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No le esperes por AbigailMonrroe

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Notas del capitulo:

Es mi primer fic, espero les guste  :DDDDDDDDDDDD

Se me acaba el tiempo y no sé como remediarlo…

Mierda…- me lancé a la cama, en mi habitación, solo revistas femeninas yacían botadas y esparcidas, yo con el bolígrafo en la boca traba de entender porque aún no podía casarme. Me senté nuevamente a revisar mi lista.

Bajar de peso: Hecho! ( la verdad es que ahora tengo un cuerazo que ni yo me lo creo)

Usar maquillaje de moda: Hecho! ( miré a mi tocador y vi la cantidad de maquillaje que había y luego recordé los cursillos que había tomado por internet, realmente sabía cómo sacarme partido)

Ropa de moda: Hecho! ( Me rompo el lomo para poder tener la ropa que quiero y que sea estilosa y única, me siento orgullosa de mis gustos por la ropa)

Personalidad: Hecho! ( Vale, me costó pero soy entradora, simpática y hablo de cualquier cosa)

Tener las cosas claras: Pero por supuesto! ( Quiero casarme ya y esa es mi meta, que ya va a dejarme el tren, mierda)

Si tengo todas las de la lista, ¿por qué aún no tengo un novio al menos?, pues que se yo, eso mismo me estado preguntado este último mes. Salgo sola a pub, la paso genial, los chicos me invitan, coqueteo… pero nunca ocurre el siguiente paso. Y tampoco es que me regale en la primera cita… que hace más de dos años que nada de nada, por esos lugares y ya estoy comenzando a creer que tengo telarañas.

La vida de una casi treintañera es dolorosa, más aún cuando es la única de la familia que por tradición, casarse mínimo a los 25. Que hasta mi prima de 20 ya tiene la sortija y yo… que he pasado de todo para obtenerla, aún no aparece.

No lo comprendo… ¿será mi cara?. Bueno tuve problemas de acné pero ya esta ciento por ciento solucionados las marcas pasan desapercibidas. Entonces, ¿será mi cuerpo?, me gasté el último verano matándome en el gimnasio para obtener el cuerpo que tengo, sin estrías, celulitis y piel de naranja, ¡una ganga! Pero nadie lo ha estrenado…

-¿Qué será…?- esto realmente deprime y más aún porque mi familia van de candidato en candidato promocionándome como si fuera un producto cualquiera, si hasta mi abuela dice: “no te vas arrepentir mijito…” y eso ya los asusta.

Es que esto de la tradición de los Monteros me está haciendo botar espuma por la boca. Todos sin excepción, debemos casarnos antes de los 25, ¿Por qué?. Porque según cuenta la leyenda, con el que te desposes será el amor de tu vida y evitas el costo del divorcio, que sería prácticamente una “humillación social”. ¡Y todos la han seguido! Y fui yo la única que dio pena en el último matrimonio…

Mis primos y primas jugueteaban con sus parejas y yo jugueteaba con mis tíos que ya no podían aguantarse las ganas de preguntarme…

-¿Por qué has venido sola, ni niña?- preguntó mi tía Agustina, la de más confianza pero la más sanguijuela, es la más estricta en la tradición y su tono de voz amable, más falso que el ramo de flores de su hija , me daba a entender que pronto sería mi calvario.

-Pablo tuvo que viajar a la isla a revisar el tema de las construcciones- mentí. Sinceramente, si había un Pablo, pero el tipo me había dejado plantada ese día, habíamos quedado en almorzar y luego ir a la ceremonia, pero el muy imbécil entre copas de la noche anterior, me confesó que estaba casado y que su mujer había descubierto lo nuestro.

¿Lo nuestro?, ¡Nunca me di cuenta que estaba casado! Y eso que soy psicóloga, la cosa es que lo mandé al África junto con su señora en-un-muy-no grato lenguaje y me tuve que adentrar al terreno peligro por mi propia cuenta.

-¿Pablo, no que era Enrique?- me preguntó mi tío Fausto confundido, si bueno… le comprendo. Incluso, hasta a mí me pasa.

-No ese es otro, el se fue a Alemania, ¿Recuerda?- esperaba que sí, porque no quería explicarle, que Enrique nunca me dijo sobre su dichoso viaje de preparación integral a Alemania, el simplemente me lo dijo porque quería que al día siguiente nos viéramos y al parecer insistí demasiado… pues acabó por confesármelo, bueno más bien… gritármelo.

-Ah, ya veo- se que no lo recuerda. Si llevo a cada hombre a casa, solo para asegurarme de que al menos sepan que no estoy tan sola.

-Pero hija, ya tienes 27 años, no puedes ir de novio en novio. Necesitas sentar cabeza- ya empezó mi tía con su discurso pero era la única opción. O soportaba a los mayores sus sermones o me mezclaba entre las atmosferas románticas de mis primos que al fin y al cabo inducirían en mi suicidio. No tenía mucho por qué elegir realmente.

-Lo sé pero. ¿Qué le puedo hacer si aún no llega el indicado?- traté de defenderme.

-¿No serás muy exigente?- interrumpió mi tío.

-¡Claro que no!- y es verdad que no lo soy. ¡Si he salido con cada bicho! Pero ninguno de esos bichos se ha atrevido a dar el gran paso.

-Como sea… eres la única que destiñe, vé y cásate ya niña- a mi tía no le tomó demasiado tiempo explotar, ya van tres años que inagotablemente busco al que sea para poder llegar al altar pero nada ocurre.

-Solo a ti se te ocurre hablar con tu tía- me habló mi madre al verme tan inmersa observando a los demás.

-Es mejor que entrometerme entre tanto amor…-

-No es tan malo, ellos no te dejarán de lado-

-Lo sé pero es más como por obligación. Después de todo siempre he sido la huacha de la familia-

-Eso no es verdad…- trató de negarlo pero era cierto. Nunca fui tan querida en la familia por ser explosiva y poco femenina, con el pasar del tiempo me fui condicionando pero ahora sigo siendo la marginada y todo porque aún no logro casarme- Te proyectas demasiado en esa tradición-

-Quiero vivir lo mismo que los demás-

-Pero no fuerces las situaciones-

-¡Que no las hago!- exploté pero la mirada de mi madre me hizo callar- Esta bien… si lo hago-

-Tú más que nadie sabe que forzar las circunstancias es perjudicial para el desarrollo normal de una relación estable-

-Te he hablado mucho de mi trabajo, ¿no es así?- reí, al fin y al cabo, mi madre parecía citar una de mis frases predilectas en la terapia de parejas. ¿Parejas…? Que ironía, ¿no?.

-Solo date cuenta, que lo que estas predicando, no lo estás practicando-

-Mamá, he intentado de todo… y ese hombre maravilloso no aparece, o yo me aburro o simplemente ellos lo hacen. Y me estoy agotando. ¿Qué de hay de malo en mí?-

-Nada mi niña, eres hermosa-

-¿Y entonces?-

-Pero eres muy dependiente, de lo que el resto de está diciendo, debes buscar tu felicidad a tu ritmo y manera-

-¿Pero porque siempre tengo que ser la que desencaja…?. ¡Soy la única mamá!- más que casarme… me dolía no poder compartir mi vida con “esa” persona. Solo alcanzo a compartir conversaciones banales, risas, chistes inventados y temas de contingencia… pero nunca algo tan íntimo, como salir del trabajo y largarnos  a un lugar cualquiera  a pasar la noche y mirar al cielo estrellado comiendo frituras. Nunca me ha pasado eso. 

-Ya llegará mi niña… ya llegará. De la forma que menos lo creas y de quien menos lo esperes- parecía un conjuro bastante cliché pero hermoso.

-Ya basta- desarmé mi peinado de día domingo y me metí a la ducha.

¡A la mierda la tradición y mi soledad!. Como día domingo me iré al parque a caminar y a comprar un poco de café para la noche ver una buena película de culto.

Después de todo es cierto… no puedo vivir de lo que me dicen los demás. Por Dios Magdalena… siendo psicóloga no sigues esa mínima regla en tu vida personal.

-Eres una tonta- me apunté en el espejo. Sequé mi cabello y me puse la ropa más cómoda que encontré, antes de salir alimente a Morrison y me largué tarareando una canción de Queen. De lo emocionada que estaba lancé mi cuerpo hacia el pasillo chocando con algo demasiado duro.

-Discúlpame- atiné a decir luego de ver al pobre hombre apoyado apenas en la muralla.

-¿Es que todos en la capital, saltan para salir de sus casas?- preguntó gracioso.

-Pues la gente normal lo hace- seguí la corriente mientras recogía la caja que había tirado

-Vaya que distorsión hay de la palabra normal-

-En verdad lo siento, soy la única en este pasillo… así prácticamente hago de deshago a mi manera- le dije mientras le entregaba sus pertenencias

-Pues el tiempo se le agotó señorita…- me dijo galantemente

-¿Cómo…?-

-Desde hoy ocupo el departamento de al frente- desde ahí mi cerebro no había hecho click.

Había llegado un vecino nuevo al piso número cuatro del eficio Lastarria de la capital y no era nada más y nada menos que un soltero del norte que esperaba encontrar una buena oportunidad en el ámbito empresarial. Vamos que luego de haber votado una de sus cajas debía ayudarlo con su mudanza, si tan mal vecina no soy, a pesar de haber vivido sola por mucho tiempo.

Su nombre era Matías, un diseñador gráfico de 28 años, soltero y sin hijos…. Claro está que cuando menos lo esperas llega lo que quieres. ¡Gracias mamá!.

Notas finales:

Comenteeeeen!!!


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