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Contrastes por ItaDei_SasuNaru fan

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Notas del capitulo:

¡¡¡Hola Amantes del FugaMina!!!

¿Adivinen qué? Llegamos al final de este FF.

Ahora, me gustaría agradecerles a todos.

A los que leyeron, tuvieron paciencia y no se rindieron.

A los que continuaron confiando en esta historia y en mi, para crear algo lindo.

A todos los que capítulo a capítulo me dejaron rr, a ustedes les agradeceré más personalmente cuando me dejen el último... ¡Así que dejen reviews! ( ^^U )

A todos los que sacaron un ratito de su día para leer la continuación.

A todos los que desearon con fuerza un final feliz para esta pareja.

A todos los que apoyan esta pareja.

A todos los que aportaron una idea.

A todos los que desde su país, me enviaron ánimos para continuar y seguir adelante.

A todos los que me han acompañado hasta el final.

A todos los que le dieron una oportunidad a este FF y no se decepcionaron, a pesar de que soy una novata, a pesar de todas mis imperfecciones y defectos.

A todos los que disfrutaron el lemmon.

A todos ustedes.

Al que lee en estos momentos.

Gracias a mi musa, a mi amiga, a mi preciosa Stig Al-sayf, que sin ella y su apoyo, nada de esto hubiera sido posible.

Saben que no soy una escritora trágica, saben que no escribo historias largas. Escribo romance y alegría. Ya suceden en el mundo suficientes desgracias, suficiente maldad como para que yo escriba sobre eso. Quise hacer algo bonito y anhelo haberlo logrado. 

Disclaimer: Los personajes son propiedad de Masashi Kishimoto. Excepto uno. (Algún día me los voy a robar) Todo fue hecho sin fines de lucro, por y para fans.

Sin nada más que decir:

¡Disfruten!

Capítulo 12

 

 

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>>:<< >> Un tiempo después… << >>:<<

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Fugaku estaba sentado en medio de su sala con una gran cantidad de papeles desperdigados por el suelo. Apoderándose de esa sección de la casa había apartado los muebles y había decidido ponerse a trabajar, que era lo que mejor sabía hacer.

En primer lugar, estaba concentrándose arduamente en el trabajo porque estaba nervioso. Catatónico. Se encontraba sumido en una ansiedad potentísima. Una intranquilidad que amenazaba con infartarlo de un momento a otro. ¿Por qué? Sencillo: Minato andaba haciéndose el chequeo que realizaba cada quince días.

En segundo lugar, un viernes fue el día en que decidió llevarse a casa el trabajo para terminarlo el fin de semana. Sus verdaderas intenciones habían sido traerse el quehacer al hogar, para pasar más tiempo con su rubio ya que ese día se cumplían dos meses exactos desde la fecha en que recibió su anhelada y merecida recompensa.

Sus deseos consistieron en acompañar a su esposo a una cita con la amable doctora que era antigua amiga de Minato. Ella personalmente (y con un entusiasmo inusual) se ofreció a cuidar del señor de Uchiha durante lo que durase la gestación del bebé. Y hoy era el día de una reunión muy importante.

¿Pero cuál exactamente era el motivo de la neurastenia de la que era víctima?

¡Minato iba acompañado de Madara e Izuna!

¡¿Cuándo se había vuelto tan obediente e insensato?!

Para no dejar en ascuas al lector, he aquí la explicación: El ojos-azules quería ir solo, para darle la sorpresa a Fugaku cuando regresara pero principalmente… castigarlo.

El moreno había renegado hasta la extenuación, sosteniendo que no lo dejaría irse solo. Ante las incesantes negaciones del Uchiha, el rubio no había hecho más que alzar sus ojos al cielo, porque siendo precisos, Fugaku se había vuelto el “perfecto-paranoico-padre-primerizo”.

Desde aquel día, Fugaku satisfacía todas y cada una de las demandas de Minato, e incluso las cosas que no demandaba. Lo único que le hacía falta al moreno para concluir con su lista de cuidados era poner plumas en donde el rubio caminaba. Era solícito y atento hasta el cansancio. Por ejemplo:

  • No dejaba a Minato hacer las compras, él las traía del trabajo. Le había prohibido realizar cualquier tipo de fuerza.
  • Traía todo tipo de manjares, pensando en cualquier antojo que a Minato se le pudiera ocurrir. Y aparte, había comprado una interminable cantidad de libros que le ayudaban a establecer una dieta balanceada y rigurosamente controlada para su esposo.
  • Le llamaba -como mínimo- seis veces al día y si no le contestaba, el moreno movía Cielo y Tierra hasta que se aseguraba de que su adorado rubio estaba sano y salvo.
  • El ojos-negros había comprado ropa de todas las formas, colores y tamaños para que las usara durante todo el embarazo y siempre se sintiera cómodo. Cabe destacar que una simple camisa casi logró que el rubio se fuera para atrás con sólo ver el precio.
  • Habían desaparecido de la casa todos los licores y fármacos que no estuvieran permitidos por la médico. Le obligaba a beber agua constantemente y por ende, muchas veces durante el día, Minato corría al baño como alma que lleva el Diablo.
  • Había especializado un cuarto de la casa para que el menor pudiera hacer ejercicios suaves y ya tenía metódicamente ordenados clasificados y catalogados los ejercicios que debía de hacer y en qué período.
  • Había alfombrado todas las escaleras y cualquier superficie con punta. Las mucamas tenían órdenes expresas de no fregar demasiado el piso, para que no se volviera resbaloso.

Y eso es sólo para mencionar…

¿Fugaku qué no había hecho?

¿Qué no hacía?

¿Y qué no dejaría de hacer con tal de saber que todo era para alcanzar unas condiciones inmejorables para su esposo y su futuro bebé?

Nada. Así de simple y sencillo.

Sin embargo, he allí la cantidad de razones que habían llevado a Minato a imponerle la sanción a su querido consorte: tanto cariño lo superaba. Amaba con locura cada uno de los detalles en los que el moreno se desvivía por hacerlo feliz, pero consideraba que el futuro padre se encontraba en un estado de esquizofrenia desmedida, así que le tenía que poner un alto. Con una sonrisa siempre en guardia y con su paciencia infinita (y alguno que otro beso colocado en el sitio adecuado), logró reducir los niveles de la esmerada vigilancia en su persona.

En una de las tantas fechas en las que tenía que visitar a la doctora se iba a realizar la primera ecografía y, al mismo tiempo, obtener la constancia absoluta de que estaba embarazado. El sistema elegido había sido ése porque el rubio le tenía pánico a las agujas, así que una prueba de sangre no era posible. Poco le importó a Minato la veracidad y rapidez del método; había dicho no, y era un no rotundo. No se podía valer de los síntomas normales que presentaba el sexo opuesto, ya que el ojos-azules al gozar de su condición de hombre tenía mayor vigor y resistencia a padecer desmayos o vómitos. Las únicas muestras que Minato exhibía eran la aparición de antojos extraños (galletas de chocolate con mostaza) y un aumento significativo del peso. Ergo, hoy era el día en que se conocía el “Si” o el “No” definitivo.

Y Fugaku no tenía permiso para acompañarlo.

El moreno rebatió lo mejor que pudo la terquedad de la premisa de su pareja, pero persistente como era el rubio, no cedió.

El mayor intentó negociar. Propuso que podría ir sin él, pero no ir solo. Él escogería a sus acompañantes. Y mientras analizaba más detalladamente la situación, dedujo que Minato lo hacía estúpido de repente o lo había embrujado, ya que de su boca las personas que salieron fueron Madara e Izuna. En ese momento pareció una buena idea pero ahora…

No tanto.

No es que desconfiara de su familia…

Pero cuando tuvieron que informarles a los otros involucrados que tendrían que acompañar al menor a esa cita y el por qué tendrían que ir, ocurrió el desmoronamiento de su confianza.

Madara saltó de alegría y perdiendo todo el miedo que le tenía a Minato, y de paso, el orgullo que le quedaba, sujetó con un fuerte abrazo al rubio y lloró en su hombro, desbordando alegría a su manera. El menor le dio unas palmaditas en la espalda.

Al tiempo que el morocho perdía la compostura por los dos, el azabache debía conservarla por los dos. Izuna se acercó a su primo, lo abrazó con fraternal afecto y le expresó de mil maneras lo feliz que se sentía por el matrimonio.

Minutos más tarde, los hermanos Uchiha se intercambiaron e Izuna felicitó con toda la ceremonia cálida que consideraba que Minato merecía y viendo los ojos azules de ese rubio, el azabache casi no pudo retener las lágrimas de felicidad. Fugaku fue el encargado de lidiar con el llanto y los apretujones dichosos que Madara le regalaba sin cesar. Casi lo golpea cuando escuchó susurrar al Uchiha en su oído que lo felicitaba por ser un gran semental.

La pareja de hermanos agradeció con homenaje y reverencia el hecho de que habían sido los primeros en enterarse de la buena nueva.

No muchos días después, Fugaku siguió pensándolo hasta que terminó convenciéndose de que su rubia adoración estaría en buenas manos. Bueno, añadiendo el hecho de que tanto un Uchiha como el otro fueron severamente amenazados.

Así que, ahí estaba. Sentado en el suelo de su casa, con mucho trabajo y con los nervios tan alterados que no escuchó al auto estacionándose cerca de su casa.

 

Afuera de la casa…

La puerta de un coche se le abría a Minato para que saliera. Los hermanos Uchiha estaban esperándole en el exterior y antes de que el ojos-azules hubiera terminado de asomar, ya Madara le decía:

─Por favor, no dude llamarnos en caso de cualquier situación. Nosotros aceptaremos encantados con gusto ─el morocho ni siquiera tomaba aire para hablar y había sujetado entre las suyas las manos del menor, tratando de expresar convicción en sus palabras─. No importa de qué se trate, usted no tenga reparos ni pena, estamos preparados para lo que sea. También cuenta que Fugaku se ponga insoportable o tenga comportamientos extraños. No se preocupe, usted sabe que cuenta con nosotros y debemos su primera opción en caso de emergencia y en caso de que Ku-chan no esté. Además…

─Lo que Madara está tratando de decir ─interrumpió Izuna para detener la retahíla de cosas que su hermano enlistaba─, es que estamos a su disposición. Si en algún momento requiere de nuestros servicios, será todo un placer para nosotros ayudarle.

─Y entienda que haríamos de todo. Todo. Así sea un helado de vainilla en mitad de la noche, salir de compras, si quiere sashimi o sushi o fugu o tallarines fritos… pues… haremos el intento por hacer algo decente. Igualmente cuando empiece el periodo que atacan las hormonas y usted quiera ver Titanic y llorar, no dude en llamar que yo ya tendré lista una caja de pañuelos y lloraré con usted. Izuna tampoco faltará, no lo dude ─el azabache asintió solemnemente, asegurando su presencia.

─No lo dudo ─aseguró Minato con una sonrisa nerviosa pero afable─. Muchas gracias, realmente agradezco el gesto ─dijo el rubio mirando los dos hombres con sincera gratitud.

─Antes de que se me olvide ─el Uchiha mediano miró mal a su hermano mayor, echándole la culpa─, por favor… sea dulce cuando le dé la noticia a Fugaku. Ha estado muy ansioso últimamente -usted lo sabe mejor que yo- y considero que debe recibir la noticia con toda la tranquilidad posible.

─Tiene razón. Se altera fácilmente, lo tendré en cuenta. Gracias ─continuó el rubio agradeciendo con su mejor sonrisa.

─De acuerdo. Nosotros nos vamos ─indicó Izuna mirando su reloj de mano─, lo dejamos solo.

─Esperamos volver a verlo muy pronto ─puntualizó Madara con fervor.

─Yo sé que nos veremos más pronto de lo que cree ─le garantizó Minato con una nueva sonrisa─. Hasta luego.

─¡Hasta pronto!

─Hasta luego, Minato.

El ojos-azules se encaminó a su hogar, saludó como siempre a los guardias y al llegar al escalerita de la puerta de su casa, se dio la vuelta y comprobó que ninguno de los mayores se había retirado. Alzó sus dos manos y les mandó una despedida efusiva. Ambos hermanos le correspondieron con un saludo de la mano igual de caluroso y sonrientes. Justo cuando el rubio desapareció detrás de la puerta, Madara dijo:

─¿Crees que Ku-chan estará bien?

─Claro que lo estará. Por quien te debes preocupar es por Minato.

─¿Por qué?

─Cuando le dé la noticia, ten por seguro que Fugaku se lo va a devorar ─comentó Izuna con una risilla picarona, mientras oía al mayor reír.

─Tienes razón ─los dos se condujeron al auto e ingresó cada uno en su puesto. Al estar dentro y al comenzar a circular en medio de la calle, ya rumbo a casa, el morocho siguió preguntando:

─¿Qué planes hay para hoy?

─Invité a Mari a cenar ─respondió el azabache como quien no quiere la cosa.

─¿Perdón?

─De tu parte, a propósito.

─¡¿Hiciste qué?! ─estalló Madara en el oído del menor.

─¡Lo que oíste y no grites justo en mi oreja! No te alteres… ─ Izuna le miró molesto─ lo hice por ti.

─¿Por mí? ─el Uchiha mayor le devolvió una mirada confundida.

─Sí… ¿Qué tiene de extraño?

─El porqué harías eso.

─No tengo malas intenciones ─comenzó a explicar el hermano menor─. Lo que pasa es que estás siendo muy lento para conquistarla así que pienso darte un empujón.

─¿Por qué me ayudarías? ¿Qué quieres?

─Soy tu hermano y te quiero.

─Eso ni tú te lo creíste ─le replicó Madara, observándolo con los ojos entrecerrados y sin una seña de haberle creído.

─¡En serio! Estaba pensando que haríamos una cena, tú y ella comerían juntos obviamente. Yo me retiraría a mi cuarto durante todo ese tiempo y después aparecería con unos libros viejos de fotografías. Veríamos las fotos un largo rato, yo me volvería a ir a mi cuarto alegando cansancio y ustedes se quedarían solos mientras tú le narrarías viejas historias o buenos recuerdos. Así ella conoce de nuestro pasado ¿Qué tal?

Madara calló largo rato, hasta que por fin murmuró:

─No está mal…

─Gracias ─aceptó Izuna, en lo que un segundo más tarde componía un rictus tenebroso─. Pero como te atrevas a convertir mi casa tu “nidito de amor”… ¡Te la corto y te saco a patadas!

─¡No me atrevería! ─el otro Uchiha le miró desconfiado─. Siempre tan agresivo… Todavía me acuerdo de la última vez que me echaste de la casa… ¡Así sin más! No tienes compasión.

─¡Te lo merecías!

─Lo mismo me dijo Ku-chan. ¿Acaso ustedes están aliados?

─Lo que pasa, mi querido hermano, es que él siempre está de acuerdo conmigo y sólo conmigo.

─No empecemos, Izuna…

 Y así transcurrió todo el camino para esos dos Uchiha, que nunca se cansarían de estar juntos y pelear.

 

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Minato sonreía con dulzura. Estar viendo a Fugaku en medio de la sala, rodeado por un revoltijo de papeles y casi mordiéndose las uñas con concentración no tenía precio.

─¿Cómo va todo? ─le preguntó apoyado desde la pared. Se rio levemente al ver saltar al moreno desde su puesto y cuando éste le volteó a ver. El rubio no esperó ningún movimiento por parte del más alto, por lo que él mismo se encarriló hasta llegar donde el otro y se sentó frente a él, apartando un poco los documentos desparramados.

─¿Cómo se portaron? ─preguntó el mayor, con nervios evidentes─. ¿Qué te dijeron?

─Muy bien. Tus primos fueron muy amables conmigo y demasiado sobreprotectores ─el rubio le lanzó una mirada significativa y el moreno aceptó sus cargos─. La doctora hizo lo que tenía que hacer, me dio unos consejos y arregló la próxima cita, a la que tienes que asistir.

─¿Y…? ─dijo Fugaku, impaciente por averiguar lo que de verdad quería.

─¿Qué? ─el ojos-azules se hizo el desentendido.

─¡Minato!

─¿Qué? ─repitió el otro divertido a más no poder.

─¿Sí o no? ─los ojos negros le miraron suplicantes.

─Está bien, te diré. Acércate ─le pidió Minato a su cónyuge, tomando su rostro y ladeándolo. Acercando sus labios lentamente a los oídos del moreno, como si fuera a contarle un secreto, le susurró─ ¿Sabes que la doctora te mandó un mensaje? ─Fugaku negó con la cabeza─. Te mandó felicitaciones ¿Te imaginas por qué? ─el mayor volvió a negar, mientras sentía su corazón escaparse de su pecho─. Me dijo que te felicitara… porque vas a ser papá.

Fugaku, con una mano en la Biblia, juraría que en ese mismo momento su corazón se paró.

Con los ojos desorbitados, la boca abierta y la respiración entrecortada, encaró a su consorte sin poder creerlo. Mas al mirar los ojos de Minato llenos de lágrimas, alegría y gloria ya no pudo su corazón albergar ninguna duda. Sin pensarlo demasiado, apretujó el rubio entre sus brazos, hundiendo su rostro en los cabellos de oro o en su cuello, diciendo una y otra vez:

─Te amo, te amo tanto, te amo… ─lo separó del abrazo para acto seguido apoderarse de esa boca que lo enloquecía, repitiendo entre beso y beso─ Gracias, gracias, gracias…

Con cuidado, Fugaku siguió besando a su rubio mientras lo recostaba en el suelo. Sin romper el ósculo, el moreno se mantuvo arriba de él en lo que sintió (para su encanto) unos brazos que se enrollaban en su nuca y unos dedos que jugaban con su cabello.

─Fugaku… ─suspiró el menor, al sentir a su esposo dejar sus labios para posesionarse de su cuello, besándolo con desespero, una y otra vez, dejando marcas aleatoriamente pero visibles desde cualquier ángulo para recordarle siempre que era suyo y nada más que suyo.

─¿Me llamabas, Minato? ─contestó el aludido con la voz ronca por la excitación, soltando la calidez de su boca justo en la intersección de la oreja y la garganta, produciéndole cosquillas y temblores placenteros al que la recibía─. ¿Prefieres la cama?

─No importa… No soy quisquilloso ─bromeó el otro, gimiendo justo al instante en que percibió las manos del mayor meterse debajo de la camisa que portaba, palpar la piel bajo ésta y logrando con ello que Minato tuviera repentinamente una erección en su propia sala. Hay que hacer notar igualmente que Fugaku se encontraba en las mismas condiciones. Sumergidos en su placer onírico, despojados ya de su ropa sin mayor preámbulo, las caricias se tornaron más intensas. El moreno, jugueteando con uno de los pezones de su rubio apenas si tenía atención para algo que no fuese Minato; concediéndole un deleite sin igual. Los mismos labios descendieron por todo el abdomen, pasando por el ombligo y deteniéndose justo allí.

Fugaku miró esa zona con adoración y repartió infinidad de besos con todo el amor filial que brotaba de él sin poder detenerlo; recorriendo el vientre del ojos-azules con la mano, fascinado por como éste respondía a su tacto. Minato gozó al ver la escena tan tierna, pero dispuesto a terminar lo que habían iniciado se incorporó con lentitud y llevando la mano a su propio vientre pronunció con suavidad:

─Bebé… sé que reconociste a tu papá, pero te voy a pedir que me lo prestes y que cierres los ojos, porque él y yo vamos a hacer cosas malas… ─y consecutivo a ello, el rubio estampó con pasión sus labios en los del moreno.

Si el objetivo había sido poner al límite al mayor, después de esa inesperada demostración de sensualidad lo había logrado con éxito. Fugaku, condenado a vivir en perpetua sorpresa, le devolvió la caricia con toda su alma, rodeándolo con los brazos y deslizando sus manos por la espalda del menor hasta llegar poco a poco a su firme trasero y apretarlo un par de veces.

─Egoísta… ─rio el Uchiha mientras su estimulante manto rozaba tortuosamente el miembro erecto de su rubia adoración.

─Te dije que… no debías mimarme tanto… ─fue la respuesta jadeante del más bajo, serpenteando en el suelo de regocijo ante la sensación. Fugaku trató de reemprender el trayecto que había trazado anteriormente hasta la zona íntima del rubio, pero éste lo detuvo al decir─ No quiero… preliminares…

Eso bastó.

─Como diga, mi señor ─La extremidad del mayor se cubrió de líquido pre-seminal y sin perder tiempo, llevándola a la entrada de Minato, presionó un dedo contra la abertura de su cuerpo. El ojos-azules se retrajo del sobresalto─. Tranquilo ─susurró Fugaku─. Si sientes dolor, dilo.

Minato asintió con los ojos apretados, seguro de que aunque padeciera como un torturado no diría ni expresaría nada que lo confirmase. Rápidamente el dedo se introdujo en su recto y el propietario lo movió en pequeños círculos, hasta que comenzó a escuchar jadeos sexys que denotaban placer y disfrute. Sólo entonces dio comienzo a una cadencia sin prisas, añadiendo un segundo dedo.

El cambio fue relevante. El menor gimió desde las profundidades de su garganta y sus piernas se abrieron un poco más.

Colocando una mano sobre su rodilla, el mayor lo acarició una cierta cantidad de minutos hasta que el otro se relajó de vuelta y reanudó sus preparaciones anteriores. Pronto un tercer dedo se sumó a sus antecesores y el rubio tembló en su sitio, jadeando a cada embestida y demostrando que lo disfrutaba, con finas perlas de sudor brillando en cada centímetro de su piel.

Sin ánimos de esperar más, Fugaku retiró con sumo cuidado sus dedos del interior de Minato e inmediatamente los dos estuvieron en posición de proseguir, no quedó ninguna razón para no empujar dentro del menor.

─¿Listo? ─asentimiento─. Voy a ir despacio ─le advirtió, haciendo presión en los músculos internos del contrario con la punta de su pene. Sujetó una de las piernas de su rubio, que se arqueaba por inercia y la pegó a sus caderas.

Para Minato el proceso, como siempre, le hacía experimentar sensaciones ardorosas, pero eróticas como pocas cosas en la vida. Aferrando al moreno por los hombros con una fuerza tal que sus nudillos se tornaron blancos, soportó con paciencia la intromisión de un cuerpo ajeno al suyo, dilatando su entrada milímetro a milímetro, descolocándolo, haciéndolo delirar de lujuria y satisfacción. Sus ojos de mar se tornaron cristalinos, pero no derramó lágrimas.

Fugaku, consciente del esfuerzo que veía hacer a su amado, se dedicó a repartir besos en su cuello y en su rostro.

En menos de lo que ambos se esperaban, el ojos-negros se encontró completamente dentro del ojos-azules.

El peso de un cuerpo encima del suyo, en lugar de hacerle doler de una particular manera le quitaba el aliento. Abrazando con mayor libertad a su esposo, Minato lo miró con intensidad y le indicó con aplomo:

─Muévete…

El moreno asintió y en cuestión de segundos, iniciaron un baile lento entre sus caderas. Sin precipitaciones ni impaciencia. Simplemente contentándose con sentirse mutuamente, haciendo el amor con ternura y goce. Uniendo sus cuerpos, sus bocas, sus corazones, almas y mentes.

Más tarde, la actividad cobró ritmo, vigor y se entregaron con deseo y arrebato. Las penetraciones fueron subiendo de nivel, las estocadas eran hechas con mayor empuje. Sin evitarlo, los labios de ambos se fueron encontrando una y otra vez haciendo crecer el sentimiento, separándose a veces por falta de aire pero vueltos a conectarse ya que no querían estar sin el otro.

─Delicioso… ─murmuró Fugaku con esfuerzo, sin apartar los ojos del rubio. El otro, que ya había arañado completamente la espalda de su moreno, al escucharlo hablar aprovechó para decir:

─Fuga… Más fuerte…

La excitación por parte del Uchiha fue más de lo que se imaginó. Ya era bastante difícil conseguir que Minato fuera dócil a la hora del sexo; ahora, que le pidiera hacerlo salvajemente era algo así como morir e ir directamente al Paraíso. No lo pensó dos veces para sacar su miembro del cuerpo del menor, colocarlo en una pose más adecuada para sus propósitos y empezar a penetrarlo justo como su rubio quería, logrando que sus “suaves” gemidos retumbaran contra las paredes. De momento, los sonidos que provenían de la boca del ojos-azules llenaron la estancia, haciéndole creer a Fugaku que su voz llegaba a cada habitación de la casa.

En alguna de las embestidas, el moreno tocó un punto justo en el interior de Minato, haciéndolo chillar de impresión.

─¿Ahí? ─preguntó el mayor y para corroborar volvió a empujar exactamente allí.

─Dios… ¡Sí! ¡Justo ahí! ─confirmó el interrogado, mordiéndose el labio inferior y encajando las uñas en la piel pálida una vez más.

Fugaku había dado en el punto más sensible de su amado y eso lo hizo henchirse de orgullo; sobre todo al escuchar y presenciar a su acompañante gemir sin pena alguna, incitándolo a seguir con osadía.

Minato bien pudo haber perdido el juicio por el placer sin equivalentes, tanto así que empezó a moverse de forma que tuviera un mayor contacto con el falo de su moreno.

Pronto ni uno ni el otro fueron capaces de contenerse más. Minato advirtió como su cuerpo estallaba en calor y su erección lo hacía en medio de ambos, haciéndole experimentar un celestial orgasmo que lo obligó a tensarse por completo. Fugaku jadeó contra su oído, aumentando el ritmo de las últimas embestidas y con una especialmente profunda, se desplomó con pesadez aunque con el cuidado de no aplastar al cuerpo laxo bajo el suyo.

Cuando el más alto se retiró, el más bajo percibió una tibia humedad escurrir fuera de su cuerpo.

─Volviste a hacerlo adentro ─le comunicó Minato a su esposo, cuando lo tuvo recostado a su lado.

─Perdón ─dijo Fugaku, apresurado por levantarse y conseguir un pañuelo. Viendo sus intenciones, el rubio ágilmente lo detuvo por un brazo y le obligó a quedarse a su lado. Lo abrazó hasta que pudo pegarse totalmente a su cónyuge y sonrió cuando sintió unos brazos envolverle.

─No te disculpes ─aclaró el menor regalándole un besito esquimal─. Lo que sucede es que si no te quito esa nueva costumbre, voy a quedar embarazado cada año.

─Eso no suena nada mal… ¡Auch! ─se quejó el mayor cuando sintió un fuerte pellizco en su brazo.

─Para mí, sí. ¿Cómo vamos a hacer con tanto niño?

─¿Cuántos quieres? ─quiso saber el moreno, tomando entre sus dedos algunos mechones del cabello del otro.

─Seis ─las mandíbulas de Fugaku se abrieron hasta donde sus posibilidades llegaban.

─Wow… ¿Lo dices en serio?

─Muy en serio.

─¿Cada cuanto…? No, quiero decir… ¿Cuánto tiempo esperarías entre cada nacimiento?

─Unos dos años ─contestó Minato haciendo cálculos mentales y frunciendo graciosamente la boca─. Los tenemos que disfrutar, al fin y al cabo. Y… ─el rubio titubeó al hablar, y eso no le dio buena espina a Fugaku.

─¿Qué tienes en mente? ─le instó el moreno a seguir, demostrándole con los ojos que lo escucharía, sin importar que fuese.

─Yo quería… Olvídalo, no es el momento.

─Siempre es el momento adecuado. No esperes al mañana… Yo estoy aquí, ahora, escuchándote. Confía en mi. ¿Qué piensas?

─Yo… Yo quiero adoptar ─soltó Minato nervioso, esperando lo peor.

─Mmm… ¿Estás seguro? ─cuestionó el mayor, luego de que lo pensó seriamente.

─¡Si lo estoy! ─exclamó con vehemencia─. Espera… ¿No estás enojado?

─¿Por qué lo estaría?

─No lo sé… ─respondió el menor sonrojado con hermosura.

─Eres adorable. Está bien, hagámoslo.

─¿De verdad? ─al ver esos zafiros brillar con locura, de pura alegría, no vaciló en su respuesta.

─De verdad.

─¡Gracias!

─De nada. ¿Ya te dije que te amo? ─le sonrió Fugaku, abrazándolo con más fuerza.

─Si pero siempre es bueno escucharlo ─argumentó el rubio, devolviendo el gesto.

─Te amo ─repitió el moreno besando sus mejillas.

─Yo también te amo… ─interrumpiéndolos, sonó el teléfono, asustándolos a ambos─. ¿Esperabas llamada? ─preguntó el ojos-azules al otro, en lo que el aludido negaba con la cabeza.

─Déjame ver quién es ─pidió el ojos-negros, levantándose para atender. Descolgó el teléfono, y según observó Minato, era alguien que conocía. Estuvo charlando un tiempo, frunciendo el ceño de vez en cuando o regañando a la persona del otro lado. A veces reía y a veces amenazaba. Al fin colgó y retornó a su lado.

─¿Quién era?

─Izuna ─respondió el contrario lacónico.

─¿Qué pasó? ─preguntó el rubio, poniéndose alerta.

─Nada de gravedad, tranquilo ─prometió Fugaku acariciando su mejilla─. Sólo me informaba de los progresos de Madara al tratar de conquistar a Mari.

─¿A tu secretaria? ─trató de esclarecerse Minato a sí mismo, muy extrañado─. ¿A Madara le gusta Mari?

─No, es peor. Está enamorado de ella desde que la conoció.

─Espera un minuto ─interceptó el menor─. Es que no puedo creerlo… ¿A Mari también le gusta Madara?

─Evidentemente.

─¿E Izuna y tú están haciendo el papel de Celestinas?

─Algo así… ¡Suena ridículo si lo planteas de esa manera! ─le reprochó el moreno─. Yo lo veo como una buena oportunidad para molestarlo.

─Malo…

─¡Él también lo hizo conmigo! ─se defendió Fugaku─. ¿Tú crees que no lo disfrutó?

─No dudo que lo disfrutara, pero recuerda que quién realmente se divirtió fui yo.

─Y dices que yo soy el malo.

─Claro, yo aprendí de ti.

─¿Me estás insultando?

─No, todo lo contrario… ─le calmó Minato en lo que repartía por su cara muchos besos.

─Eso no fue todo ─indicó el Uchiha, holgándose de cada toque de esos labios cálidos.

─¿Qué más dijo?

─A Madara se le ha metido la idea en la cabeza de que va a ser el padrino de nuestro bebé.

─¿En serio? ─dijo el menor sin poder reprimir una risa.

─Y no te alteres, pero ten por seguro que Izuna también está pensando lo mismo.

─¿Y qué les piensas decir? ─para este punto, el más bajo miraba curioso a su consorte, atento a su respuesta.

─Realmente no sé… ¿Qué dices tú? ─contestó con otra pregunta el más alto, mirando a su esposo a los ojos.

─Que también tengo noticias.

─¿Buenas o malas? ─el moreno se puso tenso.

─Depende de la perspectiva.

─Suéltalo.

─Jiraiya y Kakashi me pidieron lo mismo.

─¿Tus “amigos”? ─quiso comprobar Fugaku, sin poder ocultar un matiz de celos en el tono de su voz.

─Sip.

─Entonces… ─dejó que la sensación amarga desapareciera de su boca─ ¿Qué piensas hacer?

─¿Por qué me lo dejas a mí? ─le recriminó Minato.

─Porque yo quiero lo que tú quieras.

─No me mimes tanto o no serás capaz de aguantarme después ─recordó el rubio una vez más.

─Nah… Seré capaz. Además me gusta y tengo siete meses y toda la vida para hacerlo ─objetó Fugaku, tomando su propia camisa y colocándosela en los hombros a Minato.

─Me queda grande.

─Te queda sexy.

─¿De verdad? ─pronunció el menor con voz seductora, abotonándose la prenda e irguiéndose en su totalidad. Fugaku apreció un hermoso paisaje: las mangas largas apenas dejaban ver las manos de Minato y el largo de la camisa delimitaba justamente los muslos tersos de unas bellas piernas, cubriendo justo lo necesario.

<<Apetitoso>> ronroneó el moreno en su interior.

─De verdad ─declaró el ojos-negros comiendo con la vista─. Por mí, te la quedarías por siempre…

─Ponte tu pantalón ─dijo el menor, tendiéndole dicha indumentaria. En definitiva, Fugaku quedó sólo en pantalones y Minato sólo con camisa. Los ojos azules no se despegaron de los duros pectorales del moreno, ni de su abdomen, ni de sus brazos que tenían la forma adecuada y la definición correcta.

─Ya me dio hambre ─comentó Fugaku, oyendo a su estómago rugir─. ¿Quieres cocinar?

─¿Los dos? ─preguntó Minato cerciorándose y tomando el brazo que le ofrecían.

─Claro.

─¿Juntos?

─Siempre.

Y uno al lado del otro, se dirigieron a la cocina. Felices con la vida, sin necesidad de pedir nada más. Contentos por saberse inseparables, satisfechos de saber que podrían afrontar cualquier obstáculo.

 

¿El Final?

No…

Su felicidad, apenas acababa de empezar.

 

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Notas finales:

Espero de todo corazón que les haya gustado.

No sólo el capítulo, sino el FF en general.

Les cuento: no tengo ninguna intención de que esto acabe aquí. Si ustedes quieren una continuación...

¡¡¡Haganmelo saber!!! No leo mentes y un rr es un medio muy práctico.

Siendo el final, acepto críticas constructivas, destructivas, demandas, quejas, sugerencias, tomatazos, abucheos... Con tal de que no contenga insultos todo estará bien ( ^^ ).

Y por supuesto: acepto saludos, felicitaciones, alguno que otro aplauso o palabra gratificante para esta pobre novata.

Otra cosita... No importa si pasan diez años desde que publique este FF. Si dejan rr, tengan por seguro de que yo los contestaré... ( -_- ). Su opinión no se deprecia con el tiempo, tiene el mismo valor.

Esperando decirles hasta pronto, se despide su servidora...

ItaDei_SasuNaru fan.


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