—Estamos en proceso de divorcio— Aseguró, arrebatando el cigarrillo casi consumado de mis labios, atrayendo una amarga mirada por mi parte. Con las mejillas húmedas y los párpados hinchados, bufé.
Sasuke, el cual, luego de reducir el cigarrillo a montos de tabaco esparcidos por el suelo, acarició una de mis mejillas con una masculinidad latente, intentando sobrellevar la situación.
Yo, quien reprimía coléricos gritos en mi irritada garganta, le sonreí. Fingiendo creerle aquella absurda mentira, inclinando mi cuerpo en la punta de mis pies, acercando mis labios a los suyos. Besándolos con desesperación, derramando un par de lágrimas silenciosas.
—No mientas, Sasuke. Tú nunca dejarás a tu esposa. Nadie nunca lo hace— Susurré, apático, contra su oído. Sasuke se separó de mí, abrió la boca para responder y, luego de unos segundos, la volvió a cerrar, sin decirme nada.
Se alejó de mí minutos después… yéndose, dejándome solo. Vistiendo tan sólo una camiseta, siendo estampado por la dura lluvia que empapaba en totalidad el cuerpo de ambos. Observando silencioso cómo Sasuke se adentraba a su automóvil y se marchaba.
Repitiendo esta absurda rutina una y otra vez, día tras día.
Tomando otro cigarrillo me senté en el porche de la entrada, recibiendo de entero la estrepitosa lluvia; mirando el suelo bajo mis pies. El humo apaciguaba la temperatura, el cosquilleo delicado contra la garganta me abstraía, me conducía a un universo alternativo.
Cuando el cigarro se consumió por completo contra mis dedos, quemándolos en el proceso, me adentré nuevamente a la casa. Siendo recibido por el calor hogareño de esta. Dejando rastros de agua en el suelo.
Hace unos cuantos minutos, Sasuke y yo habíamos estado sobre el sofá que estaba ahora a mi lado, abrazados, haciendo el amor una y otra vez, luego de discutir durante horas por el estado sentimental del mayor. Refutando el ojiazul que el único motivo de su visita era, su discusión con Sakura.
Siempre resultaba siendo la misma situación. Sakura y Sasuke discutiendo, por razones desiguales, siendo Naruto el desahogue sexual del moreno. El único heredero Namikaze había deseado terminar con aquella situación, una y otra vez; pero, luego, al ver el rostro de Sasuke con esa expresión impertérrita, característica en él, todo rastro de entereza desaparecía, se derrumbaba, al igual que su confianza y autoestima.
Recordaba nimiamente varias de las tantas disputas entre ambos.
—Yo amo a Sakura, por eso estoy con ella.
— ¿Y por qué estás conmigo?
Sasuke, en ese momento, callaba, e iracundo se marchaba.
Entonces, ¿Por qué Sasuke estaba conmigo? ¿Desahogo sexual?
Me abracé a mí mismo, echándome encima de las esparcidas ropas sobre el sofá, con el aroma de Sasuke impuesto sobre él. Repasando con mi lengua el sabor amargo a tabaco.
Bien podría seguir con esta relación hasta que Sasuke quisiese, hasta que el Uchiha se aburriera de su presencia, hasta que lo considere un polvo monótono y le bote, continuando así con su relación amorosa. Siguiendo con Sakura, su esposa y compañera, la futura madre de sus hijos.
—En la antigüedad, era normal mantener relaciones pasajeras con personas del mismo sexo, por eso no te preocupeis, mi kitsune, Sakura comprenderá.
— ¿Pasajera?
Una sonrisa melancólica se posó sobre sus agrietados labios; Sasuke era bastante brusco al hacer el amor y las partes golpeadas de su cuerpo lo demostraban: sus labios rotos, sus muñecas enrojecidas, sus muslos amoratados y la poca funcionalidad de sus piernas. Todo aquello era índice de su deplorable estado, pero, más allá de golpearlo mediante su sesión de sexo, Naruto estaba herido por algo totalmente diferente: que Sasuke hubiese pronunciado durante el orgasmo el nombre de la Haruno.
Hiriéndolo, murmurándolo de manera inconsciente, incontables veces contra su oído.
—Sakura. Sakura. Sakura.
Sakura.
Sakura.
Sakura.