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Bautismo por Eowyn

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Notas del fanfic:

Aqui me tienen con un nuevo relato... espero que les guste :3 

Notas del capitulo:

 Unas cuantas aclaraciones... los pensamientos de Eiri estan en cursiva y en una parte del relato hay unos diálogos en inglés, decidi poner la traduccion entre paréntesis y en negrita. ¡Eso es todo! 

 

Los personajes de este fic son de Maki Murakami

 

 

***

 

Bautismo

 

 

—No puedo creer Yuki, que pensaras rechazar la invitación de tu amigo. ¡Eso es muy descortés!— Escuché decir a Shuichi por enésima vez.

— ¿Y que sabes tú sobre cortesía mocoso?

—Mucho más que tú, seguro.

—Hpff…susurré  en un bufido.

Viajar con Shuichi era lo opuesto a un viaje tranquilo, el mocoso era alguien que no podía mantenerse tranquilo por mucho tiempo. Todo iba bien cuando mataba el tiempo leyendo sus comics o viendo alguna estúpida película de comedia romántica, pero el problema era cuando estas dos opciones se le terminaban y  clavaba su mirada de cachorro en mi, murmurando un molesto: <<¡Yuki estoy tan aburrido!>>

¡Qué demonios! ¿Quién soy? ¿Tu payaso personal?

Además tendría que recordarle que  fue el que insistió en  venir. Traté de concentrarme nuevamente en mi libro pero…

— ¡¿Quieres bajar el volumen de tu voz?!

Tenía la música de su maldito Mp3  tronando en sus oídos y no me cabía duda que mi voz no llegaba hasta sus tímpanos. Lo desconecté del ruidoso mundo en el que se sumía, quitándole los auriculares de un tirón.

— ¡Yuki! ¡Qué...! Oh… lo siento, ¿me habías dicho algo?— Preguntó con una mirada llena de inocencia.

—Que eres un retardado. Pero eso ya lo sabías ¿no?

Me miró con el ceño fruncido y se  conformó con dedicarme un mohín.

—Oye amor, ¿compraste el regalo?,  ¿cierto?— preguntó distraídamente.

Debo aceptar que la pregunta me descolocó por un momento.

—Supuse que de eso te encargarías tú— Respondí seriamente.

Clavé mis ojos en los suyos, sabiendo que sería cuestión de tiempo hasta que apartaría la mirada.  Y como era de esperarse, terminé ganando yo en la guerra de ceños. Noté al observar de reojo que  las personas en el avión comenzaban a echarnos miradas furibundas. Y les encuentro razón… entre mis gruñidos, los chillidos de Shuichi y su atronadora risa mientras veía hacen su película, pondrían de malhumor a cualquiera… (incluyéndome)

Y yo sigo preguntándome, estando a miles de kilómetros de Japón ¿A dónde quedó mi voz alfa en esta relación?  Debo hacer algo con ese lado debilucho ante la persuasión del mocoso… pues esto se me esta yendo de las manos.

Todo comenzó con una invitación. Una maldita invitación en papel rosa. Proveniente de Ethan McCarthy, un viejo amigo que  me convocaba al bautismo de su primera hija, en Nueva york. Obviamente no lo pensé dos veces. Me tomó exactamente 3 segundos idear la excusa perfecta para no asistir.  Pero claro… fue otra cosa una vez que Shuichi se enteró.

Ni siquiera Tohma fue capaz alguna vez de convencerme completamente de algo. Bueno, no creo que mi cuñado sea capaz de hacer “eso” o “aquello” conmigo…

 Bastó un llamada suya para confirmar nuestra presencia y fue inútil todo intento por parte mía de no ir. Ni siquiera le convenció mi estado convaleciente ante una supuesta gripe…

Llegamos a  Nueva York sin contratiempos, por suerte. Ya   estábamos con el tiempo justo. Teníamos poco menos de dos horas para comprar el regalo y tratar de llegar al tiempo a la  fiesta. Para luego  retomar el plan inicial:   saludar a Ethan, entregarle lo que sea que compremos a la niña y largarnos, haciendo caso omiso a las personas a las que podríamos visitar como acto de cortesía estando tan cerca... entiéndase por Rikku y su ¿tía?  Eso estaba, claramente,  fuera de mis especulaciones.

Luego de tomar el equipaje comenzamos la carrera para buscar el regalo. O mejor dicho Shuichi empezó la carrera… yo me limité a seguirle perezosamente, quedándome atrás con frecuencia. Pagamos al taxista a toda prisa y entramos al espectacular “Manhattan Mall”, uno de los principales centros comerciales de Nueva York. Shuichi estaba acostumbrado a su enérgico ritmo, siempre corriendo de aquí para allá, por lo que no se detuvo en admirar la imponente y moderna construcción del edificio y menos en las vidrieras, a pesar que era un pasatiempo que por extraño que a mí parezca, a él le gustaba.

Me detuve a mirar un local que parecía interesante. Vendían trajes y corbatas, el tipo de negocios que eran de mi interés. Sin embargo, ese minuto que detuve mi caminar sirvió para una larga perorata por parte suya, empezando por el desinterés hacia el importante evento de un buen amigo y terminando el sermón con un reclamo relacionado con los aplastados almohadones del sillón en donde me siento para ver la televisión en mis horas de ocio. ¿Irresponsable dices? ¡Eso deberías decírtelo a ti mismo, mocoso!

—Esa corbata de Winnie Poh es muy bonita Yuki, ¡pero llegamos tarde! ¿Querrías por favor apurarte?

— ¿¡Quien está mirando eso!? Solo tú te pondrías una cosa así...—respondí. — ¡Ya voy! si, si… ya cállate... — añadí  haciendo un gesto de desdén con las manos.

 Vi como se alejaba varios metros y desde allí me hacía señas para que le siguiera, con una mirada de impaciencia.  Sí, estoy caminando lentamente, muy lentamente... para fastidiarle. ¿Por qué  será que se preocupa tanto por llegar a ese bautismo? ni siquiera conoce a la mocosa. Aunque al parecer le gustan los niños. Aún recuerdo lo bien que se llevaba con el pequeño monstruo de Rikku.

—Que crees que le gustaría Yuki?— dijo él mientras subíamos por las escaleras mecánicas.

—Tiene dos años. Lo único que hace es babear, comer y dormir. Cualquier porquería será suficiente.

—Siempre tan tierno… — escuché que decía irónicamente.

¡Qué más da! La paternidad es algo que mis genes pasaron olímpicamente por alto. Muchas veces me imaginé en el rol de padre, pero siendo sincero sé que tiraría a la criatura por la ventana la primera noche.

Llegamos al primer piso, que según las indicaciones del cartel de la entrada, era donde estaba la sección de niños. Y no es como si alguien no pudiera percatarse. Por todos lados había mujeres que llevaban de la mano a las chillonas criaturitas  que pedían a gritos que se  les comprara algo, mientras pasaban por las vidrieras que mostraban desde juguetes hasta ropa y cualquier otra chuchería que tanto les gusta.

Entramos a uno que parecía prometedor: el amplio negocio estaba decorado con brillantes colores en el exterior y vendían cualquier cantidad de cosas. Divisamos a una vendedora y nos aproximamos a ella.

-Estamos buscando algo bonito para una niña de dos años. Dijo Shuichi, mitad en japonés, mitad en inglés.

Me tapé la boca  mientras ocultaba una mueca burlona. ¡Qué  pésimo resultaste ser en los idiomas! La vendedora te miraba, claramente confundida.

Le aparté bruscamente y repetí sus palabras. Luciéndome en la pronunciación de un perfecto inglés. Luego de unos minutos el mostrador estaba lleno de cosas, gracias a la muchacha que traía más y más ante sus negativas.  Había pilas de ropa diminuta y juguetes que chillaban, brillaban ¡y hasta hablaban! ¡Por los cielos! ¿Quieren traumar a alguien? Esas muñecas que decían “Hello mommy” eran verdaderamente perturbadoras.

Y aun así Shuichi no se decidía por nada. Era peor que una madre comprando una prenda para su primer hijo. Sin embargo a la vendedora parecía no importarle, con tal de que compráramos algo. O quizás solo quería seguir viendo mi apuesto rostro…

— ¡Elige cualquier cosa y vámonos! ¡Solo la usará para morderlo, babearlo y luego lo dejará tirado por ahí!— Dije perdiendo la paciencia.

— ¡Es un evento importante!— refunfuñó.

—Is it for his daughter?  (¿Es para su hija?) Me preguntó la joven, quizás adivinando el sentido de nuestra conversación y mirando inquisitivamente a Shuichi.

—No, of course not—. (No, claro que no) Respondí tajantemente. —I dread to think about it. (Me da miedo solo con pensarlo)

Le vi mirarnos con una confusión evidente. Claramente no entendía ni una palabra. Luego de traducírselo se quedó embobado mirando un punto fijo. Seguramente teniendo otra de sus absurdas fantasías. Si, cada día me convenzo más que estoy con un idiota.

— ¡Mira Yuki! ¡Ese es perfecto!—  Escuché que decía luego de un rato.

Dirigí mi mirada hacia donde su mano señalaba. Era un enorme oso de peluche con un moño rosa alrededor del cuello.  Oye mocoso... ¿Podría ser posible que tenga tu mismo tamaño?

Luego de que la chica nos lo alcanzara amablemente, lo comprobé poniéndolo a su lado. ¡Ja! ¡ja! ¡ja!

—Eres un enano.

— ¿Te parece gracioso Eiri? — Dijo él  con un leve sonrojo en sus  mejillas.

—Oh sí, mucho. No puedo creer que vayas retrocediendo… cada vez más.

— ¡Cállate Yuki idiota!

—Ya, ya. ¿Quieres eso?, Bueno—.  Dije despeinándote a modo de disculpa. —we will take the teddy bear. Could you giftwrap it, please?— (Llevaremos el oso de peluche, ¿podría envolverlo  por favor?) Agregué dirigiéndome a la muchacha.

—Very well Sir. (Muy bien señor)

La jovencita envolvió diligentemente el oso en un papel de corazones y nos lo entregó  con una sonrisa  a la que Shuichi correspondió alegremente.  Luego de que tomara el gigante paquete, salimos al fin de la tienda. Alcancé a ver una librería pero la  asesina mirada que  me propinó mi querido amante me impidió acercarme al lugar. Estaba siendo demasiado condescendiente ya... ¡más vale mocoso que hagas algo para retribuírmelo! Pues últimamente soy el rey de la amabilidad, no querrás negarlo.

Llegamos más o menos a tiempo para la fiesta en honor a Elizabeth. No tenía muchas esperanzas en encontrar poca gente pero aún así no podía evitar desearlo. Pues  yo tenía de sociable lo que Shuichi tenía  de silencioso y no estaba del mejor humor como para fingir las grandes sonrisas de cordialidad.  Vi a lo lejos un hombre más o menos larguirucho, de sonrisa afable y sobresaliente cabello pelirrojo corriendo hacia nosotros.

—Dear Eiri ! You came!  I'm so glad to see you!—  (¡Querido Eiri! ¡Viniste! ¡me alegra verte! ) saludó él con una voz grave.

—Ethan...been a while—. (Ethan… ha pasado tiempo) Saludé estrechándole la mano.

—Es bueno verte—. Agregué en  japonés. Por suerte Ethan me siguió la corriente y me respondió en mi idioma natal.

—Lo mismo digo, me alegro que hayas podido venir. Lucie estaba contenta de poder conocer al famoso escritor Eiri Yuki. ¡Vaya  que la suerte te ha sonreído en estos últimos años!dijo el alegremente. — ¡Oh! ¿Quién es él? ¿Es el muchacho del que me hablaste? ¡Ah sí! recuerdo su rostro, los he visto a ambos varias veces en las revistas—. Agregó saludando a Shuichi amablemente.

—Ah sí, Nunca nos cansamos de nuestra fama—. Respondí bromeando.

 Ethan McCarthy era uno de los pocos muchachos que había conocido en Nueva York durante mi adolescencia y  que, increíblemente  me caía bien. Quizás porque siempre compartimos la misma pasión por los libros o porque siempre supo cuando dejarme en paz.

Luego de comentar unos cuantos temas, Ethan llamó a su esposa para presentárnosla. Ella vino un rato después con una niña pelirroja en brazos que se parecía increíblemente a Ethan. La señora McCarthy nos saludó con amabilidad. Parecía ser una de  esas personas que no se cansan nunca de sonreír, siendo amables y comedidas. En brazos de su madre, la pequeña estaba callada, entreteniéndose con jalar el  cabello rosa de Shuichi.

Luego de las aburridas presentaciones me alejé de la gente lo más posible y me arrinconé en una mesa. Decidido a cumplir lo que verdaderamente había ido a hacer: Atiborrarme de delicioso pastel. Sin embargo mi tranquilidad duró solo hasta que lo vi aproximarse con una pequeña de rizos pelirrojos y grandes ojos grises en brazos.

— ¡Yuki! ¡A Lizzy le encantó el oso! ¿No es así pequeña?— Murmuró dirigiéndose a ella con una gran sonrisa.

—Aja… —opiné distraídamente mientras me comía mi segunda ración de tarta de frambuesa.

—Dile gracias a Yuki  Lizzy, vamos ¿puedes decir Yuki?  Y-u-k-i. repitió él deletreando mi nombre.

La niña le miraba fijamente hasta que estalló en una suave carcajada. Escondió su rostro entre las diminutas manos, mirándome a través de los dedos.

— ¡Que linda eres!—  Susurró mientras le pellizcaba las regordetas mejillas. —Mira amor, ¡parece que le gustas!— escuché, luego de que la pequeña estirara sus bracitos en mi dirección al mismo tiempo que me sonreía.

— ¿Qué? ¿Qué le sucede? ¿Qué diablos quiere?

—Es obvio ¿no? Quiere ir contigo, ten, sostenla un rato.

A pesar de mi absoluta negativa, él colocó a la niña en mi regazo. No pesaba nada pero aún así no se quedaba quieta. Y yo me encontré completamente descolocado ante ello, tal como dije, los niños no formaban parte de mi entendimiento.

— ¡Oye mocosa! ¿¡Que haces?!  ¡Hey! ¡Esa es mi tarta!

Reaccioné demasiado tarde para evitar que la niña metiera sus manos en mi tarta y la aplastara. ¡Y encima tenía el descaro de reírse!  Fruncí el ceño al ver cómo te unías a sus risotadas al ver el rostro de la pequeña cubierto de merengue.

—Shuichi, tómala ¿quieres? está ensuciándome entero—. Me quejé.

— ¡Sosténla bien Yuki! ¡Va a caerse idiota! Espera espera, mantenla así. ¡No te muevas!  ¡iré a traer la cámara!

Unos segundos después nos sacabas fotos como loco.

 — ¡Se ven tan lindos juntos!

— ¡Cállate y sácamela de encima!— gruñí extendiéndola en su dirección.

No obstante a la niña le pareció más entretenido tirarse al suelo y arrancar el césped con fuerza. Mientras tanto yo trataba de quitarme el merengue del cabello y el rostro. Qué asco. Es por eso que odio a los niños, siempre terminas embardunado en alguna porquería que a ellos les pareció interesante esparcir por tu ropa, tu cara o tu cabello.

Pero mis “desgracias” no terminaron ahí.  Una hora después no podía sacarme a la chiquilla de encima.  El lindo monstruito lloraba cada vez que alguien más la sostenía e insistía entre gritos volver a mis brazos. ¡Y yo estaba encantado con ello por supuesto!…

—Calla, calla pequeña—. Escuché que le decías a Elizabeth, quien berreaba con todas sus fuerzas. —No hay caso amor, quiere ir contigo—.Añadió rogándome con la mirada.

 — ¿Acaso somos los únicos capaces de hacernos cargo de ella? ¡Déjala por ahí con alguien!

—Ya lo intenté pero no para de llorar... solo quiere que la alces. ¿Puedes sostenerla un rato? ¡Se cansará de ti rápido y se dormirá!—dijiste mirándome con exasperación.

— ¿Te crees gracioso mocoso?— Argumenté, pero tomándola igual en mis brazos.

No es que me guste que me jalen del cabello como si fueran riendas de caballo pero por lo menos la niña no lloraba. Parecía divertirse encima de mis hombros (a costa mía claro está). Eso y los continuos flashes de su maldita cámara fotográfica estaban destrozando mis nervios y  mi ya dudosa paciencia.

Luego de varios intentos la niña aprendió a decir mi nombre.  Genial. ¿Alguna otra cosa más? ¡Ah! ¿Podrá ser posible que esté rodeado de mocosos?

Sin embargo mi molesto amante procuró entretenerme con pastelitos para aplacar mi mal humor. Eso tengo que concedérselo, él sabe con qué tratarme. 

Luego de 12 pastelitos... la niña finalmente se durmió en mis brazos y pude relajarme un poco.

—Esta niña se pudrió Shuichi. Dije luego de un rato.

— ¿Qué dijiste?— Preguntaste entre risas.

—Llévatela. En serio apesta—. Repetí, alejándola de mí.

Luego de que accedió y con sumo cuidado la llevó con su madre, pude finalmente…fumar mis preciados cigarrillos. Me senté en la primera silla que vi y me masajee los músculos agarrotados del cuello, ¿Cómo demonios la gente quiere  tener hijos? ¡Es una pesadilla!

—Hueles a bebé~ susurró  él enterrando su cabeza en el hueco de mi cuello.

— ¡Eso es porque estuve todo el día con eso!— Gruñí señalando a Elizabeth, que dormía apaciblemente en brazos de su madre.

—No quieres aceptar que te pareció bonito—. Canturreó en voz baja.

— ¡Cállate! ¿Podemos irnos ya?

Nos despedimos de la mayoría de los invitados, firmamos un par de autógrafos a unas alteradas jovencitas  y al fin subimos a un taxi para dirigirnos al hotel. En el camino noté que Shuichi estaba inusualmente callado y su rostro parecía pensativo. Un leve escalofrío recorrió mi espalda. “¿En qué diablos estas pensando?”

Le escuché suspirar.

— ¿Te sucede algo mocoso?

—No. Solo estoy cansado…

Su respuesta no me convenció en absoluto. ¡Bah! Al diablo si no quieres decirme que te pasa. Después no te quejes diciéndome que no me preocupo por ti.

A la mañana siguiente, luego de “descansar” en el hotel, nos dirigimos  hacia el Aeropuerto. 

—En serio cariño, ¿no quieres ir a visitar a Rikku? ¡Estoy seguro que se alegraría mucho de verte!

—¿Vas a seguir? ¡Ya te dije que no! Cumplí mi cuota de paciencia el día de ayer.

Hice oídos sordos los siguientes 15 minutos hasta que subimos al avión. Si me dijiste algo importante, lo siento. Estaba pensando en un delicioso Whisky añejo… digo, en el importante trabajo que me esperaba en casa.

Dejamos atrás Nueva York en cuestión de minutos. A pesar de haber sido un viaje de dos días, sentí como si hubieran sido de siete… mientras sacaba mi libro, alcancé a ver su semblante de reojo, parecía preocupado. Tenía el rostro apoyado en la mano y miraba atentamente las fotografías en la cámara digital. Otra vez  me pareció verlo pensativo. Y eso era muy raro en él.

—Oye Yuki…

Su serio tono de voz me hizo sospechar que realmente algo sucedía.

—Que…qué opinas de…

Y se calló. Visiblemente nervioso. Esto ya esta fastidiándome. O hiciste algo grave y recién te dignas a confesármelo y... ¡oh! Llega a ser algo relacionado con el auto y te juro que soy capaz de tirarte del avión.

— ¿Qué opinas de la adopción?— Soltó rápidamente.

“¿a-d-o-p-c-i-ó-n?”

Lentamente uní esa palabra en mi mente y traté de asimilar que fue lo que le llevó a pensar en ello.

Mierda.

Sabía perfectamente a que se refería. Estaba a punto de darle una rotunda negativa pero me acobardé al ver su seria mirada y esa expresión esperanzadora.

—Es algo complicado… y lo sabes.

— ¿Qué tan complicado puede ser? ¡Vamos amor! ¡Será tan lindo! ¡Ambos nos haremos cargo de él!

— ¡¿Estás hablando en serio mocoso?!— Le pregunté, incrédulo.

—Muy en serio. ¿Y qué me dices? ¡Será divertido!

—Definitivamente no. Dos mocosos en mi vida es lo que me faltaba para poner un pie en la tumba. ¡Un niño es lo último en lo que podría llegar a pensar!

— ¿Un niño? Murmuraste atónito. Y tus labios se curvaron lentamente hasta convertirse en una carcajada.

 —Pero Yuki… ¡Yo estaba pensando en adoptar a un perro!

Si lo sé.  ¡Soy un imbécil por esperar de ti algo parecido a la seriedad!

Notas finales:

Buenos espero haberles sacado un par de sonrisas :3  ¡dejen reviews porfis! nos leemos. 

¡Que pasen un lindo dia!


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