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Contrastes por ItaDei_SasuNaru fan

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Notas del capitulo:

¡¡¡Hola amantes del FugaMina!!!

Este capítulo es largo, y trae de todo un poco.

Deseo con fuerza que los entretenga y que no les aburra ( ^^ )

Motivos de tardanza: los mismos. El colegio y las tareas... ( T__T )

 

Disclaimer: Los personajes son propiedad exclusiva de Masashi Kishimoto.

Pero me tiene compasión, y me los presta un ratito para satisfacer mi sed de FugaMina...

¡Disfruten!

Capítulo 11

 

 

<<Maldito despertador…>> fue el primer pensamiento que acudió a la mente de Fugaku cuando escuchó sonar al mencionado con un pitido monótono y molesto. Estirando un brazo, lo tomó y lo arrojó con más fuerza de la necesaria, desconectándolo del tomacorriente en el proceso.

El pobre aparatejo(3) impactó contra la pared y se rompió.

Satisfecho, el moreno volvió a replegarse en las sábanas cayendo en la cuenta del cuerpo que yacía cómodamente junto al suyo. Al percatarse, algo dentro de sí saltó de alegría. Sencillamente saltó. No podría averiguar nunca qué fue lo que se movió, pero sabía que era una prueba de lo estúpidamente feliz que se sentía de poder amanecer otra vez junto a Minato. Sonrió como pocas veces se permitía hacerlo y acercándose le abrazó hasta dejar la cabeza contraria en su pecho. Su pareja apenas y aturró graciosamente la nariz, relajándose con libertad donde le colocaban. El mayor, sin ánimos de moverse por miedo a despertarlo y arruinar el momento, inició una contemplación silenciosa en medio de la penumbra, con un brillo de devoción irradiando de sus ojos negros ya acostumbrados a la semioscuridad. Lo miró por una incalculable cantidad de tiempo, disfrutando del sonido de su respiración acompasada, aspiró el aroma embriagante que desprendían sus rubios cabellos, casi pudo saborear la sensación de la tibieza de aquella cercanía.

Las noches anteriores se le antojaron más frías y solitarias que nunca.

Apretujó al de los ojos azules ligeramente más fuerte, tratando de que la distancia que los separaba fuese inexistente. Minato comenzó a removerse. Probablemente se encontraba en la última fase de su sueño.

Muy a pesar suyo, el rubio pestañeó repetidas veces entrecerrando los ojos e intentado enfocar el objeto más cercano sin conseguirlo realmente, por lo que se rindió y volvió a amodorrarse.

Fugaku se enterneció ante los vanos intentos de Minato por despertar, no pudiendo retener el impulso de besar ininterrumpidamente sus mejillas.

Tanta caricia terminó por quitarle la somnolencia al menor y motivado por un impulso, movió su rostro justo a tiempo para interceptar los labios del mayor con los propios.

La caricia apenas y fue un roce ligero. Después de todo, no era recomendable un beso largo a primera hora de la mañana.

─¿Y el despertador? ─preguntó Minato, extrañado de no escucharlo.

─Ya no está disponible ─respondió Fugaku sin enormes deseos de explicarse.

─¿Qué le hiciste? ─oyó un gruñido como respuesta y levantando un poco la cabeza, lo vio en el suelo de la pared más lejana. El rubio se restregó los ojos y bostezó─. Y… ¿entonces?

─¿Qué?

─¿No te piensas levantar?

─¿Me estás echando de nuestro lecho?

─Estrictamente hablando… no; sin embargo, tienes que ir a trabajar. Y te cuento que el primer paso para hacer eso es levantarte de la cama, por mucho que te duela.

─No me gusta esa opción ─replicó el otro volviendo a entrar en sopor.

─Fugaku ─dijo el primero, en tono de advertencia─. Levántate.

─No.

─Te voy a levantar.

─No.

─¿Me estás retando?

─No.

─¡Entonces levántate!

─No quiero… ─insistió el dueño de los ojos negros─. Quedémonos aquí.

─¿Con autorización de quién pretendes faltar al trabajo?

─Yo soy el jefe.

─Holgazán ¡Qué palabras son esas! ¡No es el tipo de cosas que el “jefe” debería de decir! ¡Qué ejemplo para tus empleados! ─empezó a burlarse el ojos-azules.

─No seas malo.

─No soy malo.

─Sí lo eres.

─No, no lo soy.

─Vuelve a dormir…

─No, porque yo si tengo asuntos que atender en la empresa. Así que iré, contigo o sin ti ─aseguró Minato, irguiéndose lo más rápido y elegante que el dolor en la parte baja de su espalda le permitía. Dichas palabras tardaron unos momentos en ser totalmente procesadas por Fugaku. Cuando cayó en la cuenta de lo que el otro había dicho, brincó de la cama y lo persiguió. Lo buscó en el baño, lo halló en la ducha y sin correr la cortina dijo:

─Está bien, tú ganas. Voy ─el moreno imaginó la sonrisa victoriosa que adornaba el rostro de su rubia adoración─. ¿Cuándo te volviste tan responsable? ─preguntó mientras se lavaba la cara.

─¿A qué te refieres? ─sonó la voz de Minato, amortiguada por el sonido del agua.

─Me estás obligando a ir a trabajar. Eso es… extraño.

Minato soltó una risa cristalina y traviesa.

─No te estoy obligando. Tú acabas de tomar la decisión de acompañarme.

─Rubio chantajista ─murmuró Fugaku tratando de que no se escuchase.

─¿Qué dijiste?

─Nada.

─¿Vas a quedarte allí? ─preguntó su consorte continuando la conversación, abriendo un espacio de la cortina y asomando la cabeza.

─No ─contestó el moreno─. Pensaba usar la tina ─aclaró señalando a la aludida (que se encontraba en la esquina opuesta del baño) con una cabezada. Vio extrañado que ya estaba preparada.

─¡Aburrido! ─opinó el ojos-azules sacando una mano y metiendo a su esposo de sopetón a la ducha. Sorprendido, el ojos-negros fue estampado contra la pared, al mismo tiempo que Minato se pegaba totalmente a él.

─Ehhh… ¿Quieres jugar? ─fue lo único que atinó a preguntar el mayor, algo estupefacto.

─No. Recuerda que me duele todo por tu culpa ─le echó en cara el menor, sonriendo pícaro y colgándose de su cuello. El agua imparable y escurridiza, cálida y silenciosa, les mojaba entremetiéndose en medio de sus cuerpos. El moreno no resistió la tentación que eran los labios de su rubio, tan dulces y jugosos que una fruta del Paraíso no hubiera sido rival para ellos. Eran su pecado personal.

─Dime exactamente qué quieres hacer o no me haré responsable de mis actos ─pronunciaron los labios de Fugaku una vez que su boca descendió hasta la curva suculenta del cuello contrario.

─Ya te dije… ─gimieron en respuesta las cuerdas vocales de Minato, tomando al otro por el rostro y encarándolo─. Nada. ¿Por qué eres tan pervertido?

─Me lo debes. Estuvimos mucho tiempo separados así que tengo que recuperar el tiempo perdido.

─Idiota… ─rió el rubio contento─. Mejor apúrate que tenemos que ir a la empresa.

─Aburrido ─dictaminó esta vez el moreno, que cerró el grifo y condujo a Minato hasta la tina con las intenciones de pasar un buen rato en el agua caliente, disfrutando de un descansado ritual de limpieza junto a su consorte.

En conclusión, fue un baño muy largo…

Cuando por fin bajaron a desayunar, la pareja se encontró con las mucamas.

Cada una de las mujeres se asombró de la presencia de Fugaku, ya que ambas lo creían rumbo al trabajo. Algo aturdidas y nerviosas hacían reverencias innecesarias y hablaban atropelladamente sin atreverse a mirar al moreno a la cara. El Uchiha sonrió para sus adentros y con serenas frases, tono apacible pero directo, les pidió que hicieran la primera comida del día. Huevos, panqueques y dos tazas de café negro estarían bien. Las féminas casi corrieron a la cocina. Minato casi no podía retener la risa.

Ya que las señoras atenderían la ocupación del desayuno, los hombres fueron directamente al comedor, únicamente esperando que les sirvieran. Tomando distraídamente el periódico y hojeándolo en la mesa, el moreno volvió a preguntar la duda que lo aquejaba desde ayer:

─¿Por qué iras conmigo a la empresa?

─Quiero conocer a tu secretaria.

─¿Qué? ─saltó Fugaku en su asiento, despegando la vista del texto para toparse con la faz tranquila de su pareja.

─Lo que oíste.

─Sé lo que oí… pero ¿Por qué? ─dudaba el mayor al preguntar ya que no quería poner un paso en falso.

─Cariño, por favor… ─sonrió inesperadamente el señor de Uchiha─. ¿Qué acaso no es obvio?

─No ─respondió el poseedor de los ojos negros, tratando de sonar seguro pero con un temor interno que iba de mal en peor.

─Ya que insistes, te diré: quiero conocer a la persona que te ha ayudado durante todo el mes a conquistarme.

Las facciones de Fugaku no se descompusieron, ni por un milímetro. Pero parecía que había dejado de respirar. Mientras los segundos transcurrían sin que ninguno de los dos emitiera sonido alguno, el moreno aceptó interiormente la derrota. Los ojos de Minato se mostraban seguros, y se le sumaba la firmeza en sus palabras. Contrarrestar su argumento  sólo habría representado un debate inútil. Tomó aire y apartando los ojos preguntó:

─¿Cómo lo supiste? ─no volvió a establecer el contacto visual, pero escuchó una risita por lo bajo.

─No soy Sherlock Holmes ni nada por el estilo, pero si logré hacer mis deducciones.

─¿Qué me delató? ─esta vez sí lo enfrentó.

─¿Voy por partes? ─le consultó el rubio antes de empezar.

─Sería bueno.

─Bien. Comencemos con los factores externos. Primero: la presencia de tu nueva secretaria. Es definitivo y nada erróneo decir que cambiaste de subordinada. Las veces que me llamó para informarme de tus peticiones, parecía emocionada y sus palabras eran precisas. Conocía perfectamente las órdenes que le dabas; sin embargo ¿Por qué no utilizaba un tono impersonal? Probablemente porque sabía lo que habríamos de hacer y eso le generaba alegría. Segundo: Si ella sabía que habríamos de hacer ¿Cómo lo sabía? ─Minato parecía muy a gusto exponiendo su capacidad de observación─. Fácil. Se lo tendrías que haber dicho tú y nadie más que tú, porque no creo que alguien aparte de mí y tu primo (del que me has hablado mucho) sea capaz de sonsacarte información. Para confiar en que la estrategia saldría según lo planeado, ella tendría que estar al tanto de todo. Tercero: ¿Por qué le causaba alegría? Porque te ayudaba. Ella también se sentía satisfecha de saber que su intervención era productiva de alguna manera.

─Y todo eso lo analizaste sólo con hablar por teléfono con ella.

─Exactamente.

─Cuéntame de los factores internos.

─Ahorita. Primero: Ya teniendo muy claro que tenías a tu secretaria como recurso de apoyo, surgía una interrogante ¿Por qué le habías pedido ayuda a ella? Aún no lo sé, pero si conozco tu capacidad de juicio y me imagino que encontraste en ella las cualidades suficientes como para hacerla una persona digna de tu confianza. Segundo: La súbita aparición de tus “ataques”. No me malentiendas; yo ya esperaba que hicieras algo. Lo que cabe destacar es que cada uno de ellos me tomó por sorpresa y absolutamente todos tenían algo que me mostraba una nueva faceta de ti. Fueron planes muy bien pensados. Sencillos y románticos, que es lo más atemorizante ─Minato dejó salir una gran sonrisa al ver enarcarse furiosa la ceja de Fugaku─. No te miento. Todas las cosas que hacías que sorprendían mucho -sé que comprendes a lo que me refiero- y lo que nos lleva al siguiente punto. Tercero: Tú no eres romántico por naturaleza, así que alguien con gran conocimiento de tu personalidad tuvo que haberles ayudado. ¿Y quién apareció cuando te tomaste el día libre? Tu primo, así puedo suponer que él también tiene algo que ver ─concluyó Minato con un gesto elegante de la mano─. ¿Qué piensas?

─Impresionante. Pero… Emm… ¿No estás enojado? ─quiso saber el moreno, expresando sin saberlo, una ligera turbación en sus ojos. Temor que el rubio notó. Minato contuvo una carcajada ya que la cara de su esposo era muy tierna e increíble de presenciar.

─No, no estoy enojado. Descuida, que no te voy a regañar ─pronunció con risa mal contenida, pero sin ninguna intención de burlarse─. Al contrario. Haciendo eso me demostraste que posees cierto nivel de humildad porque fuiste capaz de reconocer que necesitabas ayuda ─Fugaku lo miró mal─. ¿Qué? ¿Vas a negar que tengo razón? ─silencio─. Como pensé. No me estoy burlando, te estoy halagando porque te admiro por eso.

─¿Qué? ─repitió el interpelado, creyendo haber escuchado mal.

─Si amor: halagando. Porque, de todas las personas, soy el que mejor te conoce y sé que pedir ayuda para ti no es fácil. Aunque algo dentro de mí sabía que no ibas a perder, te puse en una situación difícil con ese reto. Te diste cuenta de no podías tu solo con ello, te desprendiste de tu orgullo para solicitar “asistencia”, has convivido incluso con tu primo -que no te ha puesto las cosas más sencillas, estoy seguro- e hiciste una maravilla de cosas por y para mí. ¿Qué puedo decir? Me enamoraste de vuelta.

Y ahora el conmovido era Fugaku. Estaba atónito. <<¿De verdad hice todo eso?>> pensó enajenado.

<<Está tan aturdido que ni siquiera se molesta con las cursilerías>> rió el otro en su interior.

─Entonces… ─trató de hablar el mayor que todavía se encontraba algo confundido─. ¿De verdad hice todo bien?

─¿Crees que la recompensa fue por nada? ─fue el turno del rubio para enarcar una de sus cejas.

─Buen punto ─admitió el moreno─. Muy buen punto.

─¿Ahora entiendes por qué quiero conocer a tu secretaria?

─Creo… ─respondió en lo que las mucamas entraban con una comida particularmente grande, humeante y lista para ser devorada. Ambos disfrutaron opíparamente de su desayuno.

Finalizado eso, se prepararon para salir. Se lavaron los dientes, tomaron sus abrigos ya que la mañana estaba muy fría y se despidieron de la servidumbre.

El auto perteneciente a la pareja se alejó rápidamente de la casa rumbo a Uchiha’s Corp.

 

Dentro de la casa recién abandonada por los dueños…

─¡Te dije! ¡Te dije que Fugaku-sama lo lograría! ─gritaba eufórica una de las sirvientas, haciendo espuma en el lavatrastos.

─Sí, sí… Tenías razón ─concedió la otra, que sostenía una escoba y miraba a su compañera reprobatoriamente.

─¡Amargada! ¿Qué acaso no te alegras?

─Claro que me alegro. Lo que pasa es que yo nunca dudé de Fugaku-sama.

─¿En serio? ─la miró incrédula.

─Está bien… Tantito. Pero nada más.

─Mala… ─molestó la que lavaba los platos─. ¿Pero viste la sonrisa de Minato-sama? Se veía tan radiante y tan feliz…

─Sí, se me veía muy feliz y no dudo de que lo esté. Hasta el patrón se veía contento, de alguna manera. Me alegro muchos por ellos…

─¡Pfff! ¡Obvio que se veían felices, mujer! ¿Te has de imaginar la noche que han pasado? ─rió extrañamente la trabajadora.

─¡Niña, no hables esas cosas! ¡Que no vez que-! ─y paró de repente.

─¿Qué pasa? ─le preguntó asustada la otra, ya que normalmente su amiga jamás se detenía en un sermón.

─El cuarto… ─susurró sobrecogida.

─¡¿Qué pasa con el cuarto?!

─Hay que cambiar las sábanas, las mantas, la colcha y, si es muy extremo, el edredón…

─¡Eres una sucia! ─se burló de ella la otra mucama, arrojándole agua con las manos─. ¡Yo me refería a una cena y mira tú lo que has pensado!

─Por favor querida, no te hagas la inocente. No te queda…

─¡Yo si soy un corazón inocente en este mundo depravado!

─Loca… ─se dio la vuelta y cuando iba en dirección a las escaleras gritó─ ¡Cuando termines de asear el agua que tiraste en la cocina, me ayudas con el cuarto!

─Grosera ─murmuró enfurruñada la señora, aunque su molestia fue fugaz ya que susurró para sí misma─ Yo sabía que Fugaku-sama lo lograría, yo sabía…

 

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─Deja de caminar en círculos o harás un surco en suelo ─aconsejó pacientemente un azabache que se encontraba sentado en una silla de la oficina del jefe de Uchiha’s Corp.

─¡¿Cómo quieres que me calme?! ─estalló el mayor de los hombres, completamente acalorado─. Los dos se han tardado.

─¿Los dos? ¿Esperamos a alguien aparte de Ku-chan? ─y Madara paró en seco.

─Bueno…

─¿Sí? ─el tono demandaba una explicación.

─Es que… verás… No es para que te enojes ni me mires mal, sino que…

─Madara, nada más ayer regresé de un viaje largo y cansado… ¿Y me van a dar la noticia de que te has portado mal? ─el primer sujeto cerró el libro que había estado leyendo y dedicó total atención a su hermano─. ¿A qué horas viene Fugaku?

─Hace media hora que debería de estar aquí ─contestó el morocho, reanudando su caminata. El menor de los hermanos reviró los ojos y le dijo:

─Pareces un león enjaulado. Un león negro, para ser precisos.

─¿Me estás insultando?

─No.

─Tengo la impresión de que sí.

─Y yo tengo la impresión de que el menor de los dos eres tú.

─¡Hey, no seas malo! ─el contrario solo resopló y le miró divertido.

─De verdad estás nervioso; estás dando rodeos. Todavía te falta decirme a quien más esperamos.

─Pueeees…

Ya que muy pocas veces, e inoportunamente, las palabras tienen la rara virtud de invocar a las personas, la puerta de la oficina se abrió y la persona que entró por ella fue nada más y nada menos que nuestra dulce secretaria. La muchacha abrió grande sus ojos y antes de procesar nada, lo que sus orbes inicialmente identificaron fue a un hombre de cabello oscuro, al que se le adivinaba el pelo amarrado en una cola de caballo. Llevaba un traje azul-negro con el escudo Uchiha sutilmente bordado en la orilla de una solapa. Tenía un rostro compuesto por los penetrantes ojos negros que poseía un buen Uchiha, la piel clara (aunque no tanto como los otros dos), las comisuras de los labios tenuemente curvadas hacia abajo y una complexión sana, alta y fuerte.

El individuo, demostrando una actitud amable, se levantó ante la presencia de la fémina y saludándola en la mano con delicadeza se presentó:

─Gusto en conocerla, yo soy Izuna Uchiha. ¿Usted es…?

─Mari Takara(4) ─respondió la joven estrechando la mano que le tendían─. El gusto es mío, señor Izuna. Yo soy la secretaria del jefe Uchiha; y si me permite la molestia de preguntar ¿A qué debemos su visita?

─Vengo a ver a mi querido primo.

─¿Al señor Fugaku?

─Sí, lleva mucho tiempo sin comunicarse conmigo, el muy engreído ─comentó el azabache con sincera molestia, pero introduciendo en la frase un tono de broma. “Armónica” era una de las palabras que la trabajadora le atribuiría a la personalidad de Izuna. Su presencia transmitía la sensación de calma.

─Entonces, el señor Madara y usted son hermanos.

─Exactamente, para mi fortuna ─interrumpió el morocho, posicionándose detrás de su querido pariente y sujetándolo por los hombros. Los dos hermanos voltearon a verse simultáneamente. Las chispas casi volaban de sus pozos negros. Madara no veía con buenos ojos la camaradería que Mari e Izuna habían establecido. Y el Uchiha menor, que adoraba rivalizar con su allegado, había visto los celos revelarse en las facciones del mayor por lo que era claro que no iba a desperdiciar la oportunidad de ponerlo a prueba.

─¡Sólo mira cómo eres, Mada-chan~! ─dijo el menor con voz melosa─. No me habías contado, en ninguna de las conversaciones que tuvimos, que conocías a una señorita tan linda como ésta ─Izuna le guiñó un ojo a la chica, haciéndola reír.

Mada-chan le encajó los dedos en el hombro.

─Lo que pasa, Izu-chan ─articuló el otro Uchiha rechinando los dientes─ es que la dama aquí presente es muy discreta y demasiado perfecta como para poder describirla en cuatro simplezas ─notó con orgullo como sus palabras hacían ruborizarse a Mari.

─¡Ya me doy cuenta! ─la comisura izquierda de la boca del azabache comenzó a temblar por la presión que sentía en su hombro─ Por algo la tenías tan escondida ¿no?

─Si eso es cierto, deberás ser consciente de que debes detenerte… ahora. ¿No ves que perturbas a la señorita? ─el labio superior de Madara también tembló.

Justo cuando el ambiente era tan tenso entre ambos como para acuchillarse, se oyeron voces detrás de la puerta.

Los dos hermanos junto a Mari, voltearon a ver precisamente cuando por la puerta entraban Fugaku y Minato.

─¿Pero qué demonios…? ─pronunció el moreno al ver a tanta gente aglomerada en su sitio de trabajo.

─¡Fugaku! ─saltó Izuna al solo verle, para paso seguido correr a abrazarlo. El nombrado únicamente fue capaz de percibir unos brazos que le cortaban la respiración y una maraña de pelo oscuro obstaculizar su visión. Escuchaba cerca de su oído un montón de palabras juntas y dichas con mucha prisa, pero no era capaz de entender que decían. Después de unos segundos en los que logró divisar (detrás de la jungla negra) a Madara, se dio cuenta de que el ser que lo estrangulaba no era otro que Izuna. Sin embargo, se separó lo más pronto que pudo del ahogamiento y lo miró mientras le espetaba:

─¿Qué haces aquí?

─¡No seas malo! ¿Qué acaso no te alegras de que yo esté aquí?

<<Justo lo que me faltaba…>>  se lamentó el menor de los tres Uchiha.

─¡Ja! ─se mofó Madara de su hermano con descaro─. ¡No te quiere!

─¡¿Y a ti sí?! ─le contrarrestó rápidamente su rival.

─¡Pues claro que sí! Yo soy su primo favorito.

─Por supuesto ─dijo Izuna sarcástico─. Ya que eres el típico primo que lo fastidia y molesta, te puedo conceder toda la razón.

─¡Por lo menos no me comporto como su madre!

─¡Eso era porque tú te ponías pesado e insoportable! ¡Era un niño, no tu peluche!

─¡Tú no eres moneda de oro para gustarle a todo el mundo!  ¡Y a él le gustan mis abrazos!

─¡También los míos!

─¡Los tuyos lo asfixian, mamá gallina!

─Basta… ─rogaba Fugaku sonrojado a más no poder, aún parado en la puerta con Minato a la par suya.

─¿Ellos son…? ─inició el rubio.

─Izuna, el de la cola de caballo y Madara, el que parece león ─le aclaró el moreno.

─Ya entiendo ─susurró el ojos-azules suavemente.

─Tengo que pararlos ─le dijo su esposo mirándole suplicante─. Es mejor que tu y mi secretaria salgan por un rato.

─De acuerdo, te veo luego ─se despidió Minato regalándole un beso en la mejilla, mientras le hacía una seña a la única mujer presente de que salieran.

Cuando su rubio y su subordinada salieron, Fugaku enrolló las mangas de su traje…

 

Afuera de la oficina…

Minato y Mari se retiraron caminando tranquilamente de allí.

El hombre comenzó la conversación.

─No nos han presentado. Yo soy Minato de Uchiha, un gusto. Usted debe ser…

─Mari Takara, señor Minato ─el rubio corroboró que la vocecita que había escuchado por teléfono pertenecía a esta persona─. Yo soy la secretaria de su esposo.

<<¡De su esposo!>>  repitió chillando la chica, enloquecida de alegría en su interior. <<Es rubio y tiene los ojos azules… ¡Justo como pensé! ¡Es perfecto!>>

─Me lo imaginé ─le dijo el otro con una sonrisa que hizo que la secretaria casi saltara de emoción─. Tenía ganas de conocerla.

─¿A mí? ─se sorprendió la muchacha.

─Sí, a usted ─reiteró Minato, viéndola directamente a los ojos.

─¿Por qué? ─Mari seguía impresionada.

Para su sorpresa, el mayor amplió su sonrisa. La joven supo que le esperaba una larga charla.

 

Adentro de la oficina…

Se podía observar a Madara e Izuna con sendos coscorrones en la cabeza, unos cuantos mechones de pelo arrancados por parte de los tres y los mayores con cara de regañados.

─Ahora, los dos se van a comportar y me van a explicar qué carajos hacían antes de que yo entrara.

─¡Ku-chan, Izuna me estaba molestando! ─dijo Madara corriendo a “refugiarse” en los brazos de Fugaku.

─¡No es cierto! ─se defendió el acusado mirando a su hermano mayor con rabia. Éste le sacó la lengua.

─¡Si es cierto! ¡Me estaba provocando!

─¿En serio? ─el hermano menor lo miró incrédulo y desafiante cruzándose de brazos─. Entonces, cuéntale a Fugaku exactamente cómo te provoqué.

─¡Él empezó a coquetearle a mi Mari-chan!

─¡¿Tu qué?! ─estallaron el moreno y el azabache al unísono. Fugaku separó al morocho de su cuerpo para encararlo, reclamando un argumento excepcional para explicar lo que acababa de decir.

─Repítelo ─le instó Izuna, acercándose a su hermano.

─No ─se negó Madara.

─Dilo otra vez. Tengo que escucharlo otra vez ─demandó el menor de los tres.

─No ─volvió a protestar el mayor de los tres.

─Está bien, la iré a buscar a ella y le preguntaré ─amenazó el mediano, caminando hacia la puerta. Madara se lanzó en su dirección, deteniéndolo en el instante en que cayó encima de él.

─¿Qué demonios pasa? ─le preguntó Fugaku masajeándose las sienes gracias a los indicios de la jaqueca que se avecinaba. Resoplando y con paciencia, levantó a su primo de un tirón y ayudó a erguirse al otro─. Explícanos.

─No ─persistió en su negativa.

─¿Por qué? ¿Te da pena?

─No.

─Di otra que no sea “No” ─y Madara se calló.

─No te atrevas a aplicarnos la Ley del Hielo ─le regañó Izuna apuntándole con el dedo.

─No señales ─le recriminó el morocho.

─Esto es estúpido y de críos. Explíquenme que les sucede con mi secretaria. Ambos ─exigió el jefe de Uchiha’s Corp a punto de perder los estribos.

─Madara se puso celoso cuando le hablé a la chica, eso es lo único que sé ─declaró el azabache.

─Bien ¿Y tú? ─le dijo Fugaku al restante─. ¿Qué tienes que decir a tu favor? ─el nuevo acusado se negó a contestar.

Después de un rato, en el que los menores estuvieron pensando mucho la situación, llegaron a una conclusión que por poco y los infarta.

─No puede ser… ─Ku-chan miró con ojos desorbitados al Uchiha mayor.

─Aparentemente… si puede ser.

─¿Ella te… gusta? ─un carmín ligero tiñó las mejillas de Madara.

─¡No, no le gusta! ─rebatió el Uchiha mediano─. Está… enamorado de ella.

─¡Dios Santo! ─el Uchiha menor se llevó la mano al pecho─. ¿Cómo es posible? ¡Acabas de conocerla!

─¿En serio? ─respingó el azabache, viendo sin poder creerlo, a su primo─. Fue amor a primera vista…

─¿Y ya le dijiste?

─No, no le ha dicho. La pobrecita no tiene ni idea, seguramente ─Madara iba del rojo al granate.

─¡Está bien, está bien! ¡Relájense! ─bramó el morocho harto de ser la burla de los otros─. Ella… si me gusta.

─¡Awww! ¡Tan lindo! ─soltó Izuna enternecido, mientras abrazaba a su hermano─. ¡Yo sabía que muy dentro de ti existía un corazoncito de pollo!

─No tienes que avergonzarte ─le dijo el moreno, ya más calmado─. Así nos demuestras que eres humano y que tienes corazón en vez de un hoyo negro.

─Que chistoso… ─murmuró el mayor, observándolo enfurecido.

─Ku-chan tiene razón, hermano ─le dijo su pariente soltándolo y picándole la nariz.

─¿No estás enojado? ─dijo Madara dirigiéndose a Fugaku.

─Si tus sentimientos son sinceros, no. Si le rompes el corazón, te quiebro las piernas.

─Estoy de acuerdo ─aceptó el morocho.

─Es un trato justo. Muy bien ─dijo el azabache fresco y radiante─. Ya arreglado el malentendido, podemos conversar con Mari… ¿Dónde está? ─inquirió buscándola con la mirada por toda la oficina sin encontrarla. Acción imitada por su hermano.

─Salió con Minato ─dijo el moreno tranquilamente.

─¡¿Vino tu rubio?! ─estalló el mayor de hermanos Uchiha. La sonrisa malvada retornó a los labios de Madara─. ¿Vino el rubio y no lo vi? ─se lamentó─. Tantas veces he querido conocerlo y hoy que estuve tan cerca, se me escapa…

─Ese rubio… Madara ─llamó el mediano─. ¿Ese rubio es quién yo creo que es?

─Si querido, es el prisionero de nuestro niño, es Minato ─un brillo travieso fulguró en los ojos de Izuna.

─¡No puedo creerlo! ─lloriqueó el azabache falsamente, recogiéndose con los dedos lágrimas imaginarias─. ¡Qué grande se hizo nuestro Ku-chan!  ─buscó apoyo en el hombro del morocho─. ¿Te acuerdas que te dije que nos lo robaría algún día?

─¿Si me acuerdo? ¡Claro que me acuerdo! ─el otro aportó sus lágrimas de cocodrilo─. No me podría olvidar nunca del que me separó de mi Ku-chan~.

─Bastardos… ─masculló Fugaku cabreado.

─Mi amado Ku-chan… ─Madara se puso serio de repente─ ¿Eres el seme, verdad?

─¿Qué quién es el qué? ─preguntó detrás de ellos una voz que parecía salida del Inframundo.

Los tres familiares se tensaron en su sitio, y con cautela y lentitud, voltearon a ver a la puerta.

Tres pares de ojos negros miraron a un rubio con tanto terror, que si hubieran estado viendo a la Muerte en lugar de Minato, no hubiera representado la menor diferencia.

─Amor…─intento decir Fugaku en tono apaciguador.

─Guarda silencio Uchiha, que no te conviene hablar ─frenó el amor de Ku-chan. Miró a los ojos a Madara, sin parpadear ni despegarlos ni un nanosegundo mientras se encaminaba hacia él─. Lo siento, interrumpí su conversación ¿Decía usted?

─Nada ─trató de socorrer Izuna a su pobre prójimo─. Por favor, ignore a este individuo no merecedor de… ─y los gélidos mares de Minato apuntaron en su dirección, haciéndole callar al momento.

─Al contrario. Encuentro el tópico completamente digno de discusión ─sonrisa. Los hermanos tragaron grueso─. Madara, le agradezco mucho que haya ayudado a Fugaku; agradezco su contribución. No necesito dar mayores explicaciones ¿Cierto? ─el morocho asintió obediente─. Bien. Un gusto conocerlo, Izuna ─le tendió la mano y una vez estrechó la del azabache, la apretó con fuerza─. Mi esposo me ha hablado mucho de ambos. Me alegro de que hayamos podido vernos por fin en persona (imagino que ustedes estaban tan emocionados como yo con la idea) y pues, ya que mencionaban algunos puntos en su charla que llamaron poderosamente mi atención, creo que podemos esclarecerlos ¿verdad? ─fuera sonrisa─. No, no soy un prisionero, estoy muy felizmente casado. Si con “seme” se refieren al activo, están en lo correcto: él es, así que despreocúpense. No, mí estimado señor Uchiha… Fugaku no es suyo. Yo soy efectivamente el rubio que los separó de “Ku-chan”, por lo tanto, podemos deducir que actualmente es mío. ¿Alguien tiene dudas?

─No.

─Claro como el chocolate.

─OK. Entonces ─Minato puso cada una de sus manos en uno de los hombros de Uchiha mayor y el mediano, respectivamente─. Fue un placer, caballeros. Espero que nos volvamos a encontrar ─se separó de ellos y se acercó a su moreno─. Ya terminé aquí ¿Y tú…?

─Llegaré en la noche ─garantizó Fugaku, que decía para sus adentros: <<¡Lo amo!>>

─OK. Te esperaremos en casa ─cuando el Uchiha menor le escuchó decir eso se olvidó de la gente que se encontraba en la estancia y no pudo evitar besar a su rubio─. Hasta luego ─le dijo al salir. Minato se despidió de Mari y les lanzó un último guiño a Madara e Izuna, que parecían congelados en sus sitios.

 

Al cerrar la puerta detrás de sí, sonrió absolutamente divertido.

Quizás se había sobrepasado con los primos de su pareja, pero él mejor que nadie sabía cómo lidiar con un Uchiha y así aprenderían a no subestimarlo. Sin poder borrar el gesto de su rostro y sin importarle las miradas curiosas que seguían sus pasos llegó hasta el elevador y pulsó uno de los botones.

Al ver abrirse las puertas, exhaló sonoramente, sintiéndose tranquilo de haber agradecido a la muchacha todo su esfuerzo.

Siguió sonriendo recordando lo inquieta que Mari se había comportado en su presencia. Intentó negar su participación, pero al darse cuenta de que no podría engañar a Minato, aceptó su responsabilidad. Estuvieron hablando un rato, de todo y de nada. Logró comprobar lo buena persona que era la señorita y le prometió retribuir algún día su trabajo. Ella, con alegría, le dijo que no se preocupara, que su jefe ya había buscado la manera de recompensarla pero reconocía las buenas intenciones de Minato. La secretaria le dejó inmaculadamente definido que ahora que lo conocía, estaba segura de que había hecho lo correcto al ayudar al “maravilloso matrimonio” -sus palabras- que eran él y su esposo. El ojos-azules se sonrojó pero aceptó el cumplido. Por último, él trató de persuadirla con respecto al uso de “señor”, pero todo método resultó infructuoso.

El movimiento del ascensor deteniéndose y el sonido de las puertas abriéndose para dejar entrar a nuevos pasajeros detuvo su tren de pensamiento.

Al elevador sólo entró una persona.

Una mujer.

Una morena de ojos negros, para ser precisos.

¿Si se habían reconocido?

¡Obvio que se habían reconocido!

¿Hicieron algo en relación a ello?

No, por supuesto que no.

Porque Minato jamás se atrevería a maltratar a una mujer. Además, el pasado era pasado. Si hubiera querido ser feliz por un momento, se hubiera vengado…

─¿A qué piso va, señorita? ─Pero prefería ser feliz por siempre y por eso perdonó. Porque su don y maldición era tener el corazón muy grande.

─A-Al último ─respondió la aludida, volteando su cara para no verlo.

Porque Mikoto sabía que había perdido. Sabía que había causado suficiente daño y porque lo sabía, no se atrevía a mirar al hombre al rostro.

─De acuerdo.

Y lo que quedó del trayecto transcurrió en completo silencio por parte de ambos.

Llegaron al piso inferior y el primero en bajarse fue el rubio.

 

La morena lo observó retirarse y no pudo despegar los ojos de su espalda hasta que lo perdió de vista. Sacudió la cabeza, procurando despejarse, pero la imagen de la sonrisa que le dedicó Minato cuando le preguntó el piso al que iba, no la abandonó. Recordando la pureza de esa sonrisa, admitió la derrota.

Transitó en medio de la marea de gente que entraba y salía de la empresa y salió a la calle. Mikoto anduvo deambulando unos cuantos minutos, hasta que logró dar con el sitio en que la habían citado. Se introdujo en la cafetería y esperó en una mesa próxima a la entrada del local. Pidió un café con mucha azúcar, un pedazo de pastel y continuó con la espera. Tamborileaba los dedos de vez en cuando en la tabla, impacientándose en unas, calmándose en otras.

Después de tanto esperar, al fin la otra persona esencial en el encuentro llegó.

─¡To-chan! ─la saludó una voz femenina seguida de un abrazo. La morena sin poder contenerse más, se aferró al abrazo de su amiga y lloró suavemente. La pelirroja que la abrazaba captó su llanto y le devolvió la fuerza que sabía que su amiga precisaba. Al cabo de unos minutos, cuando Mikoto por fin se calmó, Kushina se atrevió a preguntar:

─¿Cómo te sientes?

─Fatal ─confesó la otra, enjugándose las lágrimas lo mejor que podía. Agradeció el pañuelo que Kushina le tendía.

─¿Tan mal fue?

─No tienes ni idea… ─se sonó la nariz con estruendo. Cuando levantó su rostro, percibió la faz molesta de la pelirroja─. Está bien. Sé que tienes idea, pero… es que… ─el llanto quería aflorar nuevamente─ Me porté tan mal, Kushina…

─Hey… ─la otra mujer se pasó de su asiento al de Mikoto y la abrazó por los hombros─. Descuida, yo no voy a juzgarte.

─Bueno… no estás en tu derecho… ─rió la morena, recostándose en el regazo de su amiga─. Después de todo, tú me pediste que interviniera.

─Tú no te negaste ─se defendió la contraria, acariciándole los largos y oscuros cabellos─. Ambas acordamos hacer esto.

─Yo sé… pero se me salió de las manos.

─¿Qué hiciste? ─le interrogó Kushina, sin el propósito de lastimarla, pero con la determinación de sacar el veneno que lastimaba a su compañera.

─¡Lo besé! ─la mayor de las dos se cubrió la cara con las manos.

─¿En serio? No fue tan malo… ─Mikoto, irguiéndose la miró mal.

─Dije cosas horrendas.

─¿Cómo qué? ─había que medir el nivel de gravedad.

─A mi suplente… Estuve a punto de insultar al hombre que digo amar, le dije que Minato jamás podría darle hijos a Fugaku y que…

─¡Mi niña! ─la pelirroja la abrazó de nueva cuenta─. Eres mayor, pero eres más ingenua. Minato es capaz de dar a luz; es una de las cosas que averigüe hace poco tiempo.

─¡¿Qué?!

─Lo que escuchas ─la mirada oscura de Kushina le contemplaba con compasión infinita.

─Dios mío… ─<<Perdóname…>> lloró muy adentro de su alma, deseando con fervor que su pensamiento llegase a Minato─. Ése hombre va a odiarme de por vida, Kushina… Soy una desgraciada… ─la voz le tembló de puro sentimiento, siempre con la imagen de esa sonrisa golpeándole la conciencia.

─Nah… Él tiene un corazón muy blando y demasiado puro como para guardar extremo rencor. No te preocupes por él ─la calmó la aludida─. En cambio a mí, tu querido Fugaku no quiere verme ni en pintura, y si no me equivoco, eso nunca cambiará.

─Bueno, supongo que no puedo discutir eso… Y sería peor si se diera cuenta que tú planeaste todo ─la señaló graciosamente la de los ojos negros.

─¡No me juzgues! Yo, desde un principio amenacé a ese bendito Uchiha. Le dije que más le valía cuidar de Minato porque sino…

─Tú intervendrías.

─¡Y cumplí mi palabra, querida! Lo he tenido bajo la mira todos estos años desde que me fui, y mira por dónde iban…

─Soy sólo tu peón ¿No es cierto?

─En eso, a Fugaku le llevo ventaja ─Kushina sonrió con picardía─. Porque si yo soy su enemiga, yo cuento con el enemigo de Minato…

─Siento que me utilizaste ─le recriminó la morena, devorando su pastel.

─¡Pero hicimos una buena acción!

─Tal vez…

─¿Cómo que “Tal vez”? ¡Claro que lo hicimos! ─aseguró la menor de las dos con los ojos brillantes─. Rescatamos ese matrimonio. Obligamos a ese par de idiotas a enamorarse otra vez…

─Indirectamente.

─Sí, porque esa joven ayudó al Uchiha… ─la pelirroja hizo un gesto al aire con la mano─. Pero gracias a mi plan y a ti, Fugaku fue capaz de ver la precaria situación de su relación. ¿No soy fantástica? Los hicimos sufrir a ambos…

─La que más sufrió fui yo ─murmuró Mikoto, apartando su plato. Kushina se enterneció ante la tristeza de su cómplice, y hubiera dado mil y un cosas por ahorrarle todo ese sufrimiento a su mejor amiga. Le dijo delicadamente:

─Pero te prometo que ésta será la última vez ─le limpió las nuevas lágrimas que querían escapar de aquellos ojos negros─. Ahora que ya comprobamos lo fuerte de su relación, y que incluso les hemos ayudado a solidificar ese lazo seremos más capaces de aceptar la felicidad que ellos tienen porque tenemos que dejarlos atrás. Tenemos que dejarlos vivir libres. Ellos ya encontraron su felicidad. Ya es tiempo de buscar la nuestra, amiga mía.

─No sé… ─la morena se veía insegura y culpable.

─¡Déjamelo a mí! Pide unas vacaciones y nos iremos a Francia, los gastos corren por mi cuenta. Es lo menos que puedo hacer por ti, considerando lo que has hecho por mí.

─Mis hijos…

─¡Llevémoslos también! ─exclamó la pelirroja con entusiasmo─. Llevaré a mi Naru y así andaremos todos juntos.

─Jeje… Suena a una fantasía ─sonrió la morena, recuperando un poco el color en su rostro y la alegría en su semblante.

─No lo es, querida. Es perfectamente factible. Así que… ¿Qué dices?

─Mmm… Déjame pensarlo ─la otra la pellizcó cerca de las costillas─. ¡Auch! Grosera… Está bien, acepto.

─Así me gusta. No te preocupes, será un viaje de ensueño ─le reiteró Kushina, pagando la cuenta y saliendo juntas a la calle.

─De acuerdo, te tomaré la palabra… ¿Pero por qué Francia?

─¿Hay algo de malo?

─Uno escucha rumores…

─¡Pues cuenta!

─Dicen que los franceses tienen un gran complejo de machistas, pero porque la tienen chiquita…

─¡Eres una depravada! ─se burló su amiga en lo que se tomaban del brazo─. Ya entiendo el porqué del tamaño de la Torre Eiffel… Entonces, vuelvo a proponer algo.

─Di.

─Vayamos a disfrutar del paisaje, pero llevemos unos brasileños con nosotras…

─¡¿Quién es la depravada, pervertida?! ─rió Mikoto a su lado─. Recuerda que andarán también nuestros hijos con nosotras.

─¡Aburrida! ─le sacó la lengua─. Está bien. No haremos nada, pero tenemos que ligar en algún momento, Koto-chan. Aún somos jóvenes y porqué no… ¿Hermosas?

─¡Eres una loca, Kushina!

Y así, en medio de un sol radiante y una calle atestada de gente, ambas hicieron un juramento interno:

Olvidarían al hombre que amaban, le dejarían ser feliz y se propondrían encontrar su propia felicidad.

No necesitaban mucha, la verdad. Ya tenían a sus hijos, y eso les bastaba para ser felices.

Itachi y Sasuke, para Mikoto. Naruto, para Kushina.

Ésos eran los verdaderos hombres en sus vidas, y juraban amarlos y protegerlos hasta de las novias que amenazaran con robarlos de sus brazos. Sus hijos representaban para ellas más dicha de la que merecían, pero eran todo lo que necesitaban. Se tenían a sí mismas, ante todo.

A Fugaku y a Minato… simplemente les deseaban toda la felicidad y suerte del mundo.

 

 

Notas finales:

(3) Me enteré de que ese despectivo no existe.

(4) Me vi en la obligación de nombrar a nuestra querida secretaria. Espero que no sea un cambio brusco ni molesto.

Espero de todo corazón y con toda mi alma que les haya gustado.

Perdonen el OOC en algunos de los personajes, pero me fue inevitable demostrar el lado suave que sé que existe en Mada-chan e Izu-chan ( XD )

Cumplí mi promesa. Mikoto no volvió a actuar de villana, así que los que se enojaron con ella, por favor perdonenla y los que se enojaron conmigo pues... ( ^^U ) Sigo implorando su perdón.

Había segmentos en los que la perspectiva cambiaba entre los personajes, así que espero que no se me hayan perdido. Y si lo hicieron, por favor díganme los errores y así me ayudan a mejorar.

Aún falta un capítulo para que la historia llegué a su fin, así que sigan atentos. Ya estamos en la recta final.

El siguiente capítulo viene con lemmon... ¿Lo quieren?

Saben que está al alcance de los reviews...

¡Hasta luego!


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