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¡Yo que sé! por Kurai neko

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Sólo fueron dos pasos, pero los suficientes para darse cuenta de que algo iba mal.
Paró su andar y miró hacia abajo, moviendo los dedos de los pies y notando el movimiento por debajo de la tela de los calcetines.
Iba descalzo.

Pateó frustrado y estuvo a punto de volverlo a hacer para desfogarse del dolor que le provocó tal acción, sin zapatos, sobre el suelo de piedra cubierto por un poco de gravilla y tierra que había llevado el viento dentro del Templo.

Quería, simplemente, dar una vuelta ¿pero dónde iba a ir descalzo?
No que fuera algo que realmente le impidiera la salida si se empeñaba en ello, pero fue una excusa vaga de su inconsciente para quedarse cerca y no ir más allá de los más altos escalones de la entrada de Géminis.

Se sentó y resopló, igual que como había hecho dentro de la casa.

Esto no puede seguir así.

No sabía cuanto tiempo llevaba sintiéndose de esa forma, lo que sí sabía era que si no le daba una salida a esos sentimientos de los que aún no se aseguraba, podrían estallarle en la cara. Y lo peor es que no sólo lo dañarían a él mismo. También podían llegar a dañar a Saga.
Eso no podía permitirlo.

Irguió la espalda, formando arrugas en su frente al empezar a pensar.
No volvería al Templo hasta estar seguro de lo que sentía. Esa era la única manera de saber que quería realmente y si valía la pena moverse en la dirección que aquella extraña calidez en su pecho le señalaba.
Aunque tenía más que claro que si luchar por esos sentimientos era lo mismo que hacer sufrir a Saga, seguramente se los tragaría de la misma manera en que venía haciéndolo.

Se agarró del escalón en el que estaba sentado con ambas manos, encorvándose de nuevo.
Sabía que quería a su hermano. Eso era un punto de partida. Al menos, era algo. Pero nunca se había atrevido a pensar en él como algo más que un hermano.
Tal vez un hermano por el que daría la vida, uno por el que daría cualquier cosa con tal de verlo feliz.

Uno por el que he dejado el Templo Marino sin pensar en cuanto me dijo que viniera con él.

Suspiró, cerrando sus ojos, suavizando la piel de sobre ellos.
Los motivos por los que Saga lo llamó seguían siendo un misterio. Kanon estaba prácticamente convencido de que esa era su forma de disculparse por el encierro al que lo confinó.

¿Y sus razones para volver?¿Cuáles eran?
Lo había echado de menos. Pero tampoco había pensado en él desde hacía mucho.
Cada vez que su rostro, tan parecido al propio, se aparecía por su cabeza una extraña sensación contradictoria surgía. Así que terminó por separarlo del todo de sus pensamientos.

Pero viviendo con él no podía hacer eso. Era inevitable no sólo el verlo, si no el ocupar parte de su deliberaciones en él.
Casi estaba seguro que un treinta por ciento de los vagabundeos de su mente en un solo día estaban dedicados a su hermano. Al menos como mínimo.

Apretó los dedos, agarrándose más fuerte de la piedra.

¿Pensará en mi tanto como yo en él? ¿Sentirá este dolor cuando no está a mi lado?

No era exactamente eso lo que le apretujaba el corazón. Era más bien un ansia de verlo, de rozar su mejilla en una tierna caricia escondida tras la intención de apartar el pelo de su rostro. La incertidumbre de no saber como se encontraba, que hacía.
Era la inquietud producida por unas ganas inmensas de protegerlo de todo, de abrazarlo como cuando eran un par de niños que corrían el uno tras el otro en un juego en el que ninguno de los dos perdía ni ganaba.

Esto no lleva a ninguna parte... ¡a ninguna!

Estaba volviendo al mismo punto que lo había desquiciado antes.

Trató de serenarse, respirando lentamente y moviendo las manos. Las cerraba en puños y volvía a extender los dedos. Una y otra vez.
No tardó mucho en recuperar el control de su cuerpo y mente.

¿Cómo averiguar aquello que lo preocupaba?
Se tomó un tiempo en vaciarse de todo y sentirse completamente tranquilo. Y lo que buscaba llegó.
No la respuesta a la pregunta que le daba vueltas, pero sí una posible forma de llegar a ella.

Enfocó sus pensamientos en Saga y empezó a preguntarse sobre él.

¿Lo quería?
Sí. Eso ya lo sé.

¿Le dolería perderlo?
Más que a nadie.

¿Por qué acudió a su llamada?
Es mi hermano.

Eso no es todo.
Quería estar con él...

Pero no habías pensado en Saga desde hacía tiempo.
Dolía recordarlo.

Ansiabas tenerlo.
Lo quería entre mis brazos.

No quieres que nadie más lo tenga.
... eso no es así.

Es cierto.
Sólo que... yo también quiero una pareja.

- Lo quiero a él de pareja.

Se llevó la mano a los labios, tapando la boca que progresivamente se iba abriendo más y más, al igual que sus ojos fijos en los escalones de más abajo.

¿¡Qué he dicho!?

- Lo .. lo quiero de... – la voz le temblaba perceptiblemente – lo quiero de .. pareja.

Estiró las piernas, poniendo recta la espalda y tomando una gran bocanada de aire.

- Lo quiero de pareja – repitió más seguro, pero igual de bajo –. Lo amo.

Algo se removía en su interior, haciéndole sentir la certeza de las palabras que acababa de pronunciar.

- ... yo lo amo. Estoy .. enamorado.

Y el corazón le palpitó más fuerte, concediéndole el gozoso ahogo de su galope rápido e inusitado. Eran pocas veces las que latía así de frenético, así de conmovido.

Se levantó movido por la calidez en su pecho.
Empezó a andar, con paso firme hacia la parte interior del Templo, sin vacilar y dispuesto a arriesgar lo poco que tenía.
Ya había tomado su decisión. Ya había reunido las fuerzas para seguir el camino que le marcaba desde no sabía cuanto.

- Vale la pena.

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