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Encuentros fortuitos. por Seiken

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Encuentros fortuitos

Capitulo 9.

— ¿Han tenido éxito, Leo?

Leo noto el cambio de actitud en su amante pero no dijo nada, no podía ni se atrevía a ello, otro acto del que con el pasar de los años se arrepentiría.

— Tuvimos éxito en ese planeta, la misión fue como lo esperaba pero todo resulto según lo planeado.

Fue su respuesta mecánica, sus ojos de momento se posaban en Tygus, acto que no paso desapercibido por el inmortal, quien poso sus ojos en el tigre que parecía impávido y orgulloso.

— ¿La piedra de guerra?

Pregunto la criatura inmortal acercándose a ellos extendiendo la mano para sostener y observar con sus propios ojos la preciada carga que contenía una información aun más valiosa.

— Tenemos las coordenadas mi señor, pero está muy lejos de este cuadrante.

Respondió Leo, quien memorizo los mapas para poder calcular el tiempo que tenían antes de que fuera demasiado tarde para liberarse de esta criatura.

—No importa, pueden retirarse.

Finalizo la criatura observando de reojo a Leo pero sobretodo a Tygus, quien se retiro en busca de aire, por poco perdía el control en aquella misión y frente a Lord Mum-Ra, pero no podía dejar de pensar en el largo recorrido que realizarían, lo que significaba demasiado tiempo en esa tumba sin tener excusas para ver a su amante o negarse a visitar la sala del trono.

De pronto golpeo la pared del pasillo con su puño cerrado, necesitaba descargar la tensión contenida en su cuerpo y aunque podría tratar de encontrarse con Leo, buscarlo en los pasillos de la nave sabía que eso sería demasiado arriesgado.

Deshacerse de su estrés en el área de entrenamiento tampoco era una opción, se suponía que estaban cansados, que necesitaban comer y descansar, no dispararle a blancos móviles o practicar sus katas.

Podría dirigirse a su habitación, comer algo en su cama y dormir algunas horas, sin embargo, aquello tampoco le gustaba porque significaba que de necesitar su presencia sería demasiado fácil encontrarlo.

Aunque aún existía un lugar al que podría ir, nadie lo conocía, sólo Leo y si su leoncito deseaba verlo podría encontrarlo con facilidad en aquella plataforma, sólo esperaba que no quisieran verlo en las próximas veinticuatro horas.

Thundercats-Thundercats-Thundercats

Leo busco a Panthera tan rápido pudo salir de aquella habitación, necesitaban comenzar con sus tareas, ya no tenían tiempo que perder si acaso deseaban ser libres, eso era lo único que importaba en ese momento.

Panthera ya lo esperaba y al verlo entrar en lo que se había convertido en su improvisado cuarto de mando sin perder un instante palpo con cuidado el torso de Leo, buscando cualquier indicio de una herida.

— ¿Te encuentras bien?

Le pregunto aliviada, de antemano conocía la respuesta, Leo no había sufrido ningún daño.

— Sí, todo fue pan comido.

Panthera sonrió aun más al recibir una copia de la información que Leo había recuperado, eso era lo que necesitaban con tanta desesperación.

— Pensé que Mum-Ra te quería muerto.

Leo negó aquello con la cabeza, la momia no se había dado cuenta de nada, por lo que le dijo Tygus sospechaba de la rebelión, sabía que existía, pero al mismo tiempo no sabían donde golpear para detenerlos.

— No sabe que formo parte de esto, pero ya sabe que existimos.

Comento Leo, sentándose en una mesa cercana tomando una de las raciones de alimento que las ratas les llevaban, estaba hambriento y muy cansado.

— Tygus me dijo que está buscando traidores en todos lados, que ha perdido la razón.

Panthera para ese momento ya no le prestaba ninguna clase de atención y se encontraba enfocada en la información que le habían traído, parte de esa información era el mensaje que los antiguos amos de esa base habían dejado.

— Creo que está asustado.

Desencriptar aquella información era fácil para ella, no por nada se trataba de la jefa del departamento de inteligencia, la mano derecha de Leo, quien parecía estar comentando algo no relacionado con su misión.

— ¿Tal vez debería buscarlo?

Se pregunto al darse cuenta que Panthera ya no le prestaba atención a sus palabras, sus ojos verdes estaban posados en el mapa y en los planos de un arma que nunca antes habían visto, así como unas anotaciones sobre las piedras de guerra.

Cuya última piedra era la más poderosa de todas, la cual era llamada como “el ojo” por su parecido con una pupila, era extraño, se mencionaba que las piedras tenían una mente propia, que actuaban según ellas mismas así lo deseaban y que al juntarlas todas podían crear un arma invencible que le brindaba a su portador poderes casi ilimitados.

— Parece que la última piedra es la más importante…

Comenzó a pronunciar, sin embargo, al notar que Leo se había marchado, seguramente para buscar a Tygus, siguió leyendo la información que recuperaron, esperaba que Lord Mum-Ra no le hubiera recibido completa, ya que eso significaba que dentro de poco serian testigos del genocidio de una galaxia.

— ¿En que estas pensando Leo?

Finalizo molesta, enfocando su atención en la grabación dejada por los que seguramente fueron los amos de las piedras de guerra, era muy extraña esa criatura, no porque no se les pareciera en nada, sino porque eran casi idénticos a ellos con la excepción de los ojos, las orejas, las garras y aparentemente el pelaje.

Tal vez eran lo mismo que fue Mum-Ra o tal vez eran algo completamente diferente a esa cosa, lo que sabía era que no le gustaría averiguarlo y sin embargo, agradecía que Tykus no estuviera presente, comenzaba a cansarse de sus constantes advertencias.

Thundercats-Thundercats-Thundercats

Leo busco a Tygus por todas partes sin lograr encontrarlo, uso las cámaras de vigilancia con ese propósito y sin embargo parecía que su tigre hubiera desaparecido de la faz de la nave.

Su preocupación era evidente en su rostro y cuando estuvo a punto de rendirse pensó en el lugar menos probable, el cual parecía a pesar de su precario estado el único punto seguro de aquel lugar.

Avanzo en los túneles, escondiéndose de las miradas indiscretas y de las cámaras de seguridad, no quería que lo descubrieran ni mucho menos, de lo contrario ya no podrían verse a solas.

Leo se tardo unos minutos en llegar a su refugio pero cuando lo hizo vio a Tygus recostado en el viejo colchón que habían abandonado en aquel lugar, parecía dormir plácidamente.

Su cabeza se encontraba debajo de su brazo izquierdo, una manta de color oscuro cubría parte de su cuerpo y por lo que podía ver llevaba algún tiempo en aquel lugar.

Se acerco a Tygus y sentándose junto a él espero a que su tigre notara su presencia.

— Hola…

Pronuncio Tygus casi inmediatamente reacomodándose para poder verlo, recostándose bocabajo, recargándose en sus codos con una mirada somnolienta.

— ¿Qué haces aquí?

Pregunto Leo depositando unos paquetes a un lado de Tygus, quien les ignoro, su atención estaba en su persona y su sonrisa era una que no había visto desde que tuvieron una cena juntos.

— Creo que es obvio comandante.

Leo se rio al escuchar esa respuesta, era obvio que dormía, lo que deseaba saber era la razón de aquello.

— Quería estar a solas.

Respondió Tygus a su pregunta silenciosa, cambiando su postura otra vez, estirando uno de sus brazos al mimo tiempo que recargaba el otro en su costado, su mirada era una de deseo y si fuera de los desafortunados que tenían una cola, dicha cola estaría moviéndose con pereza, de un lado a otro.

— ¿Quieres que me vaya entonces?

Tygus arqueo una ceja preguntándole con esa simple expresión si acaso eso era una broma, Leo acaricio su mejilla con los nudillos, de vez en cuando quería escuchar que su tigre lo deseaba tanto como él.

— No, eso sería una lástima Leo…

Al ver que aquello que traía era unas raciones de alimento Tygus tomó una de ellas sin siquiera preguntarle, sentándose justo enfrente de Leo, quien noto por primera vez que su amante se había quitado algunas partes de su armadura.

— ¿Cómo sabías que aun no he comido bocado?

Le pregunto acercando una de sus piernas a él para después rozar su rodilla con uno de sus pies descalzos, abriendo la ración alimentaria, que constaba de pescado, cereales y algo dulce.

— ¿Quién te dijo que son tuyas?

Aunque aquello solo era una broma, Leo esperaba comer en su compañía y se lo mostro abriendo su sobre de comida, disfrutando de la tranquilidad de Tygus, la cual contrastaba con el estrés mostrado en la misión.

— Me consientes demasiado.

Pronuncio Tygus terminando su comida, depositando los residuos de la ración a un lado del colchón para recargarse junto a Leo, limpiando su cabello rojizo de los residuos de la misión anterior.

— ¿Crees que tengas tiempo libre?

Pregunto Tygus lamiendo la oreja de Leo, quien como él había terminado muy pronto con su alimento, pero al mismo tiempo trataba de ignorar los coqueteos de su amante, sólo hasta que dicho amante le dijera claramente lo que deseaba de su persona.

— Un poco… tal vez.

Al recibir esa respuesta Tygus retrocedió un poco, comprendiendo que Leo quería escuchar algo, tal vez que lo deseaba o que lo amaba y él lo diría, lo que fuera necesario para complacerlo, aunque, dos podían jugar el mismo juego.

Leo esperaba por la respuesta de Tygus, la cual vino en la forma del tigre sentándose sobre sus piernas, recargándose en sus hombros, con una mirada que lo decía todo, que por un momento petrifico al comandante.

— Recuerdo lo que hacíamos la última vez que nos vimos antes de la misión…

Pronuncio Tygus besando su cuello, desabrochando algunos botones del uniforme de su amante al mismo tiempo que se movía sensualmente sobre sus caderas.

— ¿Tu lo recuerdas?

Leo asintió resistiendo la necesidad de posar sus manos en las caderas del tigre, el cual seguía besando su cuello, liberando su pecho de su uniforme.

— Sí…

La voz de Leo era temblorosa, sus pupilas se habían dilatado y su respiración era profunda, controlada, parecía que estaba a punto de abatir esa fachada de indiferencia.

— Me gustaría tanto continuarlo, tu y yo, solos, como la primera vez.

Aquello casi logra que la resolución de Leo por escuchar las palabras mágicas de Tygus fuera destruida, sin embargo, el comandante queria mantenerse firme, aunque comenzaba a pensar que pronto su cuerpo se amotinaría si su amante seguía con ese movimiento en sus caderas.

— ¿Quieres escuchar que te deseo?

Le preguntaron al oído, Tygus seguía besando su oreja y de pronto comenzó a desabrochar su uniforme, recorriendo el cierre hasta su cintura, un poco por debajo del ombligo.

— Te deseo y tienes razón, me gusta cómo me tratas, lo que haces con mi cuerpo…

Susurro a su oído y de pronto, separándose de él, se recostó en el colchón mirándole fijamente, recargándose en sus codos, controlando su respiración la cual estaba a punto de imitar la de Leo.

— Te amo…

Susurro Tygus, las palabras fluían en sus labios, cada una de ellas era verdad y aunque en ese mismo momento las puertas se abrieran y ese demonio milenario intentara separarlos, ya era demasiado tarde, él amaba a Leo.

— Pase lo que pase, aunque todo cambie, siempre te amare, hasta el día en que muera.

Finalizo Tygus acercándose a él, besando sus labios con amor, ya sin esa desesperación que antes nublaba sus sentidos, esta vez no apresuraría nada, no estaban haciendo nada malo, nada inmoral, solo se amaban y como se amaban se lo demostrarían con su cuerpo.

Aquellas palabras eran más de lo que Leo esperaba escuchar, eran más de lo que pensó se merecía y sintiendo la misma paz que su amante respondió al beso con la misma ternura, con el mismo deseo.

Sus cuerpos hablando de amor, Sus lenguas hablando de deseo, sus almas de una eternidad juntos, lejos de las sombras, de los celos y de la desconfianza.

Al menos por una noche, que era más de lo que muchos amantes pueden tener y era mucho más de lo que ellos habrían soñado antes de conocerse.

Thundercats-Thundercats-Thundercats

Panthera permaneció en su cuartel improvisado durante varias horas, pensando, planeando que podrían hacer, preguntándose todo ese tiempo que clase de idioma hablaban esos gatos sin pelo y que eran exactamente los “antiguos espíritus del mal” para tener tanto poder en ese universo.

Se preguntaba cómo era posible que la tecnología pudiera parecerse tanto a una energía que no podía ser nada más que magia, era imposible, aun así estaba ocurriendo.

Lo peor de todo era que esa magia era oscura, maligna, se alimentaria de cientos de vidas inocentes, todo para que Mum-Ra pudiera traer la muerte y el caos a la galaxia.

Debían evitar eso a toda costa, sin importar que tuvieran que hacer, los sacrificios o sus temores, bajas o aun el dolor que tuvieran que soportar, todo para que ellos y todas las otras especies pudieran tener un futuro.

Thundercats-Thundercats-Thundercats

Esa ocasión Tygus no quiso marcharse después de hacer el amor, permaneció a su lado, su cabeza recargada sobre su pecho, ignorando todo lo que no fuera Leo, su ronroneo era casi imperceptible, sólo su amante podía escucharlo y esperaba que solo él lo hiciera.

El ronroneo de los felinos era un gesto íntimo que solo se compartía con el ser amado, con tu compañero o de madre a hijos, era un gesto primitivo e involuntario que significaba, amor, confianza y amistad, un sonido particular en cada uno de ellos, que muchos no podían escuchar por más que lo desearan y que era la primera vez que él lo pronunciaba.

— Jamás había escuchado un sonido tan hermoso.

Pronuncio Leo, despejando el rostro de Tygus del cabello que le cubría, pensando que tal vez se marcharía al escuchar esas palabras, pero en vez de eso se acurruco entre sus brazos.

— Sólo dices tonterías.

Respondió Tygus, cerrando los ojos, ignorando que tal vez para ese momento los estarían buscando y que tal vez serían castigados por su ausencia, esa noche quería olvidar todo, pensar que solo eran dos soldados más.

Pero al mismo tiempo sabía que ya habían pasado más de doce horas y que necesitaban separarse.

— Aunque sé que ya es hora de marcharnos.

No obstante de tan solo pensar en eso su ronroneo se detuvo, ya habían pasado demasiadas horas juntos, debían separarse, Leo regresaría a la sala del trono en donde Mum-Ra podría matarle con tan solo desearlo y él, a sus tareas dedicadas a complacer a su señor, sólo esperaba que no le ordenara dispararle a su amante porque no podría hacerlo, no en esta ocasión.

— ¿Por qué?

Leo estaba confundido, porque debían irse cuando ellos estaban juntos, cuando se sentían tan bien, pero sobre todo cuando nadie los estaba buscando.

— Sólo debemos hacerlo.

Fue su respuesta, una que Leo no quiso aceptar en esta ocasión.

— Tygus…

Trato de comenzar Leo, pero Tygus no escucho sus palabras vistiéndose con lentitud, sin mirarlo siquiera, recordándolo la última vez que se permitió confiar en el futuro, aun sentía el arma caliente en sus manos y podía sin mucho esfuerzo recordar su mirada antes de depararle, aquella expresión lo perseguiría hasta el fin de sus días.

— Recuerda que pase lo que pase, aunque todo cambie, siempre te amare, hasta el día en que muera.

Pronuncio antes de separarse de Leo, temiendo que su león no comprendiera sus acciones y que tal vez, sí todo ocurría como Tigris le advertía desde cachorro, su amado compañero ya no le amaría más cuando supiera que era el asesino, la mano derecha, el Tyaty de Lord Mum-Ra.

Leo permaneció en silencio varios minutos, tratando de comprender el comportamiento de Tygus, las palabras que había pronunciado, las que sonaban como una despedida y tal vez eran eso, una forma de decirle adiós.

Pero por que una despedida se pregunto vistiéndose con rapidez, Tygus le había prometido entregarse a él por completo, le había jurado amor y al mismo tiempo se comportaba como si aquellos fueran los últimos momentos que disfrutarían juntos.

De pronto sintió la necesidad de correr detrás de Tygus, todos sus sentidos se lo exigían y así lo hizo, corrió tan rápido como pudo detrás de su tigre esperando que no fuera demasiado tarde.

Tygus avanzaba de prisa, sabía que si no se obligaba a caminar sin mirar atrás ya no podría alejarse de ese santuario y si no lo hacía bien podían darse por muertos.

Debía ser fuerte, debía alejarse de sus sentimientos, apagar su corazón y reconstruir la coraza impenetrable que se había construido, de lo contrario cada segundo que pasaba, cada kilometro que avanzaban a su meta lo sofocaba.

Era como Leo había dicho, una pesadilla, de la cual no podía despertar y si lo hacía solo significaría que sufrió el mismo destino de Tigris, alguien más joven le había disparado.

Leo comenzaba a creer que esa nave le estaba jugando bromas pesadas y que aquellos pasillos eran mucho más largos de lo que fueron anteriormente, por más que corría no podía alcanzar a su amante.

Tygus seguía caminando sin rumbo fijo, sin notar que se había acercado a los pasillos que daban a la sala del trono hasta que lo nombraron, una voz que esperaba quisiera castigarlo por su desobediencia, así solo tendría que pasar algunas horas en la enfermería.

— Tygus…

Pronunciaron, el tigre no sabía si por primera vez, pero no importaba, debía obedecer, eso era lo que se le había enseñado pensó amargamente.

— Lord Mum-Ra…

Su amo rara vez salía de la sala del trono, algo por lo que Tygus siempre estuvo agradecido, pero en esta ocasión su señor decidió salir en persona.

— Comienzas a tener un hábito desagradable.

Pronuncio su amo caminando en su dirección los mismos pasos que Tygus retrocedía, temeroso de la furia del inmortal y de las marcas que tendría su cuerpo después de entregarse a su amado comandante, quien esperaba aun siguiera en aquella plataforma.

— ¿Cuál?

Pregunto sintiendo que su cuerpo no le respondía, que debía inclinarse con respeto, pero lo único que hacía era retroceder, tratar de alejarse.

— Desaparecer sin dejar rastro, Tygus.

Los ojos de Tygus se abrieron desorbitadamente, no podía ser que le hubieran llamado cuando estaba en compañía de su león, lo hubiera escuchado.

— ¿Dónde te escondes cachorro?

Pregunto la criatura, acorralándolo contra una de las paredes del pasillo, Tygus se hinco respirando hondo, temiendo por su vida y la de su león.

— Yo… no me escondo, Lord Mum-Ra…

Tygus trato de responder con frialdad, tratando de encontrar una excusa convincente para su amo, siendo silenciado cuando su dueño lo sujeto del cuello obligándolo a ponerse de pie, observándolo fijamente, tratando de descifrar lo que pasaba por su mente.

— Por que lo haría si usted me favorece, siempre lo ha hecho.

De alguna forma logro imprimir seguridad en su voz, era el mismo tono que siempre usaba cuando se encontraba con su amo, uno practicado y que sentía como la voz de un extraño.

— Lord Mum-Ra.

Mum-Ra no lo cargaba, sólo le sostenía por el cuello mirándolo fijamente a los ojos.

— ¿Eso es verdad?

Esa pregunta era demasiado extraña no obstante lo único que debía hacer era responder con el mismo tono de voz, el cual no dejaba ningún lugar para las dudas y era contrario al que usaba con su león, en privado, cuando se encontraba seguro.

— Lo es, usted tolera mi retraso… usted me favorece ante todos los demás y por eso estoy agradecido.

Tygus sintió como la mano libre de Mum-Ra lo sostenía por el cabello para poder mirarlo un poco más de cerca, directamente a los ojos, buscando algún indicio de que mintiera.

— Yo sólo espero poder agradecer todo lo que usted ha hecho en mi beneficio, el mío y el de mi raza, el día en que pueda llevarle la última piedra de guerra.

El cuello de Tygus estaba oculto debajo de su uniforme, ocultando la marca de la mordida que Leo le había dejado hacia pocos minutos, la cual sangraba de algunos puntos.

— Cuando usted sea invencible.

Lord Mum-Ra sonrió repentinamente liberando el cuello de Tygus, quien permaneció en la misma postura, sintiendo como su amo acariciaba su mejilla, haciéndolo sentir como una mascota.

— Tú eres el único en quien puedo confiar Tygus, no me falles.

Pronuncio convencido de su lealtad, alejándose en las sombras, ignorando que un par de ojos azules habían visto aquella escena en silencio.

— Jamás Lord Mum-Ra.

Respondió Tygus como en reflejo sintiendo que sus piernas estaban a punto de traicionarlo.

— Retírate, no tengo necesidad de tus servicios este día.

Finalizo Lord Mum-Ra notando que unas gotitas de sangre habían manchado sus dedos, los que lamio con cierto placer antes de que las puertas se cerraran, dejando a un muy asustado Tygus en el pasillo.

Leo había observado parte de la conversación en silencio, sin poder creer las palabras que eran pronunciadas por su amante ni la seguridad con la cual eran dichas.

Por un momento pensó en seguir al tigre, el que revisaba su cuello distraído al mismo tiempo que caminaba en dirección de las duchas, sin embargo, cuando estaba a punto de llamarle recibió por cuarta vez un mensaje de Panthera, el cual parecía muy urgente.

Cuando se cerraron las puertas Tygus llevo una de sus manos a su cuello, esperando que la mano de su señor no hubiera dejado ninguna marca que pudiera ver Leo, notando por primera vez la punzada que acompañaba a lo que sería la marca de una mordida, resultado de su encuentro de pasión.

Lo que fuera que encontraron había deleitado a Lord Mum-Ra, tanto que le había dado veinticuatro horas de recompensa, eso era demasiado tiempo libre y necesitaba darse una ducha, no quería que hubiera huellas de su encuentro cuando le dijera las buenas noticias a su comandante.

Thundercats-Thundercats-Thundercats

Leo se marcho de aquel lugar sin saber que pensar o como podría unir a esas dos criaturas en un mismo ser, su amable tigre que se había entregado por completo a él, que parecía temerle a esa criatura ancestral con esta otra imagen de la lealtad personificada hacia el mismo ser que los había esclavizado.

— ¡No es verdad!

Pronuncio golpeando la pared, Tygus no era un traidor y aquella condescendencia solo era una forma de sobrevivir, una gran mentira, una farsa, su amor no era leal a esa criatura.

Sin embargo, en una diminuta y recóndita parte de si Leo comenzaba a dudar cual imagen era la real, aquella que le mostraba cuando estaban a solas o la que mostraba en toda la nave, la que mostro en esa misión y la que vio en esos pasillos, cuando esa bestia estaba a solas con su amante.

— ¿Qué no es verdad?

Preguntaron detrás de su espalda, una voz preocupada por él, la que al no poder encontrarle después de varias horas comenzó a buscarlo con ayuda de las cámaras de seguridad, encontrándolo en el momento justo en que golpeaba la pared negando lo que sus ojos habían visto.

— ¿Qué ocurre Leo?


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