Seúl, Choi Corporation.
Todas las féminas que laboraban en Choi Corporation, desde la entrada del edificio hasta el piso de presidencia, acostumbraban observar con una mezcla de amor, admiración y deseo a Choi Sooyoung mientras realizaba su recorrido de cada día por la empresa.
Sooyoung era sin lugar a dudas la mujer más poderosa de toda Corea del Sur. Miembro de una de las familias aristocráticas con gran historia y prestigio, creció recibiendo tan solo lo mejor. Bella y educada, galante e inteligente, no existía hombre o mujer que no cayese a sus pies; pero la presidenta y accionista mayoritaria del grupo Choi no prestaba demasiada atención a sus admiradores, porque se encontraba felizmente casada con Kim Hyoyeon.
La castaña entró a su oficina y enseguida revisó documentos. Firmó los papeles aprobados por Seohyun, su hermana menor y mano derecha, el cerebro de la compañía. Sooyoung no haría un movimiento sin consultarlo con Seohyun.
Las puertas de su oficina se abrieron y por ellas entró una elegante rubia con cierta actitud prepotente. Su secretaria le pedía disculpas con la mirada. Sooyoung hizo un ademán restándole importancia.
-¿Qué ocurre, querida?-preguntó la castaña caminando hacia el sillón donde estaba sentada la rubia.
-No has cumplido tu promesa-respondió con enojo la mujer recién llegada.
-He sido fiel, Hyoyeon-argumentó Sooyoung con una sonrisa traviesa.
-Es lo menos que podías hacer-atacó su esposa-la última vez me engañaste con cuanta mujer se ponía frente a ti.
-Eso fue hace mucho tiempo, pensé que lo habías superado-comentó la más alta sirviendo dos copas de vino y ofreciéndole una a su esposa.
-No vine a hablar de tus aventuras del pasado-dijo con firmeza Hyoyeon dejando la bebida sobre la mesa de vidrio-Prometiste que encontrarías a nuestro hijo.
-Es muy difícil, incluso para alguien con mi poder, Hera-alegó la presidenta Choi-Entiende que Ares podría ser un bebé o un joven, incluso podría haber reencarnado como mujer como me pasó a mí.
-Para ti en sencillo decirlo, Zeus. Tienes a tu amada hija Atenea a tu lado pero yo no tengo a mi adorado hijo-alegó con terquedad la rubia.
-El que mi hermana terrenal sea mi hija fue una coincidencia del destino. Volviendo al tema, Atenea tiene la teoría de que cuando aparezca Afrodita aparecerá Ares-comentó Sooyoung tomando las manos de su esposa para tranquilizarla.
-También desconocemos el paradero de Afrodita-dijo con pesar la reencarnación de la diosa Hera.
-Tan solo debemos buscar a la mujer más bella del planeta-aseguró con una sonrisa la reencarnación de Zeus.
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Mar Mediterráneo.
-¿Estás segura que quieres nadar en estas aguas? Son muy profundas-cuestionó una hermosa y encantadora mujer de cabello negro a su amiga.
-Nada que el dios de los mares no pueda controlar-respondió con un guiño coqueto la seductora rubia.
Tiffany Hwang se sonrojó, sus recuerdos volvían poco a poco y no aceptaba completamente que ella era, además de la heredera al más grande imperio naviero de Corea, la reencarnación del dios griego Poseidón.
-Ten cuidado-le pidió a Jessica Jung, su mejor amiga desde la infancia, antes de que saltará del yate.
La joven Jung disfrutaba de la sensación de nadar entre las heladas aguas ya que en el mar se sentía completamente libre. Libertad que perdió en el momento en que los recuerdos de su vida pasada volvieron a su mente. Lo extrañaba demasiado, el oxígeno no resultaba suficiente para vivir sin él a su lado; pero se encontrarían, él se lo prometió.
Nadó hasta una pequeña isla y salió a la superficie con la espuma del mar escurriendo por su cuerpo de infarto. Sus ojos se encontraron con una intensa mirada chocolate que prácticamente la devoraba.
La castaña mujer caminó hacia ella con una traviesa sonrisa. Jessica se quedó estática y muy sorprendida.
-No tienes idea de cuanto te he buscado, Afrodita-dijo la extraña con una voz tan apasionada como el fuego mismo.
Solamente uno de los dioses del Olimpo podría conocer su identidad al instante de verla, y solamente su dios era capaz de hacerla temblar con el sonido de su voz. El corazón de Afrodita lo comprendió en ese momento.
-Mi amor…Ares-murmuró antes de abrazar a la castaña con fuerza, como añoró hacerlo por tanto tiempo.