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Encuentros fortuitos. por Seiken

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Encuentros fortuitos

Capitulo 21.

— Los lagartos hablan de condenarlos a muerte, los ancianos serán los primeros en morir, después lo hará ese albino.

Tygus parecía empezar a recuperarse del transe en el cual estaba sumergido, su corazón estaba roto, lo que Lord Mum-Ra había tratado de lograr durante toda su vida Leo lo logro en cuestión de horas, había quebrantado la voluntad del orgulloso tigre.

— Muchos lo odian tanto como a ti.

La respiración de Tygus comenzaba a normalizarse, sus ojos ya no estaban posados en un punto invisible, sino que parecían enfocados en ella, escuchaba con atención cada palabra que era pronunciada.

— Leo no moverá un solo dedo por él, cree que fue Bengalí quien los entrego a Lord Mum-Ra, que su lealtad era genuina.

Tygus poco a poco se daba cuenta que Panthera tenía razón, su clan lo necesitaba, Leo no parecía sentir misericordia alguna por ellos y Bengalí era su amigo, podría decir que era su hermano, habían sido criados juntos, entrenaron bajo el mismo tutor, sufrieron los mismos tormentos.

Lo peor de todo era que Bengalí tenía razón, Leo lo único que deseaba era poseerlo y no quiso escucharlo.

Tygus no permitiría que ese león lastimara a su único amigo, a la única criatura que se había preocupado por el durante toda su vida, el único en el que podía confiar, quien siempre le decía la verdad y nunca le mentiría por hacerlo feliz aunque supiera que estaba en un error.

— Esta rebelión debe traernos libertad, no un régimen idéntico al de esa criatura, márchate, podrán llegar a la nave que me mostraste, yo detendré a nuestros aliados.

Tygus no dijo nada, solo se marcho de aquella celda corriendo, desapareciendo en el acto, utilizando su camuflaje para llegar a donde estaban los felinos prisioneros, esperando que no hubiera perdido demasiado tiempo por culpa de su debilidad.

Recogiendo un garrote que había sido abandonado en el suelo y del cual nadie se había percatado, era un arma rudimentaria, tenía poca fuerza en un combate real así como un alcance menor que cualquier arma que hubiera utilizado, pero serviría como defensa en el caso de encontrarse con algún guardia.

Con suerte podría conseguir un arma de fuego en el camino pero sería imposible, las únicas armas que había a su alcance estaban en la nave protegida con camuflaje, él siempre les había dicho que una rebelión era la razón por la cual necesitaban una carta bajo la manga, graciosamente adivino el motivo que ahora los llevaba a huir para proteger sus orgullosos cuellos.

Tygus compartía el orgullo de su raza pero al mismo tiempo creía que era esa la peor de sus virtudes, la que siempre terminaba por condenarlos a un destino terrible.

Thundercats-Thundercats-Thundercats

La espada le hablaba, su voz era fuerte en su cabeza, las imágenes de la explosión de la galaxia seguían atormentándolo, se imaginaba cientos de rostros agonizando, planetas enteros desintegrándose en una horrible nada, solo porque él deseaba ser libre, vengarse de la criatura.

Sentía que sus emociones se amplificaban en una maraña difusa, sólo podía sentir odio y deseo, sentimientos tan oscuros que se sentía perdido en ellos, furioso porque no se suponía que debería ser de aquella forma, aquella no era su victoria, Lord Mum-Ra no estaba muerto, no tenían esperanzas y al único que deseaba a su lado ya no lo amaba más.

Todo por lo que lucho estaba perdido y él no tenía nada más que esa espada, lo único que nunca había deseado en realidad, una fría herramienta que inundaba su mente con imágenes confusas de lo que podría ser un futuro en el cual solo podía ver llamas, fuego sobre fuego.

A ese inmortal destruyendo su ciudad, asesinando a sus seres queridos, esclavizando a su raza, la peor de todas las imágenes era ver a Tygus a sus pies utilizando una extraña armadura dorada, hincado a un lado de otra mujer, un puma de ojos pardos llenos de odio.

Leo no escuchaba las palabras de los demás líderes hasta que alguien menciono a Tygus, ese nombre lo regreso a esa habitación oscura, en donde Tykus había dicho que necesitaban darle un escarmiento a los traidores, que su amante era una buena oportunidad para demostrar su poder.

Por un momento posó su mirada en Tykus, no era la primera vez que hablaba de castigar a su tigre, pero si quería permanecer a su lado esa debía ser la última ocasión en la que lo mencionaba de esa forma, no permitiría que nadie tocara uno solo de sus hermosos cabellos.

— La espada, las piedras y Tygus me pertenecen.

Pronuncio levantándose de su asiento tratando de imprimir la furia que sentía, a sus aliados no les importaron sus demandas pero Akbar parecía decepcionado, casi triste, Panthera estaba a su lado mirándole como si no comprendiera sus palabras, era tan extraño pensó antes de marcharse, tenía que verificar si su tigre estaba a salvo, si los lagartos no habían llegado a él o si cualquier otra especie no trato de extraer su venganza del único tigre solitario.

Nuevamente la imagen de Tygus postrado a los pies de Mum-Ra casi lo derriba, más aun al ver la apariencia decadente de esa criatura, no supo si eso era una alucinación o el futuro, de lo que hablaba Akbar sobre la traición.

Leo se recargo contra la pared sin percatarse que la espada parecía viva, como si estuviera brillando, inundando su mente poco preparada con su energía, uno de sus atributos era su facultad para mostrar el futuro en uno o varios universos paralelos, advertirle al portador del peligro, ver más allá de lo evidente.

El problema con las visiones era que a veces no puedes descifrar las imágenes que te son rebeladas hasta que es muy tarde ya, Leo no comprendía el poder que blandía ni tampoco estaba preparado para manejarlo, era demasiado para él y estaba demasiado aturdido para poder pensar con claridad.

Lo único en lo que pensaba era en descansar en los brazos de Tygus, sentirlo a su lado, asegurarse que esa criatura no podría quitárselo nuevamente, no soportaría perderlo.

Se detuvo en la celda que lo contenía para ver como su compañero le tenía miedo a él cuando nunca mostro temor contra esa criatura, entro para tratar de tranquilizarlo, asegurarle que nada malo podría pasarle sí el estaba a su lado pero no lo escucho, no quería hacerlo.

Las voces de la espada cada vez eran más fuertes, opacando la de su tigre, las imágenes eran cada vez peores, mucho más dolorosas que nunca y cuando se dio cuenta de lo que estaba pasando de alguna manera había arrastrado a Tygus a otra celda, llevándoselo lejos de los suyos.

Al separarse de su tigre pudo ver una mordida en su cuello, de la cual brotaba sangre roja, Leo todavía no comprendía que era lo que había pasado, si fue consensual o había tomado a su dulce amante en contra de su voluntad, pero la forma en que Tygus parecía perdido en sus propios pensamientos le indicaba que había hecho lo último.

En vez de proteger a Tygus como se lo prometió se convirtió en aquello que el odiaba, por un momento creyó que esa era una pesadilla, que la espada seguía jugando con su mente, confundiendo sus sentidos.

Al tocar la herida ensangrentada, sentir lo caliente de la sangre mojando su dedo supo que era cierto, él era un monstruo, no se merecía estar con Tygus ni llamarle compañero, eso era demasiado hermoso para una bestia como él.

— No tienes nada que temer Tygus, yo voy a cuidarte.

Pronuncio besando su mejilla, quitándole las esposas con cuidado, esta vez si su tigre quería irse lo permitiría, aunque no era si quería irse sino cuando pensó Leo con demasiado dolor para poder pronunciar más que esa absurda promesa, ya le había hecho demasiado daño, de quien debían protegerlo era de él, no de cualquier otro.

— No dejare que nadie te haga daño.

Ni siquiera él pensó Leo, alejándose de Tygus sin mirar atrás, aun escuchaba el cantico de la espada que de pronto se volvía como una cadena, un grillete que lo encadenaba a una tarea que no deseaba y a una vida solitaria, comprendiendo que no era mejor que la criatura que el quiso destruir.

Después de todo su trabajo duro en realidad no había logrado nada ni tendría a nadie a su lado cuando lo necesitara, no se lo merecía de ningún modo y su amante no se merecía un amo nuevo.

— Por eso debo dejarte ir.

Thundercats-Thundercats-Thundercats

Tygus no encontró ninguna clase de resistencia en su camino hacia las celdas, todos los animales parecían haber bajado la guardia o eso creyó cuando ingreso en los corrales que tenían a los integrantes de su clan, sin embargo, un grupo de treinta lagartos decidieron ignorar la advertencia de Leo, aun no tenían suficiente para considerar aquella una victoria así que sin más decidieron atacar a sus opresores.

Varios tigres yacían muertos en una de las celdas, los otros peleaban cuerpo a cuerpo con los lagartos en una lucha desigual, Tygus perdió el camuflaje e inmediatamente libero a todos los presos, los tigres y los felinos que se mantuvieron leales a Lord Mum-Ra.

El capitán no quería mancharse las manos con sangre aliada pero ellos no eran sus aliados, Leo estaba en un error si creía que después de la derrota de Mum-Ra los animales permanecerían unidos, se lo advirtió mucho antes de que comenzara esa batalla pero no quiso escucharlo, nunca nadie parecía hacerlo.

— Tenemos que irnos.

Bengalí al escucharlo dio un pisotón en el cuello del último lagarto con vida, quebrándole el cuello, acercándose a él para rodearlo con sus brazos en un acto impensable para el médico albino.

— Los que tengan fuerza suficiente carguen a los que no pueden moverse con facilidad, no dejen ningún anciano o herido atrás.

Sus órdenes eran escuchadas, Bengalí se alejo de Tygus notando como un poco de sangre comenzaba a manchar el uniforme de otra forma gris, el cual noto estaba demasiado descompuesto, como si hubiera peleado con ese león para liberarse.

— Tomen las armas de esos lagartos y muévanse.

Pronuncio Tygus enseñándoles el camino, confiando en Panthera para que ella pudiera darles tiempo suficiente para escapar de ese lugar con vida, ya tenían demasiadas bajas, no quería perder más vidas en esa inútil rebelión.

Mum-Ra no había muerto, su nave no estaba destruida, Leo había perdido la razón y la alianza entre los animales no podía durar demasiado, sólo era cuestión de tiempo para que las guerras por el control del planeta comenzaran.

De pronto su futuro se veía aun peor de lo que era unos meses antes.

Thundercats-Thundercats-Thundercats

— ¿Que ocurrirá con el capitán y su pueblo?
Shen busco a Panthera, no estaba de acuerdo con lo que había ocurrido en la reunión, a sus ojos los tigres estaban ciegos por culpa de su orgullo pero no tenían porque pagar con sangre los errores del pasado, ya que todos y cada uno de ellos cometió actos en el pasado de los que se arrepentía.

— ¿Por qué te importa Shen?

Pregunto ella oprimiendo algunas secuencias en la única consola que aun funcionaba, cerrando puertas y abriendo algunas otras, esperando abrirle paso a Tygus, quien transitaba uno de los pasadizos que llevaban a los hangares, a uno en especial.

— Tengo mis razones.

La respuesta de Shen provoco que Panthera perdiera los estribos, algo que nunca ocurría, y lo sujetara del cuello de su uniforme acercándolo a su rostro.

— ¡Estoy harta de esa estúpida respuesta!

Shen vio como los pasillos que antes estaban cerrados se abrían y un grupo de tigres liderados por Tygus corría en dirección de los pasillos, comprendiendo cuales eran los códigos que la pantera había presionado en la consola que funcionaba al mínimo de sus capacidades.

— Tygus es un soldado honorable, ellos son guerreros y me parece que solo cumplían órdenes, me molestaría verlos asesinados por actos de los que no tenían control.

Panthera lo soltó de inmediato, no era la respuesta que esperaba escuchar del enorme chacal de mirada impasible.
— Pero creo que los dos pensamos de la misma forma, Panthera. ¿Por eso los estas dejando ir?
Ella asintió regresando a la consola, verificando que Tygus llevara a los suyos al hangar indicado.

— Lo que no entiendo es porque Leo odia tanto al capitán.

Panthera sonrió al escuchar esas palabras, Shen la vio arqueando una ceja con sorpresa, parecía que esperaba respuestas.

— Créeme, el odio no tiene nada que ver con esto.

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Leo se alejo lo suficiente de Tygus antes de caer al suelo, recargando su espalda contra la pared, recordando pequeños flashazos de lo que hizo en esa celda, cómo lastimo a Tygus cuando le suplicaba que se detuviera, traicionando su confianza al mismo tiempo que torció su amor en algo repulsivo.

“Serás traicionado por quien más amas y por eso un inocente sufrirá”

Leo apretó los dientes y cerró los ojos llevando sus manos a su cabeza, tratando de bloquear las imágenes que de una a una invadían sus recuerdos, provocando que se sintiera asqueado consigo mismo, se odiara por ser tan ciego, por no escuchar sus plegarias y tomar lo que no era suyo si no era entregado con gusto.

La espada volvió a brillar, el iris negro que estaba cerrado se abrió, imitando a su propio ojo que comenzaba a brillar de color azul contrastando el brillo rojizo de la espada, Leo trato de aventarla lejos, cansado de las visiones que no se detenían, pero cuando cerró el puño sobre el mango pudo ver una imagen nítida, esta ocasión no era como las demás, borrosa e inmóvil, en esta ocasión era como si estuviera presente en ese lugar observando con sus propios ojos una escena que lo lleno de impotencia y rabia.

Pudo ver el planeta donde aterrizaron cubierto de llamas, monumentales torres de humo negro se elevaban hasta donde podía ver, el cielo era oscuro y en lo que parecía una pirámide podían escucharse varias voces.

La visión lo llevo al interior de la sala del trono donde yacía prisionero el inmortal, nada había cambiado en esa antiquísima estructura, exceptuando tal vez la apariencia del inmortal, la figura demacrada estaba cubierta por vendas y un manto rojo, sus ojos posados en una figura que luchaba por liberarse.

La que era arrastrada por dos descomunales criaturas, un chacal y un mandril, detrás de ellos caminaba un felino, el que portaba una armadura de color dorado.

El inmortal comenzó a descender lentamente, su cuerpo descarnado representaba la muerte misma, sus ojos brillaban en la oscuridad, al mismo tiempo la figura que luchaba contra las dos descomunales criaturas fue obligada a hincarse en el suelo, su rostro seguía oculto ante su mirada.

De pronto el felino le sujeto por el cabello al mismo tiempo que la inmortal aberración se detenía a unos cuantos pasos, el placer reflejado en esa odiosa apariencia provoco que Leo quisiera escapar, pero debía ver quien era la pobre figura condenada a sus pies.

— Es todo suyo mi señor.

Pronunciaron con un atisbo de crueldad al mismo tiempo que tiraban del cabello de la figura de rodillas, la que esta vez permaneció quieta cuando la odiosa mano de la bestia le sujetaba de la barbilla.

— Muy bien hecho, Bengalí.

El rostro del cautivo se lleno de asco e intento liberarse, alejándose apenas unos centímetros de la odiosa criatura, la que recorrió con sus dedos cadavéricos la mejilla del infeliz atrapado entre los dos gigantes, cuyo cabello aun era sujeto por la mano del otro felino para que la bestia inmortal se deleitara en su imagen derrotada.

— Pronto aprenderás a apreciarme, Tygus.

Leo se aferro al mango de la espada y comenzó a correr en dirección de la celda en donde había dejado a Tygus, comprendiendo al fin quien los traiciono, ese tigre blanco era el espía de Mum-Ra, quien derrumbo la mentira de su amante obligándolo a alejarse de él para mantenerlo a salvo.

El propio Tygus le dijo que solo trataba de protegerlo, que el hechicero inmortal podría matarlos pero que no lo hizo, perdono su vida para poder alejarlo de él, para tener una maldita victoria en una criatura que pensaba eran inferiores, arrebatándole al tigre solo porque podía hacerlo.

Lo peor de todo era que él lo permitió, dejo que Mum-Ra se lo quitara por dejarse llevar por sus celos, la oscuridad que había en el, por no comprender las palabras que Akbar le había dicho, sus advertencias, creyendo que Tygus era el traidor.

Thundercats-Thundercats-Thundercats

Panthera había cumplido su promesa, de alguna forma logro despejar el camino para que pudieran llegar a la nave de escape, debía sentirse feliz, ya nunca más regresaría a esa tumba, pero no lo hacía, creía que dejaba atrás algo demasiado importante para él.

Bengalí como todas las otras ocasiones le ayudo sin hacer preguntas, enseñándole a los ancianos donde podrían estar seguros, esa generación de tigres aun no había recibido la orden para tener cachorros por lo cual solo tenían que cargar con los ancianos y los heridos.

Tygus tenía que asegurarse que cada uno de sus soldados y miembros de su clan ingresara en ella, no dejaría a nadie más atrás, sin embargo, una voz interna le gritaba que no deseaba marcharse, aquella no podría ser su conciencia ni mucho menos su sentido común.

De pronto Bengalí al ver que Tygus no ingresaba a la nave fue por él, notando por segunda ocasión como su uniforme tenía manchas de sangre seca, en el cuello, donde antes había estado la mordida de ese león.

El tigre blanco trato de ver su herida, sin embargo, Tygus se alejo mirándolo fijamente.

— Ahora no Bengalí.

El médico asintió sin decir palabra e intento empujar a Tygus al interior de la nave con delicadeza, como lo hace un buen samaritano con alguien aturdido, tratando de llevarlo a un lugar seguro.

— Quiero quedarme.

Pronuncio más para el que para Bengalí, quien inmediatamente trato de hacerlo reaccionar, era absurdo que permaneciera en esa nave, después de lo que pensaba Leo había hecho cuando se llevo a su amigo, separándolo de los demás para tomar aquello que deseaba.

Después de todo el vencedor se queda con el botín y que mejor premio que el Tyaty de su amo.

— ¿Acaso estás loco?

Le pregunto Bengalí tratando que Tygus lo viera a los ojos, pero toda su atención estaba puesta en una figura de melena roja, la cual acababa de alcanzarlos aun con la espada en su cinto.

— Tigris lo estaba, no veo porque yo no lo esté.

Respondió con una extraña sonrisa en su rostro, estaba a punto de perder el control, Bengalí ya lo había visto antes y no podían tratar con esa errática forma de pensar en ese momento, ni en ningún otro, ya que fue esa confusión la que le hizo compartir su cuerpo con ese ingrato león en un principio.

— ¡No eres gracioso cuando hablas de esa forma!

Leo trato de ingresar al hangar pero de repente la nave se puso de su lado porque las puertas se cerraron delante de él provocando que gritara por culpa de la furia el nombre del capitán, quien a juzgar por su expresión deseaba ir con él.

— No estoy tratando de ser gracioso.

Leo ataco la puerta con su espada tratando de abrirse paso con ella, debía detener a Tygus, esa imagen era demasiado real para ser mentira, no podía dejar a su dulce tigre en las traicioneras manos de Bengalí, no cuando él se lo entregaría a Mum-Ra sin siquiera pensarlo.

— Te necesitamos Tygus, no puedes abandonarnos.

Tygus reacciono a esa suplica, no importaba lo que deseaba hacer en ese momento, tenía que cumplir con su deber antes que rendirse a Leo.

— No veo porque no puedo quedarme, ustedes no me necesitan.

Bengalí lo sujeto de los brazos al escucharle decir aquellas palabras, Tygus debía estar sufriendo estrés post traumático, de otra forma no se comportaría como lo hacía, no se entregaría a un león que solo quería ser su amo.

— ¡Ese león solo quiere un esclavo!

Le grito sacudiéndolo un poco, observando con horror como la puerta comenzaba a ceder ante la fuerza arrebatada de su amo, lo que no se merecía ese león quería arrebatarlo por la fuerza.

— ¿Eso sería tan malo?

Bengalí escucho como le preguntaban, Tygus debía estar bromeando, no podía ser cierto lo que su amigo pronunciaba, no podía quedarse en esa nave para que Leo volviera a lastimarlo, así que comenzó a jalarlo en dirección de la nave.

Tygus se quedo quieto por un instante para después soltarse de las manos de Bengalí, quien seguía tratando de convencerlo de subir a la nave junto a los suyos, sin embargo, él quería quedarse sin importar las palabras que eran pronunciadas por Bengalí.

— ¡Claro que lo es, tu eres el Tyaty, no un animal cualquiera!

Tygus odiaba ese titulo y antes de que pudiera reaccionar, decirle que no era el Tyaty, que él nunca decidió ese destino, que deseaba quedarse con Leo a pesar de todo, que esa esclavitud seria por mucho más placentera que todo lo que tuvo que pasar siendo el poderoso capitán de las fuerzas especiales, la puerta que los mantenía separados del comandante fue derribada.

— ¡Tygus!

Bengalí se interpuso entre ambos, aunque Tygus olvidara su deber él si lo comprendía, no permitiría que Leo reclamara algo que no era suyo, su amo no podía morir y no permanecería en esa tumba por siempre, lo que significaba que su Tyaty seria severamente castigado por su traición.

— Tygus, no te vayas, te prometo que no volveré a herirte, jamás…

Tygus le observo fijamente con una expresión neutral, Bengalí parecía a punto de dispararle a Leo, aun sostenía uno de los rifles que robaron de los lagartos.

Leo apretó los dientes con la imagen de la espada fresca en su memoria, estaba seguro que Bengalí lo traicionaría, solo era cuestión de tiempo, no podía dejarlo ir, aun no.

— Jamás volveré a tocarte, pero por favor, no vayas con él.

Tygus cerró los ojos y volvió a abrirlos, su expresión había vuelto a la normalidad, Leo aun estaba demasiado alejado de ambos, pero su expresión era una que jamás había visto, estaba desesperado, asustado por alguna razón, su espada seguía con él, brillando, había duplicado su tamaño.

— ¿Qué se supone que hare aquí, además de ser tu esclavo?

Leo mantuvo su distancia pero levanto una de sus manos tratando de tranquilizar a Tygus, sabía que no podía recuperarlo después de lo que hizo con él, pero tampoco estaba dispuesto a entregarlo en los brazos de aquella criatura nuevamente.

— Serás libre en mi reino, podrás vivir en un lugar soleado, con plantas, construiré un lugar como el que has soñado, pero por favor, tienes que quedarte aquí.

Tygus bajó el rifle de Bengalí con lentitud, tomándolo él en su lugar, preparándolo para poder utilizarlo en caso de necesitarlo, sí Leo decidía que no podía dejarlos ir, recapitulando, lo que él deseaba era diferente a lo que Leo le ofrecía, él deseaba un compañero, una casa que fuera suya, un lugar donde vivir tranquilo, no una nueva prisión.

— ¿Otra promesa que no vas a cumplir? ¿Lord Leo?

Los otros tigres comenzaban a desesperarse, Tygus estaba tardando demasiado, Bengalí sonrió al ver la expresión de dolor del usurpador, por fin su amigo había recapacitado, marcharía con ellos y cuando pudieran reagruparse volverían por su amo.

— ¡No! ¡Tygus, escúchame!

Bengalí poso su mano en el hombro de Tygus, llevándoselo de aquella cámara, Leo apretó los dientes y maldijo en voz baja, comenzando a respirar hondo, cuando su tigre le dio la espalda de pronto se escucho un disparo que reverbero en el profundo silencio.

Tygus caía al suelo con una herida de energía de plasma en la espalda, justo en el hombro, Leo grito su nombre e intento llegar a él, siendo detenido por dos brazos demasiado fuertes para su edad, quienes lograron que la espada cayera al suelo, perdiendo todo su poder, regresando a su tamaño normal.

Tykus había seguido a Leo en silencio, le había visto tomar al tigre y escucho lo que Panthera pronuncio a sus espaldas, como le prometió al Tyaty que podrían marcharse, por poco los detiene, él más que nadie quería que el capitán pagara por sus crímenes, pero Leo era un necio, jamás comprendería que este tigre era un animal rabioso, que llegado el momento volvería contento con su amo.

— ¡Déjalos ir Leo!

Leo se retorció en sus brazos y logro separarse de Tykus golpeando su rostro con su codo, viendo como Bengalí junto a otros dos felinos cargaban a Tygus, ingresando su cuerpo casi inconsciente en ese vehículo.

— ¡Deja que sea libre, que se acostumbre a su independencia y tal vez regrese a ti!

Leo vio como la puerta se cerraba detrás de ellos, no podría evitar que se llevaran a su compañero a menos que atacara esa nave de escape y creía que un acto así sólo lo alejaría aun más.

— ¡Que tome sus propias decisiones!

Leo volteo en dirección de Tykus y comenzó golpearlo, olvidándose de la espada, estaba cansado de sus palabras insidiosas, del odio que reflejaba cada vez que hablaba de Tygus, él era inocente, pero al mismo tiempo, ese anciano despreciable tenía razón, debía darle la oportunidad a Tygus de regresar a él sí eso quería.

— ¿Por qué le disparaste? ¿Por qué quieres destruirlo?

Leo no estaba seguro si Tygus sobreviviría, pero al ver el arma, esta solo era para aturdirlo, para que lo alejaran de él, ese anciano no tenía derecho a separarlos.

— Sólo lo aturdí, Tygus está acostumbrado a obedecer y su afecto por ti sólo sería una reacción natural a tu nuevo puesto…

Leo volvió a golpearlo, esta vez para silenciarlo, estaba arto de sus mentiras, de su lengua mentirosa y se daba cuenta que fue un tonto al escuchar sus constantes advertencias, más tonto aun al no seguir lo que su corazón le estaba diciendo, como le pedía que fuera con Tygus antes de que sus celos se apoderaran de su cordura.

— ¡Leo detente!
Justo en el momento en que Panthera logro alcanzarlos y la nave despegaba con rumbo desconocido, pudo comprender que jamás volvería a verlo, por primera vez desde que recordaba estaba solo, su tigre dudaba de su afecto, su luz había sido extinguida con él.

— Lo he perdido.

Susurro más para sí que para Panthera, al ver como la nave de transporte se alejaba en el cielo, ignorando como Tykus se marchaba sin siquiera decirles una sola palabra, su corazón clamaba por su compañero.

— Tal vez no, Leo.

Leo negó aquello con un movimiento de la cabeza, había perdido a Tygus, lo destruyo como Mum-Ra destruyo esa galaxia y aunque los demás creyeran que era un héroe, que era un gran líder, no era mejor que ese inmortal.

— No, debo dejarlo ir, eso es todo lo que puedo hacer ahora.

Fin.

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Primero me gustaría decirles que esta historia continua en Afecto, que es la séquela de encuentros fortuitos y ocurre ya en Thundera, algunos años después de este abrupto final.

Muchas, muchas gracias a todas las personas que leyeron esta historia y muchas más gracias a los que me dejaron comentarios, sin ustedes no habría podido terminar esta locura que llamo Encuentros Fortuitos.

Al principio creía que ya no la continuaría, pero gracias a mi querida amiga Ashura Ou/ Yuriko Hime pude lograrlo, ella fue quien aguanto mis desvaríos hasta largas horas de la noche y aporto muchas partes importantes de esta descabellada historia pero emocionante historia que disfrute demasiado escribiendo.

Orthus, Ashira 23, SENAEE, Bojik Ivanov, Sekmeth Dei, Hohenheim x3, Yuriko Hime, croco chan, akazim, shadow 10, ashira, talasuas, nikky Lili tienen mi gratitud por dejarme comentarios, aunque esta historia podria haber sido mucho mejor de lo que es.

Mil gracias por todo.

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