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Matthew Shepard por sai chan

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Notas del capitulo:

Es un historia real que sucedio entre 6-7 de octubre de 1998 en Wyoming, lamentablemente el final fue el mismo

Este fic fue escrito hace al rededor de dos años atras para una clase de lenguaje y lo publico el día de hoy con el fin de concientizar que no hay que  discriminar por que todos somos seres humanos y tenemos sentimientos

Si son chilenas sabran que este fic esta dedicado en memoria de Daniel Zamudio Q.D.E.P. que lamentablemente tuvo que ser un martir para que el gobierno se ponga las pilas y saque esa ley anti-discriminación que lleva años sin ser tomada en cuenta

 http://i991.photobucket.com/albums/af39/benjadelvalle/6003__400x0_danielzamudio.jpg 

 

No podía recordar mucho, solo que había conocido a dos muchachos de su edad en un bar, y estos le ofrecieron llevarlo a su residencia en la universidad. No había visto nada raro en el ofrecimiento, pero cuando el joven castaño había seguido de largo pese a su aviso supo que se encontraba en problemas.

Cuando pregunto el porque no giro donde le había indicado el cargador de un arma se estrello contra su cabeza con tanta saña como si este hubiese ofendido a toda su familia y el mas grande de los jóvenes se encargaba de insultarlo con improperios por cada golpe recibido. No fue capaz de contar cuantos fueron, solo de rogarle que se detuviera o que por lo menos lo golpeara en otro lugar, especialmente después de sentir como su cráneo se dividía en varios fragmentos.

Internamente rogaba por la inconciencia, el dejar de sentir dolor era lo que mas anhelaba en ese momento, podía sentir el tibio líquido rojo resbalar sobre su piel, las lágrimas surcar sus mejillas sin que pudiera hacer nada por detenerlas y solo sus quejidos de sufrimiento interrumpían el sonido del metal contra su cráneo.

La poca lucidez que poseía le hizo saber que lo bajaron de la furgoneta azul y lo arrojaban sin ninguna delicadeza sobre el húmedo césped, lo arrastraron por el suelo hasta que su espalda se estrello contra una vieja madera llena de astillas que se le clavaron en su piel, haciendo que lanzara otro lastimero gemido.

Lo desprendieron de sus zapatos, le quitaron la billetera y al ver que solo portaba 20 dólares se ensañaron con su indemne estomago haciendo que el jugo gástrico subiera por su garganta dejando ese particular sabor amargo en su boca y que un hilillo de saliva de escurriera por la comisura de sus labios.

Los cordones de sus zapatos se cernieron sobre sus muñecas y las mantuvieron firmemente apoyadas contra el cerco de madera evitando así que pudiera seguir oponiendo algún tipo de resistencia, al tratar de soltarse sintió como se laceraba su piel y unas escurridizas gotas de liquido vital manaban de sus cortes y resbalar por sus brazos, agregando otra mancha de sangre a las ya existentes en su camisa azul.

No se había dado cuenta cuando sus ojos se cerraron presa del desconsuelo que le provocaba toda esa situación, el estar casi seguro que no saldría con vida y que no podría despedirse de sus padres, ni de sus hermanos y amigos. Que no seria capaz de conocer a sus sobrinos o sus hijos adoptivos que podrían haber llegado a tener en un futuro. Un futuro que sabía que ya no poseía.

Abrió lentamente sus deslumbrantes ojos almendradas que reflejaban una profunda tristeza y soledad, miro a su alrededor tratando de ubicarse y solo alcanzo a ver unas pupilas pardas llenas de culpabilidad y arrepentimiento.

Las horas pasaron lentas y agónicas, el amanecer parecía no llegar nunca. Sintió tanto frío como nunca imaginó, a pesar de que estaba acostumbrado a él y a dormir en la intemperie.

El acto de respirar había dejado de ser reflejo, y tenía que pensar en hacerlo cada vez. Era agotador, tanto física como mentalmente, concentrarse y ordenarle a su extenuado cuerpo: inhala, exhala. De nuevo. Otra vez.

Se dedico a rememorar toda su vida y se dio cuenta de todos los errores que había cometido a lo largo de sus 25 años, intentó tragar durante una pausa en su respiración y percibió que no tenía nada de saliva para hacerlo. Así, la sed pasó a formar parte de sus múltiples torturas. Tan inaguantable como el mismo dolor que le hacía saltar en pedazos la cabeza.

Su último pensamiento ante de caer en la anhelada inconciencia fue que de cierta manera él siempre había sabido que terminaría sus días así: asesinado a causa de un ataque de intolerancia, por el simple hecho de haber nacido gay.


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