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Memento Mori por LeylaRuki

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Notas del fanfic:

Este es la versión mejorada del que hice "juuyon sai no knife" fue una tarea de literatura así que me puse más seria al hacerlo...

Espero que les guste, especialmente a ti Barahime, que no se si estés acostumbrada a leer de este genero.

¡¡¡Viva J-Music!!!

A leer

Notas del capitulo:

No tiene lemon como me gusta a mí pero ya me imagino la cara de mi profe por poner esas cosas xD

 

     

No todo fue así de malo, conocí a ese chico de cabello castaño, de la misma altura que yo, llevando de un lado a otro su preciada guitarra. Shiroyama Yuu, o solo Aoi como le llamaba yo. Alguien muy fácil de hablar, establecimos una amistad muy sincera, y que con el tiempo fueron sentimientos que se convirtieron en algo más. Terminamos por aceptar que no era algo tan sencillo, pero que si hacia falta renunciaríamos a lo que no nos aceptara y entre esos aspectos entraron nuestras familias. Mis manos, mente, alma todo le pertenecía.

Puedo sentir el peso de mis actos sobre mi cuerpo. Amano Shinji, es mi nombre. A Yuu no le agrada tanto así que me decía Tora. En mi mundo yo soy lo que quiero por encima de todas las cosas y sobre todo, todavía estoy con él. Detuve el cambio que me estaban creando, terminé siendo alguien que sentía la humanidad y el ridículo de mi mezquina familia. Donde todos los que un día me amaron ahora me dan la espalda por mis preferencias, sintiendo un asco de joven que cambio un futuro prometedor por el que ahora tengo, y a pesar de todo me siento feliz. Resentimiento, odio, simplemente me deshice de esos sentimientos al momento de terminar lo que empecé.

Nos mudamos en un pequeño departamento decente, con el alquiler accesible para unos “niños”, levantando sospechas a nuestro alrededor y en algunas ocasiones recibimos malos tratos por parte de algunos vecinos.  Vivíamos como lo hacia una pareja normal, trabajamos y estudiábamos para nuestro futuro. Sentí por única vez esa calidez en mi cuerpo. Sin embargo, yo fui el culpable de que eso terminara, porque después de todo no todos los días le quitas la vida a la persona que amas.

Solíamos regalarnos una sonrisa por el hecho de mirarnos a los ojos, al felicitarnos por nuestros logros, poco a poco avanzábamos y comenzábamos a ser parte de la sociedad. Y ahora han pasado diez años desde que estaba encerrado, ni siquiera recordaba lo que era ser libre, el poder deambular por las calles y perder la noción del tiempo. Tampoco niego que me sentí frágil cuando salí de la cárcel y ver que no había nadie para recibirme, el miedo invadió mi cuerpo como un bebé abandonado. Y si, me quedé sin el calor de sus brazos, sin el sabor de sus finos labios y con su ausencia inquebrantable.

Entre mis antiguas pertenencias, logré encontrar el último regalo que me hizo Yuu, un cuchillo de bastante filo. En ese entonces yo había sido victima de varios asaltos, pero tenia con escasez catorce años y muchos se aprovechaban de eso, si hubiera sido otra persona, tal vez me hubiera regalado una simple y pequeña navaja, pero en cambio, tuvo que ser un cuchillo, por que el así lo quiso. Irónicamente no tuve la necesidad de usarlo.

Comprendimos a temprana edad lo que era el amor, lo que podía llegar a enseñar y lo mucho que podía destrozar a alguien tan simple como yo. Amor por personas, por la cosas, como el dinero del que él disponía, hizo que la gente a su alrededor le robara lo que podía. Yo no supe de la gran riqueza que poseía, ya que me lo ocultó por un tiempo. Admito que al principio me molesté, retirándole la palabra por al menos una semana, pero después de meditarlo bastante, comprendí que no era mas que un mecanismo de defensa para hacer que las heridas anteriores sanaran. Claro, me ofendí al pensar que el creyera que lo único que me interesaba era su dinero ¿Qué haría distinto si estuviera en su lugar? Me pregunté, “nada” me respondí. 

Todo fue bien después de ese incidente. El molesto cielo seguía produciendo el color azul interminable. Esa tarde llegó de sorpresa Miko a nuestro singular hogar. Esa chica tan peligrosa, de indudable belleza, cuerpo esbelto, cabello oscuro y largo, pero donde su linaje nipón no le dejaba pasar el metro sesenta. Teníamos tiempo sin saber de ella y la verdad estábamos muy bien así. Se negaba a despegarse de Aoi. De mil maneras le habíamos explicado que éramos una pareja, y de igual manera se negaba a aceptar que una persona con clase como él, se fijara en alguien de su mismo sexo y además sin dinero. Juraba que le enamoraría tanto que me dejaría sin pensarlo dos veces.

Un día llegué como siempre y la encontré forcejeando contra Aoi, no sé porque él era muy dócil como para golpearla. Era mujer, solo por eso. A mi no me tembló la mano para hacerlo, pero mi conciencia no me permitió sobrepasarme. Al cerrar la puerta y obtener nuestra privacidad, Yuu se perdió de vista. Le llamé por su nombre varias veces, pero no me respondía. Detrás del sofá, le encontré temblando, con sus manos en el centro de su abdomen, su rostro era opacado por las lágrimas y por un momento creí que había sido culpa de Miko que el estuviera en esa condición. Suprimiendo sus quejidos me dijo:

 —No es culpa, el dolor se irá —Me aseguró con una firme convicción, a pesar de que lo expresó con un casi inaudible hilo de voz.

— ¿Esto ya había pasado antes? —Sus palabras me dejaron en una especie de trance. No me contestó.

 Le ayudé para ponerse en pie, pero el dolor no cesaba y yo sentía que mis reflejos se hicieron más torpes, la verdad es que siempre he sido torpe; pero en ese momento estuve en mi límite. No supe cuanto tiempo pasó hasta que él se recuperó. Su calvario apenas comenzaba y el sufrimiento que se reflejaba en su rostro era infinito. Nada estaba saliendo bien. Miko nos seguía acosando, y él no mejoraba y me aclaró que un doctor no le curaría. Confesó que su enfermedad ya estaba muy avanzada y la muerte no se haría de esperar demasiado tiempo.

Habrán pasado un par de meses después de eso, de cierta forma se sentía mas tranquilo porque ya no tenia que esconderse. Hubo momentos en que el dolor no desaparecía como al principio, podía durar horas sin dejar de pedir para que se terminara el tomento. Teníamos miedo de lo que pasaría. Siempre tomaba su mano y no le soltaba hasta que él lo hiciera primero.

Cuando llegaron los días en que le costaba mas levantarse de la cama, yo le cuidaba, le abrazaba, besaba, pero jamás le dejé  solo. Incluso la actitud de Miko mejoró bastante y le cuidaba cuando yo no tenía tiempo. Por esa circunstancia nos unimos. Que ironía. Yo también estaba decayendo, el cuidar a un enfermo es desgastante mental y físicamente; pero no me rendiría, no lo hice hasta el último momento. Las enfermedades no distinguen entre personas, eso lo aprendí muy rápido, y a él, tendría que dejarle ir cuando tuviera que hacerlo.

Ya no recuerdo la última noche que dormimos felices.

Me aseguré de que Aoi descansara, y yo me dispuse a salir un rato para despejar mi cabeza. Miko quería hablar conmigo, la consideraba una amiga. Jamás se me ocurrió que para desahogarme, el alcohol funcionara tan bien. Nunca había bebido de la manera en que lo hice esa noche. Y a base de eso, desperté con una resaca que me derrumbaba en la cama de nuevo. No podía creerlo, una noche le bastó para abusar de mí, como si fuera su juguete favorito.

—Te juro que me enamoré de ti al ver la dedicación que le das a Yuu —Me embrutecía con sus palabras—. Quizás en el futuro podamos ser algo más.

Exhortó. Su chaqueta era lo único que cubría su cuerpo, trataba de persuadirme algo imposible.

 

 

No podía mirar a Aoi, el sabia que algo que pasaba, pero para mí, la traición era algo que no perdonaba y en ese entonces hubiera hecho lo imposible para que me perdonara. No podía escudarme en nada. Yo no se lo podía seguir ocultando por más tiempo. Pero cuando esa chica vino a mi, dos semanas después para darme la “grandiosa” noticia que seria padre, mi mundo se resquebrajó poco a poco. ¿Qué le podía ofrecer? ¿Estabilidad? ¿Dinero? ¿Dedicación en tiempo completo? Yo no tenía dinero, mi tiempo era exclusivamente para Yuu, y no seria el mismo una vez que me quedara solo.

Se había enterado de mi infidelidad, me sentía tan impuro, usado, decepcionado de mi mismo. —Está bien —Fue lo único que me dijo, no merecía ese trato…tan dulce. Después discutimos sobre la vida del no nacido, una vez más, yo no tenía derecho de pedir nada a cambio.

—Yo no tengo nada que ofrecerle —retiré el cabello de mi rostro, observando el semblante serio de los otros dos.

—Creí que lo aceptarías como tu hijo —Me replicó rápidamente Miko. Hizo un ademán con sus ojos, esperando a que cambiara de opinión.

—Yo me haré cargo de él —Determinó Yuu. Me recordó todo el dinero que podía dejarle de herencia, incluso para que yo pudiera seguir estudiando.

Cuando ella se fue, él recargó su cabeza en mi hombro. Desde ese día se mostró muy  tierno conmigo, en ratos parecía que se estaba despidiendo de mi. No entendía como alguien de mi edad podía tener tanto dinero, si sus padres “le habían desheredado”. Hizo todos los preparativos para dejar su fortuna en él bebé y sus esperanzas en mí. Sabía que su existencia ya no duraría demasiado entre nosotros. Yo quería perpetuar su imagen en mi mente, cada vez que tenia la oportunidad, recordaba los matices de su rostro, ya un tanto pálido pero con esa sonrisa indestructible en su semblante. Cada mes, Miko nos visitaba, dejándonos recuerditos de sus visitas con el doctor, al parecer todo iba a la perfección.

Se acercó a mí, manteniendo su mano en su abdomen, pero el dolor ya había pasado. Llevándome hasta el sofá, se acurrucó en mis brazos, sus sollozos se hicieron presentes entre nosotros. Él era muy fuerte, conocía su futuro, lo que le pasaría y aun así se aferraba a la poca vida que le quedaba, no perdía la ilusión de que se curaría.

—Llegará el momento en que después de todo no me podrás reconocer —Sentenció, acallando su llanto—. Donde no sabrás distinguir que el cuerpo inerte que quede seré yo.

Dejé caer mi cuerpo sobre el suyo.

 —Tú eres tú y no necesito que seas como ahora para quedarme a tu lado.

—Yo…He hablado con mis padres —Mi corazón dio un vuelco al escucharle—, Están dispuestos a cuidarme pero…

Ya sabía hasta donde llegaría esa frase, y no estaba dispuesto a aceptar sus condiciones.

— ¡Tú no te irás! ¿Qué te hace pensar que te voy a dejar ir y al día siguiente seguir como si nada? —Estallé, gritándole horrorizado por mi miedo, que creció más al ver que asintió sin pensarlo siquiera.

—Eso es lo que debes hacer. ¡Mírate! Tienes 14 años, trabajas, no estudias y ya estas cuidando de un enfermo ¿Esa es la clase de vida que quieres para ti? ¿Qué vas a hacer cuando yo no esté a tu lado? La felicidad, sabes, es efímera y eso no lo podemos cambiar, disfrutamos lo que pudimos, fuiste muy amable conmigo, simplemente eres todo para mi; pero si yo te fallé de esta forma, no hay manera de que podamos seguir juntos —Desvió su mirada hacia el suelo—. Les dije que volvería hoy.

Se alejó a paso firme de mí.

Reaccioné de mi letargo y le alcancé en la entrada del edificio. La calle estaba en el abandono de las personas, el cielo había perdido su toque azul blanquecino y se había tornado en un tono azul lúgubre. Le detuve entre mis brazos, abrazándole. Rogándole sin terminar que no me dejara, que yo soportaría todo, pero me rechazaba de igual manera. Mi cuerpo se movía de manera oscilante, y las lágrimas fluían de mis ojos. No iba a aceptar su partida tan fácil.

Halé de sus brazos en dirección contraria, pero seguía oponiéndose a esto. Su inanición era muy obvia comparado conmigo y en un reflejo, mi puño hizo un encuentro con su rostro, dejándolo inmóvil en el asfalto. Yo también me paralicé cuando vi que con facilidad le había hecho daño en su  boca. Y entonces comprendí que si tenia que morir, solamente seria bajo mis términos. De nadie más. No fue una pelea justa, ni siquiera se le puede llamar “pelea”. Pero recuerdo perfectamente con nitidez el momento en que mi simple cuchillo atravesó su blando y descubierto cuello.

No sé que le habrá pasado por la mente esos momentos, pero sé que sintió miedo, y aun así se quedó quieto, supongo que seria por la impresión porque trató de sacarlo pero sus dedos se resbalaban ante la empuñadura de mi arma blanca. Se vio frustrado cuando quiso articular unas palabras y no lo consiguió. Sus manos seguían en esa lucha perdida. La sangre enseguida formó un caminito que se expandió al instante en que saqué la cuchilla. Emitió un gemido de dolor, al verse y sentirse en ese estado.

 Cuando recién había ingresado en la prisión, solía tener la misma pesadilla una y otra vez. Llevaba mis temblorosas manos a mi rostro, sin importar que me ensuciara de ese liquido rojo carmesí. Recordaba como disfruté de ese momento, estrellar su cabeza contra el asfalto repetidas veces, golpearle hasta que perdiera la conciencia, el hacer que mi arma blanca atravesara su tierno abdomen, en la cima de mi locura susurré “te amo”. Creí establecer un lazo con él, pero también confié en que jamás me dejaría llevar por mis impulsos. Simplemente tuve la valentía para reprimirme.

Al momento de arrestarme, el policía que lo hizo me dijo:

 —Me encargaré que no vuelvas a ver la luz del sol en lo que te queda de vida.

Solo le dediqué una sonrisa. Producto de mi imaginación, creí haber visto la imagen de Yuu, sonriendo hacia mí, desvaneciéndose con las luces de la patrulla. La angustia de la realidad se hizo mas pesada.  Conocí a muchos como yo en ese lugar. Nunca faltaron aquellos que querían dominarme, pero como aprendí la lección la primera vez, pagaron por sus comentarios. También fue una sorpresa para todos al saber que después de diez años, volvería a probar la libertad…Para terminar lo que empecé. Al salir fue el mismo policía que me miraba con impotencia de no poder mantenerme encerrado. —No te preocupes —Me acerqué —No tardaré en volver —Murmullé tajantemente.

 Comprendo que, ha pasado tiempo y ya no reflejo la confianza y la amabilidad que tanto me caracterizó en algún momento de mi vida, sentado en un sofá totalmente maltratado.

—Arruinaste una valiosa vida, ¿Lo sabias? —Levanté la vista y por fin se había dignado a aparecer Miko.

— ¿Para eso me citaste? —Reclamé y al instante me percaté de la presencia de ese niño, el hijo tan deseado. Se escondía detrás de sus piernas, parecía atemorizado, sin acercarse a mí, como si pudiera interceptar el hedor de mi alma. Ese mocoso me temía, no quería estar en la misma estancia que yo, al igual que la madre.

—No dejaste que pasara más tiempo con su hijo. —No pude evitar reír ante semejante comentario tan falso.

—No sigas con esa farsa, hasta este punto el debería saber de donde proviene—. Los ojos del infante se perlaron. No podía haber sido una escena más patética—. Sabes perfectamente que no es hijo de Yuu.

Le miré detenidamente y continué:

—Ni siquiera puedes pagarle un abrigo decente, de seguro tampoco una escuela normal. ¿Qué has hecho con el dinero que le quedó? —Me daba rabia el ver como le mantenía en ese atuendo. Todos creyendo que en verdad era su hijo, no era más que un simple teatro.

Jamás veré a ese estorbo como mi hijo, por más que lleve mi sangre. Sin embargo, no había duda que llevaba rasgos míos. Al igual que a mi, se le marcaban los hoyuelos en sus mejillas abultadas y rosadas, el cabello con ese toque castaño, y me supongo que si sonríe también se le iluminaria su semblante. Algunos rasgos escondidos, pero notables para mí.

—Tengo cosas que hacer. Una vida que recuperar.

— ¿Buscarás otra victima? —No pudo evitar hacer una mueca de burla.

—Ocúpate de tus asuntos, ¿Qué te hace pensar que tú y el enano se salvarán?

Me retiré del lugar, el brillo de mis pupilas destellaba en su máximo.

Un lugar donde mis sueños eternizaban mis recuerdos, donde mis inquietudes dejaban su estado latente para hacerme percatar del único lugar donde podía volver. Poco a poco, la presencia de sus labios se desvanece de los míos, como el otoño que va abriendo su paso y preparándonos para el frío invierno. De esa manera sé que mi existencia valió la pena en este corto tiempo que presencié. Sin decir mas, nos despedimos, tal vez sin decir todo lo que nuestra mente dictaba o tal vez no había nada en ese momento, cosa que no se volverá a repetir a partir de hoy. Sin más queañadir nuestros caminos no se volverán a cruzar de la misma manera que lo hicieron alguna vez.

Una parte de mí siempre estará al pendiente de todo lo que pasó alguna vez entre nosotros. Sé que con el pasar de los días tu ausencia remarcará en mí ser, porque ciertamente te convertiste en mi corazón, en mi vida y me da pánico el pensar que todo ese tiempo que disfrutamos será una ola de recuerdos, una marejada de sentimientos encontrados en mí. Dame tu ausencia para extrañar tu presencia a mi lado…para poder saber que todavía existes en mí. Aun después de mis errores.

Caminé como si no viviese en mi mundo. He tenido algunas ideas un tanto locas, quizás no lo suficiente como para hacerme retroceder en mi decisión. Dejé todas mis pertenencias en el vertedero. A eso se reducía mi destino. No importa cuantas veces grite su nombre, es una persona que no volverá.  Quiero tener la certeza de que las cosas no terminarán de una manera tan simple, no quiero que el hilo rojo se desprenda de la realidad ante mis ojos.

Apenas parecía mantener la mitad de lo que yo tuve con Aoi, esa casa estaba en pésimas condiciones, ni siquiera tenia la seguridad de que siguiera siendo habitable. Me adentré a ese lugar por el patio trasero. Lleno de polvo, tuve el valor de quedarme y terminar el juego que ya había comenzado. Viveka se encontraba en la cocina, su cabello azabache pasaba por su cintura, con sus tacones se acentuaba más su estatura y su cuerpo. No importa que tanto tiempo pase, por ella esta bien. Pero de ninguna manera podría detenerme, mucho menos ahora.

— ¿Qué se supone que debemos de hacer? —La tomé desprevenida y dominé su cuerpo con solo apretujar su cintura, mordisqueé su lóbulo derecho, dejando un leve rastro rojizo—, sabes, hoy encontré una versión nueva de mi juguete, y pensé ¿con quien puedo usarlo?

Dejando al descubierto mí arma. — ¿Quieres saber como se siente?

Pregunté en un susurro.

— No es un futuro muy prometedor, pero me parece perfecto para ti — Su cuerpo estaba paralizado del miedo y mi sonrisa desquiciada crecía. — ¿Lo ves? Esta orilla es para que resbale mejor. — Sentencié y acto seguido, ella quiso evadirme, con golpe torpe, victima del pánico, haciéndose daño con los muebles por la prisa.

Inmediatamente la intercepté, sin darle tiempo de reaccionar. Me consentí  al desgarrar su cuello, justo como la primera vez, uno de los pocos placeres que se pueden probar. Algo que deseaba hacer desde hace mucho tiempo, por fin lo había logrado. Cayó al suelo sin vida. Sin tiempo de dar un último suspiro, sin dejarla sentir como la vida se desprendía de su cuerpo, la sumergí en el mundo idóneo para seguir. Rompiendo su contacto con la ciudad, con nuestro hijo.

Me encontré con mi pequeño hijo, quien al verme no pudo evitar tener un sobresalto. Me adueñé de la ilusoria perpetuidad.

 — ¿Quieres jugar conmigo? —Me acerqué, resaltando mi simpatía natural, que todavía poseía. El crío se acercaba a mí como si nos conociéramos de toda la vida. Esa cadencia de movimientos alternados entre nosotros me hacia creer que las alas de la libertad, si podían existir después de todo, mas allá de la guillotina ardiente. Me dejé llevar por su sonrisa inocente, donde su ternura e infantilismo no conocía límites, mostrando ante mí una etapa tan pura de la vida, que ni siquiera recuerdo haberla vivido. Después de haber vivido esa agonía, no me convertiré en peor de mis miedos. Tarde o temprano me atraparán, lo sé, pero por ahora no diré la palabra “adiós”.

Escapé de la realidad, tomando la manita del niño, ignorando que aceptaba marcharse con un desquiciado como yo. Siempre quise ser alguien fuerte, alguien que pudiera soportar con facilidad los golpes de la vida, quería dejar a un lado mi orgullo, avanzar sobre el precipicio y saber que eso no era más que la punta del iceberg, porque mi auge todavía no comenzaba.

Notas finales:

¿Bueno, malo, regular?

Siento que era como que esperarse algo más. Pero quien sabe, esta vez quedó libre y podría haber una secuela hehe


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