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Alas de Cristal por Endou_Riku

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Notas del capitulo:

Hola, ante todo gracias por haber entrado a leer esta historia.

Soy pésima para las introducciones, así como para los resúmenes, de modo que dejaré que juzgueis vosotros mismos.

 — ¿Te das cuenta de lo que estás haciendo?

 

De nuevo oía su voz, pero no podía verle. ¿Qué lugar era aquel? Una especie de palacio muy antiguo. Bastas columnas de piedra se alzaban, carcomidas por los años, formando un hexágono que delimitaba la estancia. Enredaderas larguísimas con flores lila las surcaban para después adornar las juntas del techo, formando el perímetro de aquella figura. En el centro de la estancia, una gran fuente de agua cristalina, tanto que podría parecer cristal líquido, o tal vez lo era. Tres peldaños de piedra separaban el suelo de la estancia de dicha fuente. Las escaleras eran también hexagonales, sin embargo, la fuente era redonda, de forma que parecía crear un remolino hacia su centro. Un remolino del que nunca podrías salir si caías en él.

 

— Debo hacerlo — dijo su propia voz. ¿Por qué había dicho eso? Ni siquiera sabía donde estaba ni quién era el otro chico que se acercó más a él.

— ¡Lo que debes hacer es quedarte aquí!

 

Al fin se giró para verle la cara. Pero, a pesar de estar frente a él, su rostro no aparecía. Solo era una figura borrosa.

 

— No puedo seguir con esto — dijo su propia voz de nuevo, pero esta vez se quebraba a causa de las lágrimas que habían empezado a salir de sus ojos —. Lo siento.

 

Y se lanzó al agua.

 

 

 

 

Un sonido estridente le hizo abrir los ojos de golpe. Se encontró tumbado en la cama mirando fijamente al despertador que le había dado un susto de muerte.

 

Otra vez ese sueño.

 

Desde que podía recordar, tenía ese sueño todas las noches. Y al despertarse se preguntaba qué demonios era todo eso, quién era esa persona que tan importante le parecía en el sueño y de qué demonios estaban hablando. Y por qué todo desaparecía cuando la gélida fuente lo engullía hacia la oscuridad.

Aunque la frase “desde que podía recordar” podría hacer pensar en toda una vida, no era así. Por algún motivo no podía recordar nada desde hacía un mes, ni su nombre, ni su dirección, ni si tenía familia. Nada. De pronto un día se vio en mitad de la nada, con un vacío inexplicable en su mente.

 

Por su aspecto debía tener unos 16 años. Era un chico joven, algo más bajo que la mayoría y delgado. Lo cierto es que parecía un ser frágil. Su piel era sumamente pálida, casi blanca, y su cabello rubio como el oro. Sus ojos eran profundos y de un intenso azul como el océano. Si no fuera por ellos, parecería un ser carente de vida.

 

— Buenos días, Gabi — le saludó Kana cuando bajó a desayunar.

 

Por supuesto, él no recordaba su nombre. Gabriel era el nombre que Kana le había inventado, alegando que con esa apariencia irreal casi parecía un ángel.

En cuanto a Kana, fue la chica que le recogió cuando no tenía a donde ir. Ella decía que tenía 20 años, pero Gabriel estaba seguro de que se estaba quitando más de uno. Era un poco rara, pero era su única familia ahora. Bueno, ella y un pequeño gato negro llamado Zeus. Sí, así era Kana para poner nombres.

 

— ¿Estás preparado para tu primer día de clase? — le preguntó ella animadamente mientras le servía zumo de naranja.

— Claro que no. Ni siquiera sé quien soy y tú pretendes que aprenda a derivar — se quejó él, dándole un mordisco a su tostada. Kana se rió de forma despreocupada antes de responder.

— La amnesia no te servirá como excusa para saltarte un curso.

 

Gabriel terminó de desayunar aún refunfuñando. La verdad era que tenía miedo de no encajar, ni siquiera recordaba cómo era ir a clases.

 

— Volveré más tarde, Zeus.

 

Acarició al nombrado, que respondió con un maullido de satisfacción, y cerró la puerta de la casa tras de sí.

 

 

 

 

El instituto era el lugar más ruidoso en el que había estado nunca, o al menos eso le decía su intuición, puesto que no lo sabía con certeza. Sin poder evitarlo, un sentimiento de que no pertenecía a ese lugar se había instalado en su alma.

Cuando localizó su clase se dirigió hacia la silla más alejada, ignorando las miradas que le veían con curiosidad y se sentó a solas. Así pasó la primera hora, escondido detrás de su pupitre, pero en el descanso antes de la segunda clase los dos chicos que se sentaban justo delante se giraron para hablarle.

 

— ¿Cómo te llamas? — preguntó el chico. Era moreno, tanto de piel como de pelo. Éste le caía descuidadamente hasta casi los hombros.

— ...Gabriel.

— No pareces muy convencido — bromeó su compañera de asiento. Ella era una chica de aspecto sensato, se recogía el pelo largo y moreno en una coleta alta y llevaba unas grandes gafas. Gabriel se ahorró el decirle que, efectivamente, no estaba nada convencido de su nombre. En cambio, pensó que era su turno de preguntar lo mismo.

— ¿Y vosotros?

— Kevin — respondió él.

— Yo soy Maya — hizo lo mismo ella.

 

En ese momento llegó el siguiente profesor, de modo que ambos se giraron de nuevo para atender a la clase y no hablaron más.

A la hora del recreo, Gabriel salió de la clase deprisa, pues se sentía totalmente fuera de lugar. Pero cuando salió al patio se dio cuenta de que era mucho peor. Se paseó por la zona de bancos, advirtiendo que todos estaban ya ocupados. Siguió dando vueltas y llegó a la parte trasera del instituto.

Allí se encontraban las pistas para hacer deporte. Debido a su amnesia no podía recordar ningún deporte, ni sus reglas ni haberlo jugado anteriormente. Solo le era vagamente familiar uno, el fútbol. Tenía la impresión de que le gustaba ese deporte, aunque no sabía la razón, de modo que se acercó al campo de fútbol para mirar un rato.

Y de pronto algo muy rápido le golpeó en la cabeza y cayó al suelo.

 

— ¡Lo siento! ¿Estás bien? — escuchó una voz acercándose.

— Sí, no ha sido nada — respondió. El balón que le había golpeado permanecía a su lado en el suelo.

— Siento mucho haberte dado — repitió el chico, que ya había llegado hasta él, tendiéndole la mano para ayudarle a levantarse.

 

Y entonces algo en su mente hizo “clic”. El chico que le ofrecía su mano era de su edad, de pelo castaño corto y unos ojos verdes profundos, amables, que ofrecían confianza. Su sonrisa era cálida, simplemente perfecta. Un ligero rubor apareció en las mejillas de Gabi sin que lo pudiera evitar. Aquella visión era tan hermosa, cálida, pero también era... conocida.

 

— Esto... ¿te encuentras mal? — se preocupó el chico al ver que no se levantaba.

— Ah, ¡no! Perdona — tomó su mano, sonrojándose aún más por ello, y se levantó. Luego tomó el balón que recordó de milagro —. Esto es... es tuyo...

— Gracias — dijo él, tomándolo.

— ¡Eh! ¿Qué haces? ¡Ven a seguir con el partido! — gritó un chico desde el campo.

— Hasta otra — se despidió y volvió al juego, dejando a Gabi todavía en las nubes.

— ¡Ha sido muy bueno! — una voz familiar se reía tras él y le sacó de su ensoñación.

— ¡Maya! — reaccionó él. Ella y Kevin venían en ese momento hacia él.

— Me refiero a como te ha dado en toda la cabeza — siguió ella —, ¡ojalá lo hubiera grabado!

— Lo podríamos mandar a un programa de videos — dijo Kevin.

— Eso demuestra que los videos de la tele casi nunca son reales — dedujo Maya.

— ¿Pasa algo con él? — preguntó Kevin, al ver que la atención de Gabi regresaba otra vez al chico que jugaba al fútbol —. Estuvo en mi clase, se llama...

— ...Aaron — completó Gabriel.

— Sí, ¿le conoces?

— No — dijo él. Los otros dos le miraron de forma interrogante —. Es que me lo ha dicho ahora — explicó.

— Bueno, eso no importa, ¿por qué no nos has esperado? — le recriminó con falso enfado la chica.

— No pensé que tuviera que hacerlo.

 

Durante el resto del recreo sólo discutieron tontamente sobre ello. Gabriel no creía que tuviese ninguna obligación con esos chicos a los que acababa de conocer, aún no sabía lo mucho que les agradecería su insistencia a sus nuevos amigos en el futuro. Sin embargo, en ese momento, en su mente sólo podía pensar en Aaron. Su nombre era lo único que había podido recordar hasta el momento, además de que él le había parecido familiar. Pero él no parecía conocerle de nada. Aún así, era la única pista que tenía para descubrir quién era.

 

 

 

 

— ¿Un... sueño? — preguntó la voz grave de un hombre mayor.

— Así es, de momento no es más que eso pero... — la voz de mujer fue interrumpida por el hombre de antes.

— ¡Es imposible! No debe recuperar su memoria. Ese chico... debe desaparecer.

Notas finales:

Y hasta aquí el primer capítulo, ¡gracias por haber leído!

Me gustaría mucho pedir vuestra opinión, pues a veces pienso que no expreso correctamente lo que intento dar a entender y me paso siglos delante de un mismo párrafo :S

Y realmente me gustaría mejorar ^^U

Volveré en el próximo episodio (continuará... xD)

¡Ciao!


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