Kyo fuma para calmarse, porque fue un hábito que cogió cuando terminó esa larga relación amorosa que le destruyó el corazón y le convirtió en el ser cínico que es hoy en día, que se enfoca en todo lo negativo de la gente y que no busca crear vínculos afectivos con nadie que no sea un integrante de DIR EN GREY, y eso porque ellos son sus amigos. Los únicos que le quedan y a quienes no se puede permitir perder.
También fuma, porque está confundido, atrapado en un remolino del que no puede escapar y pensar demasiado cuando involucra emociones, es algo que se ha prohibido. No darle muchas vueltas a ningún asunto, sólo darle la espalda y continuar con su vida.
Y es lo que hace, muy a su manera.
Esos encuentros casuales en hoteles baratos, siempre aparecía oculto bajo ropa común y corriente, gorras y enormes lentes de Sol, y con un nombre falso para que no sepan que es él. Esos mismos encuentros que se han vuelto en cierto modo necesarios.
Presionarse contra esa piel tibia y suave, invitante. Ese cuerpo estrecho y pequeño que le recibe gustoso y en el que él se oculta del mundo real.
Por eso fuma mientras le penetra, sus cuerpos danzando eróticamente sobre la cama, que se ha convertido en una especie de campo de batalla, en la que ambos cuerpos son bandos enemigos y buscan dominar al otro, hacerlo ceder.
Lo único bueno de esta guerra es que ambas partes, cuando alcanzan el clímax, salen ganando.
Empuja más y más, gime roncamente y siente como es apretado con fuerza, y como esas piernas que le rodean la cintura le guían más hondo. Más profundo.
Se da un minuto para poder sacarse el cigarrillo de la boca y expulsar una cortina de humo que les oculta del mundo, mucho más que la puerta cerrada y las cortinas corridas.
El cuerpo bajo el suyo le araña un brazo y él ríe bajo, casi guturalmente, mientras se inclina lo suficiente para ejercer más presión y poder morder el hombro pálido y perfecto que está expuesto para él.
Marcar esa piel que es como de porcelana le brinda un placer que le recorre como un escalofrío.
Se mueve, imprimiéndole un ritmo más veloz a sus embestidas, sintiendo como el otro vocalista que está a su merced, aprieta las sábanas entre sus manos y le regala su mejor canción.
Él es mucho más reservado en ese aspecto, y su voz es su instrumento. Lo más preciado que tiene, y no quiere ofrecérsela a nadie. Lo haría vulnerable, y no puede volver a ponerse en esa postura.
Mostrarle el cuello y darle esa arma filosa a su antigua novia fue su perdición... a Ruki sólo le muestra su cuerpo desnudo, pero su alma está recubierta de acero, la ha blindado también que por eso mismo es que está confundido.
Un huracán llamado Ruki ha sacudido sus cimientos, pero él quiere creer que el Kyo que ha construido sobre el dolor y la angustia que vivió en el pasado es más resistente que esto.
Por eso muerde, empuja, aprieta las caderas estrechas del otro hermoso hombre que se desmorona entre sus manos, a quien empieza a moldear para él.
Ruki gime bajo después de un particular gemido agudo y prolongado y cierra los ojos. Recibe a Kyo por completo, ese cuerpo firme y fuerte que parece no cansarse y tener mucho aguante.
La cama vibra, todo él lo hace, no piensa bien.
Kyo vuelve a coger el cigarro y le da otra honda calada, se inclina sobre él y le besa, pasándole el humo.
Lo retiene unos instantes, lo siente recorrer sus pulmones, infectarlo, como Kyo mismo hace, insertándose en él poco a poco, y después lo expulsa, sabiendo que aunque lo haga, siempre quedará una parte dañina en su interior.
No importa.
La pasión, el deseo, el poder se destruido desde adentro hace todo esto aún más atractivo.
Kyo le acaricia con dureza, no es alguien muy cariñoso, pero él no lo necesita, con que le regale un orgasmo cegador estará más que satisfecho. De esos orgasmos que sólo Kyo sabe darle y que le hacen ver estrellas y sentirse tan feliz y cansado que termina quedándose dormido y cuando despierta, lo hace a una habitación vacía, pero con el cuerpo limpio y un vaso de poliestireno lleno de café caliente, con alguna marca de una cafetería cercana impresa.
Gruñe porque Kyo ha embestido y le ha acariciado el interior, justo ahí donde todo empieza para que él pueda disfrutar el universo y codearse con las estrellas y meteoritos.
La velocidad de las caderas del vocalista de DIR EN GREY aumenta más y más, hasta que los dos alcanzan el clímax y sus respiraciones son tan agitadas que ninguno de los dos quiere hablar.
Kyo sigue fumando, las espirales de humo se elevan hacia el techo y se esfuman, se convierten en nada. Como ellos dos cuando el sexo, tan espléndido que sucede en esa cama, se termina.
—¿Cuándo podremos volvernos a ver? —pregunta Ruki, esta vez no quedó tan agotado.
Aún sigue despierto, sus ojos se cierran, pero tiene tiempo suficiente para escuchar la respuesta.
—En dos semanas, yo te haré llegar las direcciones.
Y sin decir más, cierra los ojos, se dispone a dormir.
Cuando abre los ojos, está vestido, limpio y cubierto por una delgada sábana. Se gira en la cama y estira la mano para coger el vaso lleno de café tibio que le espera en el buró.
Da un corto sorbo y siente el líquido tibio recorriendo su garganta, inyectándole un poco de vitalidad.
Se pone de pie, busca su chaqueta y sale de ahí.
La historia se repetirá en dos semanas.