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Disputa. por Naoruki

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Notas del fanfic:

PS Company © derechos reservados.
 
TT #ByouxNao y/o #Nyou (on Twitter).

Notas del capitulo:

¡Más Nyou! ♥

Estaba ansioso por esos próximos meses de invierno que se venían. Siempre le había gustado esa brisa demasiada fresca que lo obligaba a lucir sus mejores galas abrigadas y los bellos copitos de nieve que danzaban gráciles al caer del cielo cremoso y nublado para apilarse bajo sus botas de cuero, pintando un pasaje blanco digno de un cuento de hadas. La nieve le gustaba mucho, desde pequeño, también le inspiraba; cuando acunaba sus manos enguantadas para atrapar esas gotitas nevadas que se derretían en sus palmas y aspiraba ese aire congelado que lo refrescada por dentro antes de salir de sus labios como un vaho blanco que se deshacía en un segundo, cuando sentía sus mejillas congeladas y se sonrosaban, cuando esa fría calma lo abrazaba hasta hacerlo temblar y hacía que su corazón latiera más aprisa para enviar más sangre tibia… en esa época era cuando más liviano se sentía y amaba arroparse en su cama con una cajetilla de cigarros nueva descansando en la mesita a su derecha y su cuaderno de notas apoyado en sus rodillas flexionadas, recibiendo todos esos profundos sentimientos en forma de letras que luego se convertirían en las líricas que vocalizaría en una nueva canción.
 
Estaban en la última quincena de noviembre y en Japón ya empezaba a refrescar el aviso del invierno, así que con una lata de café negro a su lado, un cigarro a la mitad quemando nicotina en sus labios y su cuadernito de tapas color añil, con algunos rayones al frente que conformaban el kanji de su apodo que lo señalaba de su propiedad, el vocalista erótico de Screw se encontraba en su callada sala de ensayos mordisqueando el borrador de su lápiz. Habían muchas ideas apretujadas en su cerebro dotado de una sensibilidad poética propia de todo compositor, mas sin embargo la incomodidad e inquietud que le provocaba cierto factor anímico presente en esa sala no le permitía concentrarse en esos versos que temía pudieran desvanecerse en cualquier momento. Empezó a trazar la primera línea pero se vio obligado a detenerse cuando, frustrado, todas esas ideas maravillosas se convirtieron en sentimientos imposibles de describir.
 
— ¡Tsk, carajo…! —
 
Tan perdido se encontraba que la llama de su cigarro llegó a la piel sensible de sus labios más rápido de lo que él pensó podía ser posible, apartándolo con odio de su boca para lanzarlo al cenicero y dejar que se terminara de consumir por su cuenta. Dio un trago a su café tibio para apaciguar la leve quemadura sin importancia y trató de continuar aquella raya inútil en su cuaderno, mas su mente se había convertido en una espesa nube de nada y sus entrañas se apretaron ante la impotencia de haber perdido, al parecer, el don de las letras. Entonces empleó un truco básico para estos casos y escribió al azar palabras claves que luego más relajado relacionaría con el bello y tormentoso sentir de su corazón.
 
“Frío, dolor, fuerza, silencio…” era lo único que se le había podido ocurrir hasta ahora y se sintió de lo más patético, rascándose la nuca para luego arrastrar esa mano por todo su cabello hasta bajar por su rostro, formando una curiosa maraña rubia en su cabeza que le hizo gracia a ese cierto factor anímico del que se habló anteriormente.
 
Resopló tan fuerte que se quedó sin aliento, esperando que sirviera para despejarse y que la sangre fluyera correctamente, que su cerebro se oxigenara bien y que su mano comenzara a tomárselo en serio, no obstante todo intento seguía siendo inútil. Llegado a un punto en el que escribir otro carácter oriental le fue verdaderamente imposible debido a esa cierta tensión en el ambiente alzó la mirada y aquellos ojos que había tratado de ignorar todo este tiempo le veían con insistencia, sin parpadear. Colocó de nuevo la punta del lápiz con fuerza y decisión en aquel pedazo de papel, pero lo único que quedó marcado en la blanca superficie fue un despreciable punto.
 
Suspiró dejando sus cosas a un lado y apenas despegó su cuerpo del sillón aquellos pequeños bracitos se estiraron en su dirección, apretándose a él cuando lo elevó del suelo y pudo percibir la agradable colonia de bebé en su ropita. Cargando al niño en brazos caminó un largo tramo a través de un par de pasillos casi desiertos, con el pequeño jugando curioso con la cruz en el arete de su oreja derecha. Era sábado y muchos se esforzaban por adelantar trabajo y descansar el fin de semana. Finalmente llegó a la puerta que buscaba y sin avisar de su presencia entró a aquella cálida y familiar sala de ensayos, consiguiendo a cierto baterista en medio de una muy animada charla con su vocal y su primera guitarra.
 
— Hey… —llamó al moreno que enderezándose le atendió con un poco de fastidio.
 
— ¿Que no estabas trabajando en tu estudio? —
 
— Eso hacía hasta que tu hijo fue allá a ponerme nervioso. Si vas a traerlo al menos hazte cargo de él. —
 
El mayor se sintió indignado y no era para menos. Él atendía al niño la mayor parte del día y no se quejaba, en cambio el rubio con unos pocos minutos ya perdía la cabeza.
 
— Disculpa, pero no hagas como si no fuera nada tuyo. También apareces en su acta de nacimiento, ¿recuerdas? ¿O es que debo graparte ese papel en la frente para que le digas “hijo”? —le reprochó cruzándose de brazos.
 
— Tú lo pariste. —el otro profirió un bufido similar a una risa sarcástica mientras se levantaba de su asiento y caminaba lento hacia su pareja.
 
Los otros dos presentes al sentir que sobraban no tardaron en ponerse de pie y tratar de retirarse en silencio, sin embargo su líder los detuvo sin dejar de mirar los ojos verdes de Byou, prometiéndoles que en breve continuarían con su interesante conversación de ámbito anime y videojuegos.
 
— ¿Debo recordarte quién era el que estaba ebrio y taan cachondo que no pudo pararse a buscar un puto condón? —contraatacó el Alice tapando los oídos del niño— ¿Quién fue el que prometió acabar afuera y no lo hizo? —
 
Byou rodó los ojos. ¿Es que acaso no se iba a olvidar de eso nunca? Seguramente no; tenía un recordatorio constante de casi tres años, de menos de 10 kilos y el cual dudaba que sobrepasara el medio metro.
 
Quiso haberle dicho “debiste cuidarte más” pero no quería que lo mandaran a dormir en el sofá por ello, además, ese pequeñajo que se sujetaba a él y lo observaba con gran detenimiento no se merecía escuchar la más mínima insinuación de su parte de que había existido la posibilidad de que no naciera, aún y si no contaba con la capacidad de entenderlo.
 
— ¿Por qué no jugamos justo y que el niño decida con quién quiere estar? —propuso Nao sacándolo de sus cavilaciones y el rubio ya estaba cantando victoria, era imposible que un bebé no prefiriera estar con su “madre”— Si me elige a mí podrás trabajar tranquilo por hoy, pero si te escoge a ti no quiero escuchar ni una queja en todo el día, ¿estamos? —
 
— Me parece bien. —aceptó con una inevitable sonrisa.
 
— Entonces… Ryo-chan… —el niño atendió a su nombre, mirando ahora a Nao para prestarle atención— ¿Hoy quieres quedarte a jugar conmigo o con tu papi? —Nao se señaló a sí mismo y luego a Byou con una sonrisa.
 
La sonrisa altanera de Byou se ensanchó por sí sola, muy seguro de la respuesta del pequeño. Ryo pareció dudar un poco mirando a ambos adultos cuando sus ojos oscuros y apenas semi rasgados se interesaron más en el vocal y se abrazó a su cuello pronunciado un dulce “papi”.
 
— ¿Ves? Sabía qu-… —necesitó más de un par de segundos para trabarse la lengua y darle el beneficio de la duda a lo que acababa de escuchar— ¿Qué? —
 
— Papi. —y como si no le hubiese clavado el puñal lo suficientemente profundo ahora podía estar seguro de que su hijo lo había sentenciado, la risilla de Nao se lo confirmó.
 
— Los niños siempre tienen la razón. —dijo casi con burla el baterista.
 
— Pe… ¡pero! —
 
— ¡¿Qué?! ¡No te escucho! —habló exageradamente alto, dejándole todo claro al molesto vocalista que miró al niño casi con reproche, sin embargo esa carita tan pura lo hizo suspirar hondo y rendirse. No podía ser tan malo, ¿no?
 
Su inspiración podía esperar un día más, aún quedaba mucho invierno por delante.
 
Byou murmuró algo como “… esta noche te reventaré, y usaré un maldito condón…” antes de darse media vuelta e irse por donde vino, ignorando el hecho de que Nao le pasara rápidamente a un contento Ryo unas barras de caramelo que el niño se guardó en los bolsillos de su pantalón, los que se había ganado como recompensa. Abrazado al cuello del rubio correspondió la sonrisa cómplice de Nao y su pulgar en alto, despidiéndose con su manita de unos sorprendidos Shou y Hiroto justo antes de que la puerta se cerrara y Byou le preguntara qué quería hacer.
 
— Entonces… ¿en qué estábamos? —rió animado, juntando sus manos en un escandaloso aplauso.
 
Nao era un excelente negociador.

(尾張)

 


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