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Encuentros fortuitos. por Seiken

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Encuentros fortuitos

Capitulo 13.

Su tigre al escuchar la puerta abrirse clavo en la superficie de madera una daga dorada que traía en la mano, levantándose con molestia, su cabello estaba erizado y pudo escuchar un ligero gruñido de advertencia.

— ¡Te dije que quería estar solo!

Pronuncio dándose la vuelta creyendo que se trataba de otra persona seguramente, pero al ver que era él sus ojos se abrieron desorbitadamente, sus orejas se bajaron y su expresión cambio a la de sorpresa, la cual estaba mesclada con un poco de vergüenza.

— Me asuste, pensé que esa cosa te haría daño.

Se apresuro a decir explicando su presencia, para ese momento las cámaras habían sido apagadas momentáneamente, lo hizo como por reflejo, aunque estaba cansado de esconderse como unos criminales, lo que hacían no podía ser tan malo.

— ¿Leo?

Susurro Tygus, de pronto Leo pudo ver los vendajes de la muñeca de su amante y los que cubrían todo su torso, comprendiendo el alcance que tuvo el castigo impuesto por esa criatura, haciendo que se preguntara si cada vez que su amado estaba a solas con ella este era el resultado, provocando que su sangre comenzara a hervir a causa de la furia que sentía.

— ¿Esa bestia te hizo esto?

Alcanzo a preguntar antes de que Tygus se apresurara a cerrar la puerta, parecía asustado y furioso.

— ¿Qué haces aquí?

Fue su pregunta al mismo tiempo que lo rodeaba con sus brazos, escondiendo su rostro en su cabello, sin poder controlar un ligero temblor que recorría su cuerpo, como si su amado tigre pensara que jamás volvería a verle.

— Necesitaba verte.

Susurro Leo acariciando el cabello de Tygus con cuidado y ternura, tratando de hacerlo sentir seguro.

— Pensé verte con cadenas.

Aquellas palabras provocaron que la sangre de Tygus se helara porque aunque Leo creía que era una locura, ahora tenía una marca que sin duda lo encadenaría a su amo de por vida.

— No digas tonterías, Leo, ya ves que estoy bien.

Leo se alejo algunos pasos y le observo de pies a cabeza, Tygus distaba de estar bien, su cuello tenía una negra marca a su alrededor que figuraban unos dedos enormes y su pecho como su muñeca estaban vendados.

— No lo estas, él te lastimo y no sé porque lo hace con tanta saña.

Tygus de pronto se alejo, Leo necesitaba verlo pero no tenía forma alguna para ello, desconocía la clave de su habitación, a menos que alguien más le hubiera entregado esa clave.

Sólo existía una persona que tenía la clave y no era porque se la hubiera dado, sino porque su maestro se la regalo cuando aun compartían ese cuarto.

— ¡Tykus! ¿Tykus te dio la clave maestra?

Leo al ver como Tygus se alejaba de sus brazos y de pronto parecía sumamente molesto, como si lo hubiera traicionado con esa acción, tal vez por atreverse a ingresar en su cuarto sin su permiso, de pronto no supo que pensar, se preguntaba porque para Tygus verlo en sus habitaciones era algo tan terrible.

— Ya te lo dije, necesitaba verte.

Respondió Leo cruzando sus brazos delante de su pecho, comenzaba a exasperarse con toda esa situación, no entendía porque debían esconderse.

— ¿Te siguieron? ¿Alguien te vio?

Pregunto Tygus mesándose el cabello, ignorando cualquier clase de calma que hubiera mantenido después de huir de la presencia de su amo, Tykus le dijo que matarían a Leo, ese tigre enfermo le había dado la clave, justo después de ser castigado por su amo al creer que tenía un amante.

Comenzaba a pensar que lo había planeado todo, ahora solo faltaba que la criatura entrara por su puerta y los viera juntos.

— Tienes que marcharte.

Susurro Tygus con sus dedos enredados en su melena, su ojo posado en la puerta con miedo, su cuerpo había dejado de temblar para tensarse como si estuviera listo para atacar a cualquiera que entrara.

— No.

Respondió Leo caminando en su dirección, no se marcharía sin tener las respuestas que necesitaba o al menos una explicación para ese silencio.

— ¿Qué?

Pregunto Tygus consternado, observándole como si tuviera dos cabezas.

— No me marchare hasta saber porque nos ocultamos en las sombras.

Fue la respuesta decidida de Leo, quien sin más se sentó en su cama esperando alguna clase de respuesta proveniente de él.

Tygus hubiera querido decirle todo lo que ocurría pero en vez de eso recordando las palabras de su maestro prefirió guardar silencio, lo perdería de todos modos, al menos trataría de conservar un poco de su orgullo.

— Tengo mis razones.

Respondió Tygus recargándose en la silla en la cual estaba sentado, alejándose de Leo, no quería tener que tratar con esa clase de discusión en ese momento, estaba cansado, deprimido y sumamente preocupado.

— Es como si te avergonzaras de estar conmigo, después de todo solo soy un león, no un tigre.

Comento Leo en voz alta, eran algunos de los pensamientos que lo habían inundado cuando lo vio sumiso ante su amo, aunque no eran los únicos, los otros eran aun peores y todos apuntaban a ser traicionado por su amante, aquellas habían sido las palabras de Akbar, eso era lo que veía en esa sumisión enferma por la criatura que los encadenaba, que disponía de su vida, que había matado a casi todo su clan.

— Sólo quiero mantenerte a salvo.

Fue la respuesta de Tygus, quien se dio la vuelta para ver la expresión de Leo con sorpresa, hablaba en serio, creía que no lo amaba lo suficiente y que se avergonzaba de dormir con un león.

— ¿De quién?

Pregunto Leo, levantándose de la cama y caminando en su dirección, tratando de descifrar sus pensamientos.

“De Lord Mum-Ra”

Quiso gritarle, pero aquello únicamente lo desenmascararía, los rumores aun seguían siendo inexistentes para su amante y aunque fuera un acto completamente egoísta no quería alejarse de él.

— De todos, sigues siendo ese cachorro ante mis ojos… yo no quiero que nadie te lastime.

Mintió, una de las actividades que se le daban mejor se recordó con molestia, estaba avergonzado por ello, porque nada estaba más alejado de la verdad, no era la clase de cachorro que salvo cuando se perdió en los corrales, era un felino fuerte, valiente y muy inteligente, era todo menos débil.

— ¡No soy un debilucho!

Le grito Leo, atrapándolo contra el escritorio, sus ojos azules brillaban con un fuego que le hizo sentir nervioso, su pelo estaba erizado a la altura del cuello, su cabello rojo enmarcaba su cara que ya no era juvenil sino la de un felino adulto y decidido.

— Márchate.

Pronuncio Tygus alejándolo de su cuerpo con fuerza, empujándolo con ambas manos, apretando los dientes, diciéndose que aquello era lo mejor para ambos, Leo seguiría con vida y él estaría seguro de que su amante estaba vivo.

— ¡Lárgate!

Repitió cuando Leo permaneció quieto en su habitación, mirándole con sorpresa, sus ojos azules abiertos casi desorbitadamente, pero Tygus se repitió que eso era lo mejor, no soportaría que mataran a Leo por culpa suya, por lo que siguió fuerte en su decisión.

— Ya no podemos vernos más.

Pronuncio sintiendo que su corazón terminaba por romperse, observando como el de Leo se destrozaba junto al suyo, quien no comprendía que estaba pasando, porque trataba de alejarlo de él cuando apenas estaban acercándose.

— Esto debe terminar Leo, será lo mejor para los dos.

Tygus evitaba verlo directamente a los ojos, sí lo veía no lo soportaría y recapacitaría sobre su decisión, le pediría que huyeran lejos de aquella nave, sin importarle lo ilógico que eso era, sin importar que ambos perecieran en ese instante.

— ¿De qué estás hablando?

Pregunto Leo, haciéndolo flaquear, la incredulidad en su voz era palpable, aunque comprendía que la decisión estaba tomada.

— No dejare que me arrebates todo lo que he ganado, Leo, ya no nos veremos más.

Tygus camino en su dirección para abrir la puerta y señalarle el camino, esperando que ya no hiciera más preguntas, eso tenía que hacerse, era lo mejor para ambos, especialmente para Leo.

Lord Mum-Ra ya lo sabía, tenía un amante, y mataría a Leo sin siquiera pensarlo, eso era lo mejor.

— Márchate.

Leo por un momento pensó en negarse, permanecer en compañía de su amante, lo amaba y Tygus también lo hacía, sin embargo, no lo conocía, tal vez aquello que le dijo solo eran mentiras, tal vez solo estaba jugando con él, riéndose a sus espaldas, tal vez era un señuelo de su amo para tentarlo con una recompensa que llamara su atención.

Después de todo a pesar de lo que sentía por el tigre cuando estaba a su lado, no lo conocía, no realmente, no sabía ni siquiera cual era su color favorito, ni su comida predilecta, no sabía nada de él.

— Y no vuelvas.

Tygus aunque veía el rostro de Leo trataba de enfocarse en un punto cerca de su rostro, su melena o la pared a sus espaldas, podía convencerlo de la seriedad de sus palabras como lo hacía con Mum-Ra, no se conocían realmente, no sabían nada del otro, sería muy fácil olvidarse.

— Esta bien Tygus.

Respondió Leo apretando los puños a sus costados, mirando el suelo para ocultar el dolor de su rostro, evitando mirar el rostro de su amante, porque de haberlo hecho se habría dado cuenta de lo mucho que le dolía esa despedida y trataría de saber porque, porque lo dejaba y se marchaba con esa criatura.

— Adiós.

Tygus no quiso mirarle, se quedo junto a la puerta escuchando sus pasos alejarse en las sombras, eso era lo mejor volvió a repetirse, la otra alternativa era tomar una nave y marcharse en dirección desconocida, ninguno de los dos aceptaría esa opción, Leo tenía mucho que perder, él no lo arrastraría consigo.

Deseaba salvar su vida, no condenarla y escapar o permanecer a su lado significaban eso, matar al dulce Leo, lo mejor era destruir su corazón, al menos estaría vivo.

— Perdóname.

Susurro recargándose en las puertas justo en el momento en que se cerraron, por fin lo había hecho, ya no había marcha atrás se repitió como si fuera un mantra, para tratar de permanecer en su habitación y no correr en dirección de su amante.

— Esto es lo mejor…

Pronuncio tocando su cuello, la marca de color morado que podía verse debajo de su pelaje, aun le dolía la garganta, aun podía recordar el calor del cuerpo de Leo y aun sentía sus manos recorriéndolo, era como sí su amante no lo hubiera abandonado porque él se lo había exigido.

“Alguien quiso marcarte, averiguare quien es cachorro y lo pagara con su sangre”

Tygus sabía que sí su amo decidía lastimar a su amante lo mataría, lo destruiría y él tendría que verlo con sus propios ojos, sino es que le ordenaba que disparara en contra de Leo.

Llegado ese momento Tygus no le dispararía a su dulce león, pero la pregunta era sí su dulce león llegado el momento de ver su vida en peligro se mantendría firme y no lo mataría o dispararía como él lo hizo en el pasado.

Lo recordaba como si fuera ayer, fue su primer asesinato y la única ocasión que dudo por algunos segundos en disparar, las palabras de Lord Mum-Ra seguían frescas en su memoria.

“Sólo uno de los dos saldrá de aquí con vida, no me importa quien sea”

Disparo más rápido que su víctima, tal vez porque era más joven o porque sus ojos seguían intactos, tal vez no pensó que podría matarle, aquello no importaba más, sólo que obedeció sin siquiera pensarlo.

Leo podría matarlo obedeciendo las órdenes de su amo pero si no lo hacía, si ninguno de los dos actuaba como lo esperaba esa bestia, en ese momento Mum-Ra se bañaría con la sangre de su amado león y le haría mirar cada segundo de eso.

Thundercats-Thundercats-Thundercats

— ¿Quién es?

Preguntaron desde el trono de la nave ancestral provocando que una figura acuclillada temblara de miedo, su tarea era mantenerle informado de sus quehaceres, una tarea que se suponía era sencilla tomando en cuenta la confianza ciega depositada en su persona, sin embargo últimamente Tygus lograba perderlo sin esfuerzo alguno, aun el localizador implantado en su ojo mecánico había dejado de funcionar como debería, aquello no era su culpa.

— No lo sé…

Lord Mum-Ra entrecerró los ojos furioso, jamás le había gustado que sus esclavos tuvieran mente propia, cada vez que ocurría ellos terminaban muertos, Claudius decidió organizar una rebelión, Tigris buscarle un suplente, en esta ocasión Tygus podría considerar unirse a los rebeldes.

— ¿No existe ninguno que haya llamado su atención?

Esa pregunta era fácil de responder, pero su amo ya lo había descartado antes, aun así debía darle esa información.

— El comandante Leo desea su cuerpo… lo ve demasiado insistente.

Mum-Ra entrecerró los ojos recargándose en su trono, lo había tentado con la posesión de su capitán y el mezquino león hubiera aceptado de inmediato, sino fuera porque no lo dijo abiertamente.

— Dime un nombre.

El felino acuclillado se mordió los labios pensando en algún otro, pero no había nadie, tal vez Tykus, pero el director le odiaba desde mucho tiempo atrás y su amigo se alejaba de las hembras, ya fuera por su orientación o por que no deseaba tener ningún cachorro que pudiera usurpar su lugar.

— Leo, es el único en quien puedo pensar.

Esperaba que fuera cierto, que Leo fuera tan ambicioso para tomar algo que no le pertenecía, sin embargo, Mum-Ra no creía que fuera tan estúpido como para traicionarlo, para él era un error, ese león era tan ambicioso como su amo.

— Tygus…

Pronuncio Lord Mum-Ra levantándose, observando por primera vez que era lo que hacia ese león cuando estaba fuera de la sala de mando, lo que vio no le sorprendió en absoluto, su compañía era esa hembra de pelaje azul, tal vez a ella si se la podría entregar cuando lo mandara a gobernar el peor de los planetas posibles.

— Lo desprecia…

Uno alejado de sus dominios y de su esclavo favorito, a quien mantendría a su lado por mucho más tiempo del que pensó al principio, había algo en ese cachorro que lo hacía diferente a los otros.

— Puedes retirarte.

La imagen de Leo en compañía de la pantera se modifico con un solo movimiento de su mano, de pronto pudo ver lo que hacía su cachorro, él estaba sentado en su cama, observando el suelo con detenimiento, como le habían dicho sus heridas fueron tratadas, en cuestión de horas estaría listo para recibirle.

— Hermoso…

Thundercats-Thundercats-Thundercats

Akbar después de lo que pareció una eternidad para el chacal despertó de su sueño, parecía tranquilo a pesar de verse encerrado en una celda en lo que bien podría ser un cuarto de torturas.

El elefante se había perdido en ese extraño transe de los de su raza y Shen estaba seguro que si le hablaba no sabría en donde se encontraban, ni que estaba pasando, muchos decían que sus visiones podían hacerse realidad, muchos otros que algo estaba mal con sus cerebros y que solo veían alucinaciones.

Lo que fuera que vio Akbar convenció a los suyos de unirse a la dichosa rebelión que se decía estaba encabezada por el comandante Leo en persona, no por la enorme pantera que lo visito unos meses atrás con una propuesta que no había tomado en serio.

— Por fin despiertas, Akbar.

El elefante abrió y cerró los ojos varias veces antes de verlo realmente, su sonrisa era una que jamás había visto en nadie, tan pacifica que lo hizo sentir nervioso.

— Sigues aquí…

Respondió amable, como si tuviera algún otro lugar al cual poder ir sin que los gatos lo llevaran, tal vez se refería a eso, aunque la repentina muestra de piedad del capitán Tygus lo había dejado inquieto.

— ¿A dónde más podría ir?

Fue su respuesta molesta, aun le dolía el cuerpo de cuando lo molieron a garrotazos, pero debía admitir que ya no se encontraba hambriento ni sediento y las peores heridas sanaron gracias a las drogas del botiquín destinado a los gatos de alto nivel.

— Disculpa, a veces confundo el presente con el futuro.

Shen sonrió para sí, ese elefante seguramente no esperaría que creyera en sus descabelladas visiones, era completamente absurdo.

— ¿Anciano, no pensaras convencerme con tus estúpidas alucinaciones?

Le pregunto poniéndose de pie por primera vez en varios días, sintiéndose casi recuperado.

— ¿Alucinaciones?

Pregunto Akbar de manera jovial, sin molestarse por su incredulidad ni por sus palabras.

— Sí, las que convencieron a los tuyos de unirse a un gato, a nada menos que a ese comandante.

Akbar acaricio su trompa como si se tratase de una barba al escuchar sus palabras, seguramente pensando en cualquier otra tontería para convencerlo de unirse a ellos, un felino si acaso lograban derrocar a esa bestia los traicionaría en el acto, Rezard tenía razón, no podían confiar en ellos.

— ¿Qué sigue? ¿Me dirás que me volveré en el mejor amigo de ese león o de cualquier otro estúpido gato?

Shen esperaba escuchar alguna mentira del elefante de edad avanzada, quien solo tenía un colmillo y una de sus orejas tenía una mordida, tal vez provocada por alguna criatura salvaje cuando aun podía entrar en el campo de batalla.

— No, sólo serás su aliado, pero…

Akbar estaba distraído, sus ojos estaban enfocados en ningún lugar que pudiera ver, casi como si sus alucinaciones hubieran vuelto, provocando que Shen perdiera el interés en hablarle.

— Te puedo ver en compañía del joven Claudius y de su padre… serás su amigo, tal vez más que eso sí Leo no recapacita a tiempo.

Para Shen aquellos nombres no significaban nada, eran solamente sombras del pasado y del presente, ambos leones, una de las razas más escasas de aquella nave, por alguna razón que nunca comprendió los leones fueron ejecutados por traición cuando era un cachorro.

— Esos nombres no significan nada para mi, Akbar, con eso no lograras convencerme de unirme a la rebelión.

Le advirtió al elefante, quien simplemente sonrió como si supiera de antemano cuales serian sus acciones.

— No estaba tratando de convencerte, se que te unirás a ella… los tuyos comienzan a preguntarse dónde te encuentras y porque fuiste castigado.

Shen no pudo más que escucharle, sabía que tenía razón, el era el alfa de su gente y sí tomaba una decisión la seguirían, no podía arriesgarse a tomar la equivocada, al mismo tiempo también sabía que si lo perdían comenzarían a preguntarse porque y no dudarían en aliarse a los felinos para vengar su honor.

— Sí sabes todo Akbar. ¿Cuál será el resultado de la batalla?

Pregunto Shen incrédulo, era una locura escuchar a un elefante pero al mismo tiempo, no tenía otra cosa mejor en la cual ocupar su tiempo.

— Ganaremos, pero tú no querías saber eso…

Akbar seguía rascándose la trompa, sus ojos de pronto se posaron en los suyos como si hubiera descubierto la respuesta a sus preguntas.

— Te preguntas si el resultado valdrá la pena y lo vale, tendremos ciudades, cada raza tendrá su propio territorio…

Unas palabras como esas no lo convencerían de arriesgarse a una purga, había demasiados cachorros por los que preocuparse, eran su responsabilidad.

— Los chacales se alzaran con sus hermanos, su ciudad será esplendida… aunque algunos desobedecerán tu mandato y fundaran con los otros la ciudad de El-Dara…

¿El-Dara? Ese era un nombre demasiado ridículo para prestarle atención siquiera, todas las palabras pronunciadas por ese elefante no eran más que alucinaciones.

— Esa ciudad será un paraíso, un refugio para los olvidados o los arrepentidos…

Shen volvió a sentarse ignorando los desvaríos de Akbar, o al menos eso trataba, porque sus palabras le hacían imaginar un futuro cuyo reinado comenzaría con él y continuaría con sus cachorros, una ciudad para su pueblo, eso era más de lo que jamás podría soñar.

— Tú me lo recuerdas, los dos se preocupan por los suyos, darían la vida por ellos y al mismo tiempo no se atreven a tomar una decisión por miedo a equivocarse…

Akbar se levanto del suelo y observo la puerta que daba a esa zona de celdas, como si esperara un nuevo intruso.

— ¿A quién te recuerdo?

Pregunto Shen observando como la puerta comenzaba a brillar, como si fuera a abrirse de repente, tal vez algunos guardias o algún aliado.

— Tygus, tú me lo recuerdas.

Al abrirse la puerta no era otra persona más que Leo, quien sostenía en su mano derecha lo que parecía ser un dispositivo de memoria y en la izquierda una tableta que siempre llevaba consigo.

— Los llevare a sus corrales, dense prisa.

Leo no parecía demasiado contento, en realidad se veía furioso, como si hubiera sido traicionado de alguna manera.

— Tygus te hizo eso.

Pronuncio observando los moretones y los rasguños en el cuerpo de Akbar, por lo que Shen había logrado ver, Tygus era la única razón por la cual el anciano elefante seguía con vida.

— No, joven Leo, él solo me dejo dormir en esta celda.

Leo apretó los dientes al escuchar las palabras de Akbar, seguramente pensando que el anciano elefante había perdido la razón, que ni siquiera se había dado cuenta que Tygus lo había golpeado, tal vez atormentado en el cuarto de tortura, como hacerlo si la mitad del tiempo estaba sumido en esos extraños sueños proféticos.

— Leo.

Llamo su atención, por un momento quiso decirle que Akbar estaba en lo cierto, que Tygus lo único que hizo fue encerrarlo en esa celda, pero prefirió guardar silencio al respecto, tenía mejores cosas que decir.

— He decidido unirme a tu rebelión, espero que valga la pena.

Leo asintió complacido, por fin Shen había recapacitado, necesitaban a los chacales para poder liberarse de esa criatura, Panthera tenía razón, ese no era el momento para suspirar por su amante ni para tratar de hacerlo recapacitar, cuando fueran libres tendría todo el tiempo del mundo.

— Lo hará, todos seremos libres.

Por un momento recordó la expresión de Tygus, aun seguía pensando en lo que le había dicho, parecía que no tenía un solo motivo para que se marchara pero aun así no quiso pelear con él, no quiso alterarlo, ya tenía suficiente con el castigo impartido por esa bestia.

— Te lo prometo.

Shen asintió y fingió ser escoltado por Leo a sus celdas, sin embargo, antes de que pudieran dar unos cuantos pasos, Akbar recargo su mano en Leo con tristeza.

— Recuerda lo que te dije Leo…

Leo asintió, aun recordaba las palabras de Akbar, las que con cada momento tomaban más sentido, seria traicionado, pero hasta ese momento no creía que Tygus fuera leal a esa cosa, no podía ser posible, pero que otra cosa podía ser.

¿Quién más podría ser el traidor?

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