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Contrastes por ItaDei_SasuNaru fan

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Notas del capitulo:

¡¡¡Hola, mis queridos lectores!!!

Me tardé, y me seguiré tardando lastimosamente.

Sin pena ni remordimiento... ¡¡¡La culpa es del colegio!!! ( TT.TT )

Me explotan...

Sin nada más que decir...

 

 

Disclaimer: Los personajes pertenecen a Masahi Kishimoto. Menos uno.

Perdonen los errores de ortografía ( ^^U )

Capítulo 5

 

 

─Señor, tengo la sensación de que hoy está enojado ─titubeó un poco la secretaria al hablar, porque definitivamente Fugaku imponía muchísimo con el entrecejo fruncido a más no poder y esos ojos negros intimidaban más que nunca.

La muchacha hasta podía jurar que fulguraban con un brillo carmesí.

─Lo estoy, pero no con usted ─dijo el moreno en un siseo suave, pero peligroso.

─¿Es que acaso… no funcionó lo de ayer?             

─Funcionó de maravilla; me dijo que avance, calificado en un porcentaje del 15%.

─Pero algo salió mal ¿Cierto?

─En realidad, no.

─No le creo.

─¿Por qué no?

─Por la expresión en su cara ─acusó la chica, cruzando los brazos y enarcando una de sus cejas.

─¿Qué tiene mi cara?

─Está enojado, señor y no se atreva a negarlo.

─Sí, pero no porque las cosas salieron mal.

─Entonces ¿Qué pasó?

─No quiero hablar de eso, señorita. Realmente, no quiero ─volvió a repetir Fugaku, rechinando los dientes.

─Por favor, necesito saber.

─¿Por qué necesita saber?

─¡Está bien, no me diga! ─exclamó refunfuñando la chica─. Pero a cambio me va a escuchar todo lo que tengo que decir, sin chistar…

 

>>:<< >>:  1 hora y media después…  :<< >>:<<

 

 

─¿Y usted de verdad pretende que yo haga todo eso?

─Por supuesto.

─¿Hoy?

─Claro, recuerde que no podemos desperdiciar ni un solo día. Además… ¿Por qué no?

─Sí, claro… ¿Por qué no? Minato no se negará ─susurró el moreno para sí mismo, dejándose caer pesadamente en su silla─. ¿Pero está segura de esto?

─¿Usted ve algún obstáculo, señor? ─preguntó la señorita, tensándose pensando en que su jefe hubiese visto alguna falla en su plan.

─No, más bien… Es un poco largo.

─Sí, pero estoy segura de que tiene los recursos, así que no hay de qué preocuparse.

─Necesito tiempo.

─Puede irse ahorita y comenzar, si cree que es necesario.

─¿No tendremos problemas?

─Consideré todos los aspectos, señor: Usted no tiene reuniones con ningún personaje “importante” hasta dentro de dos semanas y todo mundo sabe que su agenda no está sujeta a cambios, es decir, nadie vendrá a solicitar una cita inesperada y en caso de que sucediera, le será negada. Luego, siendo yo su secretaria tengo acceso a todo lo que ocurre en la empresa, todos los archivos y sucesos pasan también por mí, por ahorita no hay fluctuaciones negativas en ninguna de las ramas de los negocios que están activos; en caso de que algo pase y yo no lo pueda manejar, inmediatamente lo contactaré, aunque haré todo lo que esté en mis manos para no hacerlo. Con respecto al papeleo, es lo de siempre y si llegara nueva información que usted necesitase ver, analizaré su importancia y se lo daré a primera hora el día de mañana… ¿Qué le parece? ─soltó de corrido aquella joven en un suspiro, esperando convencer a su superior de su estrategia.

─Impresionante ─calificó sinceramente Fugaku.

─Gracias señor, es mi deber ─agradeció la chica con una tímida sonrisa.

─Claro que es su deber, pero es la primera vez que veo que alguien lo hace con tanto entusiasmo y planificación.

─Bueno, tengo mis motivos.

─¿No debo preguntar?

─Le diría con todo respeto que no.

─Bien, no lo haré entonces. Y, con su permiso, me retiraré para iniciar con su plan ─dijo el moreno irguiéndose, sin tomar sus cosas, puesto que no las ocupaba y caminó hasta la puerta de su oficina. Antes de que la abriera, la subordinada dijo:

─¡Buena suerte, señor Uchiha! ─a Fugaku le sorprendió la dulzura plasmada en la frase que acababa de escuchar, por lo que volvió a ver a la trabajadora mientras se le ocurría una idea.

─Señorita, no temo equivocarme al decir que su respuesta sería afirmativa si yo le ofreciera un aumento de sueldo ─la  secretaria abrió grande los ojos y vaciló al preguntar:

─Claro que no, pero… ¿Por qué me aumentaría el sueldo?

─Por el momento, no conozco otra manera de pagar su ayuda.

─¡Oh no, señor! ─se apresuró a exclamar la muchacha, negando suavemente con la cabeza─. No es necesario que usted lo haga.

─Posiblemente no. Sin embargo, tengo que pagar su esfuerzo. Usted no tiene la obligación de ayudarme y sin embargo lo hace sin replicar. Sea un poco más egoísta, señorita ─aconsejó el mayor con una amable sonrisa─. Déjeme pagar su esfuerzo; no seré tacaño. De lo contrario, me sentiría… algo culpable.

─Bueno, supongo que no puedo decir que no ─pronunció la menor entre risas.

─No, no puede ─la chica rió con más ganas─. En fin, hasta mañana ─dijo por último Fugaku abriendo la puerta para retirarse.

─Hasta mañana, señor ─se despidió la joven, deseándole suerte a su jefe una vez más y pensando alegremente en que haría con su nuevo aumento.

 

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Minato iba secándose las manos después de fregar los platos, cuando escuchó el motor del auto de su esposo llegar a casa.

<<¿Habrá pasado algo malo?>> pensó el rubio, sin esperar lo peor pero un poco asustado por la pronta venida de su esposo. Las dos sirvientas que también realizaban otras tareas, al escuchar el carro del patrón de la casa aparecieron mirando a su jefe sorprendidas y Minato les devolvió una mirada desconcertada. Una de las mucamas observó al joven amo mordiéndose el labio inferior, notándolo un poco nervioso, por lo que le dijo:

─Seguro que el señor Uchiha trae una bonita sorpresa para usted, Minato-sama ─mientras le regalaba una sonrisa tranquilizadora, ya que ambas sirvientas habían notado la paulatina sonrisa del ojos-azules en estos últimos días y sabían que se debía a las recientes acciones de su moreno patrón.

─¡Claro! ─corroboró la otra mucama, ensanchando otra sonrisa─. No se preocupe, Fugaku-sama seguro que viene por buenas razones. Venga, deje esas cosas que ya nos encargamos nosotras y usted vaya a recibirlo ─y la mujer, poniendo cuidadosamente la pila de ropa que traías en los brazos en una silla, se acercó al lavatrastos para secar los platos recién lavados.

Minato se sonrojó bastante sintiéndose descubierto y sonrió deslumbrantemente, como pago por las palabras de consuelo de ambas mujeres. Se retiró de la cocina con una leve inclinación de la cabeza para ir a recibir a Fugaku. Con suma rapidez llegó para abrir la puerta de la entrada de la casa y se lo encontró bajando del carro. Al verlo venir, el moreno estudió con los ojos el vestuario de su rubio: una camisa blanca y ligera, con un jeans corto, que le llegaba a las rodillas.

<<Perfecto…>> pensó Fugaku.

─Espero que me traigas buenas noticias.

─Que manera de recibirme ─refunfuñó elegantemente el Uchiha, acercándose a su consorte. Minato rodó los ojos, y cortando la distancia con su moreno, se colgó de su cuello y le dio un beso… en la mejilla.

─¿Eso es todo lo que me das? ─inquirió frustrado Fugaku, abrazando la cintura del otro.

─Es todo lo que mereces, por ahorita ─aclaró el rubio sonriendo divertido sin separarse─. Mejor cuéntame que haces aquí tan temprano.

─He venido a llevarte conmigo.

─¿Adónde? Si puede saberse.

─Al mar.

─¿Al mar? ─repitió Minato, enarcando una de sus cejas─. ¿Ahorita? ¿Al mar? ¿En serio?

─Sí Minato, al mar. ¿Qué tiene de malo?

─¡Nada! Es sólo que… es repentino. ¿Qué tienes planeado?

─No voy a decírtelo.

─Supongo que no me estás preguntando.

─No, de hecho no. ¿Debo entender eso como que no quieres ir?

─En lo absoluto.

─Entonces no importa que te pregunte o no, conozco perfectamente tu respuesta ─se vanaglorió el moreno con una sonrisa.

─No te des alas Uchiha, aún tengo que ver de qué va todo esto.

─No te defraudarás ─aseguró el más alto.

─Está bien, acepto. ¿Debo llevar algo?

─No, ya llevo lo necesario.

─De acuerdo. ¿Qué esperamos? ─dijo sonriente el rubio, soltándose con ligereza del abrazo y caminando hacia el auto de su esposo. Fugaku lo siguió rápidamente, subiendo y colocándose en el asiento del piloto, emprendiendo la marcha.

Ninguno de los hombres reparó en dos pares de ojos, ubicados en las ventanas de la sala que los vieron marcharse.

─¡Yo te dije que lo iba a llevar a alguna parte! ─chilló emocionada una de las sirvientas.

─Sí, sí… Tenías razón ─le concedió la otra, agitando una de sus manos con aire despectivo.

─¡Vamos, alégrate!

─¡Me alegro! ¡Lo que no quiero es que te quedes parada ahí todo el día! ¡Necesito que me ayudes! ─repuso la segunda.

─Ya voy, no te pongas amargada. Te saldrán arrugas ─bromeó la primera retomando los quehaceres juntas.

─No juegues con eso ─regañó la contraria frunciendo ligeramente el ceño, para después relajarlo y sonreír.

─¿Qué pasa? ¿Por qué sonríes de repente?

─No es nada, es sólo que… le deseo mucha suerte a Fugaku-sama.

─¿Tú también estás pensando en eso?

─¿“También”?

─Sí, yo quiero que Minato-sama vuelva a sonreír como cuando empezamos a trabajar aquí ¿Recuerdas?

─Es cierto… su sonrisa ha menguado mucho desde entonces.

─Es por eso que me sorprendí mucho desde hace varios días. Aunque me asusté un poco cuando vi que el señor se había “mudado” a la otra habitación y encontramos hoy el cuarto del señor Uchiha algo… destrozado.

─No te preocupes. No creo que sea nada malo. Seguramente fue algún momento de desahogo de Fugaku-sama ─dijo una despreocupadamente, pensando en si realmente debían de botar lo que estaba roto, mientras tendía la ropa en el patio para que le pegase la luz del sol.

─En fin… ─soltó la otra, en lo que se apoyaba en la escoba para mirar a su compañera de trabajo─, espero que todo vaya bien. Minato-sama es tan bueno con todos, tan amable y nos ayuda tanto que no me gustaría verle triste o que sufriera.

─Yo también lo espero. Me gustaría ver al señor Minato más feliz de ahora en adelante ─respondió, para luego mirar seriamente a su amiga y decir─ Inmediatamente termine de colgar esto, nos vamos a limpiar ese cuarto.

─Mala ─lloriqueó la mucama─. Está bien, por esta vez te haré caso ─comentó con libertad, ganándose una mirada enojada─. Tal vez conseguimos reparar algo…

 

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Ya pasadas varias horas de marcha, el rubio logró sentir entre los dedos del pie las arenas del mar. Vio brillar las olas al levantarse y al dejarse caer con estruendo, creando ese sonido único que sólo la majestad del océano puede producir. La marea, oportunamente, no era alta; pero era casi mediodía así que el sol refulgía con todas sus fuerzas, provocando la creación de miles de diamantes en el ancho azul. Era un escenario precioso. Minato, en su naturaleza curiosa, tuvo que preguntar:

─¿Adónde es aquí?

─Un lugar un poco más apartado. Lo que ves a tu lado ─contestó el moreno, mirando de reojo a Minato y señalando a la derecha─, son las playas públicas.

─Eso significa que estamos en un espacio “exclusivo” de los Uchiha.

─Podría decirse.

─¿Tu familia siempre ha sido tan extravagante?

─Sí, desde siempre. Normalmente suelen comprar terrenos adónde sea que vayan. El mar no es la excepción.

─Efectivamente es una vagancia extra ─admitió Minato, sin dejar de impresionarse nunca por el hecho de que la familia de su esposo estuviese en tan ricas abundancias. Cruzó los brazos y se encaminó un poco más adentro, disfrutando de las aguas suaves que se acercaban.

─Si tú lo dices ─dejó pasar el de los ojos negros─. Pero te recuerdo algo…

─¿Qué?

─Justo ahora, tú eres mi familia ─y la mirada oscura se posó en la azul unos instantes, para apartarse después. Esa frase y esos segundos bastaron para que el rubio percibiera un temblor ligero pero agradable en su pecho.

─Dado eso, quiero verlo todo ─pidió el ojos-azules con entusiasmo, tomando al otro de la mano para caminar a la orilla del mar. A media avanzaban con tranquilidad, Minato iba recogiendo las conchas más raras que encontraba, haciendo que Fugaku riera discretamente y dijera:

─Pareces un niño chiquito.

─Lo que pasa es que aún tengo el alma joven, viejo amargado ─objetó Minato, frunciendo graciosamente la boca.

─No soy viejo. Y no lo creo ─comentó el otro, mientras se agachaba también para recoger también algunas conchas. Estuvieron en eso un buen rato. La diferencia entre las conchas del rubio con las del moreno eran muy notables: si el rubio escogía las más pequeñas y vistosas por sus colores, el moreno tomaba las más grandes pero opacas y de tonalidades oscuras.

─Las tuyas son muy tristes.

─Las tuyas son demasiado pequeñas y no me quejo.

─Las mías son más brillantes.

─Pues las mías son más grandes.

─¿Tienes que ser un engreído en todo? ─replicó el rubio.

─Es porque siempre gano ─sonrió arrogante el moreno, ganándose una mirada de advertencia.

─Es mejor que las devolvamos al mar ─comentó Minato olvidando rápidamente el tema.

─¿No las quieres conservar?

─Me gustaría, pero cuando las lleve a casa perderán su belleza, porque necesitan el agua del mar.

─Sí tú lo dices ─aceptó nuevamente el Uchiha, mientras iban mar adentro hasta llegar a un punto donde las aguas les llegaba a la mitad del cuerpo. Agacharon las manos y dejaron que el agua se llevara las conchas. El único detalle en el que no repararon fue que al agacharse, no pudieron ver la gran ola que se levantaba frente a ellos, y por ende, el mar les dejó caer la ola con violencia, cubriéndolos en su totalidad y empujándolos con volteretas a la orilla. En medio de la sorpresiva revolcada que les regaló el orgulloso titán, el moreno buscó con sus manos el cuerpo del rubio. Súbitamente logró sujetar su mano y lo jaló con fuerzas para pegarlo a su cuerpo. Ya teniéndolo cerca, rodeó a Minato con un brazo mientras el otro buscaba algo para sujetarse. Al final, lograron quedar tendidos en la arena; Fugaku resoplando y apartándose el agua de la cara y los ojos, con Minato extendido sobre su cuerpo boqueando, escupiendo agua y recobrando el oxígeno para enviarlo a sus pulmones.

─¿Estás bien? ─preguntó la voz del rubio. Fugaku volvió a verlo levantando un poco la cabeza, maravillándose con la vista: Minato tenía la ropa completamente empapada y pegada, obsequiando, sin saberlo, a su consorte una perspectiva sensual y erótica de cada curva de su cuerpo.

─Estoy bastante bien. Muy bien, de hecho… ─contestó un poco alucinado el mayor, olvidándose de que el mar casi los arrastra, apoyando sutilmente sus manos en la cintura de su esposo─. ¿Y tú?

─Yo también pero creo que tragué agua ─dijo el menor haciendo caras chistosas.

─¿De verdad? Si necesitas respiración “boca a boca”, lo haré con gusto…

─¡No seas idiota! ─exclamó Minato, repentinamente sonrojado─. Mejor levántate rápido o nos caerá otra ola encima ─y paso seguido, comenzó a incorporarse. Fugaku, con un poco de torpeza impropia de él, también se levantó sin despegar ni por un segundo la mirada del cuerpo del ojos-azules.

<<Tengo ganas de hacerle el amor en el mar…>> eran los pensamientos insanos del Uchiha, fascinado con la imagen que tenía enfrente. <<La ropa se le pega casi con lascivia…>>

─¿Te golpeaste la nariz?

─¿Eh?

─¡¿Te entró agua en los oídos?! ¡Te estoy preguntando si te golpeaste la nariz! ─volvió a exclamar Minato, acercándose a Fugaku y revisando el hilito rojo que se escapaba de una de sus fosas nasales. El moreno llevó una de sus manos a la nariz y confirmó la sangre escurriendo por ella. Se limpió con agilidad y dijo:

─No lo sé. Tal vez… ─el más bajo sólo lo vio sospechosamente, sin creerle y siguió interrogando:

─¿Trajiste ropa extra?

─Sí. ¿Por qué?

─No podemos andar con la ropa mojada.

<<Tú sí deberías…>> siguió imaginando cosas en su mente, el más alto.

─La dejé en el maletín que traía. Tendríamos que volver al auto.

─Bien. Volvamos ─ordenó por último el otro, para abrazarse a sí mismo. Sin advertencia previa, Fugaku comenzó a reírse─. ¿De qué te ríes?

─No lo sé ─contestó sincero Fugaku sin parar de reír─. Creo que más tarde esto se convertirá en una anécdota divertida…

─Sí, pero eso será más tarde. Aún no es momento para que te pongas a reír.

─¿A ti te dio miedo? ─sin parar de reír.

─¡Claro que no!

─No hay problema, puedes admitirlo.

─Cállate o hago que el oxígeno deje de llegar a tu cerebro. Bueno, menos de lo que ya llega.

─No hay necesidad de ponerse violentos… ─dijo el moreno, pasando su brazo por la cintura de su rubio y atrayéndolo a su cuerpo. Minato no rechazó el acercamiento, y con esa misma posición llegaron a la cabaña que había en dicho terreno y al estacionamiento para recoger el maletín con su ropa. El rubio recibió las llaves para abrir la cabaña, mientras el moreno traía la ropa desde el auto.

Dicha cabaña podría describirse mejor como una hacienda. Era tan grande como su propia casa sin abandonar el estilo tropical digno del mar. Fugaku llegó con la ropa y el rubio, por su propia seguridad, se metió al baño a cambiarse dejando al moreno solo en el cuarto. El moreno lamentó verle nuevamente sin la ropa mojada, pero Minato ya tenía sus sospechas así que mejor no pensaría ni diría nada. Salieron del cuarto, en lo que el mayor los conducía a la terraza techada donde le dijo que tendrían el almuerzo. Sorprendentemente, ya estaba puesta y servida la mesa, lista la comida para ser devorada. Y claro que todos los platillos pegaban con el ambiente: habían mariscos, pescado fresco y cocinado de diferentes maneras. Al ver todo tan premeditado, el rubio inquirió:

─¿Cómo preparaste todo esto?

─¿Te refieres a la comida?

─Exactamente.

─¿Miras la casa más allá? ─dijo Fugaku señalando una pequeña casita a lo lejos, a la izquierda.

─La veo.

─En esa casa vive una familia, desde que tengo memoria. Creo que fue mi abuelo, el que le permitió a su abuelo vivir aquí. Desde entonces, ellos han habitado en esa casa, trabajando para mi familia y haciéndose cargo de esta casa, preparándola en caso de que alguno de los Uchiha venga. También tienen su propio negocio en pescadería, ya que esta costa es realmente buena y útil para eso. Así que se les deja vivir aquí a cambio de unas cuantas cosas ─Minato enarcó ambas cejas, curioso por el relato que su esposo le acababa de contar.

Pasaron a comer y se saciaron de la comida allí puesta para ellos. Sobre todo Minato, que le encantaba lo que comía. Justamente cuando terminó el rubio su último bocado, pidió:

─Quiero ir.

─¿Adónde?

─Allá ─puntualizó señalando la casita en la lejanía.

─¿No quieres esperar un rato? ─quiso saber Fugaku, con un poco de reticencia ya que se sentía algo pesado por todos los alimentos ingeridos.

─¡Vamos! ¡Quiero ir! ─pidió nuevamente Minato, utilizando el mejor y más tierno de los rostros de su arsenal.

─Mmm… Me siento lleno…

─Caminar un rato hará que te baje la comida más rápido. ¡Por favor! ─siguió insistiendo, con el conocimiento perfecto de que su moreno no se le iba a resistir.

─Está bien ─concedió al final el mayor, levantándose junto al rubio para emprender la marcha hasta dicha casita. Esta vez, se limitaron a caminar sólo por la orilla, ya que ninguno quería ser sorprendido otra vez con la misma experiencia.

Como ya era un poco más tarde, el viento también soplaba, arrojando una brisa fría del sur. Minato se acercó un poco más al Uchiha, ocasionando que el brazo de Fugaku se posara en su cuerpo. El rubio agradeció en silencio la caricia.

Al tocar la puerta, una señora de rostro bronceado por el sol, el cabello castaño recogido en una coleta alta, con un vestido largo y manos finas los recibió. Ella abrazó con efusión a Fugaku, para extrañeza de Minato. Al soltar al más alto del abrazo de oso, la señora dijo:

─¡Pero si es el señor Uchiha! ¡Cuánto tiempo teníamos de no verlo! ─Fugaku solamente sonrió. Luego, la mujer posó su mirada en Minato y preguntó─ ¿Y quién es su atractivo acompañante?

─Él es mi esposo.

─¿“Esposo”? ─repitió la anfitriona.

─Permítame presentarme: Soy Minato Namikaze de Uchiha ─dijo con amabilidad, mientras extendía la mano. La señora ignoró la mano y se lanzó a darle otro abrazo asfixiante, que Minato devolvió con un poco de esfuerzo. Una vez lo soltó, exclamó con alegría:

─¡Así que es usted el esposo de Fugaku-sama!

─Pues sí… ─sonrió un poco nervioso el ojos-azules.

─¡Pero no se queden allí! ¡Pasen, pasen! ─chilló con mucha emoción la mujer, jalándolos de las manos haciéndolo entrar─. Discúlpenme un segundo, iré avisarle a mi marido ─y acto seguido, desapareció.

─Se miraba muy emocionada por conocerme ─comentó Minato, como quien no quiere la cosa.

─Ella se emociona por todo, no te asustes.

─Entendido.

Apareció un nuevo personaje por un pasillo que conducía a la sala. Era un hombre de tez bronceada como su esposa, de espaldas anchas, brazos y piernas largas. También se alegró mucho al verlos en su casa:

─¡Casi no le creo a mi mujer cuando me lo dijo pero… Fugaku-sama realmente está aquí! ─se adelantó hasta ellos y le estrechó fuertemente la mano─. Cuando me dijo que preparáramos su casa, no me esperé que nos visitara. Es un honor tenerlo aquí, señor ─con una elegancia inesperada de un pescador, estrechó más suavemente la mano de Minato, afirmando más que preguntando─ Y usted debe ser… El señor de Uchiha.

─Correcto, mucho gusto ─respondió Minato sonriendo y regresando el apretón de manos.

─No Minato-sama, el gusto es nuestro al recibirlos en nuestra casa. Y, perdonen mi falta de modales, quisiera saber que podemos hacer por ustedes ─dijo mientras volvía al lado de su esposa.

─Yo quería saber quién había preparado la comida para nosotros.

─Fui yo, señor ─respondió la mujer.

─¡¿En serio?! ¡Pues es con usted con quién yo quiero hablar! ─dijo el rubio para acercarse a la señora y decir─ Quiero que me dé al receta de sus platillos. ¡Simplemente los amé!

─¡Qué galante! ─alabó la mujer un poco ruborizada─. Será todo un gusto. ¿Desea pasar a la cocina? ─y le invitó con un gesto del brazo.

─¡Por favor! ─dijo Minato con evidente felicidad. Ambos se retiraron para hablar de temas culinarios. Tanto Fugaku como el viejo pescador se quedaron en la sala charlando un buen tiempo, narrando un poco de sus vidas. El moreno realmente disfrutó aquella tarde; le llegaba hasta los oídos la cascada fresca del la risa de Minato, habló y compartió tiempo con un viejo amigo, tuvo una tarde relajante, una tarde que no recordaba tener desde hace mucho tiempo.

─Muchas gracias, no tiene idea de cómo se lo agradezco ─decía Minato en la puerta de la cocina ya pasada la tarde, en lo que la oscuridad se cernía sobre la tierra.

─No hay de qué ─dijo la señora, sonriendo gentilmente.

─Querida ─interrumpió el pescador a los cocineros─, me gustaría proponerte a ti y a nuestros invitados una cena.

─¡Claro que sí! ─dijo rápidamente la aludida─. Si eso hemos estado preparando con Minato-sama. Denme un momento, que ya la sirvo.

─Yo le ayudo ─se apresuró a decir el rubio.

─Gracias ─y tal y como se había propuesto, pasaron a cenar exquisitamente. El ojos-azules había aplicado bien los consejos aprendidos y la anfitriona le alabó por ello. Tuvieron una cena tranquila y una charla amena. De repente, el anfitrión propuso:

─Tengo un sake guardado desde hace mucho tiempo, ya que mi médico me ha prohibido que beba mucho alcohol. Me gustaría compartirlo con ustedes, si gustaran.

─Claro.

─Por supuesto.

─Discúlpenme un minuto, iré a traerlo ─y efectivamente, después del minuto transcurrido, ahí estaban los vasos puestos en la mesa. Al probarlo ambos, examinaron su sabor y comprobaron que era un sake de muy buen calidad.

A Minato le gustó especialmente, y pidió una copa más.

Y otra. Y otra. Y otra.

También Fugaku pidió varias copas más, pero él era mucho más resistente al alcohol que su consorte. Por lo que Minato, a pesar de que tanto él como Fugaku ingirieran la misma cantidad de sake, ya estaba desorientado y un poco somnoliento. Al ver esto, Fugaku tuvo que despedirse de sus anfitriones, excusándose cortésmente y llevando al rubio por un brazo. Tanto el pescador como su mujer, tomaron muy bien su despedida, dejándole muy claro que les había encantado su visita, que esperaban volverlos a ver pronto y deseándoles un buen viaje.

Cuando el moreno se dispuso a marchar hacia la casa, decidió que era mucho más fácil llevar a su esposo en brazos. Susurrándole, le pidió que colocara sus brazos alrededor de su cuello y Minato obedeció. Luego, lo cargó, admirándose por el poco peso que su rubio tenía. Aquí entre nos, el moreno creyó que le tomaría trabajo llevarlo hasta la casa en brazos, pero se asombró muy agradablemente al saber lo fácil que era cargarlo. Recordó la primera vez que tuvo a Minato de esa manera y se sintió muy feliz de poder volverlo a hacer. Contempló la luz plata de la luna caer sobre su rostro, otorgándole un aspecto hermoso e irreal. Sonrió con ternura (ya que nadie lo estaba mirando) viendo al menor encogerse en su pecho y acobijarse. Le besó la frente, ocasionando que el otro abriera los ojos y le sonriera también. Inmediatamente volvió a cerrarlos, para entrar en un nuevo sopor.

Fugaku lo dejó primero en el auto, para luego pasar trayendo la ropa que había dejado en la casa. La volvió a cerrar completamente y se dispuso a marcharse a la ciudad.

Condujo mucho rato en silencio, simplemente mirando la carretera y de vez en cuando a la persona a su lado.

Al llegar a su hogar, volvió a repetir la misma acción.

Justo como la primera vez que entraron en esa casa, Fugaku cargaba en brazos a Minato, con la única diferencia de que esta vez estaba dormido.

Cruzó la sala, subió las escaleras y abrió la puerta del cuarto con un puntapié. Dejó a su rubio en la cama, con toda la suavidad de la que era capaz y pasó a envolverlo. Lo vio fijamente.

Dormido, tierno e indefenso.

¡Qué ganas de poseerlo le invadieron por un momento!

Pero se controló.

Sólo Dios y la Luna fueron testigos del esfuerzo sobrehumano que hizo.

Por el contrario, le dio un beso puro y casto en la frente, acarició su mejilla, contempló su belleza y partió de la habitación.

Orgulloso de su esfuerzo, agradecido con la vida por la persona que le había entregado y dispuesto a hacer lo imposible para no perderlo.

Haciendo cálculos, consideraba ganado un 20%.

Con pensamiento optimista, durmió tranquilo, esperando un nuevo día.

 

Notas finales:

Espero les haya gustado mucho.

Recuerden, sus ideas son valiosas para ayudar a Fuga-chan.

Y no olviden que eso nos acerca al lemmon... ( ¬///¬ )

Sus reviews, el único pago por mi esfuerzo...


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