. Ingresó a su casa muy molesto y con ganas de dormir. Hoy no saldría ni droga. Lo sentía por la dulce ancianita si lo estaba esperando, pero no se sentía de humor. No estaba seguro de porqué, pero así era como estaban las cosas. Se tumbó en un mullido sofá en la sala, tratando de cerrar los ojos para tomar una siesta cuando el teléfono de la casa sonó estridentemente, sobresaltándolo y logrando que se cayera del asiento.

Maldijo rápidamente, se incorporó, carraspeó un poco y tomó el aparato para decir:

─Buenas tardes, Residencia Uchiha. ¿Con quién desea hablar?

─¿Hablo con el señor Minato de Uchiha? ─pronunció quedito la voz de una muchacha joven.

─Sí, él es. ¿Quién habla y en qué le puedo servir? ─dijo Minato tranquilo y expectante, mas se sorprendió al escuchar un grito ahogado del otro lado de la conexión.

─Yo… yo… soy la secretaria del señor Uchiha, Minato-sama. Y me ha pedido que le comunique su petición: el señor Uchiha desea que esté listo para salir dentro de dos horas y le pide por favor que lleve un abrigo.

─¿Algo más?

─Un auto, en exactamente dos horas, llegará por usted.

─¿Solamente?

─Sí, señor.

─No tiene que ser tan cortés, señorita.

─Imposible no serlo, señor.

─Me hace sentir más viejo ─bromeó Minato, oyendo la risita contenida de la muchacha en su oído.

─Se trata de usted, señor. Tengo que serlo y quiero serlo.

─No la puedo convencer, por lo que se ve.

─No, señor.

─Bueno, ni modo. Gracias por el aviso. Pase buenas tardes.

─Igualmente, señor ─dijo por último la trabajadora, en lo que se oía el sonido del teléfono colgando. Minato sonrió curioso para sí mismo.

<<Interesante la muchacha…>> pensó con diversión. Se escuchaba muy tímida y nerviosa mientras hablaba con él. <<Como emocionada>> corroboró en su mente. <<¿Pero quién podría estar emocionado por conocerme a mí?>>.

Dejando a un lado la actitud intrigante de la nueva subordinada de su esposo, estaba la petición de su esposo. Estar listo para salir en dos horas. Todavía más intrigante. ¿A qué podía deberse dicha petición?

De repente, al rubio se le ocurrió que podía ser una de esas desagradables reuniones en las que Fugaku tenía que asistir por relaciones nacionales e internacionales de la empresa, y ergo, él también. Ese tipo de fiestas a las que asistía gente rica y jactanciosa, que lo único que hacían era mirarlo con desdén y prepotencia por el simple hecho de no pertenecer al mismo mundo. Si era una de esas fiestas, Fugaku se las pagaría caro. Muy caro.

Caminando a la segunda planta para vestirse y prepararse, recordó con pesadumbre una vieja broma de uno de sus amigos al verlo recién casado: «Ahora, tú único deber será verte siempre bonito, Minato…». Compuso una torcida sonrisa recordando la odiosa frase, ya que parecía ser aborreciblemente cierta. Sacudió la cabeza, tratando de alejar esos pensamientos. Lenta y cuidadosamente se fue preparando para salir, realizando su mayor esfuerzo por no descuidar ningún detalle de su apariencia. Primero se bañó, y luego pasó a cambiarse seleccionando el tipo de ropa adecuada para cualquier situación. Eligió un conjunto negro, que sin saberlo le sentaba de maravilla y tomó un sobretodo de color crema para contrastar. Se miró al espejo una vez terminada esa fase, y ni siquiera se molestó en tratar de peinarse. Era consciente de que ésa era una tarea imposible y además le gustaba su cabello rubio naturalmente en punta. Gracias a ese detalle, su apariencia no era totalmente formal o seria, sino que le hacía verse juvenil y despreocupado.

Salió de su casa, caminó la escalerilla y transitó el pequeño caminito desde la puerta hasta el portón. Observó por uno de sus lados como el sol ya iba en descenso, estando a punto de ocultarse. Se detuvo un momento para contemplar el momento justo en el que el Astro Rey desaparece junto al día para darle paso a la noche y a su Reina de plata.

Los guardias anotaron su salida y justo al salir a la acera, vio un auto negro doblar la esquina. Sabía que dicho auto era el indicado; tenía el símbolo de la familia Uchiha, discreta pero estratégicamente colocado. Subió en el carro, que partió velozmente hacia un punto desconocido. Condujo por largo rato, mientras Minato se dedicó a cerrar los ojos un tiempo, para despejar la mente y preparar su rostro, si es que era lo que él creía que era.

Para su gran asombro, vio cómo el conductor se estacionaba en un sitio bastante alejado de la ciudad.

─¿Qué tiene en mente? ─le preguntó el rubio al aire. Se bajó del auto, y vio a Fugaku parado frente a él, vestido con un sobretodo negro. Detrás de su esposo estaba una pequeña casita y al dar la vuelta en derredor, divisó toda la ciudad, ya que parecían estar en una colina no muy alta. Estaba haciendo un viento frío, que probablemente se debía a la altura. Minato se acobijó un poco más con su abrigo. Volvió su vista a su esposo, para encontrárselo a centímetros de su cara.

─¿Tienes frío? ─le preguntó a Minato, sin alteración aparente por la cercanía. No se podía decir lo mismo del otro, que sentía el aliento cálido del más alto chocar con sus propios labios.

─Estoy bien. Y dime… ¿Para qué me has traído hasta aquí?

─Ya verás. ¿Ya cenaste?

─Aún no.

─Perfecto ─dijo el moreno lacónico, sujetando una de las manos del más bajo para ingresar en la casita.

Dentro estaba calientito y se sentía acogedor. Se dejó quitar el abrigo. Había cierta penumbra, que lejos de crear molestia, producía un ambiente íntimo y casi romántico. Nadie podía culpar al pobre rubio por ir con la boca semiabierta.

El moreno lo sentó en una mesa en medio de la humilde casa, detalle que contrastaba enormemente con los gustos usuales del Uchiha, y le invitó a comer una cena caliente, humeante, suculenta y dispuesta a ser devorada por ambos. El rubio tuvo unos incontrolables deseos de preguntar a qué se debía todo esto, pero los reprimió de alguna manera y decidió comer en silencio, esperando lo que viniera con algo semejante a la ansiedad. No se podía quejar, ya que gracias a Dios no había sido lo que esperaba, pero estos “movimientos” que su esposo hacía realmente lo estaban sorprendiendo. Se sentía cada vez más nervioso por lo que podría pasar.

Cuando terminaron de comer con calma y sin mediar palabra, el mayor volvió a tomar la mano del rubio para levantarlo de la mesa.

Fugaku lo condujo hasta la terraza de dicha casita, donde Minato como un niño pequeño no pudo más que maravillarse al ver la majestuosa vista de la ciudad en la noche. A la derecha, se contemplaba un espectáculo increíble y colorido, lleno de luces y vida. Se veían todos los grandes edificios y los más pequeños hogares, emitiendo grandes o tenues luces que le daban al cuadro un toque surrealista e impresionante. Y a lo lejos se observaban las montañas en fila, formando las curvas de una mujer dormida que parecía estar acunando la Tierra y lo que en ella había. Algo sencillamente digno de admirar.

─¿Te gusta? ─escuchó el menor la voz del mayor a sus espaldas.

─Sí, es una hermosa vista.

─Lo es ─aprobó Fugaku. Minato lo volvió a ver y descubrió la mirada de ojos negros dirigidos hacia él, no a la ciudad. Apartó sus ojos azules, puesto que sabía que las mejillas le ardían y no dijo nada más. Se dio la vuelta por completo para ver que había del otro lado. Vio la otra parte de la ciudad, la que daba a la costa y se maravilló al ver como lo obscuro de la noche se fundía con la negrura de los mares, sólo distinguible el fin del uno y del otro al contemplar las olas moverse con vanidad y elegancia. No importaba adónde mirara, el paisaje era precioso.

─Wow… ─susurró Minato sin querer.

─Tal parece que de verdad te ha gustado.

─¡Claro que sí! ─dijo el aludido volteándolo a ver con una deslumbrante y pura sonrisa─. ¡Todo está perfecto! ¡La perspectiva del paisaje, la ubicación, el clima… incluso la comida! Hasta parece que fuera una cita o algo a… ─Minato se interrumpió bruscamente al darse cuenta de la magnitud de lo que había estado a punto de decir.

─Parece que lo descubriste ─murmuró Fugaku en el oído del más bajo, abrazándolo por detrás.

─Tienes que estar bromeando ─dijo Minato sin poder salir de su asombro.

─Para nada. Ésta es nuestra primera cita. Y según tengo entendido no salió nada mal ─susurró el moreno, con sutil arrogancia. Minato rio con suavidad, se dio la vuelta y se colgó del cuello de su consorte para decir:

─No, te has lucido, lo reconozco. Supongo que tengo que premiarte…

─¿De verdad? ─preguntó Fugaku con cautela.

─Sí, pero no aquí…

 

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Minato no recordaba haber visto a Fugaku conducir tan rápido, nunca antes.

A puros tropezones ingresaron en la casa, sólo Dios sabe cómo no se cayeron.

Fugaku no le daba tregua al menor, lo llenó de besos y caricias hasta que logró llevarlo al cuarto y tumbarse con él en la cama, quedando el rubio encima del moreno. Antes de continuar devorando a su esposo, el mayor vio a su pareja con las mejillas fulgurantes, los labios rojos, la respiración pesada y un poco irregular. El moreno en cuestión, sonrió victorioso en su interior, excitado por la imagen recién contemplada y volvió a atacar con un beso, pensando en que tenía a Minato demasiado ocupado como para acordarse del plazo establecido. Pero para su mala suerte no fue así. Justo cuando una de sus manos ya iba a introducirse en la camisa de su querido, cerca de la parte baja de su espalda, Minato se separó del beso con suavidad pero con rapidez, apoyó las manos a cada lado del rostro de Fugaku y le dijo:

─Bien, eso será todo por hoy.

─¿Qué? ─tuvo articular el otro desorientado.

─Cariño, si lo que querías era recordar nuestra época de estudiantes lo hiciste muy bien. Pero, si mal no recuerdo, yo no te di mi virginidad en nuestros primeros días como novios ─decía sonriente un despejado y fresco Minato.

─Pero… ─intentó replicar el moreno, con los ojos suplicantes.

─Oh no, no, no, no… tú conoces las reglas.

─Pero tu dijiste que…

─Me encantó lo que hiciste el día de ahora, espero que sigas así. Has hecho un gran avance, amor. Lo calculo en un… 15% ─dijo por último, posando sus labios en los de Fugaku en un piquito dulce pero pícaro─. Con esto debe bastar. Te amo. Pasa buenas noches y te veo mañana.

Y con soltura y ligereza se levantó y se fue del cuarto, sumamente tranquilo.

Al nomás cerrar la puerta, escuchó un gran estruendo dentro del cuarto.

Pegó el oído a la puerta y le pareció escuchar el sonido de cosas rompiéndose y siendo destrozadas con furia.

Minato se separó y sonrió sin pena y divertido, a sabiendas de su travesura.

Ingresó en su habitación para descansar y esperar por un entretenido nuevo día, con el pensamiento de que las mucamas tendrían mucho que hacer en ese cuarto a la mañana siguiente.

 

Notas finales:

Espero de corazón que les haya gustado.

Recuerden: Sus ideas para ayudar a Fuga-chan son bienvenidas.

Y sus reviews, son mi único salario...


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